miércoles, 27 de marzo de 2013

China y su Obsoleta Realpolitik

Se estrenó el nuevo presidente chino Xi Jinping en la escena internacional con una gira al continente africano, región donde los dirigentes de Beijing tienen poderosos intereses económicos. El periplo tendrá su punto culminante con la cumbre de los BRIC a celebrarse en Sudáfrica. ¿Está China destinada a ser la principal potencia mundial del siglo XXI? Lo cierto es que hoy por hoy la política exterior china es uno de los principales problemas que deberá enfrentar el mundo en el siglo XXI. La dictadura del Partido Comunista Chino mantiene una obsoleta visión de Realpolitik basada en esquemas y ópticas cortoplacistas y “westfalianas” (soberanista a ultranza). Esto no quiere decir que Estados Unidos, Europa y otras potencias no pequen (en mayor o menor medida) de mantener visiones excesivamente realistas en sus relaciones internacionales, pero las democracias liberales llegan a toparse con límites internos que matizan ambiciones demasiado desmedidas, lo que las ha llevado a establecer y respetar ciertos esquemas de colaboración, mientras que China no tiene absolutamente ningún contrapeso de este tipo que ayude a moderar las transgresiones que suele cometer en su actuación internacional.

Fue Bismarck quien inauguró el concepto de Realpolitik siguiendo principios acuñados por Metternich tras las guerras napoleónicas: una política exterior fundada exclusivamente en el interés nacional, en desmedro de cualquier actitud de solidaridad con otros pueblos y alejada de los principios de generales de ética. Claro que a Bismarck, igual que a muchos de sus antecesores y sucesores en las aventuras de la política internacional, le funcionó la receta de la Realpolitik en la lucha por hacer más grande a su Estado, pero el problema que tenemos hoy consiste en que el planeta ya no da para soportar que las naciones resuelvan sus disputas mediante la ley del más fuerte o del más astuto. Los recursos se acaban, el medio ambiente declina y las armas nucleares hacen inviable la resolución de disputas entre las potencias mediante conflictos armados, como sucedía en las gloriosas épocas de Alejandro, Napoleón o Julio César.
Desde la consolidación definitiva de Deng Xiaoping en el poder, ocurrida a finales de los setenta, en Occidente, sobre todo en Estados Unidos, han prevalecido entre los expertos en relaciones internacionales dos visiones antagónicas sobre lo que cabe esperar de la República Popular China en relación con el equilibrio mundial y al mantenimiento de la paz y seguridad internacionales. Una, la optimista, sostiene que China, como efecto de su acelerado desarrollo económico y sus crecientes relaciones con el mundo capitalista, se irá convirtiendo en una sociedad desideologizada y pragmática capaz de liberalizar gradualmente su política y cultura. Quienes así opinan describen una “potencia conservadora” esencialmente interesada en mantener una estabilidad regional que le permita conseguir sus metas de crecimiento económico. Esta visión de China sostiene que su poderío militar es limitado en virtud del relativo atraso tecnológico de sus fuerzas armadas, y señalan que, en general, la política exterior de Pekín ha sido “reactiva más que agresiva”. De acuerdo con esta lógica, Estados Unidos y sus aliados tienen razones más que suficientes para buscar establecer una política “de compromiso” con los dirigentes chinos para evitar que una China marginada se convierta en un problema mundial.

Pero la visión negativa advierte que China es una potencia emergente de casi 1,300 millones de habitantes, dueña de un vasto arsenal nuclear y que dedica inmensos recursos económicos anualmente a mejorar su capacidad militar. Dirigida por una gerontocracia totalitaria y ambiciosa que se sostiene en el poder gracias a un ejército chauvinista obsesionado en lavar humillaciones del pasado, establecer una indiscutible hegemonía en Asia y hacer valederas, a como dé lugar, una serie de reclamaciones territoriales a costa de sus vecinos, China, a decir de los pesimistas, es la principal amenaza a la paz y seguridad internacionales y será inevitablemente el principal rival de Estados Unidos y sus aliados en el siglo XXI.

Quizá, como suele suceder, la verdad esté en alguna parte en medio de estas dicotomía, pero lo que se ha visto de China en las últimas dos décadas es que se trata de una potencia insatisfecha, y las causas de su insatisfacción son fundamentalmente difíciles de resolver y tienen que ver con su azaroso pasado como víctimas de los abusos de las potencias coloniales. Además, este gran país tiene la obsesión de contar con “fronteras seguras”, lo cual está en el fondo de las disputas territoriales que sostiene este país con sus vecinos. China rechaza las reclamaciones japonesas sobre las islas Diaoyu, las de Vietnam sobre las islas Paracel, y las que varias naciones del sudeste asiático hacen sobre las islas Spratly. Además, tiene diferencias con Vietnam sobre la demarcación del Golfo de Tonkin y hace reclamaciones territoriales a Rusia, Tadjikistán, India e incluso a Corea del Norte. La intensidad de estas reclamaciones se acentúa o disminuye según lo demande la ocasión. Otro caso de controversia es el espinoso caso de Taiwán, a cuya independencia Beijing se opone tajantemente amenazando incluso con una intervención militar. Muy cuestionables son, también, la colaboración de China con el desarrollo nuclear de Pakistán - en flagrante violación a los acuerdos internacionales de no proliferación de armas estratégicas- y el apoyo masivo que presta a algunos regímenes africanos señalados por sus constantes violaciones a los derechos humanos. No menos preocupante es la condescendencia con la que solapa al demencial régimen de Corea del Norte, así como las muy discutibles estrategias económicas y comerciales que China ha adoptado para beneficio propio en detrimento de una, por lo menos, ordenada relación con sus competidores internacionales. Todos estos son rasgos significativos que dejan ver la tendencia de buscar ganancias unilaterales a expensas de la estabilidad regional e internacional.

Si China en verdad quiere convertirse en la gran potencia de esta centuria será imprescindible que renuncie a la miopía del cortoplacismo y a las estrategias de chantaje para aprender a asumir plenamente las responsabilidades que implica ser una gran potencia, las cuales mucho tienen que ver con su capacidad de compromiso con el orden internacional y su capacidad de cooperación con otras potencias.

martes, 26 de marzo de 2013

Esas Pretenciosas Potencias Emergentes…



Con la Unión Europea metida en un grave atolladero y Estados Unidos en plena pérdida relativa de hegemonía cabe preguntarse si este mundo multilateral lleno de nuevos acrónimos y de grupos a 7, 8, 5, 2, 20 y hasta 77 bandas tendrá alguna viabilidad. Por ejemplo, tenemos a las potencias emergentes presuntamente englobados en el BRIC (Brasil, Rusia, India y China), el cual, en principio impresiona por tratarse de las potencias emergentes, que juntas ocupan el 22% de la superficie continental, amasan el 27% del PIB y reúnen el 41.6% de la población mundial. Pero más allá del tamaño de sus economías y de sus tasas de crecimiento anual, los BRIC tienen poco en común. Prevalecen discrepancias de tipo territorial (disputas fronterizas), económicas, ideológicas y migratorias. Y estos BRIC no impresionan tanto si atendemos el Índice de Desarrollo Humano que realiza el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo que mide variables como la educación, la esperanza de vida, la tasa de alfabetización y la calidad de vida en 179 países. Ahí Brasil ocupa el 70 lugar, seguido de Rusia (73), China (94) y la India (123). Es decir, se trata de naciones con profundas disparidades sociales y regionales internas. En términos de Producto Bruto Interno, los cuatro en cuestión están bien posicionados: China actualmente es el quinto del mundo, seguido por Brasil (10), Rusia (11), y la India (12). Sin embargo, en un análisis de PIB per cápita, Rusia actualmente ocupa el 53 lugar, seguido por Brasil (80), China (101) y la India (129), en el ranking de los 181 países que lleva el FMI. En materia de defensa, clave para las aspiraciones de toda verdadera gran potencia, los BRIC están aún lejos de disputarle el liderazgo militar a Estados Unidos, hoy responsable del 46% del gasto militar mundial, seguido por el Reino Unido (5%), Francia (5%), China (4%), Japón (4%), Alemania (3%), Rusia (3%), Italia (3%), Arabia Saudita (3%) y la India (2%).

