lunes, 12 de septiembre de 2016

“Mandar un Mensaje Positivo para los Mercados…”


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Alguna vez Bruno Kreisky* escribió “lo que caracteriza a la tecnocracia es su tendencia a suplantar el poder político en vez de limitarse a asesorarle… Al eliminar la división entre la política como reino de los fines y la técnica como el terreno de los medios un gobierno cae en el error de abandonarse a un mecanismo de toma de decisiones fundado exclusivamente en términos meramente cuantitativos. El mundo de lo irracional y de todo aquello que no sea técnicamente cuantificable queda desterrado del juicio del gobernante tecnocrático que no ha sabido complementar su formación con criterios humanistas... por eso opino que no hay peor ignorancia que la del tecnócrata mediocre, ya que es la ignorancia del que no entiende que no entiende.”**. Y, por cierto, esto del “no entiende que no entiende” lo retomó hace poco la revista The Economist en un artículo titulado “El Pantano Mexicano” precisamente para describir la forma como toma decisiones el dueto Peña Nieto-Videgaray.

Es justo en este tipo de “ignorancia tecnocrática” que podemos ubicar el origen del colosal error histórico que cometió el gobierno mexicano al invitar a los Pinos a Donald Trump. Ya no es un secreto que la idea vino del gabinete económico, preocupado por “la volatilidad que implicaría un eventual triunfo del republicano para los mercados”. Tranquilizar a los mercados y mostrar una relación llevadera con el señor Trump, esa era la insigne intención del gobierno mexicano. El fracaso fue estrepitoso y evidenció que no basta con la súper especialización tecnocrática para merecer el nombre de “estadista”. Alrededor del mundo no han sido pocos los altos funcionarios que han mostrado expedientes académicos brillantes, sobre todo en el manejo de las finanzas públicas, pero carentes casi por completo de cultura humanista, conocimiento de la historia, sensibilidad social y pericia política. Claro, no quiero decir con esto que quienes gobiernen deban despreciar alegremente a la opinión de los expertos, pero confiar demasiado en la técnica sin sopesar otros factores más allá de los técnicos lleva al desastre.

Un análisis, aunque fuese superficial, de esta insólita campaña electoral norteamericana lleva al observador más desentendido a sacar la conclusión de que el candidato republicano día a día demuestra su falta de consistencia intelectual e incluso emocional. A leguas puede verse en Trump a un demagogo incoherente cuyas principales armas son la mentira y el vituperio. De manera notable se caracteriza también por su carácter irascible, su intolerancia y su volubilidad, pero también es un histrión muy hábil en el manejo de medios. ¿No era entonces previsible que pasaría lo que pasó? Gran payaso mediático, se comió el escenario para hacer del encuentro un acto de campaña. ¿De verdad pensaron Videgaray y compañía que un ególatra monumental como lo es este iba a pedir disculpas aquí y decir a su regreso a Estados Unidos que los mexicanos somos buenos y maravillosos?  

La mayoría de nuestros tecnócratas estudian en Estados Unidos, pero no por eso tienen la curiosidad o interés intelectual de tratar de entender cómo es que funciona política en ese país. Ya lo habían demostrado cuando se negoció el TLC y los funcionarios del gobierno de Salinas apostaban por una reelección de Bush padre sin entender que el tratado tenía que ser aprobado por un Congreso con mayoría demócrata. Hoy lanzaron esta “audaz iniciativa” y el resultado es que en lugar de mandar un mensaje positivo para los mercados humillaron al país, ofendieron a sus gobernados, aniquilaron lo poco que les quedaba de popularidad, agraviaron a la candidata demócrata y, para colmo, acabaron enfrentados con el locazo de Trump al ensartarse en una guerra de twitts.
Ah, y lo peor: todavía no entienden que no entienden

