martes, 12 de marzo de 2013

¿Va en serio?

Mucho me sorprendió que mi amigo Raúl Trejo Delabre, uno de los expertos más reputados en el tema de medios que hay en nuestro país, se haya referido ayer en una nota de su perfil en Facebook sobre la iniciativa de reforma constitucional presentada ayer los dirigentes de los partidos y el presidente de la República como “un avance enorme hacia la pluralidad y la competencia en medios y telecomunicaciones”, para añadir que : “De aprobarse esas reformas y la ley reglamentaria, México tendría uno de los regímenes más avanzados en dicho terreno.” Alentadoras palabras de quien siempre ha sido un sólido crítico de las retrogradas políticas en materia de comunicaciones aplicadas por los pasados gobiernos de la República.

No conozco a fondo las características de la iniciativa. Mañana entrevisto al especialista Joaquín Álvarez del Castillo en Canal México para que me su versión. Pero, ojalá, de verdad ojalá la voluntad reformadora mostrada hasta el momento por la presente ad ministración vaya en serio. Urge incluir a México en la lista de “potencias emergentes”, y tal cosa no será posible mientras nuestro país sigo ocupando posiciones desfavorables en los �índices de competitividad internacional. ¡Ya basta de perder oportunidades para realizar cambios indispensables que contribuyan a meternos de lleno en la competencia mundial! Porque eso es lo que hemos hecho, perder oportunidades, una tras otra, y el caso de los dos pasados gobiernos panistas es uno de los más flagrantes. A pesar de los grandes beneficios que reportó al país el boom petrolero registrado a nivel mundial durante las administraciones de Fox y Calderón, los mexicanos no fuimos capaces de aprovechar la situación para para reducir de forma significativa los índices de pobreza, volvernos más productivos, dinamizar nuestras estructuras económicas, mejorar nuestros niveles educativos, y dotar a nuestros jóvenes de más y mejores conocimientos, herramientas y habilidades técnicas y científicas, tal y como ha ocurrido en países considerados hoy como exitosos, es decir, las famosas “potencias emergentes. Aunque tuvimos más dinero, no fuimos capaces de tomar mejores decisiones ni de generar mejores políticas públicas.

Los fracasos suceden una vez que las necesidades del corto plazo y/o las consideraciones políticas clientelares se imponen sobre las medidas de Estado y los proyectos visionarios. No podemos seguir siendo perennemente un país que pierde todas las oportunidades. México puede acelerar su crecimiento económico y colocarse a la par de países altamente competitivos si nos decidimos de una vez por todas a aprovechar nuestras ventajas, a hacer cambios trascendentales al modelo seguido hasta ahora (es falso que sea “neoliberal”) y a desplegar una estrategia moderna y más práctica de desarrollo, pero ello demanda -debe entenderse- la remoción de prejuicios y una vigorosa revaluación intelectual, anímica y organizacional de nuestra sociedad y del mundo en el que vivimos.


lunes, 11 de marzo de 2013

Dejemos de Hablar de Bufones

 

Dejemos de hablar de bufones como Hugo Chávez o Berlusconi para honrar un poco la memoria de políticos de otra estatura intelectual. Uno de mis favoritos de todos los tiempos es Benjamín Disraeli, descomunal estadista y escritor inglés quien fue también un artista de la sátira. Nacido en Londres en una familia judía de origen italiano, fue hijo de un muy agradable señor que estaba entregado por completo a sus tareas literarias. En la escuela y siendo muy niño, D. cobró conciencia de la diferencia que existía entre él y el resto de los párvulos, por eso su padre, convencido de que se judío sólo podría acarrearle dificultades en el seno de la intransigente sociedad inglesa, decidió bautizarlo. Disraeli siempre fue un hombre extremadamente inteligente y sensible dotado de una poderosa imaginación, dueño de una ambición que siempre lo indujo a ser el primero en todo. Sus características de líder y amor por el drama y la literatura hicieron que formase una compañía de teatro estudiantil. El estreno de su primer obra (una sátira, desde luego) le causó su expulsión del severo colegio anglicano donde estudiaba. Tenía entonces 15 años. Inició entonces una etapa de rabiosa formación autodidacta en la que leía todo cuanto había a su alcance. Esto llegó a preocupar a su padre, que decidió ponerle a trabajar, consiguiéndole un puesto como secretario.

