lunes, 20 de mayo de 2013

Europa a la Deriva




La Unión Europea va a la deriva. El que ha sido el experimento supranacional pacífico más ambicioso de la historia enfrenta una etapa aciaga que incluso pone en entredicho su futura viabilidad. Hoy, a toro pasado, parece muy fácil señalar las causas de la debacle, pero en su oportunidad no faltaron quienes advirtieron sobre los peligros que implicaba para la institución una unificación monetaria demasiado apresurada, así como concretar una ampliación desmedida y prematura hacia el este del continente. 

Hoy han transcurrido casi nueve años desde la mayor ampliación de la Unión Europea, la cual se concretó el 1 de mayo de 2004 con el ingreso de Chipre, Malta y ocho naciones ex comunistas. Y todavía crece: en unos 10 días ingresará formalmente Croacia, con el que el número de integrantes ascenderá a 28. Sin embargo, pese a esta gran expansión la UE afronta actualmente el peor momento de su historia con una crisis desbocada, desempleo galopante y brotes acentuados de proteccionismo, nacionalismo y mucho pesimismo por el futuro del Euro.

El problema de la ampliación al este es que se efectuó, sobre todo, basada en una evidente intención política. Suponía el triunfo indiscutible del capitalismo ante el socialismo y la confirmación de la vigencia de la democracia occidental ante el totalitarismo soviético. Pero la realidad fue que la admisión de las ocho naciones ex aliadas de la extinta URSS supuso una carga considerable para Europa, la cual debió asimilar de forma  inmediata una población de varias decenas de millones de habitantes con bajo nivel de vida y gran cantidad de problemas políticos, sociales y económicos.

En el presente, y sin excepción, el Producto Interior Bruto (PIB) per cápita de todos los países admitidos en 2004 sigue siendo inferior a la media en la UE, y desde aquella fecha hasta el momento los antiguos países socialistas siguen dependiendo de los subsidios de la UE para llevar delante de forma más o menos satisfactoria sus gestiones administrativas y de gobierno. Claro está, sería falso decir que los países grandes de la UE (Alemania y Francia) no recibieron nada en cambio de esta ampliación. Empresas de estos países adquirieron mercados nuevos estables para sus productos y mano de obra barata para realizar sus planes de desarrollo, pero lo miso se pudo haber logrado si en una primera etapa se hubiese incluido a los países del este en el Espacio Económico Europeo (EEE) instancia creada en 1994 para facilitar el libre comercio y los intercambio económicos entre los países de la UE y las naciones europeas que no estaban interesadas en ingresar abiertamente a la organización, como es el caso de Suiza y Noruega. Una ampliación escalonada hubiese sido mucho más deseable y plausible que aceptar a todo el bloque oriental de un golpe, que fue lo que sucedió. 

Por su parte, es cierto que las naciones ex comunistas ganaron al consolidar su ruptura con el pasado totalitarista, tener la posibilidad de enviar a sus nacionales a trabajar al occidente del continente y sumarse a un distinguido club que les daba entrada a inversiones extranjeras, innovaciones tecnológicas y modelos de gestión modernos y competitivos. pero hoy los ciudadanos de estos países mucho resienten que sus gobiernos transfieran parte considerable de sus soberanías a Bruselas. Todos los pasos importantes de gestión interior y política exterior automáticamente quedaron supeditados a la voluntad  “en consenso” de la UE, lo cual para los ex comunista supone una situación asaz paradójica, pues si antes los polacos, checos, eslovacos, húngaros, etc. deploraban que todo lo que concernía a su gobierno en realidad se decidía la URSS, ahora la UE resuelve todos sus asuntos con tanta o más intransigencia que la que en su momento ostentó Moscú.

Desde luego, esta sensación de excesivo centralismo en la toma de decisiones por parte de la “burocracia” de Bruselas en absoluto es privativa de las naciones del este. En alguna medida todos los ciudadanos habitantes de las naciones miembro de la UE tienen esta misma queja. Se trata del famoso “déficit democrático”, el cual ha sido desde el principio una de las principales flaquezas del sistema supranacional europeo, sobre todo ahora en tiempos de crisis cuando las opiniones públicas están encrespadas frente a las reformas estructurales que se perciben como impuestas desde "fuera" y como el precio a pagar a los "mercados". Pero lo cierto es que la ampliación tal y como se verificó no hizo sino incrementar el déficit democrático al hacer aún más ininteligible el funcionamiento de las instituciones de la UE como resultado de los intrincados tratados de Ámsterdam, Niza y Lisboa.