miércoles, 22 de junio de 2016

La Ruleta Rusa de David Cameron




“Bueno, primero iba a votar por salir, como castigo a David Cameron, pero después vino Boris Johnson* a hacer campaña por el Brexit y, bueno, entiéndeme, no soporto su corte de pelo. Es por eso que voy a votar por que el Reino Unido se quede en la UE”.
La anécdota la cuenta Richard Dawkins en el último número de la revista Prospect e ilustra perfectamente bien la frivolidad con la que mucha gente toma el tema de la permanencia o abandono del Reino Unido en la Unión Europea, el cual tiene repercusiones para la humanidad entera. La salida del Reino Unido sería desastrosa para la economía mundial y no solo para los británicos. Según informa el desesperado gobierno de Cameron, entre otras calamidades el Brexit costaría unos 130,000 millones en los próximos cuatro años, se registrarían recortes del gasto público social hasta por 3,000 millones de euros y el otrora gran imperio se vería aislado en la escena internacional. Ahora bien, si tal hecatombe supone para el Reino Unido abandonar la UE, ¿Para qué diablos el referéndum? Se trata de una de las decisiones electoreras más irresponsables de la historia. David Cameron decidió incluirlo en la plataforma electoral del Partido Conservador en la última campaña electoral supuestamente para frenar el auge del partido antieuropeo UKIP, una camarilla de malandrines xenófobos que aparecía demasiado alto en las encuestas, y Cameron no quiso arriesgar. A final de cuentas el actual primer ministro ganó en las urnas, pero la ligera promesita del referéndum hace hoy de ese triunfo una victoria pírrica.
Los referéndums son muy peligrosos. Las campañas rumbo a ellos se prestan mucho más para la demagogia y la manipulación que en el caso de las elecciones normales (y ya es mucho decir). También que dan lugar a una "tiranía de la mayoría", la cual margina de toda posibilidad de representación política a los grupos minoritarios (el famoso “juego de suma cero”).  Los referéndums fuerzan una elección binaria y excluyente entre dos opciones, lo que simplifica el debate de forma considerable. Por eso De Gaulle tenía razón cuando dio que en un referéndum los electores rara vez contestan lo que se les preguntan. En el caso del Brexit, es obvio que mucha gente votará por salir de la UE como protesta contra Cameron, rechazo a la globalización y sus injusticias o bufa nostalgia de la Inglaterra imperial. ¡Queremos que nos devuelvan nuestro país! Claman los demagogos del Brexit, quienes han esgrimido como principal arma el odio a los inmigrantes.  Porque en referéndum hay un ingente componente de frustración y furia, tal como sucede en Estados Unidos con Trump, en Francia con Le Pen, en España con Podemos y un muy largo etcétera. Millones de electores desesperados que siguen cualquier cosa que les ofrezca esperanza, la promesa de que las cosas “van a volver ser como antes”. La eterna convocatoria a los instintos, la futilidad del voluntarismo mágico que pretende lograr lo imposible: un país de nuevo poderoso, sin crisis, con beneficios sociales amplios para todos los nacionales, plenamente soberano y limpio de inmigrantes. Eso sí, la campaña del Brexit omite datos como que, por ejemplo, la fuerza laboral de los trabajadores inmigrantes contribuyó con más de 25,000 millones de euros (más del 6% del total) a la economía del Reino Unido en la última década, según un estudio del University College London.
Y no solo es la ultraderecha. El líder laborista Jeremy Corbyn, oficialmente favorable de la permanencia del Reino Unido en la UE, ha realizado una campaña timorata y ambivalente. Se trata de un izquierdista de la vieja escuela (las viejas ideas de la “nueva” izquierda) que en su oportunidad votó en contra de la integración de su país a la entonces Comunidad Económica Europea. De corazón, Corbyn sigue pensando que la Unión Europea es una “gran conjura del capitalismo”. Además de que apuesta a una dimisión inminente de Cameron si triunfa el Brexit, lo que obligaría a elecciones generales anticipadas. Otro gran irresponsable este Corbyn, como Cameron. ¡Vaya con la frivolidad y pequeñez de miras de los actuales líderes en la nación de Disraelí, Palmerston, Churchill y Gladstone!
La campaña se ha visto sacudida de último momento por el cobarde asesinato de la diputada europeísta Jo Cox a manos de un extremista de ultraderecha que al comparecer ante el juez exclamó: “Muerte a los traidores, Gran Bretaña primero”. Quizá este aberrante acto cambie la tendencia en favor de la permanencia, aunque previamente parecía el Brexit contar con una apreciable ventaja. Como sea, habrá ganado, como en tantas otras partes, el discurso pueril del odio, del nacionalismo ramplón y del echarle la culpa a los demás. La racionalidad en política va a la deriva en pleno siglo XXI.