 

Existe consenso entre los estudiosos de la geopolítica en el sentido de que son tres los elementos fundamentales para considerar a una nación una superpotencia: poseer un poderío militar de largo alcance, gozar de un margen aceptable de estabilidad política y mantener fuertes intereses económicos y estratégicos extraterritoriales. Si atendemos a estos criterios tradicionales, nos daremos cuenta que ninguno de los BRIC cubre a cabalidad las tres grandes condiciones de las súper potencias y que sus carencias más graves se presentan en lo relativo a la estabilidad política y cohesión nacional. De ahí que estas pretendidas potencias emergentes basen sus aspiraciones casi exclusivamente en los criterios económicos y demográficos, aunque no del todo, desde luego, pensando en el inconmensurable potencial militar Ruso y el muy importante chino.

 

En términos económicos, se estima que China, primera población mundial, sobrepasará el PIB de los Estados Unidos para el 2050. Rusia es el mayor país en términos territoriales, lleno de recursos energéticos y materias primas, además de su incuestionable poderío militar. La India es la segunda nación en población mundial y no sólo cuenta con tecnología nuclear sino que, además, apostó por formar y radicar mano de obra calificada llevándola a ser hoy el principal exportador de tecnología en el mundo. Brasil es el quinto país más poblado del mundo y ocupa el mismo puesto en términos territoriales, pero, a diferencia de sus tres pares, no tiene la bomba atómica. Brasil y Rusia dependen principalmente de sus recursos naturales y en la última década se han beneficiado del alza de los precios. Por su parte, China e India tienen poblaciones gigantescas que les dan relevancia mundial como productores de bienes y consumidores de recursos, siempre y cuando sus economías sigan creciendo rápidamente. China padece la opresión de un régimen totalitario y varias tendencias secesionistas en algunas regiones. India es una democracia consolidada, pero padece un desastroso sistema educativo, profundas diferencias sociales y regionales, y aspiraciones secesionistas en varios de sus estados. Otros serios peligros son la fragmentación constante de la de por sí ineficiente estructura administrativa del país y su tasa de endeudamiento, que supera el 80% del PIB. Paradójicamente Rusia, con asiento permanente en el consejo de seguridad de la ONU y único BRIC miembro del G8, es el eslabón más débil de la cadena. Enfrenta enormes dilemas: depende demasiado del precio de las materias primas, su población decrece y está plagada de serias tendencias centrífugas. En cuanto a Brasil son indiscutibles su consolidación democrática y su ascenso económico, pero al igual que Rusia tiene buena parte de su fortuna hipotecada a la cotización de las “commodities” que exporta.

Pero aún más importante que las carencias intrínsecas de las potencias emergentes es el hecho de que ningún grupo de naciones grandes o pequeñas, poderosas o modestas podrá tener éxito o alcanzar relevancia si no cuentan con una coherencia básica en las visiones que sus integrantes tienen del mundo y si no existe un piso mínimo de comunidad de intereses. El G7 tuvo sus referentes esenciales en el enfrentamiento contra un enemigo común (la URSS), la decisión compartida de defender la democracia y los derechos humanos, y su fe inquebrantable en el libre mercado. De ahí su indiscutible viabilidad durante la guerra fría. Estas ópticos comunes, estos pisos referenciales básicos no existen aún para las potencias emergentes, y cuyos elementos integradores son sumamente circunstanciales y vagos.

lunes, 25 de marzo de 2013

Carl Schmitt y sus discípulos latinoamericanos

La clave primordial para entender la lógica del populismo latinoamericano y la naturaleza de sus verdaderos parentescos ideológicos la presenta el pensamiento de Carl Schmitt, jurista alemán rabiosamente antiliberal cuya tesis de que la política sólo es posible en tanto se logre identificar a “el enemigo público”.Un año antes del ascenso de Hitler al poder, Schmitt escribió su ensayo más famoso, El Concepto de lo Político, donde escribió frases como: “La diferenciación específicamente política es la diferenciación entre el amigo y el enemigo…Los conceptos de amigo y enemigo deben tomarse en su sentido concreto y existencial; no como metáforas o símbolos...“Al igual que la palabra‘enemigo’, la palabra ‘combate’ debe ser entendida aquí en su originalidad primitiva esencial”. Este autor sostiene que la diferencia nosotros-ellos es un elemento que, al mismo tiempo que cohesiona al grupo, contribuye a distinguirlo del otro. Además, de acuerdo con su teoría, reconocer al enemigo implica asumir un proyecto político que genera un sentimiento de pertenencia y afirma que el poder real se descubre en la situación de excepción, según quién conserve la capacidad de decisión. A su entender, el liberalismo ha intentado diluir al enemigo convirtiéndolo en un mero “competidor” un “adversario”, en el mejor de los casos. El liberalismo es malo porque pretende desterrar el concepto de enemigo (y todo lo que ello implica) y eso, siempre según Schmitt, debilita las bases mismas de la sociedad política.
 
Esta teoría del “enemigo identificado” fue una de las principales bases de sustentación ideológica del fascismo y del populismo. Pese a que la obra de Carl Schmitt ha recibido interpretaciones múltiples y a veces contradictorias (ambivalencia promovida en buena medida por un semi arrepentido Schmitt después de la guerra, hay que decirlo), de lo que no cabe duda es que se distinguió por su antiliberalismo y de que sus escritos jurídico-políticos contribuyeron a legitimar el poder de personajes como Mussolini y Hitler.
Schmitt fue, por otro lado, un pensador de agudeza extraordinaria, un gran polemizador que prefiguró no una filosofía, sino una teología de lo político. Pretendía asegurar la autonomía y la preeminencia de la política y de lo que él llamaba“decisión política soberana”, por sobre el descomunal avance de la lógica racionalista del liberalismo. Sí, eso de “racional”, la mala costumbre de pensar y de anteponer el cerebro a las vísceras que tanto odian los populistas y totalitarios de todas las épocas y lugares. La política, desde el punto de vista irracional schmitteriano, no es otra cosa que la capacidad histórica de realizar la distinción amigo-enemigo. A esa capacidad le nombra “decisión”,directa hija de la “voluntad”, y la decisión es “política en estado puro”, sin contaminaciones éticas, económicas ni de cualquier otra índole.
 
Desde esta óptica, definir quién es el enemigo es la única manera de fortalecer al Estado, y la decisión política sobre la distinción amigo-enemigo es la garantía siempre vigente de la vida normal de los hombres.
De las fatídicas consecuencias de irracionalismos como el schmitteriano dan buena cuenta los horrores totalitarios del pasado siglo y de éste, cosa que debería bastar para ponernos alerta en contra de los impulsos de los nuevos irracionales del tipo de Hugo Chávez y sus palafreneros.

viernes, 22 de marzo de 2013

¡Ese Loco Partido Republicano!


