domingo, 28 de julio de 2019

“Si el otro lado huele sangre, estás muerto”




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Tratar de intimidar es la principal estrategia de Donald Trump, pero desde hace tiempo son obvias las limitaciones de este método en lo concerniente a la política exterior actual y sus ingentes complicaciones. Quien lo entiende, lo entiende, y quien no, pues no.

Trump pretende utilizar su experiencia como hombre de negocios y hace con los países como si fueran mercanchifles. El arte de la negociación, para él, es fanfarronear, intimidar, amenazar para forzar a la otra parte a ceder y llegar a un acuerdo favorable.

Fanfarronería e intimidación son extraños los métodos tradicionales de la diplomacia tradicional, pero en este tiempo de hombres fuertes las cosas cambian rápidamente, y Trump ama el papel de ser el gran “bullyneador” internacional.

Ahora bien, esta estrategia casi nunca le ha funcionado.

Las crisis recientes de Estados Unidos con algunos de sus adversarios han exhibido a Trump como un negociador ineficaz, quien solo intimida pero es incapaz de cumplir sus amenazas.

En el manejo de crisis internacionales es difícil encontrar el equilibrio adecuado de diplomacia y coerción.

Recuérdese, por ejemplo, como amenazó al líder de Corea del Norte, el inefable Kim Jong Il. Empezó amenazándolo con la “destrucción total”, pero tras dos infructuosas cumbres el estrafalario  personaje enamoró a Trump  y cuando los coreanos reanudaron el lanzamiento de misiles el presidente incluso defendió a su nuevo amigo.

Tampoco Irán se dejó intimidar. Trump confiaba en llevar la situación al límite para atraer a Irán a la mesa negociadora. Pero no sucedió. Tanto el líder supremo espiritual de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, como el presidente Hasan Rohani subrayan continuamente la intención de no sentarse a hablar bajo presión con Estados Unidos.

En Venezuela, Maduro permanece en el poder a pesar de las amenazas de Estados Unidos. Pasa el tiempo y el dictador se carcajea cada vez más estentóreamente de otrora líder del mundo libre.

La guerra comercial con China es otro fiasco de los métodos intimidatorios. China ha recogido el órdago comercial de Trump y en plena crisis, Xi Jinping se reúne con su aliado Putin en San Petersburgo para afianzar su alianza y acusar a Estados Unidos de utilizar  “inadmisibles tácticas agresivas” para abusar de sus competidores, las cuales  suponen “un camino hacia conflictos interminables, guerras comerciales y tal vez no solo comerciales”.

En el libro de Trump The Art of the Deal hay algunas claves para entender sus estrategias negociadoras y contrarrestarlas, por ejemplo: “Me gusta provocar a mis adversarios para ver cómo reaccionan; si son débiles los aplasto y si son fuertes negocio”, “No puedes tener miedo. Haz lo tuyo, defiende tu posición, mantente firme y pasará lo que tenga que pasar”, y “Si el otro lado huele sangre, estás muerto” . 
Pedro Arturo Aguirre

¿Un “Hombre Fuerte” para el Reino Unido?


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 Desde el triunfo de la llamada “Feliz Revolución de 1688”, la cual consolidó de forma definitiva su sistema parlamentario, el Reino Unido no ha sido proclive a caer en las garras de demagogos .

Los dirigentes políticos de Albión han sido quizá pérfidos, pero poco propensos a padecer delirios megalómanos.

Cualquier exceso en este sentido ha sido castigado en las urnas, como aquella necedad de Margaret Thatcher de imponer un Poll Tax, a finales de los años ochenta.

Quizá la razón de esto reside en el carácter inglés, curtido de una fina ironía, un legendario pragmatismo, una deliciosa excentricidad y una sabia idea: “la vida no es para tomarse demasiado en serio”.

Durante el siglo XX el Reino Unido se mantuvo al margen de los enfrentamientos ideológicos, los sueños utópicos y los fanatismos devastadores.

