miércoles, 20 de diciembre de 2017

Mitos y Realidades de la “Política Ciudadana”*



 En todo el mundo surgen opciones electorales que se auto denominan “ciudadanas” para tratar de distinguirse de la “política tradicional”, actualmente tan desprestigiada. Abundan por doquier candidatos ciudadanos que exponen como su principal virtud en la búsqueda de posiciones políticas la de, precisamente, no ser políticos, e incluso partidos y organizaciones de vieja raigambre adoptan el purificador apelativo de “ciudadano” para ponerse a la moda de los tiempos. Hacia las elecciones presidenciales de 2018 en México el PAN y el PRD bautizan un curioso intento de coalición “pos-ideológica” como “Frente Ciudadano”, al que se suma, gustoso, el Movimiento Ciudadano (no podría ser de otra forma) de ese viejo lobo de la política que es Dante Delgado. Personajes que militaron por décadas en partidos como El Bronco, Margarita Zavala y Armando Ríos Piter se limpian de todo pecado y pretenden, grotesca impostura, ser candidatos “independientes” junto con decenas de aspirantes más, todos ciudadanos impolutos, pero, eso sí, unos más orates que otros. La pregunta es: ¿De verdad es esta pretendida “ciudadanización de la política” la solución a los graves problemas de representatividad y eficacia que presenta hoy la democracia?
El derecho a votar y ser electo es un binomio elemental en cualquier genuina democracia, tal y como lo establecen todos los instrumentos jurídicos de defensa y promoción de derechos políticos y humanos internacionales. Los ciudadanos, de manera individual, están facultados para solicitar el registro como candidatos independientes a cualquier cargo de elección popular en la inmensa mayoría de los países del mundo. Pero debe frenarse la idealización. Las candidaturas independientes y no son ninguna panacea, sino una fórmula complementaria de la democracia representativa. Exagerar su importancia puede resultar contraproducente y dar lugar a una excesiva personalización de la política y los riesgos autoritarios que ello supone
La idealización de política ciudadana tiende a simplificar las relaciones de poder puede dar lugar a grandes desilusiones, en el mejor de los casos, y a autoritarismos, en el peor. La práctica de adular a los ciudadanos diciéndoles exclusivamente lo que quieren escuchar es tan vieja como la democracia misma y no debe sorprendernos que los pueblos, periódicamente, opten por los más descarados y cínicos demagogos en las urnas. En todo caso, lo que cambian son los medios de propalar los mensajes, los cuales viajan hoy a velocidad de la luz por el internet y las redes sociales. Sorpresa será cuando suceda lo contrario. El día en que la gente opte por un candidato más por su responsabilidad, formación y meticulosidad antes que su carisma o capacidad de emocionar a los electores llegaremos, quizá, también al final de la civilización tal y como la conocemos ahora. Mientras tanto, los recursos de populistas y demagogos seguirán siendo la mejor garantía de éxito electoral.
El discurso ciudadano corre el peligro de al que al confrontarse contra lo político se convierta en una estrategia facilona que haga sentir al electorado como una perpetua víctima de sus gobiernos: pobres hombres y mujeres que son objeto de constantes expolios de los malvados políticos y que carecen de toda responsabilidad alguna en lo que pasa a su alrededor. Se fomenta una hipócrita actitud enfocada a la destrucción de la política responsable y de los esfuerzos por tratar de abordar de manera racional las complicaciones de la vida real, con todas sus enrevesadas contradicciones. El carisma, las simplificaciones, el maniqueísmo y el victimismo sustituyen así la incómoda necesidad de profundizar.  La ciudadanía no quiere pensar, no quiere analizar, no quiere tener que estudiar nada. ¿Habrá alguien que se tome la molestia de leer los programas electorales? Todo debe ser todo masticadito, inmediato, facilito, listo para consumir. ¿Para qué partidos si lo mejor es un ciudadano impoluto y noble?
La antipolítica es un lloriqueo irresponsable que afirma que todos los políticos son iguales. Pero como no ha existido sociedad sin organización y autoridad, ese destierro de “los políticos” no es otra cosa que una invitación a otro tipo de liderazgo. En ese terreno abonado por la antipolítica no tarda en aparecer el caudillo: “Ha llegado la salvación, soy yo”. El líder autoritario es el mesías, el esperado, el cual no puede emerger de entre las estructuras de la política formal ni, mucho menos, llevar a cabo su misión redentora en los lentos y controlados cauces de la institucionalidad democrática. La exasperación con las discusiones políticas, la creencia de que los antagonismos se podrían erradicar si se antepusieran los “intereses nacionales” y que los conflictos sociales son accidentales y eliminables “si se hicieran bien las cosas”, evidencian una concepción de la política como simple gestión de “lo que hay que hacer”. Fruto de ese pragmatismo falsamente desideologizado que recorre este mundo lleno de ya Donalds Trumps, Bepes Grillos, Pablos Iglesias y Hugos Chávez.
Cierto es que los partidos están en profundos problemas, al grado que la viabilidad misma de la denominada “democracia representativa” está en entredicho. La democracia moderna tiene lo que a juicio de muchos es un irresoluble problema de representatividad, un dilema nada fácil de resolver. Por supuesto, no basta con la pretendida asepsia de la “ciudadanización”. Las controversias sobre el tema llegan a ser interminables y las respuestas esquivas. Si bien los organismos tradicionales de representación han perdido legitimidad y eficacia, nada ha surgido aun que pueda desafiar su preeminencia y nada puede vislumbrarse claramente en el horizonte, y más vale entender de una buena vez que el problema de la representatividad no se superará con simplemente aprobar algunas reformas electorales tales como la reelección legislativa, imponer restricciones al proporcionalismo electoral, dar rienda suelta a las candidaturas ciudadanas  y redactar una nueva ley de partidos. Pero mucho puede ayudar trabajar a fondo en la democratización interna de los partidos, lo que implica, en primer término, respetar escrupulosamente las reglas de organización internas, asegurar la participación de los adherentes en la vida del partido, descentralizar la toma de decisiones y propiciar métodos para la rendición de cuentas de la dirigencia sobre cómo se administran las prerrogativas de ley y los recursos públicos.