Asimismo, la decisión de poner en marcha el euro con un Banco Central estatutariamente orientado al control de la inflación y un Pacto de Estabilidad y Crecimiento (límite máximo de 3% de déficit presupuestario y de 60% de deuda pública) como bases se ha mostrado claramente insuficiente. La noción de una Unión Económica y Monetaria demostró muy pronto su insuficiencia al desarrollar solo la Unión Monetaria sin contar con mecanismos eficientes de gobernabilidad económica y fiscal que pudieran superar las divergencias prevalecientes entre los distintos países del euro.

Hoy Europa hace frente a su destino, y lo hace con un grupo de gobernantes pusilánimes, con unas instituciones aparentemente inadecuadas, con los ciudadanos del continente sintiéndose cada vez más ajenos a las decisiones tomadas en Bruselas y con el crecimiento exacerbado de los chantajes nacionalistas de algunos países miembros (en particular del Reino Unido). Aunque si queremos ser optimistas también es bueno recordar que la Unión Europea tiene una larga historia de saber aprender de sus propios fallos y de perseverar en la búsqueda de soluciones alternativas. Ojalá este sea también el caso.

Twitter: @elosobruno

 

viernes, 17 de mayo de 2013

Evo el Eterno

El gobierno de Evo Morales se eterniza. Un fallo del Tribunal Constitucional de Bolivia habilitará al ex dirigente cocalero con la posibilidad de postularse para un tercer mandato presidencial. Evo ganó sus primeras elecciones presidenciales de 2005 con mayoría absoluta, algo completamente inusitado en la política boliviana, la cual fue inestable en extremo durante prácticamente todo el siglo pasado. Debe decirse que mucho coadyuvó a que se diera este resultado que los otros partidos se dedicaron a dividirse y a entablar encarnizadas disputas entre sí, al grado de que fueron incluso  incapaces de defender sus propios logros de los 20 años previos, durante los cuales comenzó el despegue de la economía boliviana gracias a la reactivación de la industria energética.
 
En efecto, la inversión privada de mediados de los años 90 aumentó la producción de gas natural y pronto Bolivia se convirtió en exportador de gas a sus vecinos con estupendos márgenes de ganancias. Así, cuando Morales llegó al poder la economía boliviana estaba en posición de aprovechar el auge global de los precios de las materias primas, tal y como sucedió con otros líderes populistas latinoamericanos como Chávez, Los Kirchner y Correa. Desde 2005 las exportaciones de materias primas se han multiplicado por seis, a la par que los ingresos fiscales. Estos recursos se distribuyen automáticamente a los gobiernos locales -siguiendo el modelo establecido por los predecesores de Morales- lo que provoca que los recursos fluyan hasta los rincones más apartados del país. De esta forma se ha logrado una distribución sin paralelo del ingreso, lo que ha repercutido en sustanciales reducciones en los índices de pobreza y en el crecimiento del mercado fenómenos que –insisto- ya venían desde los periodos anteriores a la administración de Evo y que se experimentan también en otras naciones de América Latina cuyas materias primas han gozado de precios al alza durante todos estos años.
 
En Bolivia se abate a la pobreza extrema, se hacen importantes obras públicas y se refuerza la seguridad social, pero la dependencia de la economía boliviana respecto a los energéticos es inmensa y las iniciativas de Evo para tratar de diversificar la economía han terminado en la enunciación de quimeras, como aquella de colaborar con India para desarrollar la industria siderúrgica.
 
Debe decirse que a pesar de los discursos oficiales destinados a propugnar por una mayor intervención del Estado, el gobierno de Morales se beneficia principalmente del funcionamiento del libre mercado. Pese al fracaso de varios planes y proyectos estatales, la existencia de un mercado interno en constante crecimiento mantiene sana a la economía. Mercado, que, por cierto, se ve reforzado por un liberalismo de facto al que no son extraños ni el contrabando y ni el tráfico de drogas. No digo que Evo promueva estas actividades ilícitas, pero el hecho es que su ensanchamiento en los últimos años ha tenido como resultado un aumento de los ingresos de campesinos, transportistas, constructoras y empresarios.
Evo va montado sobre una cresta de desarrollo económico y social sin precedentes y se perfila como gran favorito a sucederse a sí mismo tras las elecciones que se celebrarán en 2014, y esto pese a que su popularidad va a la baja. En 2009 un 80% de los bolivianos le apoyaba en 2009, hoy esta cifra incluso baja hasta menos del 40% en las ciudades. Muchos de sus ex aliados disienten radicalmente  de sus medidas, mientras que el autoritarismo presidencial se hace cada vez más patente. El mandatario boliviano es cada vez más intolerante a las críticas, además de que ha optado por medidas de “manotazo” para ocultar problemas crecientes. Así ocurrió cuando decidió nacionalizar intereses de Repsol de forma brusca, acto que muchos consideran una “cortina de humo” para eclipsar la llamada “revuelta de las batas blancas”, una movilización de miles de médicos, trabajadores sanitarios y universitarios que exigían exigen su incorporación a la ley del Trabajo y políticas de atención al todavía precario servicio de salud pública.
 
