lunes, 12 de septiembre de 2016

Entrevista en Hora XXI De Winston Churchill a Donald Trump

Este es el link para ver la entrevista que me hizo Julio Patán sobre mi último libro

http://noticieros.televisa.com/foro-tv-hora-21/2016-09-09/de-winston-churchill-a-donald-trump/

“Mandar un Mensaje Positivo para los Mercados…”


Resultado de imagen para elosobruno tweets


Alguna vez Bruno Kreisky* escribió “lo que caracteriza a la tecnocracia es su tendencia a suplantar el poder político en vez de limitarse a asesorarle… Al eliminar la división entre la política como reino de los fines y la técnica como el terreno de los medios un gobierno cae en el error de abandonarse a un mecanismo de toma de decisiones fundado exclusivamente en términos meramente cuantitativos. El mundo de lo irracional y de todo aquello que no sea técnicamente cuantificable queda desterrado del juicio del gobernante tecnocrático que no ha sabido complementar su formación con criterios humanistas... por eso opino que no hay peor ignorancia que la del tecnócrata mediocre, ya que es la ignorancia del que no entiende que no entiende.”**. Y, por cierto, esto del “no entiende que no entiende” lo retomó hace poco la revista The Economist en un artículo titulado “El Pantano Mexicano” precisamente para describir la forma como toma decisiones el dueto Peña Nieto-Videgaray.

Es justo en este tipo de “ignorancia tecnocrática” que podemos ubicar el origen del colosal error histórico que cometió el gobierno mexicano al invitar a los Pinos a Donald Trump. Ya no es un secreto que la idea vino del gabinete económico, preocupado por “la volatilidad que implicaría un eventual triunfo del republicano para los mercados”. Tranquilizar a los mercados y mostrar una relación llevadera con el señor Trump, esa era la insigne intención del gobierno mexicano. El fracaso fue estrepitoso y evidenció que no basta con la súper especialización tecnocrática para merecer el nombre de “estadista”. Alrededor del mundo no han sido pocos los altos funcionarios que han mostrado expedientes académicos brillantes, sobre todo en el manejo de las finanzas públicas, pero carentes casi por completo de cultura humanista, conocimiento de la historia, sensibilidad social y pericia política. Claro, no quiero decir con esto que quienes gobiernen deban despreciar alegremente a la opinión de los expertos, pero confiar demasiado en la técnica sin sopesar otros factores más allá de los técnicos lleva al desastre.

Un análisis, aunque fuese superficial, de esta insólita campaña electoral norteamericana lleva al observador más desentendido a sacar la conclusión de que el candidato republicano día a día demuestra su falta de consistencia intelectual e incluso emocional. A leguas puede verse en Trump a un demagogo incoherente cuyas principales armas son la mentira y el vituperio. De manera notable se caracteriza también por su carácter irascible, su intolerancia y su volubilidad, pero también es un histrión muy hábil en el manejo de medios. ¿No era entonces previsible que pasaría lo que pasó? Gran payaso mediático, se comió el escenario para hacer del encuentro un acto de campaña. ¿De verdad pensaron Videgaray y compañía que un ególatra monumental como lo es este iba a pedir disculpas aquí y decir a su regreso a Estados Unidos que los mexicanos somos buenos y maravillosos?  

La mayoría de nuestros tecnócratas estudian en Estados Unidos, pero no por eso tienen la curiosidad o interés intelectual de tratar de entender cómo es que funciona política en ese país. Ya lo habían demostrado cuando se negoció el TLC y los funcionarios del gobierno de Salinas apostaban por una reelección de Bush padre sin entender que el tratado tenía que ser aprobado por un Congreso con mayoría demócrata. Hoy lanzaron esta “audaz iniciativa” y el resultado es que en lugar de mandar un mensaje positivo para los mercados humillaron al país, ofendieron a sus gobernados, aniquilaron lo poco que les quedaba de popularidad, agraviaron a la candidata demócrata y, para colmo, acabaron enfrentados con el locazo de Trump al ensartarse en una guerra de twitts.
Ah, y lo peor: todavía no entienden que no entienden