martes, 8 de septiembre de 2020

Venezuela y su viacrucis sin fin

 

Nicolas Maduro Venezuela de Cartoonarcadio | Política Cartoon | TOONPOOL


Si hacemos caso a las cifras oficiales, Venezuela es uno de los casos más exitosos del combate al coronavirus. La semana pasada, las autoridades reportaron poco más de veinte mil casos y apenas 178 muertes, de las estadísticas más bajas en América Latina. Pero la realidad es muy distinta. El sistema sanitario del país se ha colapsado y Venezuela es una de las naciones del mundo donde menos pruebas se han realizado para detectar al virus. Varios médicos y periodistas han ido a la cárcel por cuestionar los datos oficiales.

En Venezuela se ha politizado el coronavirus. La principal preocupación de Nicolás Maduro reside no en combatirlo, sino en ganar, a como dé lugar, las elecciones parlamentarias agendadas para el próximo 6 de diciembre. La mayor parte de la oposición ha anunciado su no participación en estas elecciones a causa de vicios en su convocatoria y organización, pero, aun así, para el chavismo es vital movilizar votantes en masa, en medio de la pandemia, para intentar revestirse de una legitimidad puesta en entredicho desde hace tiempo.

El país arrastra una desbocada inflación, la más alta de mundo, 15 mil por ciento para 2020, y un decrecimiento del PIB de 18 por ciento. Los tradicionales aliados extranjeros de  Maduro (Turquía, China, Rusia) no podrán seguir apoyándolo. El gobierno emprende la campaña electoral sin recursos y sin posibilidad de hacer mítines por la cuarentena, pero aspira a desquitarse -pese a no ser  unas elecciones realmente competitivas- de su derrota de 2015, cuando la oposición ganó mayoría calificada.

Para ello, Maduro aferra su control sobre las instituciones electorales. El Tribunal Supremo de Venezuela suspendió el liderazgo del dos de los principales partidos opositores (Primero Justicia y Acción Democrática) y, además, nombró, en abierta violación a la Constitución, a los nuevos miembros del Consejo Electoral, la mayoría de ellos adictos al gobierno.

Maduro se siente lo suficientemente seguro para consolidar su gobierno. Desde el principio de la crisis emitió toques de queda y comenzó a aparecer diariamente en televisión detallando medidas. Si en algún momento en los últimos parecía débil, ahora eso se revierte.

Su decisión de poner a los militares a cargo de la respuesta al coronavirus fortaleció su control social. Militares fueron desplegados para imponer medidas estrictas de distanciamiento social y, más recientemente, comenzaron a manejar estaciones de servicio para racionar combustible.

La comunidad internacional ha protestado, pero poco podrá hacer. Maduro y algunos de sus funcionarios más cercanos han estado bajo sanciones directas de Estados Unidos y se le ha aplicado un embargo petrolero. El chavismo ha sobrevivido varios intentos de derrocarlo y soslayado todos los intentos de negociar una solución pacífica a la crisis.

La viacrucis venezolana se eterniza.

Pedro Aguirre Ramírez

Publicado en la columna Hombres Fuertes

12 de agosto de 2020


Hombres Fuertes en la Unión Europea

 

The illiberal tandem vs Europe | openDemocracy

Polonia y Hungría son dos de los países más beneficiados por las políticas de subvenciones y fondos de cohesión  de la Unión Europea. Sin embargo, ello no ha impedido a los gobiernos de estas naciones actuar de forma crecientemente autoritaria, en detrimento del espíritu democrático de la integración europeísta. Tanto el húngaro Viktor Orban como el  polaco Jaroslaw Kaczynski, hombres fuertes de sus respectivos países, han logrado consolidar sus carreras políticas utilizando un discurso antieuropeísta y xenófobo, aderezado con absurdas teorías de conspiración.

El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha arbitrado contra Polonia y Hungría en varias ocasiones durante los últimos meses a causa de su notable deterioro institucional. A Europa le preocupa cuestiones como la llamada “Ley Habilitante”, la cual otorga al primer ministro húngaro poderes absolutos para gobernar por decreto mientras dure la pandemia del Covid-19, y la reforma judicial en Polonia, diseñada para otorgar al ministro de Justicia la capacidad de decidir a discreción la prolongación de los mandatos de los magistrados.