*Boris Johnson, el oportunista ex alcalde de Londres, uno de los jefes de la campaña del Brexit.

sábado, 18 de junio de 2016

El Error de Keiko



En la pasada elección presidencial peruana se impuso por un suspiro Pedro Pablo Kuckzynski, un tecnócrata muy poco carismático que logró el triunfo principalmente a que supo aglutinar el voto antifujimorista. Como pasa cada vez con más frecuencia en todo el mundo, las elecciones son un ejercicio de votar por quien uno siente que es el menos malo. En caso peruano es el de un sistema de partidos políticos sumamente débil, a pesar de lo cual ha conocido una inusitada estabilidad política y un destacado crecimiento económico en la última década.  Los partidos peruanos no tienen vida más allá de las elecciones y su apoyo electoral no es regular. Esta debilidad se traduce en su completo fracaso en ser adecuados canales de expresión de la sociedad. Con partidos políticos débiles, el lugar de organizaciones políticas que sirvan de intermediación ha sido ocupado por la importancia de personalidades individuales. Desde luego, este fenómeno para nada es privativo del Perú. Una buena cantidad de países latinoamericanos carecen de partidos que, por lo menos, sirvan como un mínimo de referencia ideológica o programática. Incluso en las naciones donde existen partidos presuntamente más arraigados y con mayor peso estructural (como México) la situación partidista es cada vez más precaria. Sin embargo, en Perú la insignificancia de los partidos es aún más extrema

En los últimos diez años Perú creció a un promedio anual del 5%, incluso por encima de Brasil y de Chile. No obstante, un 35% de la población aún vive en la pobreza. La inclusión social es un permanente gran desafío. También es un país que padece de corrupción política generalizada. Los tres últimos presidentes (los que han ejercido después de la caída de Fujimori) Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, terminaron siendo repudiados por los ciudadanos ya que pese a haber logrado un relativo despegue económico sus administraciones fueron percibidas como corruptas. Por eso es que el fujimorismo ha resurgido con fuerza pese a las históricas tropelías perpetradas por Alberto Fujimori en los noventas. El desgaste de los sucesores jugó a favor del fujimorismo con Keiko aportándole un perfil más democrático y un sesgo populista de rechazo a las “reformas neoliberales” que mucho gustó en los sectores populares.

Pero a pesar de esto, sectores amplios de la sociedad peruana siguen desconfiando del fujimorismo y de su tendencia a aliarse con el crimen organizado. A Keiko se le cayó de las manos un triunfo que, de acuerdo a las encuestas, parecía seguro sobre todo a causa de la investigación periodística que reveló que Joaquín Ramírez, secretario general del partido fujimorista, estaba involucrado en una investigación de la DEA. Acto seguido apareció en televisión de un audio que, como no tardó en descubrirse, estaba manipulado para desacreditar al informante de la DEA. En esta torpeza estuvo involucrado el candidato a la vicepresidencia de Keiko, José Chlimper. Este audio y el intento de tergiversación trajo a la memoria de los peruanos las malas prácticas de Vladimiro Montesinos, la “eminencia gris” de Alberto Fujimori. Keiko pierde la elección por no establecer de forma convincente distancia con la ingente amenaza que representa parea Perú el narcotráfico. No supo desterrar de su entorno a todo aquel sospechoso por lavado de dinero y otras prácticas ilegales. Si aprende la lección, tiene futuro. Además, debe reconocérsele su impecable conducta democrática al reconocer una derrota que en otras latitudes (¡ejem!) habría generado protestas y acusaciones de fraude.


