miércoles, 23 de septiembre de 2015

¿Donald Trump en la Bandera de Estados Unidos?

“Donald Trump es la quintaescencia de los gringos, debería aparecer en la bandera de Estados Unidos”, esta contundente opinión me la dio mi padre, quien nunca ha profesado a nuestros vecinos del norte demasiado amor, que digamos. “Quizá” dije tras una carcajada, “pero, a final de cuentas, no olvides que los gringos eligieron y ratificaron en su cargo a un afroamericano liberal con sólidos perfiles intelectuales”, yo con ganas de ser equilibrado. Y es que el fenómeno Trump, la aparición de un candidato que se maneja como “antipolítico”, en absoluto es privativo de Estados Unidos, ahí están los Broncos, Berlusconis, Tsipras, Iglesias y Beppes Grillo de por aquí y por allá para demostrarlo. Lo que sí es particular de Trump es su absoluta rebelión ante la “corrección política” que ha dominado el ambiente público norteamericano durante décadas, muchas veces (debe reconocerse) de forma asfixiante. Por eso, mientras más dislates y salidas de tono tiene Donald, más asciende en las encuestas, o por lo menos eso ha sido cierto hasta el segundo debate entre los candidatos republicanos en el que Carly Fiorina, al parecer, por fin logró ponerle un “estate quieto”.

Prototípico de los gringos o no, lo cierto es que este millonario de Nueva York, colosal megalómano, ha tocado el inconsciente más bajo de un sector importante del electorado. La xenofobia, el racismo, el machismo, el más grosero materialismo y otros oscuros instintos que se mantienen soterrados en muchísimos electores han brotado a la superficie con toda fuerza como parte de esta rebelión de la anti corrección política. Cualquiera de las descaradas declaraciones de Trump hubiese aniquilado electoralmente a cualquier político común, pero este formidable patán, dueño de una personalidad un primaria y un carácter egocéntrico y estridente, afirma a todo viento “no tengo tiempo para la corrección política, ni la necesito”. Es un hombre rico (“I am very rich man, indeed”, es uno de sus mantras) que, se supone, no le debe nada a nadie. El reflejo perfecto de lo que muchos de sus compatriotas quisieran ser, de eso no quepa duda. Además es carismático, inteligente (a su manera), decidido, y no precisa lamerle los pies a nadie para financiar su campaña. Eso sí está completamente descalificado para ocupar la presidencia, pero eso lo compensa diciendo lo que mucha gente solo se atreve a pensar Su comportamiento no es el del político tradicional, eso vende y mucho. Los políticos se han convertido en individuos insustanciales que hablan con discreción creyendo que podrán complacer a todo el mundo. Trump dice lo que piensa, suma votos, le ha puesto sal y pimienta a las elecciones internas de los republicanos donde el millonario enfrenta a una colección de aburridos y grises personajes, algunos de ellos infumables santurrones, que se diferencian muy poco entre sí, con la excepción de los otros dos aspirantes que no son políticos tradicionales: Fiorina y el neurocirujano Ben Carson, que tampoco van mal en las encuestas.

Pero no solo son los republicanos, Trump también tiene un perfil de populista de izquierdas. Personajes idolatrados por la progresía mundial como el economista Pau Krugman le han elogiado ( en una columna titulada “Trump tiene razón en la economía”). Por otra parte, muchos dentro del establisment republicano le recuerdan cosas como que criticó la invasión de Irak de Bush Jr. También Trump pide subir los impuestos a los más ricos, defiende el proteccionismo comercial y se opone a los recortes en el Estado de bienestar. Esta “transversalidad”, como muchos la han llamado, hace todavía más notable al millonario. ¿Esto se debe a que Trump es, en el fondo, un ideólogo ecléctico, complejo y posmoderno? ¡De ninguna manera!

Como los “anti políticos” verdaderamente exitosos de todo el mundo, Trump es tremendamente político, y además un showman nato. Siempre  está dispuesto a decir y a hacer lo que sea necesario para mantenerse vigente y activo en la conversación pública. Muy probablemente empezó esta carrera con el afán de hacerse publicidad y satisfacer su infinita megalomanía, pero se ve que su éxito lo ha engolosinado y ahora se ha convertido en la peor pesadilla para el Partidos Republicano. Porque si una consecuencia real puede tener el surgimiento del fenómeno Trump es una tercera derrota consecutiva del llamado Viejo Gran Partido (Grand Old Party) en una elección presidencial, cosa que no se ha visto desde la época de los presidentes Roosevelt y Truman.

Hay indicios de que la campaña de Trump puede empezar a desinflarse. Las primarias son carreras de fondo que se celebran a lo largo de meses. Los dirigentes republicanos ya enfilaron todas las baterías para descalificar al Donald y evitar que se lleve la nominación del partido, lo que sería mortal para ellos. Después de todo, revísese los resultados de las últimas elecciones y se verá que el voto de las mujeres y de las minorías ha resultado determinante en el resultado, y son estos sectores a los que Trump ha logrado irritar con sus descalificaciones. Pero no solo eso, aunque no ganase la nominación, el escenario más probable, el hecho de haber obligado a los republicanos a correrse a la derecha hará que quien resulte ser candidato resulte inelegible en las elecciones de noviembre. De eso pueden hablar los dos últimos candidatos republicanos: McCain y Romney

Otro escenario sería que este incontenible egomaniaco decida lanzarse como independiente, como Ross Perot en 1992 y 1996, arrebatándoles votos a los republicanos, probabilidad para nada descabellada. A Trump le importa un comino el destino de los republicanos, del Tea Party o del movimiento conservador cristiano. Lo único que le interesa a tan noble señor es él mismo y ser recordado por la “historia” como el gran rebelde contra la corrección política.