 

La dirigencia del loco Partido Republicano de Estados Unidos acaba de sorprender a todo el mundo con un interesante documento autocrítico en el que reconoce la grave crisis por la que atraviesa y que “será extremadamente difícil ganar próximas elecciones presidenciales” si no se acometen “reformas internas” profundas, se suavizan las posiciones ideológicas actuales y se abre el programa político para incorporar las preocupaciones de la mayoría de la población. ¡Bien hecho!

Sigue el informe “La percepción del partido por parte del público ha alcanzado su punto más bajo. Los jóvenes cada día se alejan más de lo que el partido representa, y muchas minorías creen que al partido no le gustan o que no queremos que estén en el país”, y llama al giro a la extrema derecha experimentado en los últimos años a causa de la aparición del Tea Party como  “un callejón ideológico sin salida” provocado por posiciones extremistas que satisfacen a los sectores más radicales del partido,  pero que “crean desconfianza entre la mayoría de la población…El Partido Republicano tiene que dejar de hablarse a sí mismo. Nos hemos convertido en expertos de cómo reforzar ideológicamente a los que ya piensan como nosotros, pero hemos perdido de forma devastadora nuestra capacidad para persuadir o aproximarnos a los que no están de acuerdo en todo con nosotros”.

¡Bravo! Un señor análisis,  hay que reconocerlo, que muy bien dibuja las causas profundas del atolladero en el que los republicanos se han metido por culpa de sus más locos seguidores. Recuérdese, simplemente, la estrambótica colección de candidatos fundamentalistas que compitieron por la nominación hacia la elección presidencial de 2012 como el santurrón Santorum, fustigador del Estado laico; Bachman, quien afirmaba que el gobierno estaba infiltrado por islamistas radicales; Perry, que proponía eliminar más programas  del gobierno federal de lo que él mismo podía nombrar con éxito en un debate; Trump, cuya pieza ideológica central fue exigir ver el acta de nacimiento de Obama, y así un largo y grotesco  desfile de candidatos e ideas extremistas, tales como imponer draconianas políticas antinmigración, negar el calentamiento global, postular iniciativas demenciales en política exterior,  y mantener en el centro del debate la defensa a ultranza de pretendidos “valores” que afectaban directamente los derechos individuales de las mujeres y de las minorías al mismo tiempo que se usaba un discurso pretendidamente favorable a la iniciativa individual frente al Estado.  Esta es, justamente, la principal discordancia que afecta al Partido Republicano: pretendidamente pugnar a favor del individualismo y contra el Estado en el renglón económico y al mismo tiempo pretender reforzar los poderes de coerción estatales en lo que se refiere a los derechos y libertades individuales. En sus últimas elecciones primarias el Republicano se mostró como uno de esos partidos extremistas y exóticos (fringe party, les dicen en inglés) que no son capaces de asumir la responsabilidad de gobierno  porque se dedican a reforzarse constantemente en la radicalidad de sus posturas. 

El problema para los republicanos es que la dura autocrítica de esta semana  no garantiza que el partido sea capaz de cambiar su rumbo. De hecho, No existe unanimidad en su seno de que realmente haya que hacerlo. A fin de cuentas, el Partido Republicano es aún muy exitoso a nivel local. Cuenta con 30 de los 50 gobernadores del país, y lo hace -en muchos casos- con candidatos bastante radicales que se presentaron agendas extremistas. Lo mismo puede decirse de una buena cantidad de miembros del Congreso.  No falta en el partido quienes creen que hay que persistir en esa línea de firmeza ideológica hasta que los votantes reconozcan su acierto y que el problema ha sido no el mensaje extremista, sino “la forma en que dicho mensaje ha sido expresado”

Ojalá los republicanos sigan con la tendencia reformista, ya que si con incapaces de asumir plenamente que las tendencias sociales y los cambios demográficos están determinando con cada vez más fuerza los resultados electorales estarán condenados a enfrentar serias dificultades para volver al poder. Lo mismo pasará si no aprende a equiparar su pretendida lucha a favor del individualismo y el antiestatismo en lo económico a los renglones de los derechos sociales y personales. El partido tiene que presentar un rostro más conciliador y razonable para venderse a votantes indecisos. Para ello, debe recuperar a sus exponentes más moderados (los republicanos “Eisenhower”, o RINO´s, como les dicen), controlar a sus “teócratas” de la derecha cristiana y librarse a sí mismo del dominio en el que lo tiene atosigado el zafio Tea Party.

martes, 19 de marzo de 2013

Madre Marchita




La Unión Europea ha pasado de ser el sueño de  quienes la edificaron como un proyecto integrador comercial, económico y político dentro de una institución singular de naciones soberanas a ser una auténtica “pesadilla” de la que todo el mundo repela. Para nadie es un secreto que el viejo continente vive  las horas más bajas de su historia. La relevancia de este que ha sido un magnífico experimento de cooperación multinacional  es puesta en duda por quienes denuncian su supuesta rigidez y disfuncionalidad para hacer frente a la actual crisis. Se multiplican las opiniones críticas que afirman que ante los desajustes financieros y otras amenazas que se ciernen sobre Europa -migraciones descontroladas, recortes fiscales, exceso de burocracia- sería mejor que las naciones volvieran a ir solas por el mundo. En el norte de Europa, se alega que es mejor librarse del “lastre” que suponen los países del sur (denominados despectivamente como los “PIGS”), planteándose abiertamente la posibilidad de excluirlos de la eurozona. En el sur se defiende la idea de liberarse de las demandas de disciplina monetaria y fiscal que exige el euro y claman por recuperar la soberanía monetaria y salir de la crisis a base de devaluaciones competitivas.
Las reacciones nacionalistas y populistas a la crisis hacen que el “euroescepticismo” le esté ganado espacios al “europeísmo”. Pero más allá del discurso y el debate político superficial que promueve la demagogia y los populismos a la derecha y a la izquierda, lo cierto es que la Unión Europea  experimenta una crisis profunda que afecta a su viabilidad económica y su legitimidad política. ¿Puede la UE con su actual modelo institucional promover estabilidad, crecimiento y  competitividad? ¿Es el singular modelo político supranacional de la UE, pensado originalmente para un grupo más compacto de naciones, factible para atender las necesidades democráticas de 27 naciones?  Ante los actuales índices de desempleo y crisis del Estado Bienestar, ¿Aún puede hablarse de una “Europa social”, voluntad que ponía en el centro de la atención continental la solidaridad transnacional a través de políticas de cohesión económica, social y territorial? ¿La vieja Europa, fuente tradicional del poder mundial, ha perdido relevancia de forma definitiva como actor global en un sistema internacional caracterizado por rápidos e intensos procesos de cambio en la naturaleza, las fuentes y las pautas de distribución del poder?

Ante este panorama tan adverso es muy difícil prever el desenlace. No hay recetas ni caminos fáciles para que Europa salga del atolladero, pero lo cierto es que han faltado liderazgos más comprometidos y visionarios. Fue un grupo de grandes estadistas el que empezó a construir una comunidad económica y política común en beneficio de la sociedad europea en su conjunto ¿Les falta a los políticos actuales constancia en este propósito? Lo cierto es que los dirigentes actuales han mostrado ser pusilánimes, carentes de imaginación y faltos de constancia. Cuando las partes de un sistema se optimizan en beneficio propio, el conjunto pierde. Las partes compiten un sistema basado en la cooperación se destruye. Europa está aún a tiempo de corregir, pero no se ve ni en Hollande, ni en Merkel, ni en Cameron, ni en ninguno del resto de líderes europeos los tamaños que demanda el presente desafío. Habrá que exclamar como lo hizo, en su momento, Curzio Malaparte: ¡Pobre Europa, madre marchita!

lunes, 18 de marzo de 2013

México y su Mitología Petrolera


 
Una sociedad que vive atorada en el mundo de la simulación y las mentiras está condenada al subdesarrollo económico y mental. Rehusarse a ver la realidad de frente, a entender las cosas tal cual son y no como quisiere que fueran. Interpretar al mundo como un escenario de “buenos” contra “malos” donde siempre uno es eterna víctima. Preferir renunciar a la razón y al sentido común y refugiarse en sus mitos y complejos inveterados, esos son los errores que muchas veces hemos cometido en México y que nos han impedido ser una nación más exitosa. Y donde más se manifiestan estas lamentables tendencias es en el tema petrolero.  PEMEX continua siendo una “vaca sagrada”, lo que significa enormes dificultades para innovar, para desarrollar nuevas tecnologías, para transformar riqueza potencial en riqueza real de lo que no es sino un producto de exportación como cualquier otro. Un medio, no un fin.

