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miércoles, 11 de abril de 2018

Socialdemocracia y Populismo en el Final de los Tiempos*




 La importancia de la socialdemocracia como una de las grandes tendencias del pensamiento político universal es incuestionable. Mucho contribuyó el siglo pasado en la lucha por el bienestar de la humanidad al constituirse en una alternativa progresista empeñada en conciliar el respeto irrestricto a las libertades individuales y los derechos humanos con la justicia social y el equilibrio económico. Sin embargo, hoy atraviesa por una ingente crisis que para muchos incluso es terminal. En lo que llevamos del siglo XXI se ha producido un creciente declive del modelo socialdemócrata y aunque aún no es un desastre total, si se trata de una decadencia constante y pronunciada. La socialdemocracia había terminado el siglo XX con pronósticos muy optimistas, pero ahora su proyecto ha perdido el rumbo y no existen indicios sólidos de que sea capaz de enfrentar con lucidez los retos de los años por venir. La característica más grave de esta crisis es su casi completa “pérdida de identidad” como una opción política plausible, lo que ha llevado a algunos de los nuevos dirigentes de los partidos socialdemócratas a procurar un “regreso a los orígenes” y reinstaurar los programas, discursos e identidades que caracterizaron a la socialdemocracia durante los años setenta e incluso antes. Este es el caso, por ejemplo, de Jeremy Corbyn en el Partido Laborista Reino Unido, Pedro Sánchez en PSOE español, Benoit Hamon en el Partido Socialista Francés, entre varios más. En otros casos, los socialdemócratas asisten desconcertados e incrédulos al surgimiento de un izquierdismo populista que, en buena medida, enarbola sus banderas tradicionales y les roba segmentos cada vez más grandes del electorado de izquierda, sobre todo el juvenil. Este es el caso de Podemos en España, Syriza en Grecia y La Francia Insumisa, por citar los casos europeos más conspicuos, mientras que en América Latina un poderoso resurgimiento del populismo en personajes como Chávez y su sucesor Maduro, Los Kirchner, Rafael Correa, Evo Morales y otros más han eclipsado los intentos -muchas veces tímidos- de hacer crecer y consolidar alternativas de izquierda moderada. Un caso similar sucede en México, donde Andrés López Obrador y la opción partidista que encabeza (Morena) monopolizan el panorama político de la izquierda, mientas que el PRD, opción que intentó ser “socialdemócrata” de una forma bastante fragmentaria y torpe, se hunde en el fango.

Incluso mucho del electorado socialdemócrata tradicional ha desertado para favorecer a opciones populistas de extrema derecha, como quedó claro en el voto del Brexit de 2016, las elecciones francesas y neerlandesas de 2017 e incluso en las presidenciales norteamericanas de 2016. En todos estos casos regiones industriales que tradicionalmente simpatizaban con la centroizquierda, pero que han sido particularmente castigadas por la globalización, optaron por cambiar su voto en favor del populismo de derecha. Obviamente, esta pérdida de popularidad también ha afectado a los partidos de centro derecha, pero de una manera menos acentuada. Los grandes efectos de la crisis económica que estalló en 2007 han dañado mucho más en las urnas a la socialdemocracia que a las opciones conservadoras, es cierto, pero también lo es que en la actualidad es toda la democracia representativa la que está en un gran dilema. Por ello han aparecido “hombres fuertes” en el gobierno de cada vez más naciones. Al comenzar el nuevo siglo fue electo presidente ruso Vladimir Putin, quien se ha consolidado de forma descomunal en el poder a lo largo de los últimos 15 años. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, el primer ministro húngaro Viktor Orban, el premier de la India Narendra Modi y el mandatario Filipino Rodrigo Duterte también fueron electos democráticamente en las urnas. Lo mismo sucedió con Chávez/Maduro, Corea, Morales y Ortega en Latinoamérica. Todos estos personajes han concentrado tanto poder en sus manos que sus naciones poco se parecen ya a lo que entendemos como una democracia liberal. Prolifera lo que el politólogo norteamericano Fareed Zakaria describió como “democracias iliberales”, es decir: “Regímenes elegidos democráticamente, especialmente aquellos reelectos o reafirmados mediante referendos, irrespetan de manera rutinaria los límites constitucionales y despojan a sus ciudadanos de sus derechos básicos y sus libertades primordiales”. Incluso en China, un sistema tradicionalmente autoritario pero que desde hace tiempo enfatiza el liderazgo colectivo, los medios de comunicación han calificado al presidente Xi Jinping de "Presidente de Todo", como reflejo de la cantidad de poder que ha acumulado, la mayor que cualquier líder chino desde Mao Zedong. 

La tendencia al personalismo tuvo en 2016 un impulso inusitado con la elección como presidente de Estados Unidos de Donald Trump, la cual ha inaugurado una etapa de incertidumbre global, de hecho, un todo un cambio de paradigma instalado como una especie de “Caja de Pandora”. Dueño de un estilo marcadamente personalista, Trump dice detestar a los políticos, personificar “al pueblo” y ser el único capaz de resolver, él solo, todos los problemas de Estados Unidos (I alone can fix it). Triunfó utilizando los estilos y retóricas características de los caudillos latinoamericanos, lo que refleja una profunda fractura social en la otrora principal democracia del mundo. Polarización y desencanto como movilizadores para un gobierno que llega con una “identidad antisistema” y no tiene muy en claro con cuales valores y formas cobrará cuerpo, pero abiertamente gira alrededor del voluntarismo del líder.

Evidentemente, los regímenes personalistas están muy lejos de ser un fenómeno nuevo. Al contrario, han sido la norma durante gran parte de la historia desde los faraones de Egipto hasta los dictadores del siglo XX. Pero tras la ola democratizadora que experimentó el mundo tras la caída del muro de Berlín muchos pensaban que las dictaduras, los cultos a la personalidad y los “hombres fuertes” eran cosa del pasado. Contra los pronósticos de los más optimistas, el personalismo ha vuelto en iracunda vorágine al inicio de este siglo XXI. Casi siempre lo ha hecho con la pretensión de corregir graves desequilibrios sociales. Ante las transformaciones del mundo globalizado los ingresos y las perspectivas de futuro de la gente común se han estancado, si no es que reducido. La indignación cunde contra las elites y las instituciones de representación política. Esto, desde luego, tampoco es nuevo. Líderes mesiánicos y providenciales han aparecido en el seno de sociedades fracturadas desde hace mucho tiempo, pero lo han hecho con la pretensión de instaurar abiertamente dictaduras implacables. Los hombres fuertes de hoy (y mujeres, si pensamos -por ejemplo- en Marine Le Pen) se valen de los métodos de las democracias tradicionales y de los nuevos medios de comunicación para llegar al poder y sostenerse en él. Y si hasta el inicio de la actual centuria liberalismo y democracia se habían sostenido como un binomio indisoluble, ahora vemos como se disgregan. Una parte creciente de los electorados admite que el líder gobierne incluso si ello significa sacrificar derechos liberales. Lo que es tan peligroso de hombres fuertes es precisamente que no sólo desprecian los derechos individuales, sino que lo hacen con el consenso de los gobernados.

La mente popular es incapaz de escepticismo y esa incapacidad la entrega inerme a los engaños de los estafadores y al frenesí de los jefes inspirados por visiones de un destino supremo. Pero con el tiempo las intenciones iniciales se olvidan. La acumulación de poder se convierte en el único fin y las elecciones en el medio propicio para alcanzarlo. Los votos, las mayorías electorales, que en teoría deberían controlar los abusos de poder, sirven en la práctica de subterfugio para justificar los excesos del poder y la violación de las libertades. Los hombres fuertes despiertan grandes ilusiones. Tienen en común la idea de que las cosas pueden cambiar a base de pura voluntad, por ello desprecian a las instituciones y no tardan en socavarlas. Así sucede con los procesos electorales, las cámaras legislativas, el Poder Judicial, los partidos, etc. Como siempre, usan y abusan de la propaganda del miedo y de la mentira. “Miente, mil veces miente y tu mentira se convertirá en realidad”, el famoso apotegma goebbelsiano es la pauta básica de Steve Bannon, principal vicario de la posverdad. Pero depender tanto de la fuerza de “la voluntad” termina en constantes cambios de opinión por capricho, en políticas volátiles, en decisiones erráticas. Por otra parte, los regímenes personalistas han sido casi siempre los más corruptos, los menos transparentes y los más propensos al clientelismo. Llegan los hombres fuertes al poder con un amplio apoyo popular y por lo general comienzan sus mandatos con la aplicación de políticas que gozan de un enérgico respaldo, pero cuando se vuelven impopulares (como sucede con la mayoría de los gobernantes después de algún tiempo en el cargo) no están dispuestos a renunciar al aplauso y al poder absoluto. ¡El Pueblo soy yo, Carajo!, exclamó Chávez. Trump le hizo eco al comandante cuando aseguró en su toma de posesión que con él a la Casa Blanca entraba “el Pueblo”. Convencidos de su capacidad única para canalizar las opiniones de la gente común, los hombres fuertes abuzan del discurso nacionalista, de la manipulación informativa y de la estrategia maniquea de culpar de todo mal a la oposición, a los enemigos internos y externos, y a todo tipo de imaginarios traidores y villanos. Electos como los campeones del pueblo, primero pervierten a las democracias que dominan para hacerlas “iliberales” y de ahí ya no queda demasiado lejos la ruta a la autocracia directa, como lo demuestra en estos días el triste caso venezolano.

