Tras veinte días de estar desaparecido, Kim Jong Un ha vuelto. Fueron tres semanas de especulaciones sobre cuál era el paradero del Gran Líder en plena pandemia del coronavirus, pero el viernes pasado se le vio sonriente y orondo cortando un bonito lazo rojo para inaugurar una fábrica de fertilizantes con la distinguida y muy significativa presencia de su hermana, la camarada Kim Yo Jong.
Corea del Norte es un país hermético, en cuanto uno de sus líderes se pierde de vista se disparan todo tipo de rumores. Teniendo en cuenta la obesidad y el tabaquismo de Kim Jong Un, no era descabellado pensar en su muerte prematura. Y no es la primera vez, Kim se esfumó en 2014 por semanas para, posteriormente, reaparecer usando un bastón.
La ausencia del déspota sugirió la inaudita posibilidad de su relevo en el poder absoluto por Kim Yo Song, a quien el Líder adora y ha convertido en la figura más influyente del país después de él, pese a ser mujer dentro de un régimen poderosamente patriarcal. Después de todo, tiene la sagrada sangre Kim en las venas. Y ya no hay hombres. El hermano mayor, Kim Jong Nam, murió envenenado en Kuala Lumpur y el de en medio, Kim Jong Chul, solo toca la guitarra. También hay un tío, Kim Pyong Il, de 65 años, pero por mucho tiempo alejado del país y no bien visto por su sobrino.
Kim Jong Il siempre exaltaba a su hija incluso ante visitantes extranjeros, mientras calificaba de “tarugos holgazanes” al resto de sus hijos. “Mi dulce Yo Jong”, la llamaba.
Obviamente, en un régimen tan acostumbrado a endiosar a sus líderes, si Yo Jong llegará algún día al poder sería objeto de un intenso culto a la personalidad. Ello no es muy común en figuras femeninas. Los casos más conspicuos son los de ambiciosas esposas de dictadores, quienes quisieron tener también parte del endiosamiento del marido: Elena Ceaucescu, Imelda Marcos, Madame Chiang. El caso más relevante es el de Eva Perón, cuya adoración supera al del marido, pero como una figura maternal y de “Santa”.
Corea del Norte, un país en eterna guerra, ha fomentado en sus dirigentes una imagen castrense de “brillantes estrategas ganadores de mil batallas” y en ello no armonizaría con esta joven mujer (31 años) inteligente, poliglota y ex bailarina. Pero incluso el culto a la personalidad aquí está cambiando, en parte gracias a la propia Yo Jong, encargada del Departamento de Propaganda. Kim Jong Un se ha esforzado por tener una alegre imagen de mayor cercanía con la gente, lejos del “aura divina” proyectada por sus antecesores. Quizá sea reforzando esta estrategia como podría construirse un culto más terrenal y humano para la dulce camarada.
Pedro
Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
6 de mayo de 2020