Hoy nuestra izquierda más cavernaria insiste en tildar cualquier intento de modernización de Pemex como una “traición a la patria” y busca obtener de este trasnochado discurso dividendos electorales. Pero las realidades son muy obcecadas y no respetan ideologías, mitologías ni fundamentalismos patrioteros: hoy la producción de crudo enfrenta una tendencia de rendimientos aceleradamente decrecientes y las reservas probadas son escasas mientras que las reservas probables esperan una masiva ronda de inversión, en las sofisticadas tecnologías de extracción, para poder dar servicio a las necesidades de nuestro sector energético. Además, absurdos procesos burocráticos imponen altísimos costos de transacción en la operación integral de la petrolera.

Así que podremos defender con aullidos y hasta con rabia el mito de “nuestro petróleo”, pero en unos cuantos años, de seguir así las cosas, tendremos que enfrentar el espectro de importar crudo de otros países. Ya, hoy, por no contar con las plataformas tecnológicas, por no contar con la inversión fresca que se requiere, tenemos que importar productos refinados.

El mito petrolero es un producto del llamado “nacionalismo revolucionario”, esa construcción cultural que dio legitimidad al régimen autoritario que padeció México la mayor parte del siglo XX. Lamentablemente esa es la razón por la que el tema energético México no es técnico ni económico, como debiera ser, sino ideológico. Borda en la ficción en el que se sostuvo la supuesta “identidad nacional”. Pero esta es una ficción que en una nación democrática tiene los días contados. El problema es que, al parecer, es todavía lo suficientemente fuerte como para impedir debates racionales acerca del petróleo. Es hora de vencerla de una vez por todas.

viernes, 15 de marzo de 2013

El Padre del Escepticismo Militante

 

El magnífico escritor, periodista y crítico social estadounidense Henry Louis Mencken (1880-1956) padre intelectual del escepticismo militante, se caracterizó siempre por ser dueño de un estilo radical e iconoclasta que no tenía respeto por nada ni nadie. “Opino que los mayores problemas humanos”, escribió alguna vez, “son insolubles y que la vida está totalmente desprovista de significado. Es un espectáculo sin intención ni moraleja. Detesto todos los esfuerzos por atribuirle una moraleja”. Si se la pone en contexto a su frase más citada (“Una carcajada vale lo que diez mil silogismos”), se advierte que utilizaba su sentido del humor -ácido, cínico y punzante- para evidenciar falacias, convencionalismos sociales y creencias populares. “Quienes más hicieron por la liberación del intelecto humano fueron aquellos pícaros que arrojaron gatos muertos en los santuarios y luego salieron a trajinar por los caminos, demostrando a todos los hombres que el escepticismo, al fin y al cabo, no entraña riesgos: que el dios montado sobre el altar es un fraude. Que una carcajada vale lo que diez mil silogismos”.

Pero el pesimismo crónico de sus reflexiones no le impidió a Mencken luchar por sus convicciones. No dudaba, por ejemplo, en juzgar a las mayorías (“porque las masas, libradas a sí mismas, reincidían en la elección de gobernantes ineptos”), o de atreverse a tratar de “charlatán sin dignidad” a un ex candidato a la presidencia de los Estados Unidos en una nota necrológica. Al menos eso fue lo que hizo con William Jennings Bryan, el fiscal durante un célebre juicio en contra del maestro de educación elemental John Scopes, que transgredió las “leyes de protección bíblica” del estado de Tennessee cuando decidió enseñar la teoría de la evolución de Darwin. Operaba con la hoy denominada “incorrección política” como su principal instrumental dialéctico. Tenía un absoluto desprecio por todo lugar común. Entusiasmó a los intelectuales de la época y, acaso a su pesar, se convirtió en una figura respetada e influyente. Decía cosas como, "Hasta donde me alcanza el entendimiento, y llevo años estudiando este hecho con profundidad y empleando a gente para que me ayude en la investigación, jamás nadie en este mundo ha perdido dinero al subestimar la inteligencia de las grandes masas."

A edad temprana descubrió el placer de la lectura a través de la lectura de Huckcleberry Finn, al que Mencken llamó “un magnífico libro libertario”. Era un nietzscheano convencido y un seguidor incondicional de Bernard Shaw. Dice Fernando Savater en el prólogo del menckeniano “Prontuario de la Estupidez Humana” que a pesar de los defectos propios de "su condición autodidacta", el autor destaca por "su enorme coraje intelectual y su contundencia expresiva". Inmortal es la lucidez de sus ataques demoledores contra la estupidez de la clase media, la mojigatería, las religiones organizadas y, por supuesto, los políticos. ¡Cómo se extraña a tipos como Mencken hoy que vivimos los tiempos de lo políticamente correcto, cuando casi nadie se atreve a llamar a las cosas por su nombre con claridad!

Murió convencido de que su cuerpo se disolvería en la nada.

jueves, 14 de marzo de 2013

 

“No entiendo de que se sorprenden, Che”, me dice Alberto, un simpático amigo argentino que tengo en Facebook, “Si Dios es argentino, Maradona es argentino, Messi es argentino, “¿Qué de raro hay en que el papa también sea argentino”. Pues papa argentino habemus, un jesuita que eligió llamarse Francisco I, cosa que no deja de llamar la atención habida cuenta de la acérrima rivalidad que han protagonizado jesuitas y franciscanos por siglos.

Nombramiento polémico no solo por las opiniones ultra conservadoras del nuevo pontífice sobre los temas del celibato sacerdotal, el aborto y el matrimonio gay (que, después de todo, eran de esperarse) sino también por el muy cuestionable papel de Bergoglio durante los años de plomo de la dictadura. Pero lo cierto es que ninguno de los “papables” hubiese estado exento de polémica. La iglesia Católica está inmersa en una profunda crisis, y ninguno de sus altos jerarcas está libre de culpa.

Queda descartado que Bergoglio vaya a ser un papa reformador. Lo más seguro es que siga la línea de sus dos inmediatos antecesores, los cuales detuvieron cuando no revirtieron un proceso de modernización que irrumpió en la Iglesia desde los años 60 y que iba en camino de tratar de reconciliar al catolicismo con la modernidad iluminista, la ciencia, las libertades civiles y la democracia. La sociedad moderna, con sus libertades, ciencia y técnica se convirtió en el paradigma para el mundo entero, mientras que la Iglesia Católica se vio transformada en un bastión de conservadurismo religioso y de autoritarismo político. A la luz de visiones y actitudes más modernas otras iglesias cristianas han crecido y se afirmaron en todos los continentes, en particular en América Latina. Para colmo, a la iglesia hoy la atosigan los escándalos de corrupción y pederastia, por no hablar de la lamentable y retrógrada actitud que esta institución insiste en mantener frente a las mujeres.