La semana pasada, Polonia se retiró de la Convención de Estambul, el primer instrumento jurídicamente vinculante diseñado para combatir la violencia contra las mujeres. Establece como actos punibles la violencia física y psicológica, el acoso, el matrimonio forzado, la mutilación genital femenina, el aborto, la esterilización forzada y los llamados “los crímenes de honor”.

No solo eso, además de este retiro, propiciado por los ultraconservadores polacos, el Convenio recibió el rechazo  del Parlamento húngaro. Les molesta la definición, contenida en el documento, del término "género" como: “las funciones, comportamientos, actividades y atributos socialmente construidos que una sociedad determinada considera apropiados para las mujeres y los hombres”. La consideran “demasiado amplia” y susceptible a interpretarse para dar paso al reconocimiento de un “tercer género”. Sin embargo, según el propio Convenio, el género y el sexo son dos conceptos separados y la definición no tiene por objeto sustituir los términos "mujeres" y "hombres".

Los ultraconservadores acusan al Convenio de propalar una supuesta “ideología de género”. Pero no se trata de ideología. No es de derecha o izquierda, progresista o conservador defender la integridad de las mujeres.

La Unión Europea acaba de anunciar un colosal paquete de beneficios a sus miembros para superar la crisis del coronavirus. En el caso de Hungría y Polonia no quedó suficientemente clara una vinculación entre el otorgamiento de las ayudas y la preservación de los valores democráticos. El comunicado final de la cumbre contiene frases susceptibles a ser interpretadas por las partes a su conveniencia, pero el Parlamento Europeo lamentó esta grave omisión, y  aprobó una resolución critica a las medidas tomadas por los gobiernos de Hungría y Polonia durante la crisis del coronavirus describiéndolas como "totalmente incompatibles con los valores europeos".

Pedro Arturo Aguirre Ramírez

Publicado en la columna Hombres Fuertes

5 de agosto de 2020

La ignominiosa esperanza de Trump

 

La imagen puede contener: texto que dice "an KAL KAL"


Tras su pésima gestión del coronavirus, Donald Trump ha iniciado una “guerra cultural” contra sus rivales políticos y los medios de comunicación. Las manifestaciones provocadas por el asesinato de George Floyd a manos de la policía no llevaron al presidente a reflexionar sobre las desigualdades de la sociedad estadounidense o a tratar de calmar las tensiones políticas. Todo lo contrario. Descalificó a las protestas, en su gran mayoría pacíficas, como “disturbios anárquicos” y procedió a utilizar la fuerza para dispersarlas. Con ello se juega una arriesgada apuesta hacia su cada vez más improbable reelección.

Al igual que otros dirigentes autoritarios, Trump atiza y sabe sacarle provecho a polarización. Se emplea a fondo en su retórica como el defensor de un Estados Unidos “sitiado” por los "izquierdistas" y las élites cosmopolitas y describe a sus críticos como “inherentemente antiestadounidenses”.

Ordenó, de forma completamente injustificada, el despliegue de las tropas federales del Departamento en Portland. Se trata de una fuerza de seguridad fuertemente armada, reservada para operaciones antiterroristas o enfrentar a narcotraficantes. Se han visto escenas de gases lacrimógenos, manifestantes arrestados sin órdenes judiciales. Y ahora la amenaza se cierne sobre Nueva York, Chicago, Filadelfia, Detroit y Baltimore, ciudades gobernadas por demócratas.

En solidaridad con Portland, las protestas se ampliaron por diversas lugares de Estados Unidos, sobre todo en Seattle y, de manera trágica, en Austin, donde falleció una persona.

Trump acusa a las ciudades de estar sometidas al crimen, pero es un rubro de responsabilidad local, las fuerzas federales sólo intervienen a solicitud expresa. No es el caso.