Arthur Koestler definió al británico como un pueblo por naturaleza “sospechoso de toda causa, desdeñoso de todo sistema, aburrido por las ideologías, escéptico con las utopías”.

Sin embargo,  al parecer todo esto se ha acabado. La insensatez del Brexit dio al traste con la leyenda del sentido común británico.

El electorado inglés se entregó, sin más, a las falacias, prosopopeyas y falta de escrúpulos de demagogos impresentables como Nigel Farage y de varios dirigentes del Partido Conservador famosos por su exceso de egocentrismo, siendo el principal de ellos el carismático ex alcalde de Londres, Boris Johnson, hoy gran favorito para suceder a Theresa May como primer ministro.

No es todo deleznable en la carrera pública y personalidad de Boris. Es un individuo intelectualmente brillante: escritor de mérito, polémico columnista, dueño de un magnífico sentido del humor, capaz de citar a Milton, a Shakespeare y a los trágicos griegos. Es extraña tanta solidez intelectual en los pedestres dirigentes populistas de por aquí y por allá.

Pero Boris también es un megalómano excéntrico y bufonesco. Como uno de los principales exponentes del Brexit realizó una campaña llena de mentiras y nacionalismo chabacano.

También fue mediocre su desempeño como jefe de la Foreing Office, caracterizado por sus constantes salidas de tono.

El hombre sencillamente no es de fiar, incluso en opinión de muchos de sus correligionarios, y eso podría impedir su llegada a Downing Street.

Porque pese a ser el gran favorito de las bases, para poder salir electo nuevo líder de los tories Boris deberá, primero, ser aprobado por un número suficiente de parlamentarios de su partido.

Con la demagogia e irresponsabilidad  de Boris, el Reino Unido arriesga una salida sin acuerdo de la Unión Europea, lo cual significaría una catástrofe económica.

La figura de un “hombre providencial”, de moda en estos tristes tiempos, también podría imponerse en el Reino Unido. ¿Se jugará tan arriesgada apuesta una nación otrora flemática?

Pedro Arturo Aguirre

Llegaron para Quedarse por Mucho Tiempo




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Nada los detiene: ni sus promesas incumplidas, ni su corrupción, ni su ineficiencia como gobernantes. Los hombres fuertes llegaron para quedarse, y al parecer será por mucho tiempo.

Hace un par de semanas, Benjamín Netanyahu fue reelecto en Israel a pesar de enfrentar graves escándalos de corrupción.

En Venezuela se mantiene la pertinaz presencia del infame gobierno de Maduro.

Duterte salió reforzado en las elecciones legislativas y municipales celebradas hace unos días en Filipinas.

Pese al desgobierno italiano, la figura de Salvini sigue al alza.

Las perspectivas de reelección rumbo a las elecciones presidenciales del año entrante para el impresentable Donald Trump no son nada despreciables.

Por su parte, la semana pasada Narendra Modi obtuvo una aplastante victoria electoral no obstante haber abandonado muchos ofrecimientos de campaña y representar una amenaza para los cimientos mismos de un Estado creado como inclusivo, laico y plural por sus fundadores.

India es una nación cada vez más fragmentada a causa de un gobierno cuya  principal característica ha sido polarizar a la sociedad con los temas de la identidad religiosa y nacional.

Modi ha vulnerado el espíritu de la Constitución de su país al enfatizar las diferencias entre comunidades y promover formas de segregacionismo entre ellas.

En la India viven casi 200 millones de musulmanes y en los últimos años se ha registrado un aumento de los reportes de violencia, con linchamientos incluidos.

Según un informe reciente de la ONG Human Rights Watch, se han contabilizado 44 víctimas mortales víctimas de linchamientos entre 2015 y 2018, durante el gobierno de Narendra Modi.

Los nacionalistas partidarios de Modi lo defienden y destacan su supuesto logro de “haber revitalizado el legado cultural e histórico del  país destrozado por los británicos”.

El primer ministro, según dicen, es popular entre los pobres gracias a sus programas sociales y a su capacidad de comunicarse con ellos y acusan a “esos intelectuales universitarios” de estar desconectados de las masas.

