viernes, 1 de abril de 2016

Malos Vientos

Malos, muy malos vientos corren por el mundo y lo seguirán haciendo por algún tiempo, no cabe duda. Los atentados terroristas en Bruselas servirán para fortalecer electoralmente, todavía más, a los partidos xenófobos y anti-inmigracionistas en Europa. Asecha la pesadilla de ver a Marine Le Pen presidenta de la otrora gloriosa Quinta República francesa, como también es ahora más factible que se robustezcan regímenes “iliberales” de corte autoritario-nacionalista como el de Vladimir Putin en Rusia, Victor Orban en Hungría, Jaroslaw Kaczynski en Polonia y Recep Tayyip Erdogan en Turquía. También se agrava el deterioro de la Unión Europea y hace más probable el triunfo del No en el próximo referéndum británico. Sin embargo, no me queda claro que la incidencia terrorista en Europa favorezca a Donald Trump en la campaña electoral de Estados Unidos.
Desde tiempos inmemoriales el miedo ha sido utilizado como uno de los principales instrumentos de los partidos políticos en sus intentos por ganar elecciones. Atentados terroristas dan la oportunidad a los gobiernos de mostrarse “fuertes y decididos” frente al peligro y de aparecer como la opción más segura en momentos de incertidumbre. Así sucedió, por citar sólo algunos de los casos más connotados y recientes, en Estados Unidos con el 11 de septiembre, en Rusia con los atentados chechenos y en Turquía -apenas el año pasado- con los bombazos perpetrados por fundamentalistas. El miedo es el recurso favorito de los partidos de derecha y extrema derecha. Les da la oportunidad de justificar su hábito de culpar de los males del país a los inmigrantes, a las influencias externas, a los enemigos identificados, etc. Para las opciones más conservadoras, el miedo ha tenido siempre un efecto movilizador sobre los propios votantes y una secuela desmovilizadora sobre los votantes más moderados y liberales. Cuando la seguridad rebasa a otros temas dentro de la lista de preocupaciones del electorado (economía, bienestar social, empleo, libertades ciudadanas), los beneficiarios son los postulantes de la mano dura. Por otro lado, un mal manejo en torno a un acto terrorista puede ser extremadamente contraproducente para el partido que lo intenta, y ahí está el gobierno de Aznar y su torpe actitud ante los atentados del 11 M para probarlo.
Todo esto nos invitaría a pensar que los atentados de Bruselas favorecerían a un candidato radical de supuesta “mano dura” como Donald Trump, que propone erigir muros en las fronteras reducir a cenizas al Estado Islámico y de fortalecer “como nunca” la defensa nacional. El millonario ha llegado a declarar que no excluye el uso de armas nucleares para terminar con ISIS. Sin embargo, me parece que a largo plazo el tema de la lucha contra el terrorismo se le puede revertir a Trump y convertírsele en una desventaja. Cierto es que los republicanos han dedicado sus críticas más feroces contra la administración Obama por su presunta “debilidad en política exterior”, y que Hillary Clinton fue por cuatro años jefa de esta diplomacia norteamericana que ha sido tan cuestionada. Pero la inexperiencia de Donald Trump en estos terrenos es absolutamente palmaria, al grado que constituye una de sus principales debilidades. Los fanfarroneos a la Trump pueden impresionar de entrada, pero no pueden sostenerse por mucho tiempo si no van acompañadas de estrategias más sustantivas. Por eso el impresentable Ted Cruz y el gobernador Kasich señalan insistentemente a la novatez de su adversario y advierten que no es posible confiarle el mando de las fuerzas armadas del país más poderoso del mundo a un hombre tan ignorante y sin experiencia, aún menos en momentos críticos como los que se viven ahora.
Trump ha dicho, con la grandilocuencia que le caracteriza, que contratará “a los mejores expertos que hay en Estados Unidos, pero no ha dado nombres. Cuando alguien le preguntó por su equipo de asesores en política exterior, dijo textual: “Sí, hay un equipo, bueno, no, no hay un equipo. Pero voy a montar uno cuando llegue el momento. Yo hablo conmigo mismo, en primer lugar, porque tengo un buen cerebro y he dicho un montón de cosas. Mi principal asesor soy yo mismo y tengo, como sabes, un buen instinto para estos asuntos”. Por otra parte, quien ha dado la cara últimamente por el trumpismo en temas de política exterior es Newt Gingrich, quien posee un profundo conocimiento de historia universal y política internacional. Pero eso no basta. El carácter vesánico de Trump va a acabar por asustar a más electores de los que pueda convencer. Seguramente le alcanzará para ganar la nominación republicana, pero le va a desfavorecer hacia noviembre. O al menos, eso espero.