El vertiginoso desarrollo que experimentan las sociedades democráticas contemporáneas obliga a los partidos a procurar vivir en constante transformación. Por décadas se consideró que los partidos eran una especie de “ejércitos” para los cuales era imprescindible una estructura férrea y una incuestionable disciplina si es que querían salir victoriosos de la “guerra democrática”. Recuérdese, por ejemplo, la célebre ley de hierro de la oligarquía enunciada por Robert Michels: “quien dice organización, dice tendencia a la oligarquía” y la descripción de Max Weber de los partidos, a los que definió como “cuerpos que luchan por el poder marcados por la tendencia a dotarse de una estructura marcadamente dominante”. Para sobrevivir al siglo XXI, los partidos deberán transformarse para dejar de ser los andamiajes rígidos y burocratizados descritos por Michels, Ostrogorski y Weber, y convertirse en organismos dinámicos y flexibles.
Otro tema que ha vulnerado gravemente la credibilidad de los partidos es el del financiamiento. Es fundamental mejorar los mecanismos de fiscalización y ser muy cuidadosos en lo que concierne a las formas en las que los partidos obtienen recursos de campaña, así como vigilar de forma más estricta los topes de campaña. No faltan las voces que claman por finalizar el financiamiento público a los partidos, pero nada mejor que el derecho y en la transparencia como solución para evitar prácticas ambiguas o ilícitas. Las regulaciones sobre el control de los recursos públicos entregados a los partidos deben ser cada vez más estrictas. Ahora bien, el caso mexicano constituye una notable excepción, ya que el Estado otorga cuantiosos recursos a los partidos que han obtenido registro oficial, tras un proceso largo y complicado, y lo hace previo a la celebración de elecciones. El atípico caso mexicano de establecer condiciones muy difíciles de cumplir para que un partido pueda obtener el registro y, una vez alcanzada esta meta, soltar mucho dinero y canonjías ha corrompido notablemente al sistema de partidos. Como lo escribió el ex presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, “Mucho dinero ha tenido efectos perversos: ha burocratizado a los partidos, elevado sus nóminas, estimulado el clientelismo y los ha alejado de la sociedad. Asimismo, ha encarecido las campañas porque en lugar de que el dinero público inmunizara a los partidos de la adicción al dinero privado, ha atraído más dinero privado”. Dinero llamó más dinero. Los partidos se han convertido en administradores de “vacas gordas”, según expresión de Jorge Alcocer, después de décadas de haber sobrevivido con poco dinero, pero con mucha convicción, sacrifico y trabajo voluntario. Ahí empezaba el ciclo destructor de la mística de la lucha opositora. Para Alcocer “el dinero en exceso pudrió a los partidos”.
En México debe cambiarse la política de financiamiento a los partidos, pero ello pasa por una reforma electoral que elimine el proteccionismo del que disfrutan en la actualidad las organizaciones tradicionales. Se debe entender de una vez que en las democracias actuales existen criterios escalonados en lo concerniente al registro de los partidos políticos. Es decir, se exigen diferentes condiciones a los protagonistas electorales para participar en elecciones, recibir recursos públicos y acceder a la representación parlamentaria. Se necesitan condiciones más estrictas que las actuales para la obtención del financiamiento, el cual deberá cederse únicamente después de celebrada la elección y solo a las organizaciones que han demostrado poseer un mínimo de representación social real, tal y como sucede en la inmensa mayoría de las democracias actuales.
Como lo ha dicho Seymour Martin, nada erosiona más la vida democrática como el desprestigio y la parálisis de los partidos y su incapacidad para ofrecer respuestas eficaces a las demandas de la ciudadanía. No basta con reformar las instituciones y las reglas de la política sí se carece de una visión estratégica que permita recuperar la credibilidad en la política, hacerla eficaz y reconectarla con la gente. La labor demanda una genuina voluntad de la clase gobernante de transformarse a fondo para incrementar la participación popular en los procesos de toma de decisiones, ampliar los horizontes de ciudadanía, establecer mecanismos más efectivos para el combate de la corrupción. Si no se tiene en mente todo esto cuando hablamos de modificar un sistema político, los cambios podrían terminar por ser percibidos como superficiales o meramente cosméticos por la opinión pública.
También es posible que, dentro del maremágnum del nuevo orden social, cuyas estructuras están aún por definir, las formas de la democracia puedan renovarse y fortalecerse con aportaciones originales plausibles y modelos inspirados en prácticas comunitarias no necesariamente electorales. Movimientos, colectivos, organismos no gubernamentales y una enorme cantidad de grupos no vinculados con los mecanismos de organización política tradicionales ni interesadas en la participación electoral trabajan enfocados en abordar temas específicos. Renovar la democracia pasa por otorgar más poder de decisión a un mayor número de actores sociales, con un espíritu abierto que destierre la anacrónica idea de que sólo la acción gubernamental es suficiente para atender los temas sociales. Se requiere incorporar la energía e iniciativa de la sociedad en la formulación de un cambio razonado y participativo. Ello demanda descubrir nuevos términos de la relación humana; remoción de prejuicios, una vigorosa revaluación intelectual, anímica y organizacional y estar preparados para tomar más decisiones entre más alternativas y con más participación.