Por último, la pregunta: ¿Es este personaje apayasado, ignorante y vulgar un peligro para México? No, el peligro para México son sus propios políticos apayasados, ignorantes y vulgares, que de eso nos sobra, ah y sus “antipolíticos” también.

miércoles, 27 de mayo de 2015

A La Imagen de Quetzalcóatl


 

José López Portillo alguna vez dijo que era obligación de los expresidentes de México entregarse a una inmolación política “semejante a la de Quetzalcóatl”, quien después de haber sido un poderoso y sabio dios un día decidió prenderse fuego tras descubrir que había sido burlado por Tezcaltipoca. Así debía de ser en un sistema político donde el presidente era el protagonista principalísimo. Nadie podría hacerle sombra al Sr. Presidente en turno, mucho menos los ex presidentes, personajes que por precisamente haber sido Tlatoanis podían ser potencialmente peligrosos competidores. Por eso pasaban a un proceso de degradación, algunas veces brutal, desde el momento mismo en que  entregaban la banda al sucesor.

Condenar al ex presidente al ostracismo fue característico de la política mexicana. Se les vilipendiaba a veces desde la mismísima presidencia, como aquel dedo admonitorio de Ruiz Cortines con el que censuró los excesos de corrupción del gobierno de su antecesor, o la críptica declaración de Echeverría al denunciar a los “los emisarios del pasado”.  Este fenómeno no sucede en otros sistemas presidenciales. En Estados Unidos los expresidentes gozan de la estima general y sus retiros son casi siempre muy activos con la construcción de “bibliotecas presidenciales”, creación de fundaciones e incluso –a veces- con un destacado activismo en política internacional.  En los regímenes parlamentarios europeos tal retiro, en muchas ocasiones, ni si siquiera existe, y así vemos a una buena cantidad de ex primeros ministros aun como jefes de sus respectivos partidos tratando de volver al poder o como cabezas de grupos políticos que conservan un importante grado de influencia. Pero en México de eso, ni hablar. En las primeras décadas del dominio priista era raro ver a un ex presidente  volver a ocupar una posición púbica. Ruiz Cortines precisaba que pertenecía "a la augusta institución de los ex, quienes tienen como primer deber respetar al que es y evidenciar absoluta disciplina”. La excepción la hizo el general Cárdenas, quien ocupó la Secretaría de Defensa durante la Segunda Guerra Mundial,  pero dejó el encargo en el momento preciso en que terminó la contienda. Cárdenas también representó un cierto matiz en esto de permanecer completamente retirado de la política al conservarse como un referente para la izquierda, aunque siempre absteniéndose meticulosamente de tratar de influir en las decisiones del presidente o en los vaivenes del partido oficial.

A fines de 1961, Adolfo López Mateos llamó a los ex “valiosos activos de la Revolución” y les otorgó inanes cargos honoríficos. Fue el hiperactivo Luis Echeverría Álvarez quien, previendo cuál sería su papel una vez abandonada la presidencia, decretó pensiones generosas de por vida a los ex presidentes además del acceso a hasta 103 colaboradores, entre personal administrativo y cuerpo de seguridad. Hoy los ex presidentes nos cuestan más de 4 millones de pesos mensuales por cabeza con el pretexto de los “valiosos servicios prestados a la nación”. También Echeverría soñó con reconocimiento internacional a su labor en pro del Tercer Mundo, algo así como la secretaria general de Naciones Unidas o el Premio Nobel de la Paz, pero lo más que logró fue la embajada mexicana en Australia y las Islas Fiji. En 2006 sufrió la humillación de ser el primer ex presidente mexicano en ser formalmente encausado judicialmente como presunto responsable de crímenes cometidos en las represiones de los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971. Aunque jamás pisó la cárcel y fue finalmente absuelto, el otrora “líder del Tercer Mundo” vive una vejez de lo más oprobiosa. ¿Morirá algún día?

El destino de los expresidentes que vinieron después de don Luis no fue mucho mejor. López Portillo jamás volvió a ocupar un puesto público, pero nos regaló sus entretenidas memorias, deliciosas para quienes gustan de los delirios del poder. Discreta fue la labor de Miguel de la Madrid la dirección del FCE. Zedillo renunció a la pensión y “sobrevive” de chambitas que se ha conseguido por aquí y por allá. Salinas escribió una de las páginas más pintorescas en la historia de los expresidentes con su huelga de hambre. A la mala entendió que su desprestigio lo anulaba para cualquier intento de regreso a la vida pública, por lo menos  a terreno abierto.
 

 
Con la alternancia llegó el debilitamiento de la figura presidencial y un redimensionamiento de la función política formal de los expresidentes. Fox imita a sus contrapartes gringas con su famoso Centro de Estudios-Museo-Rancho de Guanajuato, además de que no nos ha privado de sus siempre geniales declaraciones. Calderón demuestra sus ganas  de ser factor dentro de su partido: declara en torno a candidatos (¡Está pedo!) y promueve a su señora como posible candidata a la presidencia en el 2018. ¡Pobre Margarita, su verdadera ambición es ser algún día directora del Instituto Asunción!

 

martes, 24 de marzo de 2015

Fin de Patida: El Estado Islámico



Este es el enlace para el programa que hice con Julio
Patán en Fin de Partida sobre el Estado Islámico:

http://noticieros.televisa.com/foro-tv-final-de-partida/1503/bienes-culturales/