sábado, 16 de noviembre de 2019

Las Dos Lecciones del Domingo




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El pasado domingo 10 de noviembre tanto los defensores de la democracia liberal como quienes creen en los regímenes de los “hombres fuertes” recibieron importantes lecciones las cuales, todos, deben aquilatar en todas sus justas proporciones

En España, la incapacidad de los partidos tradicionales de llegar a un acuerdo de coalición obligó a la celebración de unas nuevas elecciones generales, las cuartas en cuatro años. El resultado fue un preocupante ascenso electoral de Vox, partido de extrema derecha nacionalista de los añorantes del franquismo, sintonizado con las nuevas corrientes autoritarias europeas y norteamericanas.

La crisis de representatividad de las opciones políticas tradicionales mucho debe al abuso de prácticas y componendas muy mal comprendidas y ampliamente reprobadas por los ciudadanos. Los absurdos estira y afloja protagonizados en España por el PSOE, el PP, Ciudadanos y Podemos han sido castigados en las urnas por un electorado harto de politiquerías e irresponsabilidad.

Este “voto de castigo” ciudadano por lo general se manifiesta en beneficio de opciones personalistas y autoritarias con posturas maniqueas y demagógicas, pero cuyo simplismo es fácilmente comprendido por la gente.

El panorama español se complica. El PSOE y Podemos han anunciado un acuerdo de coalición, pero los efectos del ascenso de la extrema derecha son todavía difíciles de evaluar. España sigue la senda de Italia, polarizada por demagogo Matteo Salvini .

Mientras los políticos no entiendan las causas de su crisis de representatividad, ésta seguirá profundizándose.

Mientras tanto, en Bolivia, Evo  Morales cayó víctima de su soberbia. Nadie niega los éxitos de su gobierno en los terrenos sociales y económicos, logrados, por cierto, gracias a favorables coyunturas y a políticas la cuales pueden calificarse como “neoliberales”. Pero gobernó polarizando y dividiendo a la sociedad, y si alguien ha querido dar un golpe de Estado ha sido precisamente él. 


Modificó la Constitución para reelegirse, más tarde la reinterpretó para no contabilizar el primer periodo, de ahí celebró un referéndum para reelegirse por cuarta vez y lo perdió, pero no le importó, presionó para declarar inconstitucional ese impedimento y, como corolario, pretendió hacer fraude para evitar una segunda vuelta.


Las estrategias de atentar contra las instituciones democráticas, atizar el confrontacionismo populista y acentuar los liderazgos personalistas tienen límites. 


En el referéndum de 2016 los bolivianos rechazaron una nueva reelección. El Presidente no escuchó ese reclamo de alternancia. El domingo, evidenciado por un lapidario informe de la OEA, ofreció la celebración de nuevas elecciones, pero el ejército sugirió su dimisión para asumir, en mala hora, el papel de árbitro. Lamentable situación cuyo único responsable es Evo.


España fue muestra del hartazgo ciudadano ante los hábitos y manejos de quienes dicen representarlos en democracia.

Bolivia impuso un límite a las arbitrariedades de un gobernante megalómano y autoritario.   

Pedro Arturo Aguirre

¿Mujer Fuerte?




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El fenómeno peronista es una desventura cuyos efectos en la política y economía de Argentina han sido y son devastadores, por eso resulta increíble su recurrente capacidad de recuperar el poder. Muchas veces se le ha dado por muerto, pero tarde o temprano resucita. 


La semana pasada volvió a hacerlo al conquistar un convincente triunfo en las urnas, ratificando su indudable vitalidad.


Eso sí, cada una de las etapas peronistas han sido distinta. Esta será su quinta resurrección tras el primer Perón, el regreso del general en los setentas y las presidencias de Menem y los Kirchner. Cada etapa ha sido diferente, y si tenemos a la historia de guía eso mismo sucederá ahora con el gobierno de Alberto Fernández.


La etapa peronista previa, la de los Kirchner, tuvo rasgos típicamente populistas, con políticas económicas no son sustentables generadoras de desequilibrios macroeconómicos y debilitamiento de las instituciones democráticas. 