*Publicado en Campaing & Elections México 

sábado, 7 de octubre de 2017

Anarcoindividualismo y el Fin de la Política




Conferencia de Pedro Arturo Aguirre dentro del ciclo Posmodernidad y Anarquismo, 19 de octubre de 2017. Calle Lucerna 65, col. Juárez.

Posmodernidad y Anarquismo

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Kim Jong Un, el tirano sonriente



Inmenso es el dilema de los príncipes herederos de reyes o emperadores magníficos enfrentados al desafío de no ser menos que sus padres. Algunos hijos y nietos de estupendos monarcas han estado a la altura del reto o incluso lo han superado (Alejandro Magno, hijo de Filipo el Grande, es el caso más emblemático), pero muchos otros se han quedado cortos. Felipe III en España, sucesor de dos grandes personajes (Carlos V y Felipe II), prefirió dejar el poder en sus ministros y condenó a los Austrias a la decadencia; al filósofo Marco Aurelio lo relevó el payaso Cómodo; a Enrique II le siguió el inepto Ricardo Corazón de León y después el infame hermano de éste, Juan sin Tierra; al guerrero Enrique V, vencedor en Agincourt, el débil Enrique VI; y con Luis X, apodado como “el obstinado” por obtuso y tonto, comenzó la ruina de Francia a pesar de sus ilustres antecesores.