Pedro Pablo Kuckzynski será presidente a los 77 años sin contar, su partido, con mayoría en el Congreso, situación nada extraña en la mayoría de las democracias actuales. Veremos si es capaz de establecer canales de diálogo para relanzar un acuerdo nacional. Deberá, por necesidad, ser receptivo con la izquierda, que le dio un apoyo fundamental hacia la segunda ronda, e incluyente con el fujimorismo, mayoritario en el Congreso. Lo desgastante de estas elecciones hace necesario un estadista que imprima esperanza, espíritu de unidad y talante incluyente. No será fácil.

jueves, 26 de mayo de 2016

El Impeachment a Dilma y el “Presidencialismo de Coalición”




La escandalosa caída de Dilma Rousseff ha abierto nuevamente la polémica en torno a la viabilidad del sistema presidencial. Se critica al presidencialismo porque, presuntamente, propicia la personalización del poder, da lugar a una legitimidad democrática dual parlamento/presidente, establece mandatos rígidos y prevalece en él un “juego de suma cero” donde el jefe del Ejecutivo puede integrar a su gobierno exclusivamente con miembros de su partido sin importar el margen con el que haya obtenido la victoria en las urnas. Pero un análisis de la experiencia histórica reciente de América Latina nos demuestra la insuficiencia de datos empíricos para sustentar la afirmación de que el sistema presidencial irremediablemente lleva al caos.
No todos los presidencialismos son idénticos. En cada país el sistema presidencial se adapta a las circunstancias nacionales específicas, creándose así diferentes variantes. En algunos casos se han adoptado algunos rasgos propios de los sistemas parlamentarios que coadyuvan a la implantación de una relación más fluida entre el Ejecutivo y el Legislativo, tales como el nombramiento de un primer ministro políticamente responsable -en mayor o menor grado- ante el parlamento; la aprobación de los miembros del gabinete por parte del Poder Legislativo; la censura parlamentaria a los miembros del gabinete; y la solicitud gubernamental de la cuestión de confianza al Legislativo. Pero el mecanismo que ha resultado clave en la renovación del presidencialismo latinoamericano es la capacidad demostrada por los partidos de formar coaliciones estables de gobierno, lo que algunos analistas han llamado “presidencialismo de coalición”.

El estudio de las coaliciones se ha circunscrito casi siempre a los sistemas parlamentarios, donde su conformación es casi siempre un imperativo institucional, y se relega su importancia en los regímenes presidenciales. La formación de coaliciones es hoy clave en la consolidación de los presidencialismos latinoamericanos. Desde principios de los años sesenta a la fecha se han formado casi 90 coaliciones en América Latina, destacando los casos de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Uruguay. El éxito del presidencialismo de coalición llevó a México a aprobar una reforma constitucional en virtud de la cual el presidente tiene la facultad de optar “en cualquier momento” por formar un gobierno de coalición.
Particularmente exitosa había sido la experiencia de Brasil en el presidencialismo de coalición, país que vivió una estabilización palmaria durante los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso, Luis Ignacio “Lula” da Silva y el primer mandato de la propia Dilma. Las coaliciones contribuyeron al funcionamiento del régimen democrático al garantizar a los gobiernos un apoyo parlamentario efectivo y estable para sus políticas, factor que redujo considerablemente los riegos de inestabilidad producto de un eventual enfrentamiento entre los Poderes del Estado. Sin embargo, esta estabilización tuvo un precio: las alianzas se lograban en buena medida gracias que se “aceitaban” mediante pactos clientelares y tolerancia a la corrupción, defecto que, por cierto, mucho se ha visto en regímenes parlamentarios (Italia y Japón son buenos ejemplos de ello). Hoy que ante la crisis económica se ha desvergüenzas añicos la coalición de gobierno en Brasil, los críticos del presidencialismo han vuelto al ataque, pero a pesar de lo desenfrenos a veces grotescos del impeachment a Dilma, lo cierto es que no se ha verificado todavía una debacle institucional. En todo caso, los electores sabrán cobrarle en las urnas a aquellos políticos y partidos que hayan cometido desvergüenzas y atropellos.