Por las mañanas acudía al execrable trabajo y por las tardes leía pero obviamente tal rutina no satisfacía en absoluto sus altas aspiraciones. Por eso decidió tratar de hacer negocios. No obtuvo éxitos, pero lejos de desanimarse intentó sacarle provecho a la adversa situación sirviéndose de las experiencias adquiridas como tema de una novela que escribió en cuatro meses y que se tituló Vivían Grey, publicada en forma anónima y la cual fracasó rotundamente. Abatido por el nuevo revés, enfermó y sus padres decidieron abandonar Londres e instalarse en una casa en el campo. En medio de la tranquilidad rural, Disraeli escribió dos relatos satíricos Popanilla y The Young Duke y, más tarde, tras un intenso recorrido por Europa dos novelas: Alroy y Contarini Fleming. La primera es un relato del viaje en forma epistolar y la segunda es una autobiografía también llena de deliciosos tonos satíricos. Es justo tras publicar Contarani Fleming que llegó a la conclusión de que su verdadera vocación era la política, ya que la literatura no colmaba sus amplias ambiciones. Regresó a Londres e inició una larga y fructífera carrera política que mucho contribuyó a consolidar el poderío imperial del Reino Unido. Pero la política no interrumpió nunca su vocación literaria. Disraeli se daría tiempo para seguir escribiendo. Fue ya siendo un prominente líder que publicó su obra más importante: Coningsby, o La Nueva Generación, una preciosa sátira sobre el mundo de la política.

 

Desde luego, más allá de lo que puede leerse en sus escritos, la sátira disraeleana conoció sus mejores momentos en las sesiones parlamentarias. Dueño de una abismal cultura, de un supremo sentido del humor y de incomparable agilidad mental, Disraeli solía hacer pedazos a cuanto político se atrevía ponérsele enfrente. ¡Y de qué políticos hablamos! En el Parlamento de Westminster entonces se encontraban gigantes como Robert Peel, William Gladstone, John Russell y un largo etcétera de eminencias. La rivalidad más enconada (una de las más famosas de la historia, dicho sea de pasada) la tuvo con Gladstone, líder del partido liberal, cuyo fervor moral sólo era comparable a su capacidad fenomenal para el trabajo duro y el dominio de arcanos detalles financieros y administrativos, pero que también era capaz de hablar con notable fuerza de seducción al Parlamento y al público. Disraeli se especializaba en el empuje del sarcasmo fino y el epigrama envenenado, estrategia que orientada a la acritud en el debate parlamentario muy a menudo dejaba fuera de balance al severo y poco imaginativo Gladstone quien, por otro lado, podía ser contundente cuando se trataba del frío manejo de cifras y el conocimiento específico de temas.

Creo que no es necesario decir que actualmente México carece casi por completo de Disraelis y de Gladstones. Nuestra funesta clase política comparte, toda, de izquierda a derecha graves limitaciones intelectuales, escasa formación cultural y académica, nula capacidad de persuasión (que no sea la que da el marketing) y nuestra vida parlamentaria - foro donde en tantas otras latitudes se forman los líderes- es absolutamente impresentable. El mejor de los últimos tiempos fue, quizá, Porfirio Muñoz Ledo y eso es para ponerse a llorar, francamente.

jueves, 7 de marzo de 2013

¿De dónde debe ser el papa?


¡QUÉ IMPORTA QUE EL SUEÑO NOS ENGAÑE, SI ES HERMOSO!