También la relación de Evo con los indígenas, su fuente primaria de sustento político, se ha deteriorado. El presidente maneja una retórica cuyo eje ha sido un indigenismo a ultranza que incluso no concilia con la modernidad, pero en los últimos años se ha enfrentado abiertamente con organizaciones indígenas. El último choque se dio con la Marcha Indígena en defensa del territorio indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), en virtud a que Evo quiere construir a ultranza una carretera que atraviesa una reserva ecológica habitada por de las etnias moxos, chimane y yuracaré. Por su parte, los dirigentes de la Confederación Indígena de Bolivia (CIDOB), que agrupa a los pueblos originarios de tierras bajas, abiertamente han manifestado su decepción por “La soberbia, el autoritarismo y la terquedad de Evo y  por “la enorme capacidad que tiene el jefe de Estado para desatar conflictos en los sectores sociales, en lugar de unir a todos los bolivianos”.
Con todo, la oposición está profundamente  dividida. Se cuentan hasta ochos distintos candidatos interesados en participar en la contienda del año entrante, varios de los cuales proceden del partido oficialista MAS. Al no existir un frente unido opositor eficaz para enfrentar los comicios presidenciales de 2014 todo indica que Evo se convertirá en el gobernante boliviano que más ha durado en el poder en toda la historia.

lunes, 13 de mayo de 2013

Rós Montt: Las Vicisitudes de un Cristiano Renacido

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El grotesco personaje ese que se llama Efraín Ríos Montt, efímero pero -eso sí- sanguinario dictador de Guatemala se convirtió la semana pasada en el primer gorila latinoamericano en ser condenado por genocidio. Otros sátrapas de la región, como los milicos argentinos, lo han sido por el delito de lesa humanidad, entre otros, pero no por el delito específico de “genocidio”. Hay que celebrarlo, sin duda, pero no deja de ser significativo que este remedo de mico haya sido el hombre fuerte de su desafortunado país por décadas. El 23 de marzo de 1982, un golpe de Estado encabezado por este señor puso fin al bestial gobierno de Romeo Lucas García (1978- 1982). Desde el principio el nuevo dictadorzuelo sorprendió a todos con un discurso cargado de misticismo, donde las alusiones a “Dios, mi Señor y mi Rey”, fueron las más recurrentes. Ríos Montt, un cristiano renacido (como Bush Jr.) predicador de la Iglesia protestante fundamentalista del Verbo, encabezó un gobierno genocida. Ex alcohólico (como Bush Jr.) Ríos Montt no duró ni dos años como presidente, pero durante ese tiempo él  y quien fuera su jefe de inteligencia militar, Mauricio Rodríguez, ordenaron –entre otras atrocidades innombrables- la matanza de 1,771 indígenas de la etnia Ixil en diferentes operativos realizados por el Ejército en el norteño departamento de Quiché. En su dictadura se aplicó la política que él mismo denomino como de "fusiles y frijoles": los primeros para la represión y los segundos para los colaboradores. Juan Pablo II le pidió clemencia en 1983 con seis condenados a muerte antes de visitar Guatemala. El tirano se negó y fueron fusilados poco antes de que el Papa llegara al país.
 