El presidencialismo de coalición ha demostrado su efectividad y no debe ser abandonado como opción de estabilización política, mucho menos ahora que los partidos tradicionales encaran una profunda crisis de credibilidad y que la ciudadanía es cada vez más plural y exigente. 

viernes, 1 de abril de 2016

Malos Vientos

Malos, muy malos vientos corren por el mundo y lo seguirán haciendo por algún tiempo, no cabe duda. Los atentados terroristas en Bruselas servirán para fortalecer electoralmente, todavía más, a los partidos xenófobos y anti-inmigracionistas en Europa. Asecha la pesadilla de ver a Marine Le Pen presidenta de la otrora gloriosa Quinta República francesa, como también es ahora más factible que se robustezcan regímenes “iliberales” de corte autoritario-nacionalista como el de Vladimir Putin en Rusia, Victor Orban en Hungría, Jaroslaw Kaczynski en Polonia y Recep Tayyip Erdogan en Turquía. También se agrava el deterioro de la Unión Europea y hace más probable el triunfo del No en el próximo referéndum británico. Sin embargo, no me queda claro que la incidencia terrorista en Europa favorezca a Donald Trump en la campaña electoral de Estados Unidos.
Desde tiempos inmemoriales el miedo ha sido utilizado como uno de los principales instrumentos de los partidos políticos en sus intentos por ganar elecciones. Atentados terroristas dan la oportunidad a los gobiernos de mostrarse “fuertes y decididos” frente al peligro y de aparecer como la opción más segura en momentos de incertidumbre. Así sucedió, por citar sólo algunos de los casos más connotados y recientes, en Estados Unidos con el 11 de septiembre, en Rusia con los atentados chechenos y en Turquía -apenas el año pasado- con los bombazos perpetrados por fundamentalistas. El miedo es el recurso favorito de los partidos de derecha y extrema derecha. Les da la oportunidad de justificar su hábito de culpar de los males del país a los inmigrantes, a las influencias externas, a los enemigos identificados, etc. Para las opciones más conservadoras, el miedo ha tenido siempre un efecto movilizador sobre los propios votantes y una secuela desmovilizadora sobre los votantes más moderados y liberales. Cuando la seguridad rebasa a otros temas dentro de la lista de preocupaciones del electorado (economía, bienestar social, empleo, libertades ciudadanas), los beneficiarios son los postulantes de la mano dura. Por otro lado, un mal manejo en torno a un acto terrorista puede ser extremadamente contraproducente para el partido que lo intenta, y ahí está el gobierno de Aznar y su torpe actitud ante los atentados del 11 M para probarlo.
Todo esto nos invitaría a pensar que los atentados de Bruselas favorecerían a un candidato radical de supuesta “mano dura” como Donald Trump, que propone erigir muros en las fronteras reducir a cenizas al Estado Islámico y de fortalecer “como nunca” la defensa nacional. El millonario ha llegado a declarar que no excluye el uso de armas nucleares para terminar con ISIS. Sin embargo, me parece que a largo plazo el tema de la lucha contra el terrorismo se le puede revertir a Trump y convertírsele en una desventaja. Cierto es que los republicanos han dedicado sus críticas más feroces contra la administración Obama por su presunta “debilidad en política exterior”, y que Hillary Clinton fue por cuatro años jefa de esta diplomacia norteamericana que ha sido tan cuestionada. Pero la inexperiencia de Donald Trump en estos terrenos es absolutamente palmaria, al grado que constituye una de sus principales debilidades. Los fanfarroneos a la Trump pueden impresionar de entrada, pero no pueden sostenerse por mucho tiempo si no van acompañadas de estrategias más sustantivas. Por eso el impresentable Ted Cruz y el gobernador Kasich señalan insistentemente a la novatez de su adversario y advierten que no es posible confiarle el mando de las fuerzas armadas del país más poderoso del mundo a un hombre tan ignorante y sin experiencia, aún menos en momentos críticos como los que se viven ahora.
Trump ha dicho, con la grandilocuencia que le caracteriza, que contratará “a los mejores expertos que hay en Estados Unidos, pero no ha dado nombres. Cuando alguien le preguntó por su equipo de asesores en política exterior, dijo textual: “Sí, hay un equipo, bueno, no, no hay un equipo. Pero voy a montar uno cuando llegue el momento. Yo hablo conmigo mismo, en primer lugar, porque tengo un buen cerebro y he dicho un montón de cosas. Mi principal asesor soy yo mismo y tengo, como sabes, un buen instinto para estos asuntos”. Por otra parte, quien ha dado la cara últimamente por el trumpismo en temas de política exterior es Newt Gingrich, quien posee un profundo conocimiento de historia universal y política internacional. Pero eso no basta. El carácter vesánico de Trump va a acabar por asustar a más electores de los que pueda convencer. Seguramente le alcanzará para ganar la nominación republicana, pero le va a desfavorecer hacia noviembre. O al menos, eso espero.