Si olvidamos a los grandes gobernantes y pisamos terrenos más sórdidos, vemos que algo irónicamente análogo ha pasado con los tiranos. Muy pocos hijos de dictadores han podido alcanzar en crueldad y vesania, pero también en habilidad política, a sus siniestros progenitores. “Baby Doc” Duvalier no pudo con la tarea de perpetuar el imperio de locura y vudú de “Papá”, Ramfis Trujillo se acobardó, Tachito Somoza huyó beodo y gimoteante de Nicaragua y muchos mozalbetes que parecían destinados a suceder a sus padres en el execrable solio del despotismo de plano nunca dieron señas de servir para algo más que las francachelas y el despilfarro: Nicu Ceaucescu, Uday Hussein, Teodorín Obiang, etc.

Kim Jong Un soporta sobre sus hombros esta responsabilidad de ser un “digno” heredero de sus antecesores. El abuelito Kim Il Sung, fundador de la dinastía, fue convertido en un “Dios entre los Hombres” y calificado como “Estadista Extraordinario”, “Guía Genial” e “Incomparable Ideólogo y Teórico” por un descomunal culto a la personalidad. El padre, el “Querido Líder” Kim Jong Il, fue objeto también de una descabellada deificación, aunque con características más artísticas y mundanas. Además de “Genio Portentoso”, “Estratega Invencible” y cosas como esas, Kim II fue escritor de las mejores óperas de la historia, autor de unos mil quinientos libros, insigne director de cine y un fenomenal golfista.  Eso sí, ambos combinaron el culto a sus amables personitas con una férrea opresión hacia el interior de Corea y una actitud aparentemente absurda e impredecible hacia el exterior que los convirtió en auténticos “perros locos” de quienes cualquier vesania podía esperarse. Una estrategia que, lejos de irracional, mucho les sirvió para consolidarse en el poder. 

En 2010 la salud de papá Kim decae de forma acelerada. El tema de la sucesión se adelanta inesperadamente. Ya había decidido el Querido Líder que uno de sus vástagos debía relevarlo, pero ¿cuál de todos? Kim Jong Il tuvo en el transcurso de su disparatada vida tres esposas y, por lo menos, seis hijos. Su primera esposa dio a luz a un niño, Kim Jong Nam. La segunda tuvo dos partos, ningún varón. La tercera tuvo dos muchachos y una hija. El concebido en el primer matrimonio era considerado el heredero, pero en 2001 fue descubierto en un lance insensato. Quien estaba destinado a reinar sobre uno de los últimos sistemas comunistas del orbe perdió el poder al tratar de visitar con su familia el parque temático de Disney en Tokio. Quizá no pudo con la carga psicológico que, para muchos, implica la primogenitura. Síndrome de Esaú, podría ser. Fue desterrado a Macao para supervisar algunos negocios familiares en esa Meca del juego y el narcotráfico. A veces, este desheredado se aventuraba a hacer alguna crítica al régimen de su medio hermano. Hacerlo fue un error letal. Por su parte, mucho se ha dicho que el segundo hijo varón, Kim Jong Chol, amante de la música pop y de las modas hípster, fue excluido de la sucesión por su aparente “afeminamiento”.
Ah, pero Kim Jong Un, el más pequeño de los tres (como la canción de los cochinitos), desde pequeño demostró tener aptitudes de mando, al grado que el papá se decidió por él. Le gustaba al dictador que desde niño este nuevo Kim fuese obstinado, berrinchudo y arrogante. Cuando cumplió ocho años, papi le regaló un uniforme de general, que el muchachito adoraba. Enfundado en él no se cansaba de gritonearle a todo el mundo órdenes e invectivas, generales del ejército y ministros del gabinete incluidos. Decidió entonces el Querido Líder que su retoño aprendiera idiomas y conociera las realidades del atroz capitalismo. Dispuso, por tanto, su inscripción en un colegio en Suiza. No destacó demasiado en la escuela, cierto, pero tampoco llamó la atención por gamberro, como sucedía con otros hijos de dictadores. Regresó en 2006 a Pyongyang para estudiar el inmortal pensamiento suche, fruto del genio ideológico de su abuelo, en la Universidad Kim Il Sung, y tras recibirse fue nombrado de manera expedita jefe de las fuerzas armadas.