El reto de la socialdemocracia actual es hoy exactamente la misma de siempre: asegurar que una proporción más alta y pertinente del crecimiento económico beneficie a la mayor parte posible de la gente y no sólo como una cuestión de justicia distributiva, sino también como la mejor esperanza de evitar el deslizamiento de la democracia liberal a la democracia “iliberal” y de ésta a una autocracia absoluta que barra con las garantías ciudadanas y los derechos humanos. El drama reside, lamentablemente, en que la visión, enfoque y proyecto de los socialdemócratas parece carecer hoy con un esquema sólido con el cual afrontar los retos de la presente centuria. El keynesianismo estatista (inversión pública exorbitante, déficits presupuestales, ampliación del Estado bienestar, etc.) que enarbolan algunos socialdemócratas añorantes de viejo cuño y los populistas ha demostrado, en reiteradas ocasiones, su inviabilidad. No basta con señalar a los “excesos del neoliberalismo” como explicación de los problemas sociales y económicos del sistema capitalista. El viejo estatismo podrá, eventualmente, ganar algunas elecciones, pero terminará en el desastre, tal como lo atestigua la hecatombe venezolana o los fracasos de los gobiernos populistas en Argentina y Brasil. También resulta muy significativa la “vuelta en u” del partido Syriza en Grecia, que mientras estuvo en la oposición sostuvo un discurso ferozmente izquierdista y en el poder se ha limitado a acatar las directrices que le dicta la Unión Europea, el FMI y el Banco Mundial. Se ha hecho evidente que crecimiento sostenido del Estado del bienestar es insostenible debido a las tensiones y paradigmas propios de la globalización y a las ingentes limitaciones de recursos económicos para garantizar más y mejores políticas sociales. El incremento progresivo del peso del Estado en la economía de las naciones se ha convertido más en un pasivo que en un activo para el libre desarrollo de un modelo económico competitivo. Asimismo, el otro gran tema del momento, la corrupción, se hace presente como uno de los principales defectos del estatismo exacerbado. Al amparo del Estado omnipresente la corrupción política y los abusos de particulares en la captación de rentas públicas crecen a la sombra de una escasa transparencia y un ineficiente control.

Asimismo, concurre a la crisis socialdemócrata en esta época de grandes cambios tecnológicos el gran auge de las redes sociales y la progresiva simplificación de todo mensaje político, lo cual redunda a favor de la banalización de la política y de la consiguiente manipulación burda de amplísimos sectores de la opinión pública. Los populistas –de izquierda y de derecha– encuentran en este escenario una vía de penetración impensable hace tan solo unos pocos años.

El regreso al estatismo y recurrir a la simplificación del discurso no es el camino por el que pueda transitar la socialdemocracia del siglo XXI. Con este equipaje, el viaje es menos que imposible. Solo a través de análisis precisos y soluciones actualizadas y audaces que estén a la altura del compromiso exigido por los nuevos tiempos es posible imaginar una democracia con vocación social y progresista. En este sentido, algunos analistas ven una nueva opción ciudadana, alejada a los esquemas corporativos de la socialdemocracia tradicional, pero que manejan un discurso progresista en lo social y de irrestricta defensa de los valores de la democracia liberal y propone poner al tono del siglo XXI las formas y elementos de hacer política. Muchos analistas han nombrado esta nueva corriente “la rebeldía del centro” y tiene a algunos de sus principales representantes en políticos como Emmanuel Macron, Mateo Renzi, Albert Rivera, Martin Schulz y (en su momento) Barack Obama. Quizá en estas alternativas se encuentre la esperanza de ver resucitar en la política mundial una forma de “socialdemocracia renovada” capaz de sostener aquella altura intelectual de los partidos que no asumen un “credo de cruzada”, sino una actitud profundamente crítica del entorno real, y, como lo propuso ya en los años cincuenta el teórico Anthony Crosland “con una filosofía escéptica pero no cínica; independiente, pero no neutral; racional, pero no dogmáticamente racionalista”. Sólo el tiempo hablará de su viabilidad.

*Publicado en el numero del mes de marzo 2018 de la revista Campaings and Elections

sábado, 19 de noviembre de 2016

La Trampa de los Referéndums: El Turno de Italia

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Se empeñan los referéndums en demostrar en todo el mundo lo peligrosos que son. Primero fue el Brexit, después la paz en Colombia, ahora toca el turno de Italia. Una vez más, el futuro de la Unión Europea está en vilo por culpa de un referéndum. El socialdemócrata Mateo Renzi, el primer ministro italiano que gobierna su país desde 2014, hasta hace poco era de los pocos líderes mundiales de este alocado siglo XXI que sin apelar a los recursos de la demagogia y el populismo despertaba esperanzas de trasformación y superación de la crisis. Es el hombre más joven en convertirse en jefe de gobierno (39 años) de su país. Tiene un cúmulo de ideas para cambiar el intrincado y, muchas veces, absurdo sistema político italiano, y para superar la aguda atonía económica que afecta Italia desde ya hace décadas. Al principio de su administración le fue bien. Convenció a los sindicatos y al sector más a la izquierda de su propio partido de aceptar severas medidas de ajuste económico, al mismo tiempo que ponía en marcha una nueva norma educativa y la primera ley que regula las uniones civiles entre parejas del mismo sexo. Con ello, y con una política exterior más asertiva, Italia empezó a recuperar su extraviada presencia en el ámbito europeo.

El verdadero corazón de sus aspiraciones transformadoras reside en una propuesta de reforma constitucional profunda con la que quiere acabar con la aguda inestabilidad política que caracteriza a la República Italiana desde su fundación. Esta iniciativa pondría punto final al “bicameralismo perfecto” que equipara, como sucede en México, las facultades Cámara de la Cámara de Diputados y del Senado, con el agravante de que en el sistema parlamentario italiano los gobiernos para poder formarse requieren de un voto de confianza en ambas cámaras legislativas. Italia mantendría un sistema parlamentario basado en dos Cámaras, pero con poderes diversos. La de los Diputados sería la única que daría confianza al Gobierno y votaría las principales leyes, y el Senado reduciría sus dimensiones: de 315 miembros se pasaría al centenar y se ocuparía exclusivamente a materias relacionadas con la legislación regional. Asimismo, el Estado Italiano volvería a hacerse cargo de algunas competencias que habían sido transferidas a las regiones, como es el caso de energía, infraestructuras estratégicas, turismo y sistema nacional de protección civil. Esta ambiciosa propuesta será sometida a referéndum el próximo 5 de diciembre.
Pero desde principios de 2016 la crisis económica volvió a asomar su espeluznante cabeza. En el segundo trimestre de este año el país registró un crecimiento cero. Italia va a la cola de Europa en este rubro, y eso que aún es la tercera economía de la Eurozona. El panorama lo empeora una deuda pública fuera de control y unos bancos al borde del cataclismo. Este panorama estropeó muy pronto la incipiente popularidad de Renzi. Los comicios locales de junio de 2016 propinaron el primer gran revés al premier, al sufrir su partido graves derrotas en Roma e, inesperadamente, en Turín ante el Movimiento 5 Estrellas, formación “antipolítica” del cómico Beppe Grillo que parecía apenas hace unos meses haberse evaporado y ahora ha resurgido con fuerza. Y este es el centro del problema: los italianos irán a un referéndum diseñado para atender problemas de largo plazo que afectarán a las generaciones futuras con la mente ocupada en la popularidad personal del primer ministro actual.
Todos los observadores concuerdan en que un triunfo del “no” sería catastrófico para Italia.  Si Matteo Renzi pierde el referéndum le pasaría lo que al imprudente David Cameron, ya que el primer ministro cometió el error de personalizar el referéndum. Prácticamente lo planteó como un plebiscito sobre su persona y reiteró que, si lo perdía, se marchaba a casa. El riesgo es que muchos electores sufren los efectos de la crisis económica y muy probablemente se inclinarán por un voto negativo contra un Gobierno cada vez más impopular. Acto seguido se celebraría unas elecciones generales, con el riesgo de que 5 Estrellas pueda hacerse del poder, escenario que hace temblar a Europa porque, entre otras razones, Grillo y sus seguidores plantean realizar un referéndum sobre la salida de Italia del euro.