martes, 22 de marzo de 2016

De Winston Churchill a Donald Trump, auge y decadencia de las elecciones



Ya está disponible en Amazon la versión electrónica del libro De Winston Churchill a Donald Trump: auge y decadencia de las elecciones. Aquí puedes leer el índice, prólogo e introducción, así como algunas de las entradas. Puedes comprarlo haciendo clic en el gadget correspondiente que aparece en la columna derecha de este blog.




miércoles, 23 de septiembre de 2015

¿Donald Trump en la Bandera de Estados Unidos?

“Donald Trump es la quintaescencia de los gringos, debería aparecer en la bandera de Estados Unidos”, esta contundente opinión me la dio mi padre, quien nunca ha profesado a nuestros vecinos del norte demasiado amor, que digamos. “Quizá” dije tras una carcajada, “pero, a final de cuentas, no olvides que los gringos eligieron y ratificaron en su cargo a un afroamericano liberal con sólidos perfiles intelectuales”, yo con ganas de ser equilibrado. Y es que el fenómeno Trump, la aparición de un candidato que se maneja como “antipolítico”, en absoluto es privativo de Estados Unidos, ahí están los Broncos, Berlusconis, Tsipras, Iglesias y Beppes Grillo de por aquí y por allá para demostrarlo. Lo que sí es particular de Trump es su absoluta rebelión ante la “corrección política” que ha dominado el ambiente público norteamericano durante décadas, muchas veces (debe reconocerse) de forma asfixiante. Por eso, mientras más dislates y salidas de tono tiene Donald, más asciende en las encuestas, o por lo menos eso ha sido cierto hasta el segundo debate entre los candidatos republicanos en el que Carly Fiorina, al parecer, por fin logró ponerle un “estate quieto”.

Prototípico de los gringos o no, lo cierto es que este millonario de Nueva York, colosal megalómano, ha tocado el inconsciente más bajo de un sector importante del electorado. La xenofobia, el racismo, el machismo, el más grosero materialismo y otros oscuros instintos que se mantienen soterrados en muchísimos electores han brotado a la superficie con toda fuerza como parte de esta rebelión de la anti corrección política. Cualquiera de las descaradas declaraciones de Trump hubiese aniquilado electoralmente a cualquier político común, pero este formidable patán, dueño de una personalidad un primaria y un carácter egocéntrico y estridente, afirma a todo viento “no tengo tiempo para la corrección política, ni la necesito”. Es un hombre rico (“I am very rich man, indeed”, es uno de sus mantras) que, se supone, no le debe nada a nadie. El reflejo perfecto de lo que muchos de sus compatriotas quisieran ser, de eso no quepa duda. Además es carismático, inteligente (a su manera), decidido, y no precisa lamerle los pies a nadie para financiar su campaña. Eso sí está completamente descalificado para ocupar la presidencia, pero eso lo compensa diciendo lo que mucha gente solo se atreve a pensar Su comportamiento no es el del político tradicional, eso vende y mucho. Los políticos se han convertido en individuos insustanciales que hablan con discreción creyendo que podrán complacer a todo el mundo. Trump dice lo que piensa, suma votos, le ha puesto sal y pimienta a las elecciones internas de los republicanos donde el millonario enfrenta a una colección de aburridos y grises personajes, algunos de ellos infumables santurrones, que se diferencian muy poco entre sí, con la excepción de los otros dos aspirantes que no son políticos tradicionales: Fiorina y el neurocirujano Ben Carson, que tampoco van mal en las encuestas.