Por cierto que Ríos Montt ha sido el tercer jefe del Estado guatemalteco llevado a juicio. El primer antecedente se remonta a Manuel Estrada Cabrera, el dictador que inspiró la novela El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, y quien murió en la cárcel en septiembre de 1924 tras ser defenestrado por el Congreso que lo declaró “demente”. Otro ex presidente enjuiciado es Alfonso Portillo, protegido de Ríos Montt, acusado de malversar del erario guatemalteco ochenta millones de dólares. Otros muy cuestionables militares que ejercieron el poder durante los años de hierro de la guerra civil como Carlos Arana Osorio (1970-1974), Kjell Eugenio Laugerud (1974-1978) o Fernando Romeo Lucas García (1978-1982), han muerto. Sobrevive Humberto Mejía Víctores, quien tras derrocar a Ríos Montt en agosto de 1983 abrió el proceso democratizador, y cuyo enjuiciamiento fue cancelado tras sufrir el militar un ataque cerebral que lo dejó incapacitado para declarar. Guatemala, país mártir, no cabe duda.
 
Pero a mí lo que no deja de intrigarme es que pese a que a ojos vista este fulano es completamente chocante y a todas las acusaciones de vilezas perpetradas durante su breve mandato, Ríos Montt fue, después de dejar la presidencia, el actor central de la política guatemalteca. Fue presidente del Congreso y “poder tras el trono” durante el mandato de Alfonso Portillo (2000-2004) y dirigente del influyente partido Frente Revolucionario Guatemalteco. Y es que mientras las organizaciones de derechos humanos lo aborrecían y lo denunciaban ante cuanta organización internacional podían, y con sobradas razones, muchos (demasiados) de sus compatriotas lo veneraban. Los comicios presidenciales de 1996 y de 2000 en buena medida contribuyeron a solidificar su influencia y a reivindicar a de este mesiánico demente. "El fin último de la política es el ser humano. Usted es quien elige, quien paga, quien manda", decía el general mientras su dedo índice acompañaba la cadencia de las frases. Su mirada penetrante recorría miles de rostros extasiados mientras hacía campaña por su protegido Portillo. Hablaba de justicia social, de reconciliación y, sobre todo, de la ley de Dios. Las gravísimas acusaciones en su contra jamás hicieron mella en los votantes. Es más, la gran paradoja se dio en que buena parte del caudal de votos que recibió el partido de Ríos Montt procedió de las regiones mayas del norte y del occidente de Guatemala, las más castigadas por la guerra y la represión.
 
¿Por qué tantos indígenas fueron  capaces de simpatizar con quien habría masacrado a sus familias? ¿Es falta de memoria histórica? ¿Insolidaridad con sus hermanos? ¿Acaso no fueron ellos los mejores testigos de lo que sucedió?". El sátrapa Ríos Montt se dio el lujo de declarar a la sazón que "Un análisis de los resultados quizá sea ilustrativo para mis detractores, quienes, por no aceptar la opinión de los guatemaltecos, tendrán que inventar nuevos sofismas".
Ríos Montt no siempre tuvo la imagen de gorila esperpéntico. Su prestigio dentro del Ejército y su imagen progresista lo convirtieron en el candidato presidencial de la coalición de la Democracia Cristiana y la izquierda en el muy lejano 1974. De hecho el general ganó aquellas elecciones, pero el a derecha organizó un fraude e instaló en el poder a su propio candidato. Más tarde la agregaduría militar en España sirvió para alejar a Ríos Montt del país, hasta que un grupo de oficiales le sacó del ostracismo en 1982. La guerrilla se había fortalecido considerablemente y los extremos de barbarie del Gobierno del general Romeo Lucas García empezaban a desmoralizar a algunos sectores del Ejército, que planearon un golpe de Estado y ofrecieron a Ríos Montt la presidencia del país.
 
Ríos Montt llegó al poder con una inopinada imagen de progresista con preocupaciones sociales. Esa había sido su trayectoria durante 25 años, pero durante su mandato las fuerzas armadas desarrollaron una atroz estrategia antiguerrillera. ¿Tiene de ello responsabilidad este milico?" ¡Por supuesto! Pero ni de lejos fue el único. Hoy se le condena, y con razón, pero no deja de haber en todo esto una manipulación burda de la historia, y por eso mucha gente no comprende que un personaje así haya conservado tanta influencia por tanto tiempo.