Otra vez la gran quimera del referéndum que se presenta como un mecanismo democrático “en su forma más pura”, pero que en realidad distorsiona la democracia en vez de reforzarla por depender de factores demasiado volátiles y coyunturales, y por ser ejercicios donde los votantes deben tomar sus decisiones complejas con poca información. Lejos de ser “democráticos” o “ciudadanos”, los referéndums son susceptibles a ser manipulados por políticos expertos en operar mensajes directos y simplistas. En Gran Bretaña el debate económico y social sobre las consecuencias objetivas del Brexit se vio sustituido por un exaltado duelo de valores y prejuicios. En Colombia el pasado se impuso al futuro y el voto por la paz fue eclipsado por el temor de dejar impunes a las FARC. Por eso es un sofisma eso de que cualquier decisión mayoritaria tomada al calor de una determinada coyuntura necesariamente es “democrática”. Más bien es una perversión de la democracia y, lamentablemente, en una época en la que la credibilidad de los partidos y otros mecanismos de representación va a la deriva esta lección es muy difícil de entender.

sábado, 18 de junio de 2016

El Error de Keiko



En la pasada elección presidencial peruana se impuso por un suspiro Pedro Pablo Kuckzynski, un tecnócrata muy poco carismático que logró el triunfo principalmente a que supo aglutinar el voto antifujimorista. Como pasa cada vez con más frecuencia en todo el mundo, las elecciones son un ejercicio de votar por quien uno siente que es el menos malo. En caso peruano es el de un sistema de partidos políticos sumamente débil, a pesar de lo cual ha conocido una inusitada estabilidad política y un destacado crecimiento económico en la última década.  Los partidos peruanos no tienen vida más allá de las elecciones y su apoyo electoral no es regular. Esta debilidad se traduce en su completo fracaso en ser adecuados canales de expresión de la sociedad. Con partidos políticos débiles, el lugar de organizaciones políticas que sirvan de intermediación ha sido ocupado por la importancia de personalidades individuales. Desde luego, este fenómeno para nada es privativo del Perú. Una buena cantidad de países latinoamericanos carecen de partidos que, por lo menos, sirvan como un mínimo de referencia ideológica o programática. Incluso en las naciones donde existen partidos presuntamente más arraigados y con mayor peso estructural (como México) la situación partidista es cada vez más precaria. Sin embargo, en Perú la insignificancia de los partidos es aún más extrema

En los últimos diez años Perú creció a un promedio anual del 5%, incluso por encima de Brasil y de Chile. No obstante, un 35% de la población aún vive en la pobreza. La inclusión social es un permanente gran desafío. También es un país que padece de corrupción política generalizada. Los tres últimos presidentes (los que han ejercido después de la caída de Fujimori) Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, terminaron siendo repudiados por los ciudadanos ya que pese a haber logrado un relativo despegue económico sus administraciones fueron percibidas como corruptas. Por eso es que el fujimorismo ha resurgido con fuerza pese a las históricas tropelías perpetradas por Alberto Fujimori en los noventas. El desgaste de los sucesores jugó a favor del fujimorismo con Keiko aportándole un perfil más democrático y un sesgo populista de rechazo a las “reformas neoliberales” que mucho gustó en los sectores populares.

Pero a pesar de esto, sectores amplios de la sociedad peruana siguen desconfiando del fujimorismo y de su tendencia a aliarse con el crimen organizado. A Keiko se le cayó de las manos un triunfo que, de acuerdo a las encuestas, parecía seguro sobre todo a causa de la investigación periodística que reveló que Joaquín Ramírez, secretario general del partido fujimorista, estaba involucrado en una investigación de la DEA. Acto seguido apareció en televisión de un audio que, como no tardó en descubrirse, estaba manipulado para desacreditar al informante de la DEA. En esta torpeza estuvo involucrado el candidato a la vicepresidencia de Keiko, José Chlimper. Este audio y el intento de tergiversación trajo a la memoria de los peruanos las malas prácticas de Vladimiro Montesinos, la “eminencia gris” de Alberto Fujimori. Keiko pierde la elección por no establecer de forma convincente distancia con la ingente amenaza que representa parea Perú el narcotráfico. No supo desterrar de su entorno a todo aquel sospechoso por lavado de dinero y otras prácticas ilegales. Si aprende la lección, tiene futuro. Además, debe reconocérsele su impecable conducta democrática al reconocer una derrota que en otras latitudes (¡ejem!) habría generado protestas y acusaciones de fraude.


Pedro Pablo Kuckzynski será presidente a los 77 años sin contar, su partido, con mayoría en el Congreso, situación nada extraña en la mayoría de las democracias actuales. Veremos si es capaz de establecer canales de diálogo para relanzar un acuerdo nacional. Deberá, por necesidad, ser receptivo con la izquierda, que le dio un apoyo fundamental hacia la segunda ronda, e incluyente con el fujimorismo, mayoritario en el Congreso. Lo desgastante de estas elecciones hace necesario un estadista que imprima esperanza, espíritu de unidad y talante incluyente. No será fácil.

viernes, 1 de abril de 2016

Malos Vientos

Malos, muy malos vientos corren por el mundo y lo seguirán haciendo por algún tiempo, no cabe duda. Los atentados terroristas en Bruselas servirán para fortalecer electoralmente, todavía más, a los partidos xenófobos y anti-inmigracionistas en Europa. Asecha la pesadilla de ver a Marine Le Pen presidenta de la otrora gloriosa Quinta República francesa, como también es ahora más factible que se robustezcan regímenes “iliberales” de corte autoritario-nacionalista como el de Vladimir Putin en Rusia, Victor Orban en Hungría, Jaroslaw Kaczynski en Polonia y Recep Tayyip Erdogan en Turquía. También se agrava el deterioro de la Unión Europea y hace más probable el triunfo del No en el próximo referéndum británico. Sin embargo, no me queda claro que la incidencia terrorista en Europa favorezca a Donald Trump en la campaña electoral de Estados Unidos.
Desde tiempos inmemoriales el miedo ha sido utilizado como uno de los principales instrumentos de los partidos políticos en sus intentos por ganar elecciones. Atentados terroristas dan la oportunidad a los gobiernos de mostrarse “fuertes y decididos” frente al peligro y de aparecer como la opción más segura en momentos de incertidumbre. Así sucedió, por citar sólo algunos de los casos más connotados y recientes, en Estados Unidos con el 11 de septiembre, en Rusia con los atentados chechenos y en Turquía -apenas el año pasado- con los bombazos perpetrados por fundamentalistas. El miedo es el recurso favorito de los partidos de derecha y extrema derecha. Les da la oportunidad de justificar su hábito de culpar de los males del país a los inmigrantes, a las influencias externas, a los enemigos identificados, etc. Para las opciones más conservadoras, el miedo ha tenido siempre un efecto movilizador sobre los propios votantes y una secuela desmovilizadora sobre los votantes más moderados y liberales. Cuando la seguridad rebasa a otros temas dentro de la lista de preocupaciones del electorado (economía, bienestar social, empleo, libertades ciudadanas), los beneficiarios son los postulantes de la mano dura. Por otro lado, un mal manejo en torno a un acto terrorista puede ser extremadamente contraproducente para el partido que lo intenta, y ahí está el gobierno de Aznar y su torpe actitud ante los atentados del 11 M para probarlo.
Todo esto nos invitaría a pensar que los atentados de Bruselas favorecerían a un candidato radical de supuesta “mano dura” como Donald Trump, que propone erigir muros en las fronteras reducir a cenizas al Estado Islámico y de fortalecer “como nunca” la defensa nacional. El millonario ha llegado a declarar que no excluye el uso de armas nucleares para terminar con ISIS. Sin embargo, me parece que a largo plazo el tema de la lucha contra el terrorismo se le puede revertir a Trump y convertírsele en una desventaja. Cierto es que los republicanos han dedicado sus críticas más feroces contra la administración Obama por su presunta “debilidad en política exterior”, y que Hillary Clinton fue por cuatro años jefa de esta diplomacia norteamericana que ha sido tan cuestionada. Pero la inexperiencia de Donald Trump en estos terrenos es absolutamente palmaria, al grado que constituye una de sus principales debilidades. Los fanfarroneos a la Trump pueden impresionar de entrada, pero no pueden sostenerse por mucho tiempo si no van acompañadas de estrategias más sustantivas. Por eso el impresentable Ted Cruz y el gobernador Kasich señalan insistentemente a la novatez de su adversario y advierten que no es posible confiarle el mando de las fuerzas armadas del país más poderoso del mundo a un hombre tan ignorante y sin experiencia, aún menos en momentos críticos como los que se viven ahora.
Trump ha dicho, con la grandilocuencia que le caracteriza, que contratará “a los mejores expertos que hay en Estados Unidos, pero no ha dado nombres. Cuando alguien le preguntó por su equipo de asesores en política exterior, dijo textual: “Sí, hay un equipo, bueno, no, no hay un equipo. Pero voy a montar uno cuando llegue el momento. Yo hablo conmigo mismo, en primer lugar, porque tengo un buen cerebro y he dicho un montón de cosas. Mi principal asesor soy yo mismo y tengo, como sabes, un buen instinto para estos asuntos”. Por otra parte, quien ha dado la cara últimamente por el trumpismo en temas de política exterior es Newt Gingrich, quien posee un profundo conocimiento de historia universal y política internacional. Pero eso no basta. El carácter vesánico de Trump va a acabar por asustar a más electores de los que pueda convencer. Seguramente le alcanzará para ganar la nominación republicana, pero le va a desfavorecer hacia noviembre. O al menos, eso espero.

jueves, 27 de marzo de 2014

España: Regresión Autoritaria

 
Hoy, muerto Adolfo Suárez y a casi cuatro décadas de la transición, da asco ver a España sumergida en una pavorosa regresión autoritaria.
 

viernes, 21 de septiembre de 2012

¿Cuándo es letal un Gaffe de Campaña?