También están orgullosos de tener un gobernante fuerte capaz de devolverle a la India un lugar preponderante en el mundo. "Para sobrevivir hace falta un líder potente, y la prueba de ello son Rusia y Estados Unidos”, afirman.

El mismo discurso antiélites. La misma “gran revancha” del pueblo frente al poder establecido. El mismo triunfo del guía mesiánico y paternalista en detrimento de cualquier racionalidad.

Modi ha fracasado en su promesa de relanzar la economía india. En 2018, el desempleo alcanzó el 6.1 por ciento, la cifra más alta en 45 años, la situación de millones de trabajadores rurales es cada vez más precaria y son evidentes las señales de ralentización económica.

Por eso la campaña de Modi olvidó la economía y giró en torno al nacionalismo hinduista.

Y eso le bastó para ganar por amplio margen
Pedro Arturo Aguirre

Euroescepticismo y Liderazgos Personalistas




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La Unión Europea vive la peor encrucijada de su historia y con esa triste realidad como telón de fondo esta semana se celebran elecciones al Parlamento Europeo.

Los populismos de derecha han sabido canalizar con demagogia y discurso de odio una década de inestabilidad económica y financiera, la crisis de los refugiados, el descrédito de la clase política tradicional y la desconfianza en unas instituciones europeas a las cuales consideran responsables de severas políticas de austeridad.

Ahora aspiran a consolidar su auge. Ya poseen el 20% de los escaños de la Eurocámara, pero ahora algunas encuestas les indican la posibilidad de ganar hasta el 30 por ciento de los 751 diputados que tiene el cuerpo legislativo continental.

Actualmente los populismos de derecha están presentes en 21 parlamentos de países comunitarios y participan como socios en coaliciones de gobierno en Austria, Italia, Finlandia, Eslovaquia, Letonia y Bulgaria. En Hungría, República Checa y Polonia gobiernan como fuerzas conservadoras formalmente tradicionales, pero han asumido el discurso y las prácticas de los más radicales.

Desde los convulsos años treinta del siglo XX las fuerzas ultranacionalistas no habían tenido tanto poder. Sin embargo, este preponderancia tiene debilidades: diferencias en temas económicos, culturales y sobre la relación con Rusia. También pesa el poderoso personalismo de algunos de sus líderes.

Marine Le Pen y Salvini han moderado un tanto su postura y ya no cuestionan la existencia de la Unión Europea, sino plantean “reformarla desde dentro”, mediante el fortalecimiento de las soberanías nacionales. Más radicales en su euroescepticismo son Wilders y algunos grupos de Europa del Este, por no hablar de los británicos.

En los temas culturales y sociales los ultras polacos, húngaros, españoles y alemanes hacen hincapié en el cristianismo como uno de los componentes esenciales de la identidad europea. Le Pen y Wilders serían algo más "progresistas".

También Salvini y Le Pen se caracterizan por simpatizar con Putin, pero en una posición opuesta se encuentra el Partido Derecho y Justicia, de Polonia y el movimiento de “Verdaderos Finlandeses”.

No deja de tener trascendencia el duelo entre las figuras carismáticas. Cierto que Salvini ha cobrado gran notoriedad en esta campaña, pero ello no necesariamente se traducirá en un liderazgo efectivo a futuro. Hay egos demasiado grandes.

La influencia de los euroescépticos dependerá de su capacidad para impulsar metas comunes. Sin embargo, jamás han sido capaces de integrar un grupo totalmente homogéneo en la Eurocámara, pese a reiterados esfuerzos por conformar una sola familia política.

En general, ellos quisieran una Unión Europea convertida en un  mero espacio de intercambio económico, pero con las “identidades nacionales” reforzadas, fronteras impermeables a la inmigración y sociedades protegidas ante la globalización.

Pero divergencias en políticas concretas y rivalidades personalistas pueden darle un cierto respiro al alicaído proyecto europeísta.

