Los hombres fuertes de
hoy son provocadores y lenguaraces. Han hecho de la guerra contra a corrección
política una de sus banderas esenciales. Incitar al odio, insultar a los
adversarios, descalificar a los críticos, proclamar su pretendida “superioridad
moral” y estigmatizar todo forma de oposición son ingredientes esenciales en sus
estrategias de llegar al poder y eternizarse en él
Benjamin Netanyahu es uno
de estos maestros en el arte de la provocación y el agravio. En abril pasado
ganó por los pelos las elecciones generales, gracias a lo cual se convirtió en
el jefe del gobierno más longevo en la historia de Israel, pero fracasó en la
tarea de formar un gobierno de coalición y ayer debieron repetirse los
comicios.
La nueva campaña de
Netanyahu se basó, como siempre, en la provocación, con el aliciente adicional
de un rijoso primer ministro desesperado ante la perspectiva, de ahora sí,
perder las elecciones y verse sometido a juicos por corrupción, los cuales
podrían llevarlo a la cárcel.
Las invectivas de
Netanyahu llegaron al grado de preocupar a dirigentes importantes de su propio
partido, el Likud. En una grabación de
una reunión privada emitida por una emisora israelí se puede escuchar al presidente
de la Knéset (nombre del Parlamento unicameral israelí), Yuli Edelstein,
criticar duramente los canallescos insultos del primer ministro contra la
oposición y los medios de comunicación críticos.
Por su parte, la red
social Facebook suspendió temporalmente el perfil de Netanyahu por violar sus
normas sobre discursos de odio, al publicar una aviesa advertencia: “los
árabes nos quieren aniquilar a todos, a
nuestras mujeres, hombres y niños”.
Otras osadas iniciativas
del primer ministro fueron también repudiadas en días pasados. La Knéset
rechazó un proyecto de ley para autorizar la grabación con cámaras de los
votantes en los colegios electorales y se multiplicaron las denuncias de
quienes reprueban los intentos de Netanyahu de aprobar leyes para garantizar su
inmunidad ante la ley y limitar el poder del Tribunal Supremo.
En el plano internacional,
Netanyahu anunció la anexión del Valle del Jordán si conseguía ganar,
iniciativa inmediatamente rechazada por la mayor parte de las naciones europeas
y por el mundo árabe por suponer una violación grave al derecho internacional.
La oposición israelí se
presentó a las elecciones una heterodoxa coalición unida únicamente por la
figura su candidato, el centrista Benny Gantz, exjefe militar con buena imagen
como garante de la seguridad del país, pero sin el carisma de un populista como
Netanyahu: es demasiado “serio”
Los resultados fueron,
otra vez, muy reñidos. Serán los partidos pequeños quienes definan el resultado
definitivo, sobre todo el dirigido por el exministro de Defensa Avigdor
Lieberman -por cierto, otro fiero populista-, aunque también puede resultar
decisivo el ascenso electoral de los partidos árabes.
Pedro
Arturo Aguirre
Publicada en la columna Hombres Fuertes
18 de septiembre de 2019