Los comentaristas y analistas políticos norteamericanos andan muy ocupados tratando de discernir que tanto daño se a autoinfringido Mitt Romney con la serie de barrabasadas y gaffes que ha dicho durante las últimas semanas, en particular en la que describe al 47% de los electores (¡nada más!) como auténticos parásitos. ¿Terminaron las posibilidades de triunfo del republicano? La realidad es que casi en cada ciclo electoral un candidato hace un comentario estúpido, recuérdense casos tan célebres como el de Dan Quayle cometiendo errores ortográficos infantiles, Al Gore adjudicándose la invención del internet, Gerald Ford prometiendo que bajo su administración no habría una dominación soviética sobre Polonia o Barack Obama diciendo que muchos residentes de zonas rurales deprimidas se amargaban y aferran a las armas, la religión o la antipatía hacia personas que no son como ellos.

Repasando la historia nos podemos dar cuenta que la mayor parte de las veces los gaffes no han sido determinantes como para terminar con las posibilidades electorales de un candidato, pero sí ha habido algunas excepciones y el comentario de Romney del 47% podría inscribirse en esta categoría, lo mismo, por cierto que el gaffe del candidato republicano al senado Todd Akin, que declaró su creencia de que hay "violaciones legítimas.

¿Cuándo un gaffe puede ser letal? En lo que toca a las elecciones en Estados Unidos, muchos analistas coinciden en decir que cuando son tan graves o significativos que dominan el ciclo de las noticias por un período prolongado, o cuando reafirman o aún inician una valoración negativa del candidato por parte de los electores. En 2000, por ejemplo, los estadounidenses empezaron a ver a Al Gore como menos honesto gracias a su comentario sobre la supuesta invención del internet. En 2004, los republicanos tuvieron éxito en retratar a John Kerry como una "veleta" (Flip-Flopper) en gran parte a su gaffe en el que dijo que "He votado por esta iniciativa a favor y después en contra. El del ya célebre 47 por ciento de Romney podría trascender porque reafirmaría el estigma de elitista y poco en contacto con las masas que los demócratas han intentado endilgarle al aspirante republicano. Otra cosa que puede pasar es si Romney, como aparentemente a decidido, decide dar un paso adelante y asumir la política de asumir que en Estados Unidos hay una división básica, cosa que implica gravísimos riesgos políticos si el asunto del 47% se convierte en el tema nodal de la campaña y no, como le convendría a Romney, la crisis económica.


Si repasamos la lista de los gaffes que han sido considerados letales en las campañas en Estados Unidos, veremos que esta regla siempre se cumple, vean: 
 
En la campaña electoral de 1972, un estallido emocional en una mañana fría y nevada puso fin a la campaña presidencial de Edwin Muskie, aspirante demócrata, senador por Maine y una de las figuras más destacadas de la política norteamericana. Era el favorito cuando un periódico de New Hampshire publicó unos editoriales injuriosos acusando a la mujer de Muskie de consumo excesivo alcohol. Muskie celebró una conferencia de prensa improvisada en las escaleras frente a las oficinas del periódico y ofreció una refutación emocional a los ataques. Demasiado emocional. Al parecer lloró. Los ayudantes de Muskie dijeron que no habían sido lágrimas sino "nieve derretida". Fuera lo que fuese, Muskie perdió y el senador George McGovern ganó el derecho a enfrentar el presidente Richard Nixon en las elecciones de ese año.

John McCain cometió el error de decir, en medio del colapso financiero, que "los fundamentos de nuestra economía son fuertes." Para colmo nombró a Sarah Palin compañera de fórmula. Los continuos gaffes cometidos por esta señora durante el resto de la campaña terminaron por hacer el trabajo de hundir al ticket republicano. 
   

Howard Dean era el favorito para ganar en las primarias demócratas de 1984, pero tras un decepcionante tercer lugar en los caucus de Iowa, este ex gobernador de Vermont dejó salir un bonito grito guajiro (Jiiiiiaajajaiiii) que fue la delicia de los cómicos nocturnos durante semanas. Su ventaja en las encuestas se esfumó y Kerry fue el candidato demócrata.
     
En la campaña para elegir al senador del estado de Virginia en 2006, el candidato republicano George Allen se aventó la puntada de llamar "macaca" a un joven afroamericano en un acto proselitista. "Este hombre de aquí con la camiseta amarilla" dijo Allen, "Macaca, o como se llame". "Está con mi oponente. Vamos a darle la bienvenida a Macaca". Ese otoño, Allen perdió ante el demócrata Jim Webb por menos de 10,000 votos.
   

Gene McCarthy describió en las primarias demócratas de 1968 a los partidarios de Robert Kennedy como "menos inteligentes y menos educadas den Estados Unidos." Cuando RFK fue asesinado, semanas después, tras su victoria en las primarias de California, sus "menos inteligentes" y "menos educados" los votantes dieron su apoyo al eventual candidato demócrata Hubert Humphrey.
 
Y por último tenemos los dos errores más connotados protagonizados en debates presidenciales: los de Gerald Ford y Mike Dukakis, quienes bien ilustran la regla de que en una confrontación de este tipo la segunda regla es no dejar que tu oponente te propine un golpe de knock-out….. y la primera es que no te des ese golpe a ti mismo. Ford declaró aquello de "no hay dominación soviética en Polonia ni la habrá en una administración Ford" Dukakis respondió tibiamente a una pregunta sobre el castigo que el exigiría para alguien que perpetrara una hipotética violación y asesinato de su esposa.

viernes, 10 de agosto de 2012

Bielorrusia y los ositos de la libertad


Las dictaduras siempre serán más vulnerables de lo que parecen, desamparadas en particular ante los estacazos que puedan propinarle armas tan espantosas como el sentido del humor (mortal enemigo de los autócratas) y actos aparentemente nimios pero que poseen cargas emblemáticas interesantes.  Hace unas semanas mil valerosos ositos de peluche cayeron del cielo para invadir las calles de Bielorrusia. Los animalitos portaban en sus garritas bonitos mensajes a favor de la libertad de expresión.  Este letal bombardeo de blanditos plantígrados se ha cobrado como víctimas las carreras de dos altos mandos militares provocó una crisis en el impresentable régimen dictatoruial de Alexandr Lukashenko, quien, destituyó a dos altos cargos militares por permitir tan atroz lanzamiento  perpetrado desde una avioneta sueca que violó el espacio aéreo bieloruso, provocó una grave crisis diplomática con Suecia y Lituania y dio origen a una terminante orden del sátrapa: a partir de ahora quedan proscritos para siempre los inicuos osos de peluche de la Bela Rús..

“¿De parte de quién están?”  les preguntó, indignado, el presidente a los dos generales destituidos. Pero, pregunto yo, ¿Quién podría negarse a estar del lado de tan simpáticos y tiernos animalitos? Juguetes a la carga. El incidente pasará a la historia como La Guerra de los Osos de Peluche. Por cierto que las autoridades de Minsk habían negado el incidente, pero los vídeos y las fotos empezaron a desmentir la versión oficial. Y no es la primera vez que aviesos juguetes le hacen travesuras al loco Lukashenko. En varias ocasiones han aparecido muñecos en lugares donde había convocada una manifestación ilegal a través de las redes sociales con el avieso objetivo es poner a la policía bielorrusa ante situaciones absurdas y hacer mofa del presidente. Pobre Lukas, 18 años ostentando un poder dictatorial para venir a se humillado por unos ositos.

lunes, 23 de mayo de 2011

Nada nuevo bajo el (la Plaza del) Sol


Los muchachos que ocupan la Plaza del Sol en el fondo son reaccionarios. ¿Cuál es el eje de sus propuestas dizque "ciudadanas"? Más Estado, más Estado y más Estado. Por que yo lo que veo en sus propuestas, las que aparecen como suyas en internet (Por cierto, ¿Quién las puso? ¿De verdad hablan a nombre de todos? ¿No que no había líderes?) es que miran al pasado: nacionalizaciones, más Estado, más déficit fiscales, etc. ¿Dónde están las "novedades revolucionarias"? ¿En pedir el fin del sistema D'Hont? ¿En solicitar, sin más, el cierre inmediato de las centrales nucleares sin sopesar las consecuencias económicas que esto acarrearía, sobre todo para los pobres, al subir el precio de los combustibles de manera escandalosa, y eso por no hablar del calentaminto global?  ¿En vaga declaraciones pacifistas y anticorrupción? ¿Cuál es la novedad, cuál la diferencia de estos chicos con las propuestas de la española Izquierda Unida, por ejemplo?
Claro, podemos considerar "revolucionarios" a estos chavos, pero desde una perspectiva más filosófica. Pensemos que la historia se repite a si misma constantemente, que el progreso humano es una quimera, que los hombres están condenados a tropezar con las mismas piedras por siempre pese a todos los ilusorios "avances" de la tecnología y si por revolución entendemos un giro entero de la absurda rueca de la historia, pues entonces sí, los de la Plaza del Sol son revolucionarios, y también Chávez, faltaba más. Una vuelta más de Sisifo. El eterno retorno de lo idéntico, que nos enseño el inmortal maestro Nietzsche.

