miércoles, 27 de junio de 2018

Elecciones en México 2018: El Canto de la Sirena

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No votaré por el Peje. 
Tirios y troyanos reconocen en Andrés Manuel su admirable tenacidad y su vocación en favor de los pobres. En un país como México que presenta una lacerante situación social marcada por la discriminación, el clasismo, la desigualdad y los enconos, ¡por supuesto que se antoja un gobierno que procurase mayor cohesión y justicia social! Pero AMLO presenta demasiados y muy preocupantes signos autoritarios y su propuesta de gobierno es errática o, de plano, bastante endeble. Su discurso confrontacionista es aberrante. Muchos de quienes le rodean son corruptos impresentables (cuya venalidad acepta e incluso defiende de buen grado), sicofantes desvergonzados o, de plano, delincuentes impunes. Cierto que él no inventó la polarización, pero la explota como arma para llegar al poder y tolera la intolerancia y agresividad de sus seguidores más fanatizados. Su voluntarismo desmedido llega al absurdo. Sus planes de gobierno, demasiado dependientes del presupuesto gubernamental, son impracticables en un país con finanzas públicas tan reducidas. Su desinterés por lo que sucede en el mundo es inaceptable en un gobernante del siglo XXI. Su alianza con quienes atentan contra el Estado laico, intransitable.

En ninguna parte se le encuentra una visión estratégica de largo plazo: todo es buena fe, trabajar muy duro, suponer que “basta con el ejemplo”, intuición, apelar al “México profundo”, añorar un mítico pasado, exponer un nacionalismo chato y pueril producto de sus lecturas del libro de texto gratuito. Solo es un priísta de viejo cuño que aspira volver a entronizar en México la hegemonía de un partido pseudo popular cuyo ideario consiste en mantener el poder a cualquier costa prohijando la corrupción y limitando a las instituciones ciudadanas. Cierto, es un político de instinto, su gobierno en la CDMX fue aceptable, y millones de mexicanos votarán por él con la esperanza de dar un viraje histórico, una sacudida que, por lo menos, ponga fin a un status quo que consideran insostenible. Eso es perfectamente comprensible y respetable, pero AMLO da muestras claras de que se tenacidad se puede convertir en obcecación y soberbia en el gobierno, y su talante mesiánico en un riesgo de autoritarismo demasiado ingente.

Nadie niega el liderazgo de AMLO, y por supuesto que llegará al poder embestido de una enormemente legitimidad, un”bono” democrático incluso mayor al que tuvo ( y desperdició) Fox. Por supuesto, cabe la posibilidad de que los críticos estemos equivocados y que el Peje aproveche esta legitimidad para gobernar con prudencia y sabiduría, iniciar la reconstrucción de nuestras instituciones, combatir (de verdad) la corrupción y el despilfarro, replantear las políticas sociales y buscar nuevas soluciones a los temas de seguridad. Ojalá sea así. Pero, repito, preocupa el talante y discurso milenarista del líder, el exceso de voluntarismo y su afición confrontacionista.

Su “movimiento más grande del mundo”, su “cuarta transformación”, su obsesión por “hacer historia” desde una limitada óptica maniquea exhiben una preocupante megalomanía. Su descalificación constante a las instituciones y personas muestran una inquietante intolerancia. Su estilo de dirigir a Morena es prueba tanto de vocación autoritaria como de añoranza por los viejos usos de priismo tradicional: acarreo, verticalidad en la toma de decisiones, personalismo presidencialista, clientelismo y, sí, tolerancia a la corrupción. No tenemos muchos elementos para confiar en él más allá de los buenos deseos y del “no podemos estar peor”. Y un gobernante obnubilado por sus obsesiones, rodeado de sicofantes e impreparado para ejercer el poder puede resultar apocalíptico.
Muchos de ustedes, queridos amigos, votarán por este señor con la idea de que “harán historia”, y se les respeta, pero yo pienso que optar por el Peje es asomarse al abismo. De lo sublime al ridículo hay solo un paso. Y sí, cualquiera de las otras dos muy precarias opciones sería un mal menor.

¡Cuidado con los supuestos “llamados de la Historia”! Suelen ser peores que los cantos de sirena.