 Pedro Arturo Aguirre

La Construcción del Culto a la Personalidad




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Los cultos a la personalidad capaces de arraigar e incluso, en algunos casos, de trascender la vida del líder idolatrado son aquellos cuyo origen es espontáneo y producto de la férrea voluntad del pueblo en creer, a como dé lugar, en las cualidades extraordinarias de un “Salvador”.

La gente de todas las latitudes del planeta ama entregarse a lo irracional, creer en milagros y en hombres providenciales. Ello es tan viejo como la humanidad misma.

Para algunos estudiosos del culto a la personalidad, tres factores son indispensables para forjar una intensa adoración: carisma, elocuencia e inteligencia táctica. 

Pero ello no es necesariamente cierto. El populismo latinoamericano ha demostrado como una característica más importante saber conectar con las ansias místicas del pueblo.

En nuestra región prevalece una diversidad de creencias y religiones las cuales cohabitan con sus distintos ritos y devociones. Esta convivencia es flexible, adaptable y prohíja fervores mágico-religiosos, caldo de cultivo ideal para políticos con delirios mesiánicos. Esto lo han sabido, entre otros, el matrimonio Perón, Evo Morales, Rafael Correa y, sobre todo, Hugo Chávez.

Millones de  venezolanos querían ver en el comandante cualidades sobrehumanas, decidieron ver en el presidente a alguien capaz de atender todos los problemas y brindar todas las soluciones, a pesar de la palmaria incompetencia de su gobierno.

Científicos, tecnócratas, especialistas quedaban muy cortos en sus juicios ante la sabiduría de Chávez, quien contaba con la gracia divina y, como encarnaba al pueblo, siempre tenía la razón.

Tras la muerte del comandante, Nicolás Maduro convirtió su endiosamiento del comandante en el eje de su supervivencia política. Por eso el discurso oficial presenta a Chávez con el título de “máximo redentor de los pobres”.

También se echa mano, sin escrúpulo alguno, a la vocación cristiana de la mayoría de los venezolanos al afirmar cosas como  “fue un Cristo, hizo milagros en vida y con él la cruz recobró su símbolo antiimperialista”.

El culto post mortem a Chávez  supone prácticas religiosas las cuales fusionan elementos propios de la santería y la brujería con celebraciones eucarísticas y oraciones comunitarias presididas, muchas veces, por sacerdotes católicos.

Un fenómeno de santificación solo comparable al experimentado por ese otro ídolo de la mística populista latinoamericana: Eva Perón, o “Santa Evita”, “abanderada de los humildes”, “jefa espiritual de la Nación argentina”.

Todo ello es muestra de cómo saber construir una especie de “nexo místico” con el pueblo en una región tan crédula es el verdadera clave en los cultos a la personalidad en América Latina, y para ello ni siquiera es necesario contar con una personalidad arrolladora o tener una elocuencia extraordinaria.

Basta con un demagogo lo suficientemente hábil y sensible para ser capaz de entender y manipular las enraizadas inclinaciones místico-religiosas de los gobernados.
Pedro Arturo Aguirre

La Prensa Libre “Enemiga del Pueblo”




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Para los líderes autoritarios de hoy, como para los de siempre, la abolición de la libertad de prensa es objetivo prioritario. Ahora, la idea es reducir a su mínima expresión a los medios de comunicación tradicionales y sustituirlos por mecanismos de fácil creación y manipulación en internet, útiles para difundir propaganda, fantasías y mentiras.

Este epíteto de “enemiga del pueblo” para referirse a la prensa crítica fue acuñado por Donald Trump en sus tiempos de campaña electoral. Le ha llamado también “asquerosa”, “escoria”, “la forma más baja de vida”, “basura” y “divulgadora de noticias falsas”.

Donald sería feliz si pudiera facilitarle a los políticos las formas de poder demandar legalmente a los periodistas y opinadores.