En fin, poco cabe esperar del nuevo papa en materia de modernización. Le perseguirán, como a Ratzinger, sombras de su pasado político. Al menos se puede decir de él que es Hincha de San Lorenzo de Almagro. Eso sí, habrá que advertirle al nuevo pontífice que se cuide de los albureros mexicanos con eso de que es “Bergoglio, el papa pancho”.

martes, 12 de marzo de 2013

¿Va en serio?

Mucho me sorprendió que mi amigo Raúl Trejo Delabre, uno de los expertos más reputados en el tema de medios que hay en nuestro país, se haya referido ayer en una nota de su perfil en Facebook sobre la iniciativa de reforma constitucional presentada ayer los dirigentes de los partidos y el presidente de la República como “un avance enorme hacia la pluralidad y la competencia en medios y telecomunicaciones”, para añadir que : “De aprobarse esas reformas y la ley reglamentaria, México tendría uno de los regímenes más avanzados en dicho terreno.” Alentadoras palabras de quien siempre ha sido un sólido crítico de las retrogradas políticas en materia de comunicaciones aplicadas por los pasados gobiernos de la República.

No conozco a fondo las características de la iniciativa. Mañana entrevisto al especialista Joaquín Álvarez del Castillo en Canal México para que me su versión. Pero, ojalá, de verdad ojalá la voluntad reformadora mostrada hasta el momento por la presente ad ministración vaya en serio. Urge incluir a México en la lista de “potencias emergentes”, y tal cosa no será posible mientras nuestro país sigo ocupando posiciones desfavorables en los �índices de competitividad internacional. ¡Ya basta de perder oportunidades para realizar cambios indispensables que contribuyan a meternos de lleno en la competencia mundial! Porque eso es lo que hemos hecho, perder oportunidades, una tras otra, y el caso de los dos pasados gobiernos panistas es uno de los más flagrantes. A pesar de los grandes beneficios que reportó al país el boom petrolero registrado a nivel mundial durante las administraciones de Fox y Calderón, los mexicanos no fuimos capaces de aprovechar la situación para para reducir de forma significativa los índices de pobreza, volvernos más productivos, dinamizar nuestras estructuras económicas, mejorar nuestros niveles educativos, y dotar a nuestros jóvenes de más y mejores conocimientos, herramientas y habilidades técnicas y científicas, tal y como ha ocurrido en países considerados hoy como exitosos, es decir, las famosas “potencias emergentes. Aunque tuvimos más dinero, no fuimos capaces de tomar mejores decisiones ni de generar mejores políticas públicas.

Los fracasos suceden una vez que las necesidades del corto plazo y/o las consideraciones políticas clientelares se imponen sobre las medidas de Estado y los proyectos visionarios. No podemos seguir siendo perennemente un país que pierde todas las oportunidades. México puede acelerar su crecimiento económico y colocarse a la par de países altamente competitivos si nos decidimos de una vez por todas a aprovechar nuestras ventajas, a hacer cambios trascendentales al modelo seguido hasta ahora (es falso que sea “neoliberal”) y a desplegar una estrategia moderna y más práctica de desarrollo, pero ello demanda -debe entenderse- la remoción de prejuicios y una vigorosa revaluación intelectual, anímica y organizacional de nuestra sociedad y del mundo en el que vivimos.


lunes, 11 de marzo de 2013

Dejemos de Hablar de Bufones

 

Dejemos de hablar de bufones como Hugo Chávez o Berlusconi para honrar un poco la memoria de políticos de otra estatura intelectual. Uno de mis favoritos de todos los tiempos es Benjamín Disraeli, descomunal estadista y escritor inglés quien fue también un artista de la sátira. Nacido en Londres en una familia judía de origen italiano, fue hijo de un muy agradable señor que estaba entregado por completo a sus tareas literarias. En la escuela y siendo muy niño, D. cobró conciencia de la diferencia que existía entre él y el resto de los párvulos, por eso su padre, convencido de que se judío sólo podría acarrearle dificultades en el seno de la intransigente sociedad inglesa, decidió bautizarlo. Disraeli siempre fue un hombre extremadamente inteligente y sensible dotado de una poderosa imaginación, dueño de una ambición que siempre lo indujo a ser el primero en todo. Sus características de líder y amor por el drama y la literatura hicieron que formase una compañía de teatro estudiantil. El estreno de su primer obra (una sátira, desde luego) le causó su expulsión del severo colegio anglicano donde estudiaba. Tenía entonces 15 años. Inició entonces una etapa de rabiosa formación autodidacta en la que leía todo cuanto había a su alcance. Esto llegó a preocupar a su padre, que decidió ponerle a trabajar, consiguiéndole un puesto como secretario.

Por las mañanas acudía al execrable trabajo y por las tardes leía pero obviamente tal rutina no satisfacía en absoluto sus altas aspiraciones. Por eso decidió tratar de hacer negocios. No obtuvo éxitos, pero lejos de desanimarse intentó sacarle provecho a la adversa situación sirviéndose de las experiencias adquiridas como tema de una novela que escribió en cuatro meses y que se tituló Vivían Grey, publicada en forma anónima y la cual fracasó rotundamente. Abatido por el nuevo revés, enfermó y sus padres decidieron abandonar Londres e instalarse en una casa en el campo. En medio de la tranquilidad rural, Disraeli escribió dos relatos satíricos Popanilla y The Young Duke y, más tarde, tras un intenso recorrido por Europa dos novelas: Alroy y Contarini Fleming. La primera es un relato del viaje en forma epistolar y la segunda es una autobiografía también llena de deliciosos tonos satíricos. Es justo tras publicar Contarani Fleming que llegó a la conclusión de que su verdadera vocación era la política, ya que la literatura no colmaba sus amplias ambiciones. Regresó a Londres e inició una larga y fructífera carrera política que mucho contribuyó a consolidar el poderío imperial del Reino Unido. Pero la política no interrumpió nunca su vocación literaria. Disraeli se daría tiempo para seguir escribiendo. Fue ya siendo un prominente líder que publicó su obra más importante: Coningsby, o La Nueva Generación, una preciosa sátira sobre el mundo de la política.

 

Desde luego, más allá de lo que puede leerse en sus escritos, la sátira disraeleana conoció sus mejores momentos en las sesiones parlamentarias. Dueño de una abismal cultura, de un supremo sentido del humor y de incomparable agilidad mental, Disraeli solía hacer pedazos a cuanto político se atrevía ponérsele enfrente. ¡Y de qué políticos hablamos! En el Parlamento de Westminster entonces se encontraban gigantes como Robert Peel, William Gladstone, John Russell y un largo etcétera de eminencias. La rivalidad más enconada (una de las más famosas de la historia, dicho sea de pasada) la tuvo con Gladstone, líder del partido liberal, cuyo fervor moral sólo era comparable a su capacidad fenomenal para el trabajo duro y el dominio de arcanos detalles financieros y administrativos, pero que también era capaz de hablar con notable fuerza de seducción al Parlamento y al público. Disraeli se especializaba en el empuje del sarcasmo fino y el epigrama envenenado, estrategia que orientada a la acritud en el debate parlamentario muy a menudo dejaba fuera de balance al severo y poco imaginativo Gladstone quien, por otro lado, podía ser contundente cuando se trataba del frío manejo de cifras y el conocimiento específico de temas.