Las complicaciones llegaron cuando el Querido Líder falleció en 2011 y Kim III debió improvisarse como nuevo líder y máxima deidad cuando ni siquiera había cumplido los treinta años. Muchos creyeron entonces que su permanencia en el poder era inestable y destinada a ser efímera. En occidente lo veían como un junior regordete y mimado sin voluntad de liderazgo. También era menospreciado en los círculos oficiales chinos. Pero aquí es cuando sacan la casta de tirano. Así como varios zares de Rusia (Iván el Terrible, Pedro El Grande, Catalina) y tantos otros monarcas que llegaron al trono quizá demasiado jóvenes y rodeados de intrigas, Kim sacó la conclusión de que la única manera de sobrevivir en el poder en los sistemas totalitarios es a base de implacables purgas y de ejercer un terror sin piedad. Se encontraba rodeado de líderes militares experimentados y funcionarios del partido, siendo el más peligroso e influyente su propio tío, Jang Song-thaek. Tras dos años de gobierno, Kim embistió sin miramientos contra su tío y lo humilló públicamente al ordenar su arresto durante una reunión pública y televisada. Jang fue ejecutado bajo cargos que incluían conspiración para asesinar al líder, pero también cosas como aplaudirle “con muy poco entusiasmo” cuando entraba en los eventos oficiales. La depuración consiguiente tocó a todos quienes eran considerados leales a Jang. Como algunos otros sátrapas, quiso Kim III ser algo extravagante en el terror, como para asustar más. Ordenó utilizar baterías antiaéreas en la ejecución de muchos de sus enemigos. Así sucedió, por ejemplo, con su ministro de Defensa, Hyong Yong Chol. Y es cierto que desde hace mucho en Corea del Norte se ejecuta por las razonas más nimias, crímenes tales como hablar por teléfono al extranjero, adquirir productos “capitalistas”, poseer pornografía y largo etc., pero Kim añadió a la lista cosas aún más insólitas. Por ejemplo. algún funcionario desvelado cabeceó un par de veces durante uno de los discursos del joven tirano. El dormilón pago su inoportuna somnolencia con la vida.

Fundamental para los déspotas es saber inspirar pánico, dar la impresión de ser capaces de las más extremas crueldades si es necesario. Por eso el nuevo Kim ha ordenado que a las ejecuciones asistan los miembros de la élite gobernante como testigos. Se calcula que en total se ha ejecutado a más de 140 oficiales de alto rango desde que este jovencito asumió el poder. La cereza en este pastel del terror ha sido el espectacular -casi cinematográfico- asesinato de su medio hermano, el criticoncito Kim Jong Nam, envenenado con el agente neurotóxico VX por gentes norcoreanos en el aeropuerto internacional de Kuala Lumpur a plena luz del día. Joven, sí, pero a estas alturas nadie puede negar que Kim Jong Un ha actuado con rapidez, astucia y extrema crueldad. Pocos esperaban que alguien tan inexperto y aparentemente frívolo fuera tan hábil para administrar una dictadura.