La muerte de "Belcebú" Andreotti


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Falleció Giulio Andreotti, el hombre insignia de la truculenta política italiana de la posguerra. Sesenta años fue miembro del parlamento y siete veces ocupó la jefatura del gobierno. Durante todo ese tiempo lució siempre portentosas virtudes como un gran prestidigitador de la política. Fue acusado de cosas tan graves como sostener arriesgadas relaciones  con la mafia y mandar asesinar a un periodista, y jamás logró borrar la sombra de cierta “sospecha moral" por su inacción ante el secuestro de su gran rival, Aldo Moro. Pero nadie negaba que era él la principal fuente de sabiduría y experiencia política del país y que poseía una indiscutible fama de  proyección internacional. Andreotti fue ministro "de todo", a partir de 1947, cuando el mítico "Presidente de la Reconstrucción", Alcide De Gasperi, lo llamó para colaborar a su lado. Además de la Jefatura del Gobierno ocupó los ministerios del Exterior, Finanzas, Industria, Presupuesto, Defensa, Cultura y un largo etc. Desde el primer momento de su destacó Belcebú (como era apodado por sus adversarios) como astuto operador político en años de dificultades extremas y de dura confrontación con el comunismo. Promotor de la Unión Europea y de una férrea alianza de Italia con Occidente, fue visto también como "un préstamo del Vaticano a Italia", en virtud a su fuerte vinculación con la no menos siniestra curia romana, cuya historia –por cierto- Andreotti ha sabido ilustrar en brillantes y eruditos ensayos.

Belcebú  fue un clamoroso éxito como político, un fuera de serie construido gracias a su capacidad de trabajo y su mítica habilidad en conquistar y prohijar a su numerosa "base electoral" con una infernal red de relaciones fundada en un muy bien aceitado clientelismo. También legendaria fue  su insuperable ambigüedad, cubierta con un manto de refinada ironía capaz de dejar descolocado a sus numerosos adversarios con réplicas fulminantes. A la historia pasó aquella ocasión en que se le preguntó si no se sentía cansado de tantos años de gestión, en virtud a que “el poder desgasta” y él contestó con una frase que dio la vuelta al mundo: "Sí, el poder desgasta, pero desgasta más no tenerlo”, apotegma que incluso parafraseara Coppola en la fallida tercera parte de El Padrino. Relación interesante la que tuvo Andreotti, por cierto, con el cine. Fellini lo consideró difícil de descifrar: "parece el guardián de algún gran misterio. Tiene el talante de quien parece venido de otra dimensión". También hace años se estrenó el estupendo film “Il Divo", dedicado íntegramente a su figura y que no es en absoluto  condescendiente con el personaje.

Cuando uno reflexiona sobre un político profesional como Andreotti, no se puede evitar darse cuenta de cuán falaz es el discurso pretendidamente "ciudadano" que algunos esgrimen para tratar de enterrar a la clase política con el argumento de que los políticos no están a la altura de los "impolutos" ciudadanos a quienes dicen representar. La vieja clase política italiana fue barrida por corrupta para ser sustituida por unos gobernantes aún más corruptos, ineficientes y pedestres pero, eso sí, muy "ciudadanos". Silvio Berlusconi es su epítome.


"Que todo cambie para que todo permanezca igual"; la vieja fórmula gatopardiana cobró plena vigencia en su país de origen. Tras varios un par de décadas  de haberse suscitado la histórica rebelión de un electorado harto de inestabilidad y corrupción, que llevó a la espectacular caída en desgracia de casi la totalidad de la clase política tradicional, los italianos son testigos hoy de cómo sus nuevos dirigentes no solo han sido incapaces gobernar con honradez y eficacia, sino que son aún más venales y frívolos que sus vilipendiados antecesores. Se trata, como la definió Indro Montanelli, de una generación de “políticos pigmeos”, que hacen aparecer a los turbios Andreottis, Craxis, La Malfas y Martellis del pasado como estadistas añorables.

lunes, 6 de mayo de 2013

¿Por Qué los Políticos son Cada Vez más Burros?




Que estamos en una crisis de liderazgo a nivel mundial no es un secreto para nadie. Por doquier nos encontramos a demagogos, timoratos, populistas, oportunistas ineptos y/o corruptos que quedan muy chiquitos ante la magnitud de los retos a enfrentar en estos tiempos tan azarosos de grandes sacudidas y crisis. Pero lo que resulta el colmo es constatar la carencia de formación intelectual de los actuales líderes, al grado que uno se pregunta si  los gobernantes del mañana no acabarán, de plano, siendo analfabetas. Obama es una notable excepción a esta regla. A riesgo de ser censurado por tanta buena alma nacionalista que hay por ahí indignada porque, según esto, el presidente de Estados Unidos “nos deslumbró como lo hicieron los conquistadores en el siglo XVI”, reconozco que Obama se lució, otra vez, con el magnífico discurso que dio en el Museo de Antropología, mientras que de Peña Nieto ¡ni hablar! desarticulado e insustancial se vio el pobre cuando padeció el suplicio de improvisar unas palabras ante su distinguid invitado. La verdad Peña dio pena ajena.  

