Turquía y Rusia han tenido a lo largo de los siglos una relación belicosa: los Imperios Otomano y Ruso pelearon doce duras y sangrientas guerras entre sí. Sin embargo, con el afianzamiento en el poder de Erdogán y Putin estos dos grandes naciones iniciaron un periodo de cercana asociación… o al menos eso parecía hasta hace poco.
Erdogan decidió distanciarse de sus aliados tradicionales de Occidente porque sus impulsos autoritarios y nacionalistas le impelen a soñar con una Turquía capaz de hacer valer por sí misma sus intereses en Medio Oriente sin estar condicionada en los temas de respeto a la democracia y los derechos humanos.
El acercamiento de Ankara con Rusia se consolidó en años previos con la compra de equipo militar ruso y con la construcción un gasoducto en el Mar Negro para transportar gas natural a Turquía.
Pero las viejas rivalidades resurgieron por culpa de la crisis siria. Rusia es el gran aliado de Bachar al Assad y Turquía respalda a algunos de los grupos rebeldes sirios. Además, Ankara pretende reforzar su presencia en el norte de Siria para impedir una región bajo control kurdo, la cual podría servir como santuario a la insurgencia kurda en Turquía.
En las últimas semanas, la provincia rebelde de Idlib, limítrofe con Turquía, ha colapsado ante los avances del gobierno de Assad. Como resultado, medio millón de personas han huido desde diciembre.
Turquía es ya el país del mundo con más refugiados y no puede sostener a más. Por eso a Erdogan le urge la paz, pero Putin pretende poner fin a la guerra únicamente con un triunfo inobjetable y absoluto de Assad y así lograr una victoria estratégica sobre Occidente.
Idlib amenaza con llevar a un enfrentamiento directo entre Rusia y Turquía. Soldados turcos tratan de evitar la caída de Idlib, pero han muerto por docenas, posiblemente como consecuencia de ataques ordenados por el alto mando ruso.
El jueves pasado, en una cumbre celebrada en Moscú, Putin le enseñó una dura lección a Erdogan -quien llegó muy debilitado a la cita- al imponerle un acuerdo de alto al fuego.
La arrogancia de Erdogan ha llevado a Turquía al borde del desastre en Siria. Al asilar y contraponer a Turquía frente a la Unión Europea y la OTAN ha puesto en peligro la lucha contra el Estado Islámico, provocado un enorme dilema humanitario en la frontera con Grecia a causa de una nueva crisis de refugiados y comprometido la posibilidad de recibir asistencia por parte de Occidente en caso de un enfrentamiento mayor con Rusia.
Y a todo esto se añade el creciente desgaste interno de Erdogan, cada vez más impopular, con la economía en crisis y la oposición a su régimen creciendo.
Pedro Arturo Aguirre
publicado en la columna Hombres Fuertes
11 de marzo de 2020