El Pueblo contra la Democracia es el atractivo título de un interesante libro publicado recientemente por Yascha Mounk. Asistimos, nos dice el autor entre otras cosas, a una reacción agresiva de la llamada “soberanía popular” contra el poder tradicional de las élites y los centros de poder tecnocráticos, y solo podremos superarla mediante una mayor y mejor atención a los temas de desigualdad económica y realizando esfuerzos sostenidos y de larga envergadura para “asegurar a los pueblos y las naciones la sensación de que controlan, en verdad, sus vidas y su destino”.
Todo esto viene a cuento porque en pasados días tres líderes populistas sufrieron aparentes derrotas a manos de las instituciones en importantes democracias.
En Estados Unidos, se ha iniciado el procedimiento para someter a Donald Trump a un juicio de impeachment a causa de los abusos de poder claramente detectados en sus llamadas telefónicas al presidente ucraniano.
En Italia, Matteo Salvini fracasó en su burdo afán de adelantar a su arbitrio las elecciones gracias a la intervención del presidente de la República, Sergio Mattarella, y a la formación de una mayoría gubernamental entre el Movimiento Cinco Estrellas y el Partido Democrático.
En el Reino Unido, el Tribunal Supremo declaró ilegal, nulo y sin efectos el grotesco intento de cierre del Parlamento perpetrado por Boris Johnson y, al decir del periódico The Guardian “Como mago, (a Johnson) los trucos no le salen y como prestidigitador las pelotas se le caen al suelo. Ha quedado reducido al papel de payaso con un enorme tomate rojo en la nariz cuyos chistes ya no hacen gracia a nadie”.
Pero, aunque suene increíble, las encuestas de opinión más recientes ponen a los conservadores de Boris y a la Liga de Salvini delante de sus adversarios, y los republicanos siguen, casi por completo, entregados a Trump.
Tres presuntos “tribunos del pueblo” fueron humillados, pero muy mal haríamos en considerar esto el inicio de la decadencia autoritaria. Harán sus próximas campañas presentándose como “víctimas de los políticos tradicionales” y como si se tratara de una batalla del Pueblo contra los parlamentos.
Muy probablemente les funcione la estrategia. Así pasa con muchos populistas por todo el mundo, se mantienen populares pese a ser visiblemente falaces, bribones e inescrupulosos.
Los parlamentos norteamericano, británico e italiano han demostrado un alto grado de resiliencia institucional, sin embargo no se percibe un “reflujo populista” como consecuencia de tan significativos acontecimientos.
La expresión populista sigue vigente porque sus raíces son profundas: creciente desigualdad socioeconómica, frustración de expectativas, elitismo, crisis culturales e identitarias. Para revertirla no bastará con la resiliencia institucional, ni con autocomplacencias, ni con evidenciar a los demagogos como farsantes. Como dice Mounk, “Las democracias empezaron a ser iliberales como resultado de gobiernos liberales poco democráticos”.
Pedro
Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes
2 de octubre de 2019