La muerte de Chávez y las desenfrenadas muestras de luto y elogios excesivos de sus fans en Venezuela y en el resto de América Latina me recuerda que desde siempre me han dado tirria quienes se toman la vida demasiado en serio: los moralistas, los iluminados, los mesiánicos, y en general aquellos antipáticos personajes que viven para, según ellos, salvarnos a nosotros de nosotros mismos. ¡Cuídense, amigos de los iluminados! ¡Huyan de aquellos que creen estar siempre del lado del bien (o más bien, que creen que ellos son el bien) y de los que suponen que todo lo saben y todo lo pueden, y en el ejercicio perverso de ese delirio no tienen reparos en deformar la realidad objetiva que los rodea y a los seres humanos que la habitan!

Fue Anatole France quien escribió aquello de "¡Qué importa que el sueño nos engañe, si es hermoso!". Muy bien, pero debemos saber distinguir la calidad de los sueños. No son precisamente los sueños, por más desmesurados que sean, los que agravian, sino sus encarnaciones arbitrarias. Los políticos populistas como Chávez, Berlusconi y tantos más viven de las grandes mentiras, de enseñar espejos de humo, de vender sueños. Es cierto es que el origen del problema político consiste en que el aspirante a gobernar debe excitar en quienes serán sus gobernados la ilusión de que él tiene en las manos la llave de la solución, pero la realkidad es que cuando adquiere el poder no se juega con ilusiones o ideas absolutas sino con situaciones concretas, ordinarias, coyunturales. Benedetto Croce decía que “El hombre no es, sino que deviene incesantemente". En ese devenir perpetuo que sólo con la muerte termina hace que el ser humano viva en la constante aventura de lo incógnito. Es todos los días el mismo y, cotidianamente, distinto. Esta realidad elemental y por lo tanto fundamental, hace que la incertidumbre forme parte de la naturaleza humana. La política es un intento de resolver esas incertidumbres, por lo que sus afanes por la misma naturaleza de su origen, están condenadas a ser circunstanciales y momentáneos. Pretender soluciones absolutas y definitivas es intentar congelar la historia. Los intentos de esos absolutos en el siglo XX fueron la causa y la razón de los totalitarismos.

El estadista, es aquel que puede anudar lo que anhelaba Jeremías Bentham: "Ser un soñador de realidades y un realizador de sueños". Coordinar esfuerzos e interpretar anhelos, decía un amigo mío. Conoce, en primer lugar, sus propias limitaciones. Por eso, entre otras cosas puede y debe tener sentido del humor como para reírse de sí mismo. Los tiranos, los dictadores y la mayor parte de los políticos fallidos sobredimensionan sus aptitudes. Se toman demasiado en serio, y sobredimensionar las situaciones que uno vive lleva, irremediablemente, al ridículo.

 

Emily Ratajkowski Nude


Los Twitts del Oso


Dicen que la Maira era solo un tigre de papel....¡pero de papel higiénico, la cabrona!

Elba Esther Gordillo acaba de conocer la diferencia entre aprender y aprehender.

La retórica extremista de Beppe Grillo y otros por el estilo muy bien ilustra como la antipolítica radical puede llevar al fascismo.


Confirmamos lo que ya sabíamos: ¡¡Seth MacFarlane es un absoluto genio!!
Jesus Christ blessing a group of people

Enternece ver que el fervor con el que muchos izquierdistas profesan sus ideas es mucho más hondo y ciego que la fe del religioso más beato.

La incuestionable honorabilidad del presidente Pepe Mujica está por encima de posiciones políticas y trincheras ideológicas.

Noticias del atletismo: Pistorius cambio las carreras por el lanzamiento de bala.
El rayo sobre la cúpula de San Pedro y el meteorito en Rusia, ¿Son berrinches de Dios por la renuncia de B16 o anuncios de una nueva era?
Renunció un líder ineficaz, endeble e incapaz de entender los tiempos que vivimos. ¿Cuántos por aquí y por allá deberían seguir su ejemplo?

No deja de ser triste cuando se reconoce que la mayor virtud de un líder fue que tuvo el valor de renunciar.

Desde hoy tengo el honor de ser amigo en Facebook del gran general romano Marco Agrippa. Sólo espero que no me vaya a contagiar.


El procurador tiene sentido del humor. Bien por él!

Lozoya heredó de su padre el cariz de tecnócrata frio y distante.