Le dejaron una onerosa carga a sucesor, Mauricio Macri, quien aunado a ello, equivocó muchas decisiones, estuvo siempre en minoría en el Congreso y las gubernaturas y el poder sindical se mantuvo en manos los peronistas. 


Ahora con Cristina Kirchner como vicepresidente muchos especulan si no será ella la verdadera “mujer fuerte” del nuevo gobierno.


Difícilmente será así. Los peronistas ganaron gracias a una reconciliación la cual unificó a sus distintas facciones en la coalición Frente de Todos, necesaria, precisamente, por la gran división creada en el peronismo por el estilo personalista y autoritario de la ex mandataria. 


Alberto Fernández enfrentará una economía desastrosa, condicionantes internacionales severos y la necesidad de garantizar la gobernabilidad del país con una actitud conciliadora, renunciado al intenso confrontacionismo tan del gusto de Cristina y de muchos dirigentes populistas.


El presidente electo renunció como jefe de Gabinete de Cristina Kirchner y se convirtió en uno de sus más incisivos críticos. En 2015 describió al gobierno de la entonces señora presidenta como “definitivamente malo, donde es muy difícil encontrar algo ponderable". 


Hoy asegura no implementara medidas polémicas impuestas por Cristina en su presidencia como controles de cambios, subsidios a rajatabla y falsificación de estadísticas oficiales, ni recaerá en formas autoritarias como el constante enfrentamiento con la oposición y descalificación de la prensa.

El desprestigio de Cristina es ingente, pese a contar con el fervor de un sector del peronismo. Su populismo exacerbado solo acarreó corrupción, bancarrota y enfrentamiento social. 


La nueva administración no tendrá un cheque en blanco. En el Congreso no existirá la hegemonía de un bloque unívoco. Las distintas corrientes peronistas y de oposición mantendrán  sus diferencias de origen y votarán en conjunto solo cuando lo consideren necesario.

Existen razones para el optimismo y para pensar para la Argentina en un gobierno respetuoso de la Constitución capaz de arribar a consensos democráticos. 

Pedro Arturo Aguirre Ramírez
Publicado en la columna Hombres Fuertes
6 de noviembre de 2019

El Fraude de Evo






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Es muy larga la lista de dictadorzuelos y caudillos en la sufrida historia de América Latina,  y a ella se ha sumado, en mala hora, Evo Morales, y a la manera tradicional: mediante un burdo fraude electoral.

Nadie puede negar los logros de Bolivia en materia económica y social. El país goza de un vigoroso crecimiento económico, su índice de desempleo es el más bajo de la región y la pobreza se redujo a la mitad.

Esi sí, el “milagro” boliviano debe mucho a las aperturas propiciadas por Evo para atraer inversión extranjera y presencia de transnacionales petroleras y  agroindustriales.

La estrategia económica también mucho descansa en el extractivismo excesivo y en la sobreexplotación agroindustrial.  

Muchas empresas petroleras multinacionales han recibido favores y condiciones muy favorables gracias al gobierno de Evo, ello pese al discurso nacionalista.

Y darle vía libre a los agroindustriales fue una de las causas de los pavorosos incendios forestales en el Amazonas.

Todas estas políticas son consideradas como “neoliberales”.

Como sea, Evo ha logrado ser un eficaz e inteligente promotor del cambio en un país pobre y atrasado.

Pero el poder se la ha subido a la cabeza. Cada vez su presidencia es más personalista y autocrática. Abusa constantemente de la amplia mayoría de su partido en la Asamblea Legislativa para minar la independencia del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional y del Tribunal Electoral.

Asimismo, se ha entregado, alegremente, a un cada vez más grotesco culto a su persona, además de recortar cotidianamente las libertades de sus compatriotas,

La gran diferencia en estos comicios fue la estrategia del principal rival de Evo, Carlos Mesa, candidato de centroizquierda quien supo hacer una campaña constructiva. Evitó cuestionar los logros sociales y económicos del gobierno, pero ofreció terminar con el personalismo, extirpar la corrupción y recuperar la institucionalidad.