Las descalificaciones de los demagogos contra la prensa son potencialmente peligrosas. Como lo expreso en una editorial el New York Times, llamar a los periodistas “enemigos del pueblo” es amenazador para la vitalidad de la democracia y envía una señal a los déspotas de todo el mundo para tratar a los periodistas como “un enemigo interior”.

En estos momentos ello se comprueba constantemente. Las acciones de los hombres fuertes contra la libertad de expresión se multiplican por doquier.

El Código Penal turco incluye una disposición para castigar el delito de “difamación al Presidente de la República”, y con el pretexto del intento de golpe militar de 2016 contra Erdogan se cerraron, por decreto, 16 canales de televisión, 26 emisoras de radio, 40 periódicos, 15 revistas y 28 editoriales.  

En Rusia, Putin hizo promulgar leyes sobre la “difusión premeditada de noticias falsas y las ofensas a los símbolos patrios” las cuales propician amplias limitaciones a la libertad de expresión y opinión.

Asimismo, la lista de periodistas rusos muertos en extrañas circunstancias es larga y creciente.

En América Latina es evidente el incremento de todo tipo de agresiones, de las verbales a las físicas, perpetradas contra la prensa libre por los gobiernos de corte autoritario y populista.

En Cuba, donde una severa censura prevalece desde hace décadas, la nueva Constitución mantiene el ejercicio de la libertad de expresión como una conducta delictiva.

El acoso a la prensa libre en Venezuela es generalizado y va dirigido contra los periodistas y los medios donde trabajan, blanco constante de medidas judiciales, policiales, financieras y fiscales.

En Brasil, la agresividad contra el ejercicio del periodismo por parte de Bolsonaro ha estimulado una creciente ola de ofensas en las redes sociales contra la prensa crítica por parte de bots y militantes favorables a su gobierno.

Líderes incapaces de responder con argumentos y datos duros a las críticas optan por injuriar públicamente a los periodistas y medios de comunicación. Este tipo de irresponsables excesos verbales envalentona a los extremistas y amenaza la seguridad personal de los informadores.

 Pedro Arturo Aguirre

La Extrema Derecha Reaparece en España




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Las elecciones españolas de ayer confirmaron la muerte definitiva del sistema de bipartidismo imperfecto PP/PSOE y establecieron un escenario multipartidista de difícil manejo.

Las familias políticas tradicionales (socialdemócratas, conservadores y liberales) confirman por toda Europa su caída elección tras elección en beneficio de partidos radicales, nacionalistas, populistas y “antiestablishment”.

A la derecha nos encontramos a la xenofobia antiinmigracionista y al nacionalismo a ultranza, y a la izquierda a movimientos de corte populista.

España se ajusta bien a esta lógica. Tanto los gobiernos socialistas como los populares perdieron sus brújulas ideológicas y programáticas.

Sin embargo, la fragmentación española presentaba una excepción: no había surgido una opción xenófoba de derecha. Como resultado de la crisis económica y del desgaste del binomio PP-PSOE en el gobierno surgieron dos grandes organizaciones para desdibujar la dominancia.

Una de ellas, Ciudadanos, es un caso raro por constituir uno de los pocos ejemplos de organizaciones emergentes no ligadas al radicalismo político.

La otro, Podemos, transitó de un discurso de izquierda cuyo propósito declarado era “asaltar el cielo” a, ahora, aparecer como un partido de izquierda normal, casi socialdemócrata.

Esto, desde luego, sin olvidar la forma de como el panorama político español ha sido influido poderosamente por los anhelos centrífugos de los partidos independentistas catalanes.

Ayer apareció, por fin, de la extrema derecha. La organización VOX  obtuvo más del 10 por ciento de los votos. Su líder, Santiago Abascal, ex militante del Partido Popular, ha sabido aprovechar el profundo descontento creado por la crisis catalana en sectores importantes del electorado español más conservador y también por los numerosos escándalos de corrupción protagonizados por políticos del Partido Popular.

Las banderas de Vox son rancio nacionalismo español, eliminación de las autonomías, miedo a la inmigración, antifeminismo, defensa de la tauromaquia y los derechos de los cazadores.