La explosión fue como la burocracia mexicana: lenta y difusa.

martes, 5 de marzo de 2013

Don’t cry me for me…Venezuela.


 
La muerte de Chávez es una pésima noticia para la democracia en América Latina. Ahora se convertirá en leyenda, una especie de “Evito”, quizá hasta con su musical y todo (al tiempo). Mi esperanza era que sobreviviera y se responsabilizara del desastre en el que dejó a su país. Chávez mantuvo su popularidad a golpe de despilfarros, incluso después una larga temporada en el poder marcada por la mala administración, la inflación galopante, la irresponsabilidad financiera, el autoritarismo, la corrupción y el crimen rampante. El clientelismo masivo proporcionado por las millonarias ganancias petroleras le permitió contar con una presencia indudablemente poderosa en numerosos sectores populares de Venezuela, ello auxiliado por la ausencia de todo mecanismo institucional que asegure un gobierno limitado, rendición de cuentas o división de poderes. Eso sí, sería un muy grave error negar que el chavismo haya calado hondo en ciertos sectores sociales. El fenómeno chavista fue posible gracias a que la oligarquía venezolana gobernó de forma sesgada, incompetente y con una visión clasista, eso nadie puede negarlo, pero la solución populista siempre resulta, a la larga, mucho peor que la enfermedad.
Chávez y sus muy numerosos seguidores dentro y fuera de Venezuela  subrayan los logros de la revolución bolivariana en términos de reducción de la pobreza, la erradicación del analfabetismo y un mayor acceso a la salud, pero la estructura económica ha sido destruida sistemáticamente durante estos años. La inflación ha sido la más alta del continente americano en los últimos once años, mientras Venezuela es hoy más dependiente del exterior: las importaciones de bienes de consumo y de servicios ascienden de forma astronómica y el país importa el 80% del alimento que consume su población. Sectores independientes del sector salud reportaron la reaparición en el territorio nacional de enfermedades endémicas que ya habían sido erradicadas. El Estado de derecho no existe, la criminalidad (sobre todo el narcotráfico) aumenta constantemente de manera alarmante y Venezuela es el segundo país más corrupto de América Latina, únicamente superado por Haití, según la Organización no Gubernamental Transparencia Internacional.

Es cierto que gracias al uso clientelar, meramente asistencialista y sesgado que el régimen chavista dio a la riqueza generada por el boom petrolero verificado la primera década se este siglo -con precios promedio superiores a los 100 dólares por barril-, unos ocho millones de pobres lograron incrementar sus ingresos y mejorar sus condiciones de vida, pero esa realidad amenaza con esfumarse al primer enfriamiento de la economía, ante vertiginoso ascenso de la inflación y con el contante deterioro de los servicios públicos y la creciente criminalidad. Uso asistencial y clientelar porque ataca exclusivamente necesidades perentorias y de corto plazo sin atender la urgencia de establecer en el país condiciones para que el desarrollo social sea sustentable y de largo plazo. Sí, los sectores más humildes mejoraron su situación, pero eso sólo se logró de la “puerta para adentro” de sus casas, puesto que en lo que se refiere a servicios públicos estructurales como vivienda de calidad, vialidad, sistema de recolección de basura, drenajes, electrificación, las cosas empeoraron en los últimos años.
El gobierno de Chávez impulsó a cerca de una decena de programas sociales, conocidos como las “misiones” y unas redes de mercados estatales, que beneficiaron de manera directa a decenas de miles de personas en todos los estados del país y permitieron paliar, momentáneamente, las deficiencias de los servicios de salud y los efectos de la inflación. A esto se sumó el favorable desempeño que tuvo la economía entre 2004 y 2007, años en los que se dieron crecimientos entre diez y ocho puntos dl PIB venezolano. Pero los años de prosperidad económica comenzaron a hacer agua a partir de 2008 tras estallar la crisis financiera mundial que originó el desplome de los precios del petróleo, de donde proceden ¡90 de cada cien dólares que ingresan al país por exportaciones! Todo esto aderezado por el incontrolable crecimiento de la burocracia y el sector público.