Ya con el camino allanado, se procedió a edificar el imprescindible culto a la persona del nuevo Kim, todo un reto en vista de lo colosales que lo han sido los erigidos en loor de abuelo y papá. Cierto es que se empezó de forma discreta. Al principio se le calificaba como “Brillante Camarada” y se hablaba de sus grandes dotes de tirador, de su genio incomparable para las matemáticas y de que era un ideólogo excelente y precoz capaz, ni más ni menos, de escribir a los 16 años un artículo analítico sobre el liderazgo de su abuelo durante la guerra de Corea. Bonito todo ello, sí, pero todavía muy lejos de la prosopopeya acostumbrada en este infortunado país en lo que concierne a la adulación de sus líderes. Pero a partir de las purgas y su consiguiente consolidación en el poder el culto a Kim III se ha incrementado de manera prodigiosa y va en curso de igualar al de los antecesores. Ya se dice de él que es un dirigente todopoderoso, genial e invencible. Se ha publicado y se distribuye masivamente un manual titulado “Actividades revolucionarias de Kim Jong Un”, donde se asegura que aprendió a conducir cuando tenía tres años, ganó una carrera de yates a los nueve y a los diez demostraba increíbles conocimientos científicos y humanistas. Se incluye en el texto una recopilación de las principales citas geniales del mandamás y las órdenes y directivas transmitidas al ejército y a los ministros. Obviamente, el estudio a fondo del manual es a partir de 2017 parte del curso obligatorio que deben seguir todos los funcionarios del Estado para poder ejercer sus funciones. Será un total de 81 horas lectivas sobre el pensamiento de Kim Jong Un, adicionales a las más de 300 que desde hace ya tiempo están dedicadas al estudio de la vida y obra del abuelo y el padre.

Asimismo, el Partido ordenó durante su reciente Congreso efectuar una “campaña de lealtad al respetado líder Kim Jung Un” con una duración de 70 días. Se trataba, sobre todo, de poner a los jóvenes del país a crear obras artísticas (poemas, obras de teatro, pinturas, etc.) dedicadas a glorificar la historia revolucionaria y los logros del nuevo dirigente. Se presentaron más de tres mil obas realizadas por jóvenes y estudiantes de todo el país. Mucho destacaron la obra teatral titulada "Somos los Héroes Jóvenes de un País Poderoso", que describe al líder como poseedor de "un gran honor y la confianza profunda del pueblo". También mucho gustó "Recipiente de Sangre", en la cual se exhibe mostraba el deseo sublime del líder para construir un país invencible y próspero. También abundaron las poesías épicas que ensalzaban tanto a Kim III como a su padre y abuelo.

Es cierto que, todavía, el líder se ha mantenido uno o dos pasos por detrás de sus predecesores en lo relativo a la intensidad del culto a la personalidad. Hay estatuas y retratos del abuelo de Kim Il Sung" y de Kim Jong Il en casi cada espacio público o vivienda. Hombres y mujeres adultos llevan broches con sus efigies encima del corazón. Todo esto aún no sucede con la imagen de Kim Jong Un, pero será cosa de tiempo. Durante el pasado Congreso del partido se rumoreó que en ocasión de tan magno evento se lanzaría un nuevo prendedor con la imagen de Kim Jong Un. No fue así, pero la idea, por alguna extraña razón, fue muy aceptada y elogiada. También está pendiente elevar el estatus del cumpleaños del sátrapa. Los calendarios todavía no destacan el 8 de enero como una fecha festiva, tal y como sucede con los onomásticos de abuelo y papá, pero hay buenos presagios que invitan a pensar que pronto se corregirá esta anormalidad. Por ejemplo, se acaba de apobar, y de manera unánime, en la Asamblea del Pueblo erigir cuanto antes un monumento que rinda tributo a los tres líderes de la dinastía Kim sobre el Monte Paektu, lugar considerado sagrado para la liturgia del régimen de Pyongyang.

Eso sí, el nuevo Kim conserva dentro de su culto su estilo personal. Prefiere cultivar una imagen algo relajada, de hombre de pueblo capaz de abrazar a sus soldados, visitar trabajadores en sus casas y arrullar bebés en las guarderías. Al contario de sus antecesores, a veces se deja ver acompañado de su esposa, Ri Sol-ju, una ex cantante que ama vestirse a la moda. También está ese maravilloso corte de pelo “al hongo” que, se dice, busca imitar un tanto el estilo del abuelito Kim Il Sung. Pero, sobre todo, Kim Jong Un es un tirano sonriente. Siempre anda por aquí y por allá paseando muy orondo su regordeta figura con una sonrisa de oreja a oreja, algo bastante inusual en los dictadores de todos los tiempos, sobre todo en los que tienen aspiraciones de ser dioses, quienes tratan en todo momento de proyectar el hieratismo y la sobriedad que, según ellos, debe caracterizar al hombre de Estado.

