miércoles, 1 de julio de 2020

¿Hacia una “Internacional Populista”?



El ranking que muestra quiénes son los líderes más populistas de ...

Los populistas de todo el mundo se identifican entre sí y son solidarios entre ellos. La semana pasada, Donald Trump recibió en la Casa Blanca al presidente polaco, Andrzej Duda, quien días después (es decir, el domingo pasado) iría a las urnas en busca de su reelección.

La de Presidente de Polonia es una posición casi meramente emblemática. El verdadero hombre fuerte del país es Jaroslaw Kaczynski, el populista líder de facto del partido Ley y Justicia (PIS), pero los comicios celebrados a hace tres días constituyeron una importante prueba de popularidad para el PIS, justo cuando su hegemonía parece menguar.

Los populistas polacos son profundamente conservadores en los temas sociales. Duda movilizó a sus electores presentándose como el defensor de la familia tradicional y acusando a la "ideología de género” como “peor que el comunismo”.

El rival de Duda es el alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski. Ambos se enfrentarán en una definitiva segunda ronda en julio.  Trzaskowski es un decidido liberal quien protege los derechos de las minorías sexuales, aplica medidas contra la discriminación y aboga por más educación sexual en las escuelas.

En este contexto de reñida elección Trump invita a la Casa Blanca a su colega polaco para darle un buen espaldarazo con el anunció de un “muy probable” traslado a Polonia de tropas estadounidenses desde sus bases actuales en Alemania, establecidas desde el fin de la II Guerra Mundial.
Esta fue la primera vez que Trump recibió a un presidente extranjero desde el inicio de la pandemia. En todo momento fue muy generoso en sus elogios a Duda y respaldó, abiertamente, su reelección. “Al presidente Duda le está yendo muy bien en Polonia, está haciendo un trabajo excelente”, declaró sim ambages.

Polonia lleva tiempo tratando de obtener una mayor asistencia militar estadounidense, particularmente desde la anexión rusa de Crimea en 2014.
Con esta decisión Trump ahonda más sus divisiones con sus aliados occidentales, pero le da un respaldo quizá decisivo a los populistas polacos. “Envío con esto una señal muy fuerte”, dijo el presidente de Estados Unidos. ¡Y vaya si lo hizo! Tanto los miembros de la OTAN como incluso algunos senadores republicanos critican la medida como una forma de beneficiar a Putin.

Trump ayudó en la Casa Blanca a un gobernante populista con quien comparte ideas conservadoras y vocación autoritaria. No sería de extrañar si algún otro miembro de la “familia de hombres fuertes” muy pronto le devolviera el favor ahí mismo, en estos momentos tan difíciles para el magnate, quien atraviesa por un pésimo momento de cara a los comicios electorales de noviembre. ¡Catorce puntos porcentuales tiene actualmente Biden sobre Trump en las encuestas! Pero para eso están los amigos. “Internacional  Populista”, podría llamarse este singular club.

Pedro Arturo Aguirre
publicado en la columna Hombtes Fuertes
1 de juio de 2020

Jinetes del Apocalipsis



Jinetes del Apocalipsis - Wikipedia, la enciclopedia libre

A la memoria de Vily Serio

Después de la peste, ¿la guerra?

Xi Jinping y Narendra Modi son los hombres fuertes de los dos países más poblados del mundo, líderes ambiciosos y nacionalistas deseosos de alcanzar una mayor preeminencia mundial. Ambos, tras gozar de un período de éxitos, hoy encaran grandes obstáculos, tales como la ralentización económica, disensiones internas y, ahora, el coronavirus, el cual aún se extiende aceleradamente en India mientras China intenta contener un nuevo brote en Beijing.

China e India tienen décadas de protagonizar severas diputas territoriales en las regiones fronterizas del Himalaya. La semana pasada estos diferendos estallaron violetamente y costaron la vida por lo menos a 20 soldados indios.

China se ha negado a reconocer unas fronteras diseñadas durante la era colonial británica. En 1962, estos reclamos llevaron a una breve pero cruenta entre ambos los dos gigantes asiáticos, la cual acabó con una humillante derrota militar de India.

Hoy, ni Xi no Modi quieren perder prestigio. China protagoniza este rifirrafe en el contexto de una ofensiva en política exterior la cual incluye endurecer posicionamientos frente a Hong Kong y Taiwán, desplegar exhibiciones de fuerza en el mar del Sur de la China y una actitud contestataria frente a las acusaciones de negligencia frente al coronavirus vertidas por Estados Unidos y algunas naciones europeas.
Pero Modi es quien más puede perder. Su popularidad, muy alta durante los primeros cinco años de su mandato, hoy está amenazada.