Creo que no es necesario decir que actualmente México carece casi por completo de Disraelis y de Gladstones. Nuestra funesta clase política comparte, toda, de izquierda a derecha graves limitaciones intelectuales, escasa formación cultural y académica, nula capacidad de persuasión (que no sea la que da el marketing) y nuestra vida parlamentaria - foro donde en tantas otras latitudes se forman los líderes- es absolutamente impresentable. El mejor de los últimos tiempos fue, quizá, Porfirio Muñoz Ledo y eso es para ponerse a llorar, francamente.

jueves, 7 de marzo de 2013

¿De dónde debe ser el papa?


¡QUÉ IMPORTA QUE EL SUEÑO NOS ENGAÑE, SI ES HERMOSO!

La muerte de Chávez y las desenfrenadas muestras de luto y elogios excesivos de sus fans en Venezuela y en el resto de América Latina me recuerda que desde siempre me han dado tirria quienes se toman la vida demasiado en serio: los moralistas, los iluminados, los mesiánicos, y en general aquellos antipáticos personajes que viven para, según ellos, salvarnos a nosotros de nosotros mismos. ¡Cuídense, amigos de los iluminados! ¡Huyan de aquellos que creen estar siempre del lado del bien (o más bien, que creen que ellos son el bien) y de los que suponen que todo lo saben y todo lo pueden, y en el ejercicio perverso de ese delirio no tienen reparos en deformar la realidad objetiva que los rodea y a los seres humanos que la habitan!

Fue Anatole France quien escribió aquello de "¡Qué importa que el sueño nos engañe, si es hermoso!". Muy bien, pero debemos saber distinguir la calidad de los sueños. No son precisamente los sueños, por más desmesurados que sean, los que agravian, sino sus encarnaciones arbitrarias. Los políticos populistas como Chávez, Berlusconi y tantos más viven de las grandes mentiras, de enseñar espejos de humo, de vender sueños. Es cierto es que el origen del problema político consiste en que el aspirante a gobernar debe excitar en quienes serán sus gobernados la ilusión de que él tiene en las manos la llave de la solución, pero la realkidad es que cuando adquiere el poder no se juega con ilusiones o ideas absolutas sino con situaciones concretas, ordinarias, coyunturales. Benedetto Croce decía que “El hombre no es, sino que deviene incesantemente". En ese devenir perpetuo que sólo con la muerte termina hace que el ser humano viva en la constante aventura de lo incógnito. Es todos los días el mismo y, cotidianamente, distinto. Esta realidad elemental y por lo tanto fundamental, hace que la incertidumbre forme parte de la naturaleza humana. La política es un intento de resolver esas incertidumbres, por lo que sus afanes por la misma naturaleza de su origen, están condenadas a ser circunstanciales y momentáneos. Pretender soluciones absolutas y definitivas es intentar congelar la historia. Los intentos de esos absolutos en el siglo XX fueron la causa y la razón de los totalitarismos.

El estadista, es aquel que puede anudar lo que anhelaba Jeremías Bentham: "Ser un soñador de realidades y un realizador de sueños". Coordinar esfuerzos e interpretar anhelos, decía un amigo mío. Conoce, en primer lugar, sus propias limitaciones. Por eso, entre otras cosas puede y debe tener sentido del humor como para reírse de sí mismo. Los tiranos, los dictadores y la mayor parte de los políticos fallidos sobredimensionan sus aptitudes. Se toman demasiado en serio, y sobredimensionar las situaciones que uno vive lleva, irremediablemente, al ridículo.

 

Emily Ratajkowski Nude


Los Twitts del Oso


Dicen que la Maira era solo un tigre de papel....¡pero de papel higiénico, la cabrona!

Elba Esther Gordillo acaba de conocer la diferencia entre aprender y aprehender.

La retórica extremista de Beppe Grillo y otros por el estilo muy bien ilustra como la antipolítica radical puede llevar al fascismo.


Confirmamos lo que ya sabíamos: ¡¡Seth MacFarlane es un absoluto genio!!
Jesus Christ blessing a group of people

Enternece ver que el fervor con el que muchos izquierdistas profesan sus ideas es mucho más hondo y ciego que la fe del religioso más beato.

La incuestionable honorabilidad del presidente Pepe Mujica está por encima de posiciones políticas y trincheras ideológicas.

Noticias del atletismo: Pistorius cambio las carreras por el lanzamiento de bala.
El rayo sobre la cúpula de San Pedro y el meteorito en Rusia, ¿Son berrinches de Dios por la renuncia de B16 o anuncios de una nueva era?
Renunció un líder ineficaz, endeble e incapaz de entender los tiempos que vivimos. ¿Cuántos por aquí y por allá deberían seguir su ejemplo?

No deja de ser triste cuando se reconoce que la mayor virtud de un líder fue que tuvo el valor de renunciar.

Desde hoy tengo el honor de ser amigo en Facebook del gran general romano Marco Agrippa. Sólo espero que no me vaya a contagiar.


El procurador tiene sentido del humor. Bien por él!

Lozoya heredó de su padre el cariz de tecnócrata frio y distante.

La explosión fue como la burocracia mexicana: lenta y difusa.

martes, 5 de marzo de 2013

Don’t cry me for me…Venezuela.


 
La muerte de Chávez es una pésima noticia para la democracia en América Latina. Ahora se convertirá en leyenda, una especie de “Evito”, quizá hasta con su musical y todo (al tiempo). Mi esperanza era que sobreviviera y se responsabilizara del desastre en el que dejó a su país. Chávez mantuvo su popularidad a golpe de despilfarros, incluso después una larga temporada en el poder marcada por la mala administración, la inflación galopante, la irresponsabilidad financiera, el autoritarismo, la corrupción y el crimen rampante. El clientelismo masivo proporcionado por las millonarias ganancias petroleras le permitió contar con una presencia indudablemente poderosa en numerosos sectores populares de Venezuela, ello auxiliado por la ausencia de todo mecanismo institucional que asegure un gobierno limitado, rendición de cuentas o división de poderes. Eso sí, sería un muy grave error negar que el chavismo haya calado hondo en ciertos sectores sociales. El fenómeno chavista fue posible gracias a que la oligarquía venezolana gobernó de forma sesgada, incompetente y con una visión clasista, eso nadie puede negarlo, pero la solución populista siempre resulta, a la larga, mucho peor que la enfermedad.
Chávez y sus muy numerosos seguidores dentro y fuera de Venezuela  subrayan los logros de la revolución bolivariana en términos de reducción de la pobreza, la erradicación del analfabetismo y un mayor acceso a la salud, pero la estructura económica ha sido destruida sistemáticamente durante estos años. La inflación ha sido la más alta del continente americano en los últimos once años, mientras Venezuela es hoy más dependiente del exterior: las importaciones de bienes de consumo y de servicios ascienden de forma astronómica y el país importa el 80% del alimento que consume su población. Sectores independientes del sector salud reportaron la reaparición en el territorio nacional de enfermedades endémicas que ya habían sido erradicadas. El Estado de derecho no existe, la criminalidad (sobre todo el narcotráfico) aumenta constantemente de manera alarmante y Venezuela es el segundo país más corrupto de América Latina, únicamente superado por Haití, según la Organización no Gubernamental Transparencia Internacional.