La riqueza generada por el boom energético sirvió a Chávez para fomentar su popularidad mediante un grosero clientelismo, descuidando en el camino las inversiones de largo plazo garantes de la sustentabilidad del desarrollo social y económico de su país al futuro. Y es que quizá el principal pecado de la revolución bolivariana fue no superar la excesiva dependencia de la economía venezolana respecto al petróleo: más del 90% de los ingresos vienen del rubro energético a más de una década de régimen chavista.
Por cierto, que es en el renglón del comercio internacional donde se cae el mito principal del chavismo: el supuesto “acoso imperialista”.  El “inicuo imperialismo norteamericano” es, hoy por hoy, a más de diez años de iniciada revolución bolivariana, el principal socio comercial de Venezuela. En sus coloridas peroratas, Chávez afirmaba que buscaba nuevos mercados para sus hidrocarburos, pero lo cierto es que es sumamente alta la porción de sus ventas que destina a Estados Unidos. Rara forma la gringa de tratar de aplastar a un supuesto enemigo: comerciando con él en ingentes proporciones.

Gobierna regalando dinero y serás popular. Tienes recursos, luego alivias problemas perentorios a la gente más desprotegida, repartes, compras lealtades y votos, y ya está, ¡a refocilarse con la adoración popular y el fomento del culto a la personalidad! El problema es que el cuerno de la abundancia suele agotarse y si para entonces no has construido una alternativa viable para la distribución sostenible del ingreso todo se cae como un castillo de naipes. A final de cuantas el espejismo chavista terminará por difuminarse, sin que se haya conseguido superar la pobreza a largo plazo y sin lograr que la economía sea sustentable para un futuro carente de petróleo, pero ya el comandante no estará para rendir cuentas de ello. A otros tocará el desastre. Chávez está destinado a subir al olimpo de los héroes del imaginario de la izquierda latinoamericana al grado, quizá, del mismísimo Che Guevara. Y eso, insisto, es de lamentarse.

lunes, 4 de marzo de 2013

¿Cómo debe llamarse un papa?




A punto de empezar el cónclave  donde habrá de ser electo el sucesor de Pedro, el mundo se plantea un gran interrogante: ¿qué nombre elegirá el próximo papa? No es detalle menor. Nada de que “no por llamarse rosa la rosa tiene su perfume”. El nombre será la primera decisión importante que tome quien encabece los próximos años a la iglesia Católica y puede  significar un mensaje del perfil político que tenga el próximo papado. Muchos son los nombres que han adoptado los papas, pero solo un puñado son los que han repetido de forma reiterada: Juan ha habido 23, siendo el apelativo más socorrido en la larga historia del papado, seguido por Gregorio y Benedicto (16), Clemente (14), Inocencio y León (13), Pío (12), Esteban y Bonifacio (9) Urbano y Alejandro (8). En el último siglo se han utilizado los nombres de Pío, León, Juan, Pablo, Benedicto y -por supuesto- Juan Pablo, primer y único nombre compuesto usado por los papas hasta la fecha. Escoger un nombre en mucho puede identificar al nuevo papa con el precedente inmediato anterior. Si el futuro sucesor de Pedro eligiera ser Benedicto XVII sería inevitable deducir una continuidad con los ocho años del pontificado de Ratzinger, quien a su vez escogió este nombre en homenaje al hombre que encabezó la Iglesia durante el duro período de la Primera Guerra Mundial.

Se podría pensar que un eventual Benedicto XVII estaría abocado a concluir con los proyectos ya iniciados por su renunciante antecesor o incluso con la reforma de la curia romana. Ahora bien, si el nuevo pontífice escogiera ser Juan Pablo III, pues tendría que resignarse a vivir bajo la sombra del carismático Wojtila. ¿Qué tal Pablo VII? Dicen los que saben de estos temas que el Papa Montini, quien fue Pablo VI, eligió ese nombre porque sugería una gran apertura apostólica. Cultísimo y profundo, fue el papa que concluyó el histórico Concilio Vaticano II, iniciado por el adorable Juan XXIII. ¿Un sucesor con el nombre de Pablo o Juan? ¿Un pontífice que podría convocar a un nuevo Concilio? Ninguno de los dos sería un nombre fácil de llevar.