Se trata de un recurso desesperado de un líder fracasado. Trump se vendió a sí mismo como administrador nato, pero literalmente se desmoronó cuando Estados Unidos enfrentó al COVID-19. Muy sintomático de este fiasco ha sido la absurda guerra contra los cubrebocas. Durante meses, el presidente se negó a usar una. “Sólo los débiles liberales la usan”, era el mensaje. Las consecuencias están a la vista. Pocas cosas han estimulado la propagación del virus como la negativa de muchos estadounidenses a usar cubrebocas.

Ahora, Trump pretende cambiar la atención de los electores al tema de la “guerra cultural” contra una supuesta "mafia izquierdista". "Hay un nuevo fascismo de extrema izquierda en ascenso en Estados Unidos y yo soy el único capaz de detenerlo”, declaró el magnate en Monte Rushmore.

Está en juego el peligroso discurso sobre la “verdadera identidad nacional”, enfrentando a estadounidenses "reales" contra aquellos “menos auténticos”. ¿Servirá esta estrategia? Para muchos exhibe al presidente como moral y mentalmente incompetente, pero él aun cree en el mito de la “mayoría silenciosa”. Sus partidarios, simplemente, se avergüenzan de expresar públicamente su simpatía por Trump. Esa es la ignominiosa esperanza del republicano.

Pedro Arturo Aguirre Ramírez

Columna Hombres Fuertes

29 de julio de 2020

Xi Jinping contra el mundo

 

China (Xi) Eliminates Term Limits | The Elephant


China asume una actitud confrontacionista en su política exterior. Tras muchos años de ejercer “una diplomacia sutil, pero perspicaz, dedicada a garantizar el ascenso pacífico y silencioso al estatus de gran potencia”, según la línea dictada por Deng Xiaoping, ahora vemos agresividad y prepotencia bajo el liderazgo de un ambicioso “hombre fuerte” quien no duda ni un segundo en encararse con otros países para cumplir, a ultranza, su anhelo de hacer de China el país más poderoso y rico del planeta para el año 2049, centenario de la fundación de la República Popular. 

La nueva generación de diplomáticos chinos es conocida como los “lobos guerreros”. Son contestatarios y hasta groseros en su empeño por defender las posiciones de Pekín. Nada conservan de los embajadores de la China de antaño, caracterizados por su discreción.

En aras de “Hacer a China otra vez grande”, Xi ha estrechado el cerco sobre Taiwán, hizo aprobar para Hong Kong una férrea Ley de Seguridad Nacional para “combatir el secesionismo y la injerencia extranjera”, disputa de forma crecientemente violenta la soberanía de aguas territoriales estratégicas con sus vecinos del sudeste asiático, se enfrentó con India en el incidente fronterizo más sangriento en 50 años y se lleva mal con Japón, Australia y Canadá.

En el ámbito interno reprime movimientos separatistas en el Tíbet y Sinkiang, la región occidental del país en la que viven los uigures, una minoría musulmana la cual se ha convertido en objetivo de una inicua campaña de internamiento en campos de “readiestramiento ideológico”.

En el renglón económico, China se ha propuesto ponerse a la cabeza de la carrera tecnológica. Ya lidera el desarrollo del 5G  y hace progresos en la exploración espacial. También impulsa el ambicioso proyecto de la “Nueva Ruta de la Seda”, macroproyecto comercial y de infraestructuras de enorme  trascendencia geoestratégica diseñado para ubicar a China como eje central de las dinámicas internacionales. Así, Xi se convertiría en la personificación de la imagen clásica del emperador gobernante “de todo cuanto hay  bajo el cielo”.

Pero, ¿es necesaria tanta agresividad para alcanzar este objetivo? ¿No bastaría con la  buena administración del “poder blando” preconizada por Deng Xiaoping? Muchos expertos opinan que la asertividad china se debe a presiones internas resultado de la pandemia y la ralentización económica. Xi pretende disipar cualquier sensación de una “China debilitada”.

Tanta agresividad provoca la desconfianza de la comunidad internacional. La India ha prohibido 59 apps chinas (entre ellas la popular TikTok), el Reino Unido ha retirado su participación en la red 5G, Japón y Taiwán se rearman y sus empresas empiezan a abandonar China, Estados Unidos diseña nuevos trazados para sus líneas de suministro. La prepotencia, producto de la inseguridad, le puede salir cara a Xi.