Politólogos, sociólogos y toda clase de expertos  coinciden en señalar la creciente falta de formación y preparación académica de los políticos en la actualidad. Se trata de personajes soberanamente incultos que en el mejor de los casos lograron terminar estudios de especialización en algunas ramas administrativas o jurídicas, pero que han descuidado de forma flagrante su formación intelectual e incluso profesional. Por supuesto, tenemos como caso incontestable de incultura  el oso (y no Bruno, precisamente) de Peña Nieto con aquello de los famosos tres libros, pero si repasamos a los “distinguidos integrantes” tanto del actual gabinete como del pasado y del antepasado gobierno veremos que muy pocos brillan por tener una formación relevante. Profesionales de medio pelo y eso en el mejor de los casos, la mayor parte de los cuales ni siquiera llegó a conocer más o menos bien los temas específicos de las secretarias que ocuparon y una fauna aún más espeluznante encontramos en la lista de gobernadores y legisladores.  

La política se ha convertido en el modus vivendi de personajes que adolecen de una escasa formación profesional. La experiencia de la mayoría de nuestros políticos muy rara vez rebasa el ámbito del sector público.  La llamada “clase política” se ha convertido en el caldo  de cultivo de profesionales de partido con una muy escasa formación. Es la apoteosis de los Martí Batres.  Y es que se le exige poco a quienes nos representan. Los dirigentes partidistas priman la fidelidad por encima del mérito o la capacidad en el momento de confeccionar las listas de candidatos a puestos de elección popular. No se busca calidad, sino rellenar espacios y la gente rellena-espacios nunca es la más preparada”. Por otra parte, poco ha contribuido a mejorar la calidad de los políticos la exagerada mediatización de los procesos electorales, así como el encarecimiento de las mismas. Ser bonito o tener dinero cuenta más que la formación política, profesional e intelectual del  candidato.

Obviamente, no quiero olvidar a la tecnocracia. No han sido precisamente pocos los altos funcionarios que han mostrado expedientes académicos brillantes, sobre todo en el manejo de las finanzas públicas, aunque a muchos de nuestros tecnócratas les ha faltado cultura humanista.

Este problema es a nivel mundial. Obama, como apunto líneas arriba, es una notable excepción: estudió Derecho en Harvard y se  graduó en la Universidad de Columbia en la prestigiosa escuela de Derecho Harvard. Lo hizo con un expediente brillante, magna cum laude.  Durante doce años fue profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Chicago y en la Universidad de Columbia estudió Ciencias Políticas y se especializó en Relaciones Internacionales. Pero el resto deja mucho que desear: Angela Merkel sobresalía desde joven en matemáticas e idiomas, se convirtió en una especialista en química cuántica y se doctoró en Física por la Academia de Ciencias Berlinesa, pero sus aportaciones intelectuales como canciller de Alemania no se acercan ni de lejos a las ofrecidas, en su momento, por Willy Brandt o Helmut Scmidt. El pedestre de Nicolás Sarkozy y el burocratilla de Hollande avergüenzan a gente como Mitterrand, Giscard, Pompidou o De Gaulle. Cameron, Aznar, Zapatero, Rajoy deslucen frente a muchos de sus muy dignos antecesores, ya por no hablar del bufón Berlusconi. O de los aterradores casos de gente como Chávez, Maduro, Menem, Cristina K., Evo y esa horda de ignorantes y palurdos que mal gobiernan hoy en nuestro subcontinente o lo han hecho en el pasado. Ya se están acabando los Fernando Herique Cardoso, Belisario Bentancourt, Sanguinetti y Lagos, entre otras destacadas excepciones de gobernantes latinoamericanos dueños de solidez intelectual.
Evidentemente, no basta con ser culto o contar con antecedentes académicos relevante para ser buen gobernante. Muchos elementos juegan para hacer a un buen político: sensibilidad, intuición, paciencia, aplomo, carácter, etc. Obama mismo no destaca precisamente como un gran estadista, esa es la verdad. Pero una formación intelectual otorga una amplia visión del mundo y de la vida con la que un estadista debe contar. Ojalá las cosas no acaben siendo como una frase que leí el otro día en Facebook: “Si sigue devaluándose la calidad educativa, al final solo seremos capaces de formar políticos”.