No es que se menosprecie la importancia de que un sector del insatisfecho e indignado electorado español se manifieste por las plazas de España, ni que deje de ser interesante el fenómeno mediatico de "unidos por el internet", ni que todas las propuestas del movimiento sean deleznables (por ejemplo, España ciertamente necesita una reforma electoral que deje de sobrerepresentar a los grandes partidos nacionales y a los nacionalistas y le de entrada a nuevas expresiones políticas de tamaño medio), pero lo que es irrisorio es que se pretenda decirnos que la democracia empieza justo ahora y gracias a este presuntamente impoluto despertar ciudadano. Como lo publicó hoy mismo Lluis Bassets  En un estupendo artículo de El País: "La respuesta está bien sintetizada: la democracia real, una forma adjetiva de la democracia que denuncia lo que ahora echamos en falta. No sirve la democracia directa, bellísima en la utopía y en la idealización del ágora griega, pero coartada para la dictadura (véase la república asamblearia de Gadafi). Tampoco la democracia popular que, cuando existió, indicaba exactamente lo contrario: dictadura de un pequeño grupo de burócratas. La democracia real denuncia la idea de una democracia de ficción o virtual, que ya no es efectiva. Pero sería peligroso que toda democracia fuera tachada de ficticia y que se propugnara una democracia arcangélica cuya esencia y sistema de funcionamiento nadie conoce". Y sigue más adelante: "La democracia real es la que tenemos. No hay otra. El sueño debe ser que funcione y que funcione bien, a satisfacción, si no de todos, de cuantos más mejor. Para cambiarla solo hay un método: no se conoce otro. Como dice el tópico, el menos malo de todos los sistemas, aunque se halle en crisis. Se trata precisamente de la democracia representativa: escogemos de vez en cuando a unos representantes que se organizan en partidos para gobernar y legislar. Debemos elegirlos con más tiento y someterlos a mayor control y escrutinio, en vez de dejarlos sueltos, es verdad. Pero ellos son los que pueden cambiar esas cosas que no nos gustan: la ley electoral, las primarias, los impuestos, el Estado de bienestar. Para que lo puedan hacer, finalmente, hay que votarles."

Ese aburrido, imperfecto y limitado sistema que llamamos democracia no ha nacido con el internet y no ha visto la luz gracias a los anulistas. Cierto que hoy, como ayer, los medios modernos de comunicacón pueden coadyuvar a democtratizar la información y a servir como amplificadores de la libertad de expresión, pero también pude convertirse, si no se tiene cuidado, en un instrumento de manipulación como lo ha sido, por ejemplo, la televisión. Bien por que se proteste yse demande a los políticos, pero no caigamos en la insensatez de anunciar candidamente la alborada del "hombre nuevo internetiano" o de la "nueva  verdadera democracia" .

Se vale estar indignados, y se vale exigir que España mejore su sistema de representación, que sin duda tiene deficiencias, pero este país, como el resto de Europa, tiene altas tasas de desempleo y bajos índices de crecimiento económico porque han padecido Estados bienestar demasiado onerosos. Que ahora se propongan nacionalizaciones y gastos públicos exhorbitantes no harían sino precisamente exacerbar los problemas que tienen en el paro y el la indignación a estos jóvenes. Por eso afirmo que, en el fondo, son unos reaccionarios.




miércoles, 16 de marzo de 2011

Khadafi: ¿Impunidad garantizada?


Llevo días tratando de terminar el capítulo “Khadafi” para mi blog de historia mundial de la megalomanía y confieso que el personaje se me complica. Se trata de un megalómano complejo, sobreviviente singular cuya astucia, a la par que su infamia, ha quedado más que acreditada a lo largo de las largas cuatro décadas que ha ocupado el poder. Un líder infinitamente más inteligente que, digamos, Saddam Hussein, quien conoce a fondo los entresijos de la política internacional y sabe jugar muy bien con ellos. Es falso que Khadafi sea únicamente un loco desconectado de la realidad, como opinaron muchos analistas occidentales luego de ver la delirante intervención del líder blandiendo su famoso libro verde y amenazando a los alzados con la pena de muerte en su primera aparición pública tras estallar la revuelta democrática. Lo cierto es que este déspota tiene los pies bien plantados en la tierra, ha respondido a la crisis con gran determinación y ha sabido mover inteligentemente sus fichas, para desgracia no sólo del sufrido pueblo libio, sino de las emergentes aspiraciones libertarias de los pueblos árabes. También el resto de la comunidad internacional tiene razones de sobra para desear el derrocamiento del tirano, pese a lo cual no han hecho nada concreto para propiciarla, más allá de aprobar un paquete de sanciones. Occidente no ha tenido el estómago para intervenir militarmente en Libia. Estados Unidos está entrampado en Irak y Afganistán como consecuencia funesta de los errores de Bush Jr. Europa demostró otra vez y como nunca antes su inoperancia e impotencia como potencia mundial y las potencias emergentes reiteraron su absoluta falta de compromiso con los valores de la democracia y la defensa de los derechos humanos.



Es cierto que una intervención militar tiene grandes riesgos, pero las consecuencias de un triunfo de Khadafi serían sumamente negativas. La lección que occidente deja al mundo por su pasividad es que las naciones que aspirar a la libertad nada pueden esperar de las potencias. Se sanciona la tolerancia a la represión y a la brutalidad de los sátrapas que se nieguen a dejar el poder y apelen al uso de la fuerza bruta. Los primeros en entender este triste mensaje han sido los autoritarios gobernantes de Arabia Saudita, que han enviado tropas a Bahrein para apoyar la labor represiva del régimen en contra de sus ciudadanos. La impunidad parece garantizada.





miércoles, 3 de noviembre de 2010

La derrota de Sarah Palin y los ultras del Tea Party



Las elecciones de medio término de ayer supusieron, es cierto, un fuerte revés para el presidente Obama, pero también salió derrotado el sector más duro del llamado Tea Party y su más reconocida abanderada, la tontuela de Sarah Palin. Las derrotas de las ultraconservadoras sociales Christine O'Donnell en Delaware y, aún más significativa, la de Sharron Angle en Nevada son muestra de que los sociaconservadores radicales tienen sólo una fuerza limitada. O'Donell es esa candidata que tantas burlas provocó por creer en la brujería, promover la enseñanza del creacionismo en las escuelas públicas, denunciar la masturbación y asegurar en un debate frente a su adversario demócrata que la división enre la iglesia y el Estado no está consagrada en la constitución de Estados Unidos. Angle, entre otras cosas, opina que Estados Unidos debe retirarse de la ONU por ser esta organización un "bastión de ideas liberales" además de que se dedica a promover "ideas pseudocientíficas fraudulentas tales como el calentamiento global". La derrota de esta señora fue especialmente dolorosa anoche para los republicanos en virtud a que ella retaba al muy impopular líder de la mayoría demócrata en el senado, Harry Reid.

Aunque, evidentemente, estas absurdas posturas ultras reflejan la forma de "pensar" y de sentir de un sector significativo del electorado norteamericano, me parece que dicho radicalismo demostró ayer no tener la fuerza para imponer una agenda nacional. Por mucho que la mala prensa progre y los opinadores chafas y superficiales del tipo del hijo de Krauze hayan querido caracterizar a todo el Tea Party como una banda de fanáticos ignorantes, lo cierto es que sus dos candidatas más identificadas con esta corriente de "pensamiento" chauvinista y cercana a la derecha cristiana fueron claramente derrotadas, mientras que los dos candidatos más representativos de las ideas económicas antiestatistas y libertarias salieron victoriosos por amplio margen y seguramente ganarán mucho terreno mediático en los próximos años. Me refiero a los flamantes senadores Marco Rubio y Rand Paul.

Sarah Palin y los ultras fueron, junto con Obama, los grandes derrotados de anoche.

viernes, 27 de agosto de 2010

Los chivos expiatorios del chaparrito Sarko


No hace mucho lamentábamos en este itinerante blog la desilusión que para Francia y Europa ha significado ese mediocre político que es Nicolás Sarkozy. La semana pasada la insignificancia histórica de este personajillo quedó confirmada con la arbitraria, racista e ilegal expulsión de territorio francés de centenas de ciudadanos de Rumania y Bulgaria (países, por cierto, miembros de la Unión Europea) de origen gitano acusados de estar ilegalmente en territorio galo.

Se trata de una afrenta más contra un pueblo de orígenes muy antiguos y que a lo largo de su vida ha sufrido múltiples agresiones e intentos de exterminio. Una afrenta que debe ser denunciada con toda energía. ¿Se imagunan si los ciudadanos expulsados hubiesen sido, por ejemplo, de origen judío? Se armaba la de todos los santos. Pues bien, la reacción al caso no debe ser menor por tratarse "sólo" de gitanos, cuyo origen milenario es objeto de numerosas controversias, aunque ya hay consenso en situarlas en las profundidades de la India, en el Punjab, de donde en algún momento de los comienzos de nuestra era subieron a sus carretones y marcharon hacia el oeste para protagonizar la emigración más larga y prolongada de que se tenga noticia en la historia del hombre.