Pedro Arturo Aguirre Ramírez

Publicado en la columna Hombres Fuertes

22 de julio de 2020

Erdogan, el Otomano

  estambul:-hashtag på Twitter

 Recep Tayyip Erdogan, hombre fuerte de Turquía desde 2003, siempre ha tenido la obsesión de reivindicar la herencia otomana de Turquía y ello lo ha llevado a arremeter contra el Estado laico erigido por Atatürk y a tratar de obtener un protagonismo internacional de primer orden.

A principios de este año el Parlamento turco aprobó, por iniciativa de Erdogan, el despliegue de tropas en Libia para apoyar al gobierno de ese país, debilitado por la rebelión del general Haftar. Quiere el presidente tener influencia en el Mediterráneo Oriental, zona con importantes yacimientos de hidrocarburos, y para ello firmó con el gobierno de Trípoli acuerdos para asegurar la futura explotación de esos recursos y extender la zona económica marítima turca hasta hacerla limitar con la frontera marítima libia, idea enérgicamente rechazada por Grecia y Egipto. Así, Turquía se ha convertido en un elemento más de inestabilidad en una región de por sí conflictiva.

Aunado a su aventurerismo militar, Erdogan afrentó a la comunidad internacional al anular el estatus de “museo” que tenía Santa Sofía desde 1934 para volver a convertirla en una mezquita, ello pese a la inconformidad de la Unesco. El sitio fue nombrado como Patrimonio de la Humanidad en 1985. También Francia, Estados Unidos y Rusia protestaron, y Grecia calificó esta decisión como una “provocación abierta” al mundo civilizado.

Erdogan toma estas medidas porque le urge desviar la atención del electorado turco ante las insuficiencias de su gobierno: crisis económica, creciente autoritarismo, mal funcionamiento del sistema presidencialista. Para hacerlo atiza un debate polarizador, recurso consustancial del buen líder populista.

El líder turco ha atraído el voto de conservadores, nacionalistas y religiosos impulsando a la más rancia tradición musulmana con medidas como el libre uso del velo en todas las instancias del Estado, una mayor presencia pública del islam, el aumento del número de escuelas religiosas, la islamización del currículum educativo, etc.

Pero la economía ha estado muy castigada en los últimos años, con un raquítico crecimiento de 0.9% en 2019, alto desempleo, moneda inestable e inflación de dos dígitos. Y para empeorar el cuadro, llegó  el coronavirus.

El descontento crece, y con ello la represión. En el último mes, decenas de diputados de oposición, activistas de derechos humanos y periodistas han sido detenidos por cargos de espionaje y terrorismo.

El debilitamiento del gobierno de Erdogan, otrora asaz popular, se manifestó claramente el año pasado con el rotundo revés del partido oficialista en las elecciones municipales del año pasado, en Estambul y Ankara, las principales ciudades del país.

Ahora Erdogan apuesta a una muy arriesgada intervención militar en Libia y a la decisión sobre Santa Sofía para recuperar popularidad, pero Turquía perderá mucha de su reputación como un país internacionalmente confiable.

Pedro Arturo Aguirre Ramírez

publicado en la columna Hombres Fuertes

15 de julio de 2020

Las Urnas Movedizas de Vladimir Putin

 Dave Granlund – Editorial Cartoons and Illustrations » Putin and Russian  ballot box

 La mayoría de los regímenes autoritarios actuales pretende conservar una fachada democrática con la celebración periódica de elecciones, pero para garantizar sus perennes triunfos procuran asegurarse un férreo control sobre las autoridades electorales y recurren de forma sistemática e insolente durante las campañas a todo tipo de trucos y añagazas para ganar en las urnas a como dé lugar.

Una apoteosis de elección fraudulenta la acaba de ofrecer Vladimir Putin. Rusia celebró hace unos días un referéndum para derogar las limitaciones constitucionales a la reelección indefinida del presidente. El resultado oficial fue un apabullante 78 por ciento de votos a favor de la reforma, lo cual invitaría a pensar en el carácter incombustible e inapelable de la popularidad de Putin, pero un análisis más detallado da cuenta de muchísimas irregularidades y trampas.