Llegó al gobierno con un discurso populista. Proyectó el resentimiento de buena parte del electorado ante las élites políticas tradicionales y apelando al nacionalismo hinduista promovió la idea de desterrar el laicismo del Estado fundado por Nehru y Gandi para sustituirlo por un sistema dominado por la cultura hindú, donde las minorías (musulmanes, budistas, etc.) estén sometidas a severos controles y discriminación.

Por eso para el actual gobierno explotar la vena nacionalista es vital. "La soberanía y la integridad de la India es suprema, y nadie puede detenernos en su defensa", declaró Modi, jactancioso.

Pero pese a esta retórica agresiva, el enfrentamiento ha subrayado el rezago de India respecto a su vecino. La economía china es casi cinco veces mayor y en el campo estratégico global rivaliza con Estados Unidos.

India dese hace tiempo alberga visiones de un orden mundial multipolar donde espera desempeñar un papel significativo, quizá incluso un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero el país tiene demasiados pendientes a resolver antes de ver materializado este anhelo: temas de integración nacional, desarrollo regional, resolución de conflictos con sus vecinos.

Y, también, con los recientes combates quedó evidenciada la imposibilidad de ver a las potencias emergentes aliadas en un bloque común. El proyecto de los BRICS queda en entredicho.

Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
24 de junio de 2020


Oportunistas, negacionistas…y ridículos


La estrategia del avestruz » Enrique Dans 


A la memoria de Antonio Mondragón

La variopinta colección de sátrapas o candidatos a serlo que pulula en el escenario político actual se ha caracterizado por su deficiente e irresponsable gestión ante la pandemia del coronavirus. De entre ellos puede distinguirse, en general, dos tipos: los “oportunistas”, quienes han aprovechado de forma escandalosa las cuarentenas y restricciones obligatorias  para apretar más los mecanismos de control sobre sus gobernados, y los “negacionistas”, quienes en mayor o menor medida han minimizado la crisis y evitado tomar decisiones difíciles para tratar de dejar intacta su sacrosanta “popularidad”.

A este último grupo pertenecer líderes de países grandes como Trump, Putin y Bolsonaro, pero también en algunas naciones pequeñas se han dado casos de autócratas negligentes caracterizados por su voluntarismo, su fe en el pensamiento mágico e incluso por una atroz cursilería.

Alexander Lukashenko, dictador de Bielorrusia, calificó al coronavirus como una “absurda psicosis” y se rehusó a decretar confinamientos y medidas de distanciamiento social.  "No hay virus aquí. No los han visto volar, ¿verdad, conciudadanos?", preguntó a sus azorados gobernantes.
Aconseja ir a saunas y beber vodka como medidas para combatir el virus y ha subrayado las virtudes de “mantener una vida espiritual y sobria” como fórmula eficaz para mantener una buena salud.

Más absurda es la situación en Turkmenistán, donde el simple hecho de mencionar o escribir la palabra “coronavirus” es considerada un delito. Incluso portar en la cara una mascarilla puede ser motivo de arresto. Esta nación centro asiática tiene un presidente de nombre kilométrico: Gurbanguly Berdimuhamedow, quien ha fomentado un delirante culto a su personalidad. Ante la pandemia, la televisión nacional lo muestra hablando de remedios “medicinales” a base de infusiones, aromaterapias, rezos y mantras populares comunes en esta nación gracias a la generalizada práctica del chamanismo. “El pueblo sabe más”, asegura el señor presidente.
Otro caso donde, oficialmente, no existe el coronavirus es Corea del Norte. Cierto, la propaganda estatal ha informado sobre la pandemia, pero enfatizando el fracaso de Estados Unidos y (supuestamente) de Corea del Sur al combatirlo y presentando a los norcoreanos como un pueblo ordenado y feliz inmune a la enfermedad.

Y otro caso lo presenta la pobre Nicaragua. El gobierno del dictador Daniel Ortega también ha rechazado imponer las estrictas medidas introducidas a nivel mundial para frenar la propagación del coronavirus. Las consecuencias las paga la gente. En los hospitales hay largas filas, se han agotado las medicinas básicas en las farmacias y se multiplica, ya de forma escandalosa, la celebración de funerales apresurados.

Pero el gobierno niega la dimensión del problema, exalta las virtudes del pueblo e incluso ha promovido eventos masivos, como una absurda marcha convocada para promover al amor como fórmula infalible para vencer a la epidemia.