Es cierto que gracias al uso clientelar, meramente asistencialista y sesgado que el régimen chavista dio a la riqueza generada por el boom petrolero verificado la primera década se este siglo -con precios promedio superiores a los 100 dólares por barril-, unos ocho millones de pobres lograron incrementar sus ingresos y mejorar sus condiciones de vida, pero esa realidad amenaza con esfumarse al primer enfriamiento de la economía, ante vertiginoso ascenso de la inflación y con el contante deterioro de los servicios públicos y la creciente criminalidad. Uso asistencial y clientelar porque ataca exclusivamente necesidades perentorias y de corto plazo sin atender la urgencia de establecer en el país condiciones para que el desarrollo social sea sustentable y de largo plazo. Sí, los sectores más humildes mejoraron su situación, pero eso sólo se logró de la “puerta para adentro” de sus casas, puesto que en lo que se refiere a servicios públicos estructurales como vivienda de calidad, vialidad, sistema de recolección de basura, drenajes, electrificación, las cosas empeoraron en los últimos años.
El gobierno de Chávez impulsó a cerca de una decena de programas sociales, conocidos como las “misiones” y unas redes de mercados estatales, que beneficiaron de manera directa a decenas de miles de personas en todos los estados del país y permitieron paliar, momentáneamente, las deficiencias de los servicios de salud y los efectos de la inflación. A esto se sumó el favorable desempeño que tuvo la economía entre 2004 y 2007, años en los que se dieron crecimientos entre diez y ocho puntos dl PIB venezolano. Pero los años de prosperidad económica comenzaron a hacer agua a partir de 2008 tras estallar la crisis financiera mundial que originó el desplome de los precios del petróleo, de donde proceden ¡90 de cada cien dólares que ingresan al país por exportaciones! Todo esto aderezado por el incontrolable crecimiento de la burocracia y el sector público.

La riqueza generada por el boom energético sirvió a Chávez para fomentar su popularidad mediante un grosero clientelismo, descuidando en el camino las inversiones de largo plazo garantes de la sustentabilidad del desarrollo social y económico de su país al futuro. Y es que quizá el principal pecado de la revolución bolivariana fue no superar la excesiva dependencia de la economía venezolana respecto al petróleo: más del 90% de los ingresos vienen del rubro energético a más de una década de régimen chavista.
Por cierto, que es en el renglón del comercio internacional donde se cae el mito principal del chavismo: el supuesto “acoso imperialista”.  El “inicuo imperialismo norteamericano” es, hoy por hoy, a más de diez años de iniciada revolución bolivariana, el principal socio comercial de Venezuela. En sus coloridas peroratas, Chávez afirmaba que buscaba nuevos mercados para sus hidrocarburos, pero lo cierto es que es sumamente alta la porción de sus ventas que destina a Estados Unidos. Rara forma la gringa de tratar de aplastar a un supuesto enemigo: comerciando con él en ingentes proporciones.

Gobierna regalando dinero y serás popular. Tienes recursos, luego alivias problemas perentorios a la gente más desprotegida, repartes, compras lealtades y votos, y ya está, ¡a refocilarse con la adoración popular y el fomento del culto a la personalidad! El problema es que el cuerno de la abundancia suele agotarse y si para entonces no has construido una alternativa viable para la distribución sostenible del ingreso todo se cae como un castillo de naipes. A final de cuantas el espejismo chavista terminará por difuminarse, sin que se haya conseguido superar la pobreza a largo plazo y sin lograr que la economía sea sustentable para un futuro carente de petróleo, pero ya el comandante no estará para rendir cuentas de ello. A otros tocará el desastre. Chávez está destinado a subir al olimpo de los héroes del imaginario de la izquierda latinoamericana al grado, quizá, del mismísimo Che Guevara. Y eso, insisto, es de lamentarse.

lunes, 4 de marzo de 2013

¿Cómo debe llamarse un papa?




A punto de empezar el cónclave  donde habrá de ser electo el sucesor de Pedro, el mundo se plantea un gran interrogante: ¿qué nombre elegirá el próximo papa? No es detalle menor. Nada de que “no por llamarse rosa la rosa tiene su perfume”. El nombre será la primera decisión importante que tome quien encabece los próximos años a la iglesia Católica y puede  significar un mensaje del perfil político que tenga el próximo papado. Muchos son los nombres que han adoptado los papas, pero solo un puñado son los que han repetido de forma reiterada: Juan ha habido 23, siendo el apelativo más socorrido en la larga historia del papado, seguido por Gregorio y Benedicto (16), Clemente (14), Inocencio y León (13), Pío (12), Esteban y Bonifacio (9) Urbano y Alejandro (8). En el último siglo se han utilizado los nombres de Pío, León, Juan, Pablo, Benedicto y -por supuesto- Juan Pablo, primer y único nombre compuesto usado por los papas hasta la fecha. Escoger un nombre en mucho puede identificar al nuevo papa con el precedente inmediato anterior. Si el futuro sucesor de Pedro eligiera ser Benedicto XVII sería inevitable deducir una continuidad con los ocho años del pontificado de Ratzinger, quien a su vez escogió este nombre en homenaje al hombre que encabezó la Iglesia durante el duro período de la Primera Guerra Mundial.

Se podría pensar que un eventual Benedicto XVII estaría abocado a concluir con los proyectos ya iniciados por su renunciante antecesor o incluso con la reforma de la curia romana. Ahora bien, si el nuevo pontífice escogiera ser Juan Pablo III, pues tendría que resignarse a vivir bajo la sombra del carismático Wojtila. ¿Qué tal Pablo VII? Dicen los que saben de estos temas que el Papa Montini, quien fue Pablo VI, eligió ese nombre porque sugería una gran apertura apostólica. Cultísimo y profundo, fue el papa que concluyó el histórico Concilio Vaticano II, iniciado por el adorable Juan XXIII. ¿Un sucesor con el nombre de Pablo o Juan? ¿Un pontífice que podría convocar a un nuevo Concilio? Ninguno de los dos sería un nombre fácil de llevar.

El nombre Pío está bastante quemado en virtud a que ha sido el nombre de algunos de los papas más reaccionarios y controvertidos de la historia. Pío VII fue encarcelado por Napoleón. Pío IX fue intensamente anti republicano y antidemocrático y vio extinguirse el poder terrenal de los papas, Pío X  condenó las nuevas tendencias de la modernidad, Pío XI fue el artífice de los Pactos de Letrán con Mussolini, el siniestro papel de Pío XII es objeto de gigantescos cuestionamientos.  Es por todo esto que llamarse Pío XIII sería considerado como una iniciativa conservadora muy en línea con la tradición preconciliar. De este nombre, mejor ni pío. Gregorio evocaría, también, a antecedentes de papas demasiado oscurantistas.  León está disponible desde 1903, cuando murió el papa Pecci, o sea León XIII, artífice de la encíclica Rerum Novarum. El tema de los derechos sociales consagrados en ese documento es de enorme actualidad.
Inocencio se prestaría a tremendas cabuleadas: ¡Ay Inocencio, otra vez! se oiría exclamar en las regiones de habla hispana cada vez que la regara. Sixto sería simpático, ya que le tocaría ser Sixto Sexto. Clemente se han llamado algunos de los más infames papas de la historia, tan malos que aun después de siglos son difíciles de olvidar. Alejandro es un nombre poco modesto que, además, evocaría los malignos recuerdos de los Borgia. Nadie ha osado llamarse Pedro II, o al menos hasta hoy ninguno lo ha intentado. Improbable será también que el nuevo Papa se decidiese por algún nombre en franco desuso como Simaco, Teófilo, Sósimas, Lino, Hilario o Telesforo. Más neutral y políticamente correcto sería decidirse por nombres como el de Esteban, Nicolás, Sergio, Martín o Adriano cuyos antecedentes son demasiado lejanos y desconocidos como para sacarle ronchas a nadie. En fin, veamos cual es el mensaje que le manda al mundo el próximo Papa.

 

domingo, 3 de marzo de 2013

30 días, la nueva y original alternativa de periodismo digital.