Pero no solo son los republicanos, Trump también tiene un perfil de populista de izquierdas. Personajes idolatrados por la progresía mundial como el economista Pau Krugman le han elogiado ( en una columna titulada “Trump tiene razón en la economía”). Por otra parte, muchos dentro del establisment republicano le recuerdan cosas como que criticó la invasión de Irak de Bush Jr. También Trump pide subir los impuestos a los más ricos, defiende el proteccionismo comercial y se opone a los recortes en el Estado de bienestar. Esta “transversalidad”, como muchos la han llamado, hace todavía más notable al millonario. ¿Esto se debe a que Trump es, en el fondo, un ideólogo ecléctico, complejo y posmoderno? ¡De ninguna manera!

Como los “anti políticos” verdaderamente exitosos de todo el mundo, Trump es tremendamente político, y además un showman nato. Siempre  está dispuesto a decir y a hacer lo que sea necesario para mantenerse vigente y activo en la conversación pública. Muy probablemente empezó esta carrera con el afán de hacerse publicidad y satisfacer su infinita megalomanía, pero se ve que su éxito lo ha engolosinado y ahora se ha convertido en la peor pesadilla para el Partidos Republicano. Porque si una consecuencia real puede tener el surgimiento del fenómeno Trump es una tercera derrota consecutiva del llamado Viejo Gran Partido (Grand Old Party) en una elección presidencial, cosa que no se ha visto desde la época de los presidentes Roosevelt y Truman.

Hay indicios de que la campaña de Trump puede empezar a desinflarse. Las primarias son carreras de fondo que se celebran a lo largo de meses. Los dirigentes republicanos ya enfilaron todas las baterías para descalificar al Donald y evitar que se lleve la nominación del partido, lo que sería mortal para ellos. Después de todo, revísese los resultados de las últimas elecciones y se verá que el voto de las mujeres y de las minorías ha resultado determinante en el resultado, y son estos sectores a los que Trump ha logrado irritar con sus descalificaciones. Pero no solo eso, aunque no ganase la nominación, el escenario más probable, el hecho de haber obligado a los republicanos a correrse a la derecha hará que quien resulte ser candidato resulte inelegible en las elecciones de noviembre. De eso pueden hablar los dos últimos candidatos republicanos: McCain y Romney

Otro escenario sería que este incontenible egomaniaco decida lanzarse como independiente, como Ross Perot en 1992 y 1996, arrebatándoles votos a los republicanos, probabilidad para nada descabellada. A Trump le importa un comino el destino de los republicanos, del Tea Party o del movimiento conservador cristiano. Lo único que le interesa a tan noble señor es él mismo y ser recordado por la “historia” como el gran rebelde contra la corrección política.

Por último, la pregunta: ¿Es este personaje apayasado, ignorante y vulgar un peligro para México? No, el peligro para México son sus propios políticos apayasados, ignorantes y vulgares, que de eso nos sobra, ah y sus “antipolíticos” también.

miércoles, 27 de mayo de 2015

A La Imagen de Quetzalcóatl


 

José López Portillo alguna vez dijo que era obligación de los expresidentes de México entregarse a una inmolación política “semejante a la de Quetzalcóatl”, quien después de haber sido un poderoso y sabio dios un día decidió prenderse fuego tras descubrir que había sido burlado por Tezcaltipoca. Así debía de ser en un sistema político donde el presidente era el protagonista principalísimo. Nadie podría hacerle sombra al Sr. Presidente en turno, mucho menos los ex presidentes, personajes que por precisamente haber sido Tlatoanis podían ser potencialmente peligrosos competidores. Por eso pasaban a un proceso de degradación, algunas veces brutal, desde el momento mismo en que  entregaban la banda al sucesor.