Pedro Arturo Aguirre
publicado en la columna Hombres Fuertes
17 de junio de 2020

El Falso Dilema Autoritario



Definición de maniqueísmo - Qué es, Significado y Concepto

La polarización es la fractura de las sociedades en detrimento de la pluralidad democrática y la cancelación de la política como el arte del consenso. Tiene sus principales bases teóricas en la crítica al parlamentarismo de Carl Schmitt (ideólogo del nazismo) y en teoría de la hegemonía  gramsciana (mal digerida por Ernesto Laclau), e irreductiblemente conduce al autoritarismo.

El demagogo se dirige siempre a las vísceras de la gente, excita pulsiones, prejuicios y deseos elementales. Rehúye en todo momento a la racionalización, siempre se dirige a la masa vulnerable a las emociones. El demócrata procura tratar a los ciudadanos como sujetos intelectual y moralmente autónomos.

Obviamente, contraponer de manera rígida pasión y razón, o retórica y lógica, es asaz arbitrario. Las neurociencias han destacado la contribución de la esfera emocional incluso para el funcionamiento mismo de la razón. Es imposible, e incluso indeseable, pretender depurar a la política de cualquier recurso simbólico, identitario o de la “irracionalidad”.

Además, los demagogos no vienen de la nada.  La fragilidad institucional es una condición para su éxito. El desprestigio de una clase política incapaz de procesar las demandas populares provoca un desencanto del cual necesariamente deviene la búsqueda de culpables, en el “blanco y negro”.
Aristóteles lo dijo: “el demagogo dice al pueblo aquello que el pueblo quiere oír; el pueblo quiere oír aquello que dice el demagogo”. Todo un círculo vicioso, fundamento de una narrativa bordada con elementos del “sentido común”. Cuando señalan a la clase política tradicional como “corrupta” no hacen otra cosa sino confirmar las certezas de la “sabiduría popular”.

La fuerza del discurso demagógico reside en los estereotipos y los lugares comunes, forma una retórica funcional en consonancia con esquemas (prejuicios, resentimientos) enraizados. Alrededor de ello se construye la polarización, el maniqueísmo de “buenos contra malos”, la “homogeneización de lo heterogéneo”.

Pero la polarización como estrategia para preservar el poder tiene sus límites, tal y como hoy lo comprueba Donald Trump, quien esperaba sacar provecho de los saqueos de los últimos días para afianzar el voto de los blancos. Todavía muchos comparan su actitud autoritaria a la estrategia de “ley y orden”, la cual tanto sirvió a Richard Nixon en los comicios de 1968. En realidad la situación se parece más al año electoral de 1992, cuando George Bush padre se vio seriamente afectado por los disturbios raciales consecuencia de la golpiza recibida en Los Ángeles por el afroamericano Rodney King.

Según las últimas encuestas, el 64 por ciento de los estadounidenses simpatizan con los manifestantes. La derrota de Trump se antoja inevitable si los votantes negros, los blancos con nivel universitario y los jóvenes millennials  asisten a las urnas en las proporciones como lo hicieron en 2012, año del triunfo de Obama.

Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres fuertes
10 de junio


Donald Trump y su “Banana Republic”



Are we now living next door to a banana republic? | Madawaska ...

Donald Trump prometió “volver a hacer grande a América”, pero  a causa de su fallida presidencia Estados Unidos se parece cada vez más a una república bananera.

La muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco en Minneapolis ha provocado una furiosa ola de violencia racial como no se había visto en Estados Unidos durante décadas, la cual ha sido exacerbada aún más por la retórica racista y autoritaria del presidente. Trump paga así el costo de su estrategia de constante polarización y discurso de odio. Es una buena lección para otros líderes proclives a recurrir a estas prácticas.

Las protestas atraviesan la base social del país y llegan hasta la verja exterior de la Casa Blanca. Estados Unidos arde y nadie sabe cómo acabará la pesadilla. Arde justo cuando por culpa de una mala planeación gubernamental, la otrora líder y paradigma del mundo libre es la nación del planeta con más muertes y contagios por la pandemia del Covid-19.
Para colmo, crecen los temores en torno a las elecciones presidenciales de noviembre, e incluso algunos analistas advierten sobre los serios peligros de un desplome del régimen democrático.