En cuestiones más mundanas, a Kim Jong Un muchos analistas de dan el crédito de flexibilizar los controles del Estado sobre la economía e impulsar un crecimiento modesto, así como por recuperar la confianza pública de la que disfrutaba el régimen dinástico en el periodo de su abuelo y que se perdió en buena medida bajo el mando de su padre, cuya gestión se recuerda -sobre todo- por la hambruna que devastó a Corea del Norte en los años noventa. Pese a las sanciones y el aislamiento internacional, Kim III ha mejorado en algo el acceso a la comida e incluso de algunos bienes de consumo, por lo menos en la privilegiada capital, al permitir más actividades comerciales. También ha iniciado un auge urbanístico en Pyongyang, donde se solo viven los ciudadanos más leales. Pero es la política internacional y, debe decirse, la suerte, lo que ha ubicado a Kim como uno de los protagonistas más importantes en el escenario internacional y reforzado su imagen al interior del país al consagrarse como “perro rabioso mundial”, figura que tanto ayudo a papa y abuelito. El desarrollo misilístico y del poderío nuclear iniciado por Kim Jong Il se ha sido impulsado espectacularmente en estos últimos cinco años. Ya se han realizado tres nuevas pruebas nucleares y hay evidencia de que se prepara otra. También bajo el gobierno del Kim Jong Un se han realizado cerca de 80 ensayos con misiles, más del doble de los que se hicieron durante los mandatos de papá y abuelito. ¡Qué orgullo deben de sentir ambos allá en el cielo suche, sobre el sacrosanto Paektu!

Hoy, contra de todos los pronósticos, Kim III se encuentra a punto de convertir a su aislada y empobrecida nación en una de las pocas en el mundo que pueden atacar a Estados Unidos con un misil nuclear, lo cual sería un desafío no solo al gobierno estadounidense, sino también a toda la comunidad internacional y a sus tradicionales aliados de Pekín. También vemos como este gordito sonriente, chabacano y brutal se ha vuelto uno de los referentes internacionales más destacados del orbe, incluso más de lo que fueron sus ancestros, pero eso se lo debe más bien al azar, a la inmensa suerte de haberle tocado la presidencia en Estados Unidos de un personaje aún más insolente, fatuo e insensato que él mismo Y digo más porque los Kim, los tres, fanfarroneaban como una estrategia razonada de supervivencia, mientras que Donald Trump lo hace por obedecer sus instintos de eterno adolescente. Nada pudo beneficiar tanto a Kim Jong Un en la consolidación de su poder que esa declaración torpe con la que Trump amenazó a Norcorea de ahogarla en un torrente de “furia y fuego”, hecha apenas un día después de que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara, con la anuencia siempre difícil de Rusia y China, severas sanciones económicas sobre el régimen de Kim III. Thank you, Donnie!

*Artículo publicado en la revista Campaings & Elections, septiembre 2017


miércoles, 15 de marzo de 2017

Elecciones en los Países Bajos 2017






Este es el link para ver el programa sobre las elecciones en Países Bajos 2017:
http://www.canaldelcongreso.gob.mx/vod/reproducir/0_bvbvapww/Elecciones_en_el_Mundo_2017%3A_Paises_Bajos

miércoles, 22 de febrero de 2017

Entrevista a Pedro Arturo Aguirre por Blanca Lolbee

Mi entrevista en TV Azteca con Blanca Lolbee


http://aztecatrece.com/desafio/videos/capitulos/la-democracia-esta-en-crisis/359251

miércoles, 25 de enero de 2017

Presentación del libro "De Winston Churchill a Donald Trump, auge y decadencia de las elecciones"

Se presentó mi libro "De Winston Churchill a Donald Trump, auge y decadencia de las elecciones", en el auditorio Gustavo Baz del Palacio de la Escuela Nacional de Medicina en pleno corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México. Tuve el inmenso honor de contar como invitados a Jorge G. Castañeda,  Luis Carlos Ugalde, Jorge Javier Romero y Jesús Ramírez Bermúdez. Fue una magnífica velada. ¡Gracias a todos! En especial, gracias a revista digital Neurociencias 30 Días www.neurociencias30dias.org y a grupo interdisciplinario de neurociencias y arte.

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