Pretende también eliminar el aborto legal y en su españolismo acérrimo quiere arrebatar de los británicos el control de Gibraltar y levantar muros alrededor de Ceuta y Melilla para frenar a los migrantes.

¿Llegará Santiago Abascal a convertirse en una especie de “Mateo Salvini español”? Es decir, en un “hombre fuerte” cuya influencia en la política española llegue a ser irrefrenable, tal como sucede con Salvini en Italia. Ello dependerá de cómo evolucione la compleja situación política española.

El Ejecutivo resultado de la elección de ayer enfrentará un difícil escenario de inestabilidad y de dependencia ante los partidos independentistas catalanes.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias transitarán por un campo minado. La situación puede polarizarse muchísimo.

La formación de un bloque de derecha más perfilado ya se asomó en esta elección y se consolidaría en el futuro cercano si la izquierda fracasa en formar un gobierno plausible. Muy probablemente la influencia de Abascal y su partido sería considerable en un eventual gobierno conservador.
Pedro Arturo Aguirre

No Hay Populismo sin “Pueblo”







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Con algunas variantes en los estilos y realidades locales Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa -los tres principales exponentes, hasta ahora, de la ola neopopulista latinoamericana- fueron electos en primera instancia para cambiar el statu quo y garantizar equidad social. 

Los tres lo pretendieron hacerlo mediante la relación directa y paternalista líder-pueblo, sin mediaciones organizativas o institucionales, donde los seguidores están convencidos de las cualidades extraordinarias del caudillo y creen en el intercambio clientelar como infalible fórmula para mejorar su situación.

También les fue común utilizar una retórica de ruptura y enemistad con un enemigo externo (el imperialismo)  e interno (la oligarquía criolla), y un discurso digno de la etapa de guerra fría el cual se antojaría obsoleto ante las realidades del siglo XXI, pero cuyo éxito consiste en la capacidad de verse reflejados como “redentores”. 

Estos líderes han trastocado los valores de la democracia. Triunfaron claramente en las urnas y recurren como gobernantes a las elecciones como un instrumento legitimador, pero han propiciado incontables acometidas contra las instituciones con un ejercicio arbitrario del poder, la personalización de la política y numerosas reformas legales y constitucionales tendientes a concentrar en sus manos el proceso de toma de decisiones.

Sobre todo, han demostrado ser adversarios jurados del pluralismo. 

En su lógica el caudillo está por encima de las reglas, del Estado de Derecho y de las instituciones, las cuales son primero utilizadas para después ser despreciadas.

Se trata de “alcanzar la hegemonía”, de acuerdo a los escritos del autor argentino Ernesto Laclau, principal doctrinario del neopopulismo, y también a la obra de quien fue su padre ideológico, el fundador del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci.

La voluntad del Caudillo se  convierte en ley porque al ser él la genuina encarnación del Pueblo nadie ni nada hay mejor para distinguir lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo.  La desarticulación de las instituciones liberales y de la división de poderes se efectúa en aras del “proyecto de Nación”.

Pero no hay populismo sin “pueblo”, sin electores convencidos por la propaganda simplificadora y el discurso maniqueo diseñado para conectar con los sentimientos y las pasiones.

No hay populismo sin una masa ávida de proyectar sus frustraciones en un caudillo, de identificar autoridad con “mano dura”, de equiparar proyecto con revancha, desarrollo con asistencialismo y patriotismo con militancia.

Los líderes populistas latinoamericanos nos obligan a formularnos preguntas:

 ¿Realmente tenemos vocación por la legalidad y la democracia, o nuestras inclinaciones van por un gobierno vertical y suponen un íntimo fervor por el autoritarismo?

¿Somos racionales o preferimos la comodidad de creer en los prodigios del liderazgo carismático?

¿Somos ciudadanos plenos, cuidadosos de nuestras libertades y  responsabilidades, o tras la apariencia de “ciudadanía” ocultamos rezagos de viejas servidumbres?
Pedro Arturo Aguirre