Este referéndum se llevó a cabo sin garantías mínimas de transparencia y careció de fundamento jurídico por ser innecesario, al haber sido aprobada la nueva disposición en el Parlamento y sancionado por la Suprema Corte. No se exigió un umbral mínimo de participación, su realización no se supervisó de forma independiente y se violaron las más elementales normas y estándares internacionales usuales en cualquier país para garantizar un proceso íntegro.

El gobierno organizó sorteos con premios hasta de 10 millones de rublos (140 mil dólares) para incentivar la participación de los ciudadanos. Con el pretexto del coronavirus, se instalaron mesas de votación móviles en parques, canchas deportivas y hasta dentro de camiones. También las boletas electorales podían ser arrojadas en cajas de cartón ubicadas a los costados de los caminos y las carreteras, y se estableció un opaco sistema para facilitar el voto electrónico. Todas estas medidas dieron lugar a amplias oportunidades de manipulación.

En el referéndum se aprobaba no solo el tema de la reelección indefinida, sino un paquete de 206 propuestas diseñadas para confundir a los electores, tales como un sistema de pensiones a prueba de inflación, estatus protegido para el idioma ruso y prohibición del matrimonio gay. A los electores no se les permitía elegir cuales propuestas aprobar y cuales rechazar, era decir sí o no a todo el lote.

¡Ah!, y escondidita entre todo el paquete también había disposición para otorgar al presidente de la facultad de despedir libremente a los jueces de los tribunales Supremo y Constitucional.

Putin ha procurado establecer su legitimidad por la vía electoral, aunque los comicios en Rusia jamás han sido del todo limpios. Los candidatos opositores son acosados, encarcelados o excluidos, los medios de comunicación estatales son parciales hacia el partido del gobierno y, por supuesto, la autoridad electoral está supeditada al presidente. Ahora, pese a las aparentes “victorias aplastantes”, este recurso empieza a agotarse.


Pedro Arturo Aguirre

Publicado en la columna Hombres Fuertes

8 de julio de 2020

miércoles, 1 de julio de 2020

¿Hacia una “Internacional Populista”?



El ranking que muestra quiénes son los líderes más populistas de ...

Los populistas de todo el mundo se identifican entre sí y son solidarios entre ellos. La semana pasada, Donald Trump recibió en la Casa Blanca al presidente polaco, Andrzej Duda, quien días después (es decir, el domingo pasado) iría a las urnas en busca de su reelección.

La de Presidente de Polonia es una posición casi meramente emblemática. El verdadero hombre fuerte del país es Jaroslaw Kaczynski, el populista líder de facto del partido Ley y Justicia (PIS), pero los comicios celebrados a hace tres días constituyeron una importante prueba de popularidad para el PIS, justo cuando su hegemonía parece menguar.

Los populistas polacos son profundamente conservadores en los temas sociales. Duda movilizó a sus electores presentándose como el defensor de la familia tradicional y acusando a la "ideología de género” como “peor que el comunismo”.

El rival de Duda es el alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski. Ambos se enfrentarán en una definitiva segunda ronda en julio.  Trzaskowski es un decidido liberal quien protege los derechos de las minorías sexuales, aplica medidas contra la discriminación y aboga por más educación sexual en las escuelas.

En este contexto de reñida elección Trump invita a la Casa Blanca a su colega polaco para darle un buen espaldarazo con el anunció de un “muy probable” traslado a Polonia de tropas estadounidenses desde sus bases actuales en Alemania, establecidas desde el fin de la II Guerra Mundial.
Esta fue la primera vez que Trump recibió a un presidente extranjero desde el inicio de la pandemia. En todo momento fue muy generoso en sus elogios a Duda y respaldó, abiertamente, su reelección. “Al presidente Duda le está yendo muy bien en Polonia, está haciendo un trabajo excelente”, declaró sim ambages.