Condenar al ex presidente al ostracismo fue característico de la política mexicana. Se les vilipendiaba a veces desde la mismísima presidencia, como aquel dedo admonitorio de Ruiz Cortines con el que censuró los excesos de corrupción del gobierno de su antecesor, o la críptica declaración de Echeverría al denunciar a los “los emisarios del pasado”.  Este fenómeno no sucede en otros sistemas presidenciales. En Estados Unidos los expresidentes gozan de la estima general y sus retiros son casi siempre muy activos con la construcción de “bibliotecas presidenciales”, creación de fundaciones e incluso –a veces- con un destacado activismo en política internacional.  En los regímenes parlamentarios europeos tal retiro, en muchas ocasiones, ni si siquiera existe, y así vemos a una buena cantidad de ex primeros ministros aun como jefes de sus respectivos partidos tratando de volver al poder o como cabezas de grupos políticos que conservan un importante grado de influencia. Pero en México de eso, ni hablar. En las primeras décadas del dominio priista era raro ver a un ex presidente  volver a ocupar una posición púbica. Ruiz Cortines precisaba que pertenecía "a la augusta institución de los ex, quienes tienen como primer deber respetar al que es y evidenciar absoluta disciplina”. La excepción la hizo el general Cárdenas, quien ocupó la Secretaría de Defensa durante la Segunda Guerra Mundial,  pero dejó el encargo en el momento preciso en que terminó la contienda. Cárdenas también representó un cierto matiz en esto de permanecer completamente retirado de la política al conservarse como un referente para la izquierda, aunque siempre absteniéndose meticulosamente de tratar de influir en las decisiones del presidente o en los vaivenes del partido oficial.

A fines de 1961, Adolfo López Mateos llamó a los ex “valiosos activos de la Revolución” y les otorgó inanes cargos honoríficos. Fue el hiperactivo Luis Echeverría Álvarez quien, previendo cuál sería su papel una vez abandonada la presidencia, decretó pensiones generosas de por vida a los ex presidentes además del acceso a hasta 103 colaboradores, entre personal administrativo y cuerpo de seguridad. Hoy los ex presidentes nos cuestan más de 4 millones de pesos mensuales por cabeza con el pretexto de los “valiosos servicios prestados a la nación”. También Echeverría soñó con reconocimiento internacional a su labor en pro del Tercer Mundo, algo así como la secretaria general de Naciones Unidas o el Premio Nobel de la Paz, pero lo más que logró fue la embajada mexicana en Australia y las Islas Fiji. En 2006 sufrió la humillación de ser el primer ex presidente mexicano en ser formalmente encausado judicialmente como presunto responsable de crímenes cometidos en las represiones de los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971. Aunque jamás pisó la cárcel y fue finalmente absuelto, el otrora “líder del Tercer Mundo” vive una vejez de lo más oprobiosa. ¿Morirá algún día?

El destino de los expresidentes que vinieron después de don Luis no fue mucho mejor. López Portillo jamás volvió a ocupar un puesto público, pero nos regaló sus entretenidas memorias, deliciosas para quienes gustan de los delirios del poder. Discreta fue la labor de Miguel de la Madrid la dirección del FCE. Zedillo renunció a la pensión y “sobrevive” de chambitas que se ha conseguido por aquí y por allá. Salinas escribió una de las páginas más pintorescas en la historia de los expresidentes con su huelga de hambre. A la mala entendió que su desprestigio lo anulaba para cualquier intento de regreso a la vida pública, por lo menos  a terreno abierto.
 

 
Con la alternancia llegó el debilitamiento de la figura presidencial y un redimensionamiento de la función política formal de los expresidentes. Fox imita a sus contrapartes gringas con su famoso Centro de Estudios-Museo-Rancho de Guanajuato, además de que no nos ha privado de sus siempre geniales declaraciones. Calderón demuestra sus ganas  de ser factor dentro de su partido: declara en torno a candidatos (¡Está pedo!) y promueve a su señora como posible candidata a la presidencia en el 2018. ¡Pobre Margarita, su verdadera ambición es ser algún día directora del Instituto Asunción!

 

martes, 24 de marzo de 2015

Fin de Patida: El Estado Islámico



Este es el enlace para el programa que hice con Julio
Patán en Fin de Partida sobre el Estado Islámico:

http://noticieros.televisa.com/foro-tv-final-de-partida/1503/bienes-culturales/