Trump cuestiona la integridad del sistema electoral, sobre todo de los mecanismos de voto por correo. Según las encuestas recientes, más de la mitad de los votantes estadounidenses desean votar por correo para evitar al coronavirus, pero el magnate acusa a esta forma de emisión de sufragios como “propensa a la manipulación”, eso sí, sin presentar una solo prueba o argumento sólido para sustentar sus afirmaciones.

De hecho, la ya célebre disputa entre Trump y Twitter se origina precisamente en una advertencia de la red social sobre la verosimilitud de un mensaje del presidente donde advertía sobre las supuestas “consecuencias fraudulentas” del voto por correo.

Ante este oscuro panorama, el Partido Republicano mantiene una total sumisión ante su “Caudillo”. Los republicanos han demostrado fehacientemente estar dispuestos a plegarse ante cualquier capricho de Trump, por ello no sería difícil atestiguar su complicidad con alguna artimaña presidencial de último momento para torcer el resultado electoral como, por ejemplo, una declaratoria el estado de emergencia en los estados más disputados o prohibir reuniones de más de diez personas a causa de un eventual rebrote de la pandemia.

Los más pesimistas temen la posibilidad de ver a Trump ensuciar los comicios en caso de una disputa cerrada, donde el escrutinio de las papeletas enviadas por correo sea lento. Incluso no descartan el inicio de investigación criminal contra Biden por parte del fiscal general Barr, quién ya ha demostrado su absoluta incondicionalidad a Trump.
Obviamente, una disputa poselectoral digna de Honduras o Gabón representaría un golpe fatal al, de por sí, menguante liderazgo mundial estadounidense.

Pedro Arturo Aguirre
Columna Hombres Fuertes
Publicada 3 de junio de 2020

¿Ganó Xi Jinping?


Xi Jinping coup: as Pooh Bear says: 'forever's too good to be true'


La Asamblea Popular de la República China se reúne esta semana en Beijing tras haberse superado en ese país la etapa más álgida del coronavirus. Es una institución casi meramente decorativa. Sus funciones son sumamente limitadas. Casi solo sirvió de escenario para la celebración del “triunfo de la guerra popular contra el coronavirus encabezada por el camarada Xi Jinping”. Sin embargo, incluso dentro de su futilidad le ha sido muy difícil disimular los daños efectuados por la pandemia a la gran potencia asiática.

Contrario al tópico, China no ha salido como la “gran vencedora” de todo este dilema sanitario mundial. En el terreno político muchos especialistas y sinólogos señalan el surgimiento de una importante disensión política dentro del Partido Comunista Chino. Se han dejado escuchar, sutilmente, críticas al estilo altamente centralizador del presidente Xi Jinping.

La rápida y draconiana respuesta de las autoridades ante la crisis ha sido muy elogiada, es cierto, pero arrecia en lo interno la disputa sobre el número exacto de muertos e infectados, los riesgos de una segunda ola de infecciones y la dirección futura de la política exterior, sobre todo en lo concerniente a las relaciones con Estados Unidos y a las medidas represoras en Hong Kong.

En el renglón económico el daño ha sido enorme. El PIB sufrió primer trimestre del año una contracción del 6.7 por ciento. China reactivó su actividad muy rápido, pero ni la guerra comercial con Estados Unidos ni la crisis global insuflan optimismo a una economía demasiado dependiente de las exportaciones. El desempleo se acercaba al 6 por ciento a principios de año y se calcula en 70 millones la cifra de personas sin trabajo por efecto del Covid 19. Otro lastre es el tamaño de la deuda pública, la cual representa ya un 310 por ciento del PIB.

La pandemia retrasará los magníficos sueños de Xi, quien se ha propuesto hacer de China una potencia “totalmente rica, desarrollada y poderosa" , y ello constituye  un problema muy serio para un gobierno cuya legitimidad reside no en las urnas, sino en su eficacia económica.

Muchos ven hoy el inicio de una especie de Pax Sinica, el indiscutible dominio mundial de China, triunfante en la contienda geopolítica con los Estados Unidos, sobre todo considerando la caótica gestión de la administración Trump. La aparentemente astuta reacción de China ante la crisis, la eficacia brutal del modelo autoritario al contenerla y la campaña mundial de ayuda ofrecida por Beijing al mundo sustentan este enfoque.
Pero un análisis más a fondo impide determinar a un ganador, más bien indica el relativo debilitamiento de ambas grandes potencias. Asoma en el  horizonte un desconcierto mundial donde el nacionalismo desenfrenado y las pugnas desplazaran al orden y la cooperación entre las naciones.


Pedro Arturo Aguirre

Columna Hombres Fuertes 
publicada 27 de mayo de 2020