Desde siempre el también llamado pueblo roma ha sido objeto de todo tipo de discriminaciones. La inquisición arrojaba a la hoguera a sus mujeres, acusándolas de brujas, en España se recuerda la Gran Redada, ordenada en 1749 por el Marqués de la Ensenada con el objetivo de capturar y extinguir a todos los gitanos del reino, sin excepción de sexo, estado o edad. Y es que los gitanos caro han pagado su amor a la libertad y su poca disposición para aceptar yugos o imposiciones. Aun no se sabe con precision cuántos gitanos murieron durante el genocidio nazi, pero algunos estudios indican que fueron alrededor de 220 mil en los territorios ocupados por las tropas de Hitler, un gran crimen olvidado, como también lo es el perpetrado a la sazón contra los roma por el inicuo régimen ustacha del asesino Ante Pavelic, tirano que en todo momento gozó el beneplácito de Su Santidad, el infame papa Pío XII Vaticano. Es imperativo recordar las matanzas perpetradas contra los gitanos en los campos de Ustice y Gradina, en Croacia, así como en el centro de exterminio de Auschwitz, donde un área especial fue establecida para ellos y de donde casi nadie logró escapar o sobrevivir.

Sarkozy, gobernante mediocre y fracasado, recurre a la bajeza a la que apelan los gobiernos ineficaces cundo quieren distraer a la atención pública: acosar a las minorías inmigrantes. T a más débiles éstas, lo mejor para las intenciones propagandísticas de los malos gobiernos. Bien lo saben, por ejemplo, los mexicanos y centroamericanos que se aveturan en Estados Unnidos, víctimas propiciatorias de los furores de la derecha republicana. Hoy, ante las arbitrariedades de Sarko, incluso el Vaticano ha protestado por la manera en que están siendo deportados los gitanos y ha recordado a Sarkozy que las reglas de la Unión Europea señalan que si no hay un grave peligro para la seguridad, no puede haber una expulsión masiva.

Y así como Sarko, el ensañamiento antigitano lo pratica con friución ese otro demagogo de pandero que es Silvio Berlusconi. Incapaces de solucionar los problemas torales de las sociedades que mal gobiernan con las reformas audaces e inteligentes que en sus respectivas campañas electorales prometieron -pero que fueron incapaces, por pusilánimes, de llevar a cabo una vez que se responsabilizaron del gobierno- gobernantes europeos en pleno siglo XXI recurren al peor populismo, el xenófobo, para salvar la cara frente a las encuestas. No evoluciona el genero humano.

miércoles, 12 de mayo de 2010

La Apuesta de Nick Clegg


Muy interesante el audaz paso dado por Cameron y Clegg. El nuevo primer ministro sale airoso del envite. Para Clegg la cosa no deja de tener sus riesgos, pero son más grandes las oportunidades. Cierto que los liberales británicos corren el riesgo de perder identidad y de contagiarse de una eventual impopularidad que el gobierno de Cameron podría padecer en el momento de tomar decisiones difíciles, pero un partido que cuenta con casi un cuarto de los votos en una nación tan importante como el Reino Unido no puede resignarse a la eterna irrelevancia. Como sea, hoy cogobierna, y no puede desperdiciar la oportunidad que tienen de concretar, por fin, una reforma electoral que adopte algún tipo de correctivo proporcional, algo que podría hacer de los liberales el eterno fiel de la balanza del poder en Reino Unido.

Yo pensaba que Clegg optaría por un cómodo compromiso, más laxo y pragmático, que le garantizara a los liberales un referéndum para decidir en un futuro cercano sobre la reforma electoral sin comprometerse con los avatares que implica la corresponsabilidad gubernamental. No fue así, y creo que el líder liberal tiene poderosas razones para jugar la apuesta. Al ingresar al gobierno, los liebrales comprometen en mucho a los tories para que estos no sólo hagan efectiva su promesa de celebrar un referéndum sobre reforma electoral, sino incluso obliga a los tories a apoyar la idea. Además, repito, ¿Por qué resignarse estar siempre en las back benches de Westminster? Ahora Clegg está al lado del premier y su actuación será absolutamente relevante. Obviamente, deberá tener cuidado de evitar que los tories absorban a su partido. No es fácil para un partido en posición de ser el socio minoritario en un gobierno de coalición perder identidad, pero en este sentido mucho podría aprender Clegg de sus pares liberales en Alemania, quienes por mucho tiempo han sabido gobernar como socios minoritarios junto al SPD y la CDU. Otro ejemplo útil en este sentido lo dan los verdes germanos.

Los británicos deben perderle el miedo a las coaliciones, moneda corriente en el continente y la mejor garantía de gobernabilidad incluso en las naciones presidenciales más funcionales (el caso de Brasil, Chile o Uruguay, cosa que se rehúsan a ver nuestros opinólogos mexicanos).

El principal problema que deberá enfrentar Clegg será como abordar en el gobierno el tema de los recortes presupuestales. Aunque ni Clegg ni Cameron quisieran recordarlo, los conservadores defendían efectuar recortes amplios e inmediatos durante la campaña electoral, mientras los liberaldemócratas y los laboristas insistían en que un exceso de celo restrictivo abortaría la recuperación. Lo cierto es que Clegg y el sector más genuinamente liberal de su partido tendrán que coincidir en que los recortes presupuestales son urgentes. Ese es un problema con el que deberán liar los liberales: su un manifiesto más de izquierdas que el de los laboristas. Según un sondeo de la empresa demoscópica You-gov, el 43% de los votantes liberaldemócratas se auto define como "de izquierdas o de centroizquierda" frente al 9% que se consideran "de derechas o centro derecha". Lo mismo sucede con los conservadores. Cameron está más al centro que el común de los militantes tories, quienes han encajado muy mal este gobierno de coalición y mucho peor la posibilidad de una reforma electoral. Es justo de la astucia que demuestren tener Cameron y Clegg en manejar a sus alocadas bases que dependerá la suerte de la coalición. Se trata de dos dirigentes con una obvia empatía personal, ubicados ambos más al centro que sus respectivos partidos. Cameron es lo que podríamos llamar un tory del siglo XXI, alejado al adusto gesto de la gran Thatcher. Él es simpático, cercano a la gente y tolerante. Se presentó a su electorado como un “modernizador”; el Tony Blair de la derecha británica en estilo y estrategia. Un hombre destinado a salvar a su partido de la total irrelevancia al que lo habían encajonado los ultras. Cameron apuesta por un conservadurismo moderno (sí es que tal cosa es posible, lo mismo sucedió con un laborismo eficiente en el gobierno de Blair) que incluya la reforma de los servicios públicos, la protección de las familias y la lucha contra la pobreza global y aderezado con temas tan ajenos a los tories más rancios como la lucha contra el cambio climático.

¿Tendrá Cameron la fuerza y el talento para lograr la modernización tory tal y como logró Blair con los laboristas? ¿Sabrá Clegg “dessocialdemocratizar” a los liberales británicos y devolverle su esencia al partido heredero de de William Gladstone y Lloyd George?

martes, 20 de abril de 2010

El mundo y sus pretenciosas potencias emergentes


Comentamos en el pasado post la cumbre del BRIC que tuvo lugar la semana pasada en Brasil y la cumbre del IBSA, organismo inventado por Lula para darle su lugar a Sudáfrica, nación que miembro del G5 pero no de los BRIC, al que el presidente brasileño quiso, sin embargo, darle su lugar, marginando de pasada -pero de forma conspicua, hay que insistir- al único miembro del G5 que no tuvo presencia en estos fastos brasileños: México.

Cabe preguntarse si este mundo multilateral lleno de nuevos acrónimos y de grupos a 7, 8, 5, 2, 20 y hasta 77 bandas tendrá alguna viabilidad. Por ejemplo, tenemos a este BRIC, el cual, en principio impresiona por tratarse de las potencias emergentes, que juntas ocupan el 22% de la superficie continental, amasan el 27% del PIB mundial y reúnen el 41.6% de la población mundial. Pero más allá del tamaño de sus economías y de sus tasas de crecimiento anual, los BRIC tienen poco en común. Cabe hacerse la pregunta de qué tan efectiva será la reunión de potencias tan disímiles entre sí en lo que a las perspectivas culturales, políticas e ideológicas concierne. Se dice que buscan formas para materializar su potencial y concretas posiciones conjuntas en la política mundial, pero los resultados, hasta el momento, han sido solo retóricos, y prevalecen los indicios de que lo seguirán siendo.