 
Tengo el honor de haber sido elegido director general del diario digital 30 Días, una nueva y original alternativa de periodismo digital.
Las propuestas de portales informativos por internet son competidos. El balance entre lo atractivo y lo actual puede hacer que muchas veces aquello que se presente pueda no ser siempre lo más interesante, lo más verídico, o incluso lo más relevante.
30 Días  nace de la necesidad de alimentar el pensamiento de una audiencia que reconoce lo necesario que es estar informado, pero también lo aburrido que puede llegar a ser. Al ser internet, el“cómo” de las noticias se hace flexible, dejando el “qué” igual de directo y conciso que siempre.
El tiempo siempre ha sido algo fundamental, y conforme las generaciones pasan, la información debe ser más corta y eficaz, pero sin dejar de ser objetiva e incluso crítica. El internet se caracteriza por ser el contenedor de una mezcla heterogénea de contenidos capaces de satisfacer todo tipo de gustos y necesidades, los cuales pueden ir desde un simple texto hasta un video en HD. Lo que hace a 30dias diferente a los demás es precisamente eso: lo conciso de su contenido, así como lo variado y lo entretenido. ¡Ojalá lo disfruten!
 

viernes, 1 de marzo de 2013

El Liberalismo “Hayekeano” de Nueva Alianza


 
Ahora que la Gorgona ha caído lo confieso: tuve un efímero y surrealista paso por la cosa esa que se llama Nueva Alianza, y por mi culpa el bodrio ese el único partido que tiene status de observador en la muy honorable Internacional Liberal. En uno de los episodios más absurdos de mi vida, una tarde de diciembre de 2005 quien a la sazón fungía (en el papel) como presidente del partidillo de Elba Esther, mi ex amigo Miguel Ángel Jiménez, me convocó a una reunión “ultra secreta” porque “un amigo suyo” me quería conocer. Total, que terminé en la casa de Fernando González (“Fer”), el famoso yerno de la hoy lideresa en desgracia, quien me invitó a cenar y a “echar una platicadita de política”. Presentes estaban algunos distinguidos dirigentes (en el papel) de Nueva Alianza, todos ex alumnos del ITAM, como se sabe, alma mater de lo más granado de nuestra tecnocracia. Todos ellos manifestaron en esa oportunidad muy arraigadas convicciones liberales. De hecho, la plática rondó sobre la necesidad que en México se tiene de contar con un partido genuinamente liberal. Según el famoso Fer, Nueva Alianza tenía toda la intención de levantar en México la bandera del liberalismo. Fue entonces cuando le pregunté al “yernísimo” si de verdad Elba y la dirigencia del SNTE conocen, han leído o, por le menos oído mentar en el transcurso de sus encomiables vidas las opiniones que tienen sobre el sindicalismo centralizado y autoritario y, en general, sobre el corporativismo pensadores como Hayek, Von Mieses, Friedman y Nozick. Mi interlocutor me aseguró categóricamente que sí, que la maestra “era una gran admiradora del pensamiento liberal” y que le encantaban los libros Rand “especialmente el que habla del Atlas (sic)”. “Ni hablar”, dije yo, “sorpresas te da la vida”. Total que al terminar el encuentro Fer me invitó a ser presidente de Nueva Alianza en el Distrito Federal, cosa que yo acepté (alego, para mi defensa, que para entonces ya me había zampado tres botellas de Ribera del Duero). “Muy bien, Pedro, para nosotros será un honor. Sólo preséntate mañana a las 10 am en el Holliday Inn de Calzada de Tlalpan para que seas electo y tomes posesión”, me instruyó Fer al despedirse de mí.

Fue así que una mañana perdida de invierno llegué al auditorio del citado hotel donde ya estaban sentaditos y en orden más de 700 “delegados” a la convención que habría de elegir a la nueva comisión ejecutiva del partido a nivel DF. Jamás había visto a ni una sola de las personas que estaban presentes, ni ninguna de ellas me había visto a mí la cara, pero eso no fue óbice para que, al momento de elegir al presidente, una persona propusiera con voz mecánica pero sonora: “propongo al compañero Pedro Aguirre”. “¿Alguien secunda esta propuesta?”, preguntó entonces  quien dirigía la farsa desde el presidium, a lo que varios “compañeros” de partido alzaron la mano para favorecer tan brillante idea. Salí electo de manera unánime.

Detesto a Elba Esther Gordillo. Es precisamente por esa razón que no duré en esta cosa ni dos meses.  De las espeluznantes escenas de auto denigración humana fui testigo en Nueva Alianza, como cuando durante una reunión entre la maestra y la dirigencia del “partido” todos los líderes  estatales fueron obligados a esperar durante ¡más de diez horas! En un salón contiguo a que la señora terminara una junta que tenía con el entonces secretario de Educación, un tal “Limón”. Lo sé porque a mí, en mi calidad de presidente de la cochinada esa en el DF, uno de los “profes” del sindicato me habló de improviso un viernes en la mañana para pedirme que asistiera de inmediato a “una importante junta”. “¿Cómo es posible que no nos avisen con tiempo?”, reclamé al tal profe Zepeda. “Es que urge tomar decisiones. Nuestra reunión se celebrará inmediatamente después de que termine una reunión del SNTE con funcionarios de la Secretaría de Educación. Por favor, no dejes de ir”, me explicó. En fin, tuve que ir. Cuando llegué vi a la inefable de la “maira” en plena reunión con los altos funcionarios de la SEP y paraditos en un salón contiguo, muy calladitos y dóciles, a los lidercillos neoaliancistas en espera de su turno. Era la 1 PM, más o menos. Cómo me di cuenta que la cosa iba para largo, me fui a comer con un amigo mío (el  “Bubus”). Estuvimos vacilando toda la tarde en Santa Fe y de regreso se me ocurre decirle a Bubus “Vamos a ver si de casualidad sigue la junta del partido”. Eran ya las 9:30 PM cuando regresamos al salón. Para nuestra sorpresa, seguía la junta de Elba con las autoridades de la SEP, mientras los sufridos jefes del partidillo seguían ahí, disciplinados y trajeaditos, esperando a ver a qué hora tendrían el alto honor de que la señora los atendiera.
La reunión para la que habíamos sido convocados empezó, por fin, alrededor de las 10:30 pm. No me quedé ni 20 minutos. Me revolvía el estómago ver como una mujer ostensiblemente vulgar, prepotente e ignorante humillaba a una caterva de ratones.

Pocos días después salí de Nueva Alianza, no sin antes aventarme un chiste en una reunión de no-se-que comité del partido en el que comparaba a la hoy defenestrada con una tarántula. Pero mi legado para  Nueva Alianza fue su estatus de observador en la Internacional Liberal, que aún conserva y que incluso ese nobilísimo personaje que es Quadri presumió durante su campaña. Fui yo quien les informé a los elba-itamitas de la existencia de una cosa que se llama Internacional Liberal, que reúne a todos los partidos y organizaciones de este signo ideológico que hay en el mundo, y que muy pronto celebraría su Congreso en la ciudad de Sofía, Bulgaria. Raudos los mentados dirigentes hicieron los trámites necesarios para asistir a tan magno evento allá por los Balcanes (no me llevaron los muy…) y presentar al partido más vertical y corporativizado de México (entre otras muchas “virtudes”, desde luego) como el único adalid del liberalismo en México. ¡Vaya país éste, donde los socialdemócratas son liberales, los liberales corporativistas, los ecologistas abogan a favor de la pena de muerte, los revolucionarios son institucionales, la izquierda es profundamente reaccionaria y la derecha hizo elegir como presidentes a personajes de la talla de Fox y Calderón!