Polonia lleva tiempo tratando de obtener una mayor asistencia militar estadounidense, particularmente desde la anexión rusa de Crimea en 2014.
Con esta decisión Trump ahonda más sus divisiones con sus aliados occidentales, pero le da un respaldo quizá decisivo a los populistas polacos. “Envío con esto una señal muy fuerte”, dijo el presidente de Estados Unidos. ¡Y vaya si lo hizo! Tanto los miembros de la OTAN como incluso algunos senadores republicanos critican la medida como una forma de beneficiar a Putin.

Trump ayudó en la Casa Blanca a un gobernante populista con quien comparte ideas conservadoras y vocación autoritaria. No sería de extrañar si algún otro miembro de la “familia de hombres fuertes” muy pronto le devolviera el favor ahí mismo, en estos momentos tan difíciles para el magnate, quien atraviesa por un pésimo momento de cara a los comicios electorales de noviembre. ¡Catorce puntos porcentuales tiene actualmente Biden sobre Trump en las encuestas! Pero para eso están los amigos. “Internacional  Populista”, podría llamarse este singular club.

Pedro Arturo Aguirre
publicado en la columna Hombtes Fuertes
1 de juio de 2020

Jinetes del Apocalipsis



Jinetes del Apocalipsis - Wikipedia, la enciclopedia libre

A la memoria de Vily Serio

Después de la peste, ¿la guerra?

Xi Jinping y Narendra Modi son los hombres fuertes de los dos países más poblados del mundo, líderes ambiciosos y nacionalistas deseosos de alcanzar una mayor preeminencia mundial. Ambos, tras gozar de un período de éxitos, hoy encaran grandes obstáculos, tales como la ralentización económica, disensiones internas y, ahora, el coronavirus, el cual aún se extiende aceleradamente en India mientras China intenta contener un nuevo brote en Beijing.

China e India tienen décadas de protagonizar severas diputas territoriales en las regiones fronterizas del Himalaya. La semana pasada estos diferendos estallaron violetamente y costaron la vida por lo menos a 20 soldados indios.

China se ha negado a reconocer unas fronteras diseñadas durante la era colonial británica. En 1962, estos reclamos llevaron a una breve pero cruenta entre ambos los dos gigantes asiáticos, la cual acabó con una humillante derrota militar de India.

Hoy, ni Xi no Modi quieren perder prestigio. China protagoniza este rifirrafe en el contexto de una ofensiva en política exterior la cual incluye endurecer posicionamientos frente a Hong Kong y Taiwán, desplegar exhibiciones de fuerza en el mar del Sur de la China y una actitud contestataria frente a las acusaciones de negligencia frente al coronavirus vertidas por Estados Unidos y algunas naciones europeas.
Pero Modi es quien más puede perder. Su popularidad, muy alta durante los primeros cinco años de su mandato, hoy está amenazada.

Llegó al gobierno con un discurso populista. Proyectó el resentimiento de buena parte del electorado ante las élites políticas tradicionales y apelando al nacionalismo hinduista promovió la idea de desterrar el laicismo del Estado fundado por Nehru y Gandi para sustituirlo por un sistema dominado por la cultura hindú, donde las minorías (musulmanes, budistas, etc.) estén sometidas a severos controles y discriminación.

Por eso para el actual gobierno explotar la vena nacionalista es vital. "La soberanía y la integridad de la India es suprema, y nadie puede detenernos en su defensa", declaró Modi, jactancioso.

Pero pese a esta retórica agresiva, el enfrentamiento ha subrayado el rezago de India respecto a su vecino. La economía china es casi cinco veces mayor y en el campo estratégico global rivaliza con Estados Unidos.

India dese hace tiempo alberga visiones de un orden mundial multipolar donde espera desempeñar un papel significativo, quizá incluso un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero el país tiene demasiados pendientes a resolver antes de ver materializado este anhelo: temas de integración nacional, desarrollo regional, resolución de conflictos con sus vecinos.

Y, también, con los recientes combates quedó evidenciada la imposibilidad de ver a las potencias emergentes aliadas en un bloque común. El proyecto de los BRICS queda en entredicho.

Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
24 de junio de 2020