Las diferencias son mayores que las coincidencias dentro de los BRIC, e incluso aún prevalecen varios temas que podrían convertirse en serias desavenencias entre los integrantes, Desavenencias de tipo territorial (disputas fronterizas), económicas, ideológicas y migratorias, por ejemplo. Estos BRIC no impresionan tanto si atendemos el Índice de Desarrollo Humano que realiza el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo que mide variables como la educación, la esperanza de vida, la tasa de alfabetización y la calidad de vida en 179 países. Ahí Brasil ocupa el 70 lugar, seguido de Rusia (73), China (94) y la India (123). Es decir, se trata de naciones con profundas disparidades sociales y regionales internas. En términos de Producto Bruto Interno, los cuatro en cuestión están bien posicionados: China actualmente es el quinto del mundo, seguido por Brasil (10), Rusia (11), y la India (12). Sin embargo, en un análisis de PIB per cápita, Rusia actualmente ocupa el 53 lugar, seguido por Brasil (80), China (101) y la India (129), en el ranking de los 181 países que lleva el FMI. En materia de defensa, clave para las aspiraciones de toda verdadera gran potencia, los BRIC están aún lejos de disputarle el liderazgo militar a Estados Unidos, hoy responsable del 46% del gasto militar mundial, seguido por el Reino Unido (5%), Francia (5%), China (4%), Japón (4%), Alemania (3%), Rusia (3%), Italia (3%), Arabia Saudita (3%) y la India (2%).

¿Dónde radica el potencial de estos BRIC? Existe consenso entre los estudiosos de la geopolítica en el sentido de que son tres los elementos fundamentales para considerar a una nación una superpotencia: poseer un poderío militar de largo alcance, gozar de un margen aceptable de estabilidad política que sirva de base al desenvolvimiento de una política exterior vigorosa, y mantener fuertes intereses económicos y estratégicos extraterritoriales.

Para que una fuerza militar pueda ser considerada “de largo alcance”, evidentemente deberá contar con un considerable arsenal nuclear y capacidad misilística intercontinental. Dicho arsenal deberá ser lo suficientemente grande como para poder sobrevivir a un ataque sorpresa del enemigo. Asimismo, una superpotencia debe tener la posibilidad de desplazar divisiones de infantería y tanques a cualquier parte del mundo y poder aprovisionarlas durante todo el tiempo que sea necesario. Es decir, la posesión de un arsenal nuclear no basta por sí misma para hacer una superpotencia.

Estabilidad política y coherencia nacional es también indispensable para cualquier nación que aspire al rango de superpotencia. Nada debilita más a un país que los escenarios de descomposición nacional y los cismas. Una nación en estado de anarquía no es capaz de desarrollar una política exterior vigorosa o agresiva. Muchos han argumentado que es por esta razón que una dictadura puede ser más eficaz que una democracia para la consecución de objetivos geopolíticos o de conquista, pero lo cierto es que una buena dosis de sobreconfianza sobre sus posibilidades como regímenes dictatoriales fue lo que inició la decadencia de la URSS, lo que provocó la derrota en Chipre de la dictadura de los coroneles en Grecia y la principal razón de la caída del gorilato argentino.

El tercer aspecto es la existencia de intereses globales. Una superpotencia que se precie de serlo debe tener la necesidad material de dejar sentir su presencia en diversas regiones del planeta, ya sea para garantizar sus suministros de energéticos o la obligación garantizar abastecimiento alimentario a una población creciente, o el aprovisionamiento de materias primas. Es obvio que a una nación con intereses globales concierne todo lo que está sucediendo en el mundo, mantiene un ojo vigilante y está dispuesta a actuar enérgicamente para cambiar el rumbo de los acontecimientos, si tal cosa le es indispensable.

Si atendemos a los criterios tradicionales, nos daremos cuenta que ninguno de los BRIC cubre a cabalidad las tres grandes condiciones de las súper potencias y que sus carencias más graves se presentan en lo relativo a la estabilidad política y cohesión nacional. De ahí que estas pretendidas potencias emergentes basen sus aspiraciones casi exclusivamente en los criterios económicos y demográficos, aunque no del todo, desde luego, pensando en el inconmensurable potencial militar Ruso y el muy importante chino. En términos económicos, se estima que China, primera población mundial, sobrepasará el PIB de los Estados Unidos para el 2050. Hecho que cobra mayor relevancia con la actual crisis financiera, que relativiza cada vez más el liderazgo de Estados Unidos como polo indiscutido de la economía mundial. Rusia es el mayor país en términos territoriales, lleno de recursos energéticos y materias primas, además de su incuestionable poderío militar. La India es la segunda nación en población mundial y no sólo cuenta con tecnología nuclear sino que, además, apostó por formar y radicar mano de obra calificada llevándola a ser hoy el principal exportador de tecnología en el mundo. Brasil es el quinto país más poblado del mundo y ocupa el mismo puesto en términos territoriales, pero, a diferencia de sus tres pares, no tiene la bomba atómica. Es justo el gobierno de Lula da Silva el más interesado en consolidar al BRIC, más que el G5 o el G20, como el ámbito elegido para posicionar a Brasil se como protagonista jugador global. El canciller brasileño, Celso Amorim, anunció con bombo y platillo la muerte del G8. Junto a la Cancillería, la política del BRIC se planifica dentro de la Secretaría de Asuntos Estratégicos, un organismo creado durante el segundo mandato de Lula da Silva y que depende directamente de la presidencia. El hombre quien la conduce es Mangabeira Unger, un intelectual brasileño que fue profesor de Barack Obama en sus años de Harvard, y hoy tiene a su cargo la coordinación de Brasil en el ámbito de los BRIC, siendo naturalmente su mayor entusiasta y quien permanentemente aboga por su institucionalización. El sólo hecho, ha dicho Mangabeira, de que las potencias emergentes se sienten a discutir los temas más importantes de la agenda mundial al margen de los Estados Unidos y del grupo de países que conforma el G8 (sin Rusia) es un dato de gran significado político. Nadie duda de la vocación de poder de los BRIC, pero si es de cuestionarse su capacidad de coordinarse dentro de la enorme heterogeneidad política, social y cultural que presentan.

Volvamos a las características tan disímiles de este BRIC. Brasil y Rusia dependen principalmente de los recursos naturales y en la última década se han beneficiado del alza de los precios. Por su parte, China e India tienen poblaciones gigantescas que les dan relevancia mundial como productores de bienes y consumidores de recursos, siempre y cuando sus economías sigan creciendo rápidamente. Los cuatro países son actualmente los más importantes de los mercados emergentes, pero puede que este dominio no dure para siempre. Hay por ahí una buena cantidad de naciones aspirantes a ser potencias emergentes. China padece la opresión de un régimen totalitario y varias tendencias secesionistas en algunas regiones. India es una democracia consolidada, pero padece un desastroso sistema educativo, profundas diferencias sociales y regionales, y aspiraciones secesionistas en varios de sus estados. Otros serios peligros son la fragmentación constante de la de por sí ineficiente estructura administrativa del país y su tasa de endeudamiento, que supera el 80% del PIB.

Paradójicamente Rusia, con asiento permanente en el consejo de seguridad de la ONU y único BRIC miembro del G8, es el eslabón más débil de la cadena. Enfrenta enormes dilemas: depende demasiado de las materias primas, su población decrece y está plagada de serias tendencias centrífugas. En cuanto a Brasil son indiscutibles su consolidación democrática y su ascenso económico, pero aún depende demasiado de las materias primas y su presencia en el comercio internacional aún es relativamente pobr. Padece de graves distorsiones en la distribución del ingreso.

Por todas estas razones es que nos atreveos a pensar que el BRIC es una asociación artificial de países que tienen poco en común, impulsadas por un político, Lula, que tiene un interés político muy concreto a corto plazo: lograr la victoria de su candidata en las elecciones presidenciales de fin del año 2010. Eso sí, la crisis de 2008 y la recesión pusieron de manifiesto que los intereses como colectivo de los emergentes a veces pueden diferir considerablemente de los de los países desarrollados occidentales que dominan actualmente la producción mundial. Las economías de los BRIC se vieron muy afectadas por la crisis financiera cuando disminuyeron los créditos comerciales y, pese a ello, su recuperación ha sido más sólida que la de la mayoría y ha causado un rápido aumento de los precios mundiales de los productos básicos y la energía. Pero todo esto no deja de ser sumamente circunstancial. Los líderes de los BRIC probablemente querrán seguir reuniéndose con regularidad. Quizá bajo determinadas circunstancias les convenga tomar algunas decisiones juntos. Pero no más allá de eso.

Ningún grupo de naciones grandes o pequeñas, poderosas o modestas podrá tener éxito o alcanzar relevancia si no cuentan con una coherencia básica en las visiones que sus integrantes tienen del mundo y si no existe un piso mínimo de comunidad de intereses. El G7 tuvo sus referentes esenciales en el enfrentamiento contra un enemigo común (la URSS), la decisión compartida de defender la democracia y los derechos humanos, y su fe inquebrantable en el libre mercado. De ahí su indiscutible viabilidad durante la guerra fría. Estas ópticos comunes, estos pisos referenciales básicos no existen aún para jugadores emergentes deficientes aún en su pretendida condición de “potencias” y cuyos elementos integradores son sumamente circunstanciales y vagos.

martes, 6 de abril de 2010

Los PIGS


Mucha razón tuvo Angela Merkel en denunciar la irresponsabilidad del gobierno griego y obligar a los países de la zona euro a acordadar que sea el Fondo Monetario Internacional (FMI) quien, en último de los casos, salga al rescate del gobierno heleno para evitar su bancarrota. De plano no entiendo a los euroentusiastas que denuncian la actitud firme de Merkel y se desgarran las vetiduras hablando de una "traición" a las tradiciones europeístas de Adenauer y Kohl. Es hora de la la UE se quite la venda de los ojos y vea claramente la ineptitud con la que suelen manejarse los países del grupo denominado despectivamente como los PIGS (acrónimo anglosajón para las iniciales de Portugal, Italy, Grece y Spain), que a diferencia de los BRIC (Brasil, Rusia, India, China) no se caracterizan por su potencial de crecimiento sino todo lo contrario: sus denominadores comunes son déficits fiscales elevados, bajas tasas de crecimiento, niveles de endeudamiento altos en relación con el PIB, tasas de inflación en constante incremento y costos laborales superiores al promedio de la eurozona.