Nada de dar giros radicales o adoptar medidas draconianas de ajuste sin arribar, primero, a un consenso social, como sucedió con Moreno en Ecuador o Macri en Argentina.

El éxito de Mesa ofrece un importante lección para quienes combaten al populismo en América Latina: no es posible desconocer condiciones de injusticia económica y fractura social si se quiere presentar una alternativa eficaz contra la demagogia populista

El Tribunal Electoral, en manos de seguidores del gobierno desde el año pasado, le ha entregado a Evo una reelección espuria. El presidente denuncia ahora un supuesto “golpe de Estado” en su contra y al grito de “Evo de Nuevo” moviliza a sus seguidores y a empleados del gobierno en una escalada violenta de imprevisibles consecuencias, convirtiéndose él, de esta forma, en el verdadero golpista.

Hoy nadie sabe cómo va a terminar esta triste confrontación, pero sea cual fuere el resultado, la imagen de Evo Morales nunca volverá a ser la misma.

Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
30 de octubre de 2019

Conservador y Populista


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Jaroslaw Kaczynski, hombre fuerte de Polonia,  es cabeza indiscutible tanto del partido Ley y Justicia (PiS) como del gobierno polaco a pesar de no ocupar formalmente puesto administrativo alguno. 


Desde 2015 se dedica a erigir un régimen autoritario, personalista y conservador. Ha debilitado al Poder Judicial, limitado la libertad de expresión, disminuido a la Comisión Electoral, secuestrado a la televisión pública e instaurado un andamiaje clientelar muy efectivo.  


Contrariamente a un prejuicio extendido y equivocado, los gobiernos de derecha también saben ser generosos al aplicar políticas redistributivas y estrategias clientelares. Coinciden  actualmente casi todos los populistas a izquierda y derecha en asignar gastos sociales elevados, sobre todo aquellos capaces de garantizar clientelas electorales.


En Polonia, estas políticas sociales se combinan con una vocación claramente conservadora de defensa de los valores tradicionales, crítica constante a las élites urbanas, odio a los homosexuales y al Islam y un nativismo feroz contrario a los inmigrantes, la Unión Europea, Alemania y Rusia. 


El PiS otorga 500 zloty (114 euros) de prestaciones mensuales a las familias con hijos, y sus promesas para la próxima legislatura son generosas: bonos extra para los pensionistas, subsidios agrícolas, exención de impuestos para los jóvenes y un aumento del salario mínimo. 


Para todo esto aún hay dinero. La economía polaca crece a buen ritmo desde mucho antes de la llegada al poder de PiS. 


Al frente de este Estado bienestar al mismo tiempo conservador y autoritario está un líder de personalidad anodina, insufrible moralino de escasa formación intelectual, pero quien sabe el secreto de comunicarse eficazmente con  su electorado nacionalista y tradicionalista, los “normales” como él los llama. Las cosas son para este mojigato son “buenas” o “malas”. No hay más. Quienes no piensan como él son  "Polacos de una categoría peor". 


Kaczynski habla muy seguido con un discurso pedestre y fácil de entender. Es adicto a los viejos dichos populares y a los lugares comunes, constantemente denuncia “conspiraciones” fraguadas por las élites. Anunció el establecimiento de una nueva "Cuarta República" y llama a su cruzada "dobra zmiana" (buen cambio). Acusa a las élites por “corruptas” y “antipolacas” y las contrapone al “pueblo bueno”, en un ejercicio muy del gusto populista.


La oposición, por su parte, crítica al PiS por comprar votos y por no implementar reformas estructurales. También advierte  de una inevitable crisis fiscal si los conservadores cumplen sus promesas de campaña. Pero está dividida y sus mensajes son equívocos.


Regalar dinero desde el gobierno  es fácil y ello no define a un político como “progresista” o “conservador.” Más allá de sus subsidios y dádivas, Kaczynski es esencialmente un conservador, porque aspira imponer su moral personal y limitada visión del mundo a sus gobernados por medio de un régimen patriarcal y de inspiración religiosa. Eso es ser conservador.


Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
23 de octubre de 2019