¿Cuál fue el pecado de Merkel que tanto le reprochan ahora los euroingenuos? impuso numerosas y justificadas objeciones a cualquier operación que se asemejase a un rescate que fuese pagado mayoritariamente por los contribuyentes germanos. Bien hizo la anodina (pero firme cuando se lo propone) gobenante germana en dejarclaro ante el Bundestag que Grecia es la única responsable del castigo que ha sufrido de parte de los mercados financieros por sus políticas presupuestarias insanas y por haber falsificado reiteradamente las cuentas públicas y engañado a Bruselas. Y es que los PIGS tampoco se caracterizan por la claridad de sus manejos públicos. Italia y Grecia tienen los niveles de endeudamiento más altos de Europa 86% y 97% del PIB, respectivamente), mientras que este último país y España tienen los déficits fiscales más elevados (12.7% y 9.6% del también del PIB, respectivamente). Portugal se encuentra en una posición intermedia. Otro país que comparte algunas de estas características y a veces se incluye entre los PIGS es Irlanda (Hasta hay uien habla de los PIIGS), con un déficit fiscal alcanzó el 12.2% del PBI en 2009 aunque su nivel de endeudamiento es mucho menor.

Como se puede apreciar Grecia destaca y no precisamente por hacer las cosas bien, con un déficit fiscal insostenible y una deuda externa impagable con recursos corrientes y que, además, está denominada en una moneda que no puede emitir, al usar el euro como moneda, sus autoridades monetarias o pueden seguir políticas expansivas o devaluar. Entonces lo que hacen es extender las manitas y pdir dinero a los hermanos mayores. Eso no es justo, ya que Grecia ha maquillado sus cifras desde que solicitó su ingreso al Euro. Eso sí, se necesitan dos partes para que una mentira sea exitosa: quien la dice y el tonto que la crea. Nicht Wahr, arme Dummkopf?

martes, 23 de marzo de 2010

China y su obsoleta Realpolitik


Los dirigentes chinos son uno de los principales problemas que deberá enfrentar el mundo en el siglo XXI. La dictadura del PCCH mantiene una obsoleta visión de realpolitik basada en esquemas y ópticas cortoplazistas y “westfalianas” (soberanista a ultranza) que deberá ser rebasada si el siglo XXI pretende ser aunque sea un poco menos violento que la pasada centuria. Esto no quiere decir que Estados Unidos, Europa y, sobre todo, Rusia, no pequen (en mayor o menor medida) de mantener visiones realistas en sus relaciones internacionales, pero las democracias liberales en alguna medida han logrado matizar las ambiciones demasiado desmedidas o egocéntricas de sus gobiernos, mientras que la dictadura China no tiene absolutamente ningún contrapeso que ayude a moderar los atentados que constantemente perpetran contra el orden internacional

Fue Bismarck quien inauguró el concepto de Realpolitik siguiendo principios acuñados por Metternich tras las guerras napoleónicas: una política exterior fundada exclusivamente en el interés nacional, en desmedro de cualquier actitud de solidaridad con otros pueblos y alejada de los principios de generales de ética. Claro que a Bismarck, igual que a muchos de sus antecesores y sucesores en las aventuras de la política internacional, le funcionó la receta de la Realpolitik en la lucha por hacer más grande a sus Estado, pero el problema qué tenemos hoy consiste en que el planeta ya no da para soportar que las naciones resuelvan sus disputas mediante la ley del más fuerte o del más astuto. Los recursos se acaban, el medio ambiente declina y las armas nucleares hacen inviable la resolución de disputas entre las potencias mediante conflictos armados, como sucedía en las gloriosas épocas de Alejandro, Napoleón o Julio César.

Sólo el establecimiento de sistemas en los que las naciones puedan a arribar a consensos sobre sus conflictos de interés y en los que se responsabilicen mutuamente a sacar adelante los acuciantes temas. Ahora que mi amigo Rodolfo Santos trabajo en un libro la historia, panorama actual y perspectivas del G8/20 nos damos cuenta que pese a sus limitaciones esta instancia tuvo la posibilidad de generar acuerdos trascendentales en materia de política exterior entre las principales democracias en el mundo. Quizá en su momento no se notó y las cumbres parecían ser solo photo ops irrelevantes, pero decisiones clave en política económica y comercial, así como en los terrenos de la paz y seguridad internacional, se adoptaron en este ámbito de negociación. Pero la unilateralidad del gobierno de Bush y ahora las reticencias de China a aceptar someterse a unas reglas del juego mundiales que la obligarían a renunciar al cortoplacismo y al hiperrealismo hacen que el futuro del ahora g 20 sea demasiado prometedor. Sencillamente se ha roto el consenso sobre cuáles son las formas para tratar de resolver los grandes temas mundiales, y las autoridades chinas son las principales (si bien no las únicas) responsables.

domingo, 14 de marzo de 2010

El estilo y el porte no bastan (por lo menos en Gran Bretaña)




Por primera vez en muchos meses los sondeos electorales en Gran Bretaña indican la posibilidad de que los laboristas británicos conserven el poder en las elecciones previstas para el 6 de mayo. Según esas encuestas, el partido del primer ministro Gordon Brown obtendría 35% de los votos, contra 37% para los conservadores, pero por las pecularidades del sistema electoral británico,esa frágil diferencia podría traducirse en 317 bancas para el laborismo contra sólo 236 para los tories . Brown debería, en ese caso, gobernar apoyándose en una coalición con los demócratas-liberales (LibDem), el tercer partido en importancia en el escenario británico.

Tras una terrible travesía del desierto, esta recuperación representa casi un milagro para el primer ministro británico. La crisis financiera, la recesión, el escándalo de los gastos de representación de sus parlamentarios, el pantano afgano, las luchas intestinas del laborismo y sus repetidas gaffes habían terminado por cansar a los británicos. Y pensar que hasta hace pocas semanas, David Cameron, líder de los conservadores desde 2005, parecía seguro de la victoria.

¿Qué pasó?, ¿Cómo es posible que un gobernante comprobadamente ineficaz y impopular aspire, de repente y contra todo pronóstico, a salvar la chamba? ¿Cómo es posible que los tories haya perdido la abismal ventaja que tenían hasta hace poco. Pues señores, es que en política el estilo y el buen porte no basta (o no debería bastar). Los británicos no sólo esperan de él estilo, sino también contenidos que justifiquen el relevo en Downing Street. David Cameron, antiguo ejecutivo de Relaciones Públicas, ha sabido crearse la imagen de líder próximo y carismático, pero le han faltado ideas de cómo resolver los problemas económicos del país. El estilo sin contenido no sirve de nada.

Cameron es el líder del partido conservador (los “Tories”) desde hace tres años. Llegó a este cargo con 39 años, siendo un auténtico desconocido pra la mayoría de l opinión pública. Poco a poco, su equipo fue “desvelando” detalles sobre él: hijo de un stockbrocker, creció en una casa de campo, se educó en el elitista Eton (donde también fueron los príncipes Guillermo y Enrique) y se graduó en la no menos presitigiosa Oxford. Su mujer está emparentada con la realeza y tuvo un hijo que nació con parálisis cerebral (ya murió). Guapo y de porte aristocrático, trabajó como Director de Comunicación en una gran empresa de la City (Carlton Communication), donde aprendió a manejar su propia imagen ante los medios y reposicionar a su partido. Llegó a hacerlo tan bien, que la prensa internacional llegó a decir que Cameron había conseguido “make Conservatives cool again”. Sin embargo, las dudas sobre su capacidad de gestión planean desde el principio. Gordon Brown lo ha etiquetado como el “do-nothing conservative” y aprovecha cualquier oportunidad para llamarlo “novato”.

Y es que Cameron ha tenido momentos en los que no ha sabido dar respuesta a problemas del país. Como en septiembre del año pasado: cuestionado por la quiebra del Lehman Brothers apareció dubitativo, no supo decir si estaba a favor o en contra de apoyar a los bancos con dinera público. Ahora carga con el sambenito de “insustancial” que le han endilgado los labroristas, que está calando entre el electorado.Quizá sea demasiado tarde para salvar al pobre de Gordon Brown, pero toda esta caída tan inesperada y de último momento de Cameron demuestran que el británico es un electorado relativamente más refinado que algunos otros que se conforman con un buen copete y una historia de telenovela.

¿Verdad, Enrique Peña Nieto?