El nombre Pío está bastante quemado en virtud a que ha sido el nombre de algunos de los papas más reaccionarios y controvertidos de la historia. Pío VII fue encarcelado por Napoleón. Pío IX fue intensamente anti republicano y antidemocrático y vio extinguirse el poder terrenal de los papas, Pío X  condenó las nuevas tendencias de la modernidad, Pío XI fue el artífice de los Pactos de Letrán con Mussolini, el siniestro papel de Pío XII es objeto de gigantescos cuestionamientos.  Es por todo esto que llamarse Pío XIII sería considerado como una iniciativa conservadora muy en línea con la tradición preconciliar. De este nombre, mejor ni pío. Gregorio evocaría, también, a antecedentes de papas demasiado oscurantistas.  León está disponible desde 1903, cuando murió el papa Pecci, o sea León XIII, artífice de la encíclica Rerum Novarum. El tema de los derechos sociales consagrados en ese documento es de enorme actualidad.
Inocencio se prestaría a tremendas cabuleadas: ¡Ay Inocencio, otra vez! se oiría exclamar en las regiones de habla hispana cada vez que la regara. Sixto sería simpático, ya que le tocaría ser Sixto Sexto. Clemente se han llamado algunos de los más infames papas de la historia, tan malos que aun después de siglos son difíciles de olvidar. Alejandro es un nombre poco modesto que, además, evocaría los malignos recuerdos de los Borgia. Nadie ha osado llamarse Pedro II, o al menos hasta hoy ninguno lo ha intentado. Improbable será también que el nuevo Papa se decidiese por algún nombre en franco desuso como Simaco, Teófilo, Sósimas, Lino, Hilario o Telesforo. Más neutral y políticamente correcto sería decidirse por nombres como el de Esteban, Nicolás, Sergio, Martín o Adriano cuyos antecedentes son demasiado lejanos y desconocidos como para sacarle ronchas a nadie. En fin, veamos cual es el mensaje que le manda al mundo el próximo Papa.

 

domingo, 3 de marzo de 2013

30 días, la nueva y original alternativa de periodismo digital.

 
Tengo el honor de haber sido elegido director general del diario digital 30 Días, una nueva y original alternativa de periodismo digital.
Las propuestas de portales informativos por internet son competidos. El balance entre lo atractivo y lo actual puede hacer que muchas veces aquello que se presente pueda no ser siempre lo más interesante, lo más verídico, o incluso lo más relevante.
30 Días  nace de la necesidad de alimentar el pensamiento de una audiencia que reconoce lo necesario que es estar informado, pero también lo aburrido que puede llegar a ser. Al ser internet, el“cómo” de las noticias se hace flexible, dejando el “qué” igual de directo y conciso que siempre.
El tiempo siempre ha sido algo fundamental, y conforme las generaciones pasan, la información debe ser más corta y eficaz, pero sin dejar de ser objetiva e incluso crítica. El internet se caracteriza por ser el contenedor de una mezcla heterogénea de contenidos capaces de satisfacer todo tipo de gustos y necesidades, los cuales pueden ir desde un simple texto hasta un video en HD. Lo que hace a 30dias diferente a los demás es precisamente eso: lo conciso de su contenido, así como lo variado y lo entretenido. ¡Ojalá lo disfruten!
 

viernes, 1 de marzo de 2013

El Liberalismo “Hayekeano” de Nueva Alianza


 
Ahora que la Gorgona ha caído lo confieso: tuve un efímero y surrealista paso por la cosa esa que se llama Nueva Alianza, y por mi culpa el bodrio ese el único partido que tiene status de observador en la muy honorable Internacional Liberal. En uno de los episodios más absurdos de mi vida, una tarde de diciembre de 2005 quien a la sazón fungía (en el papel) como presidente del partidillo de Elba Esther, mi ex amigo Miguel Ángel Jiménez, me convocó a una reunión “ultra secreta” porque “un amigo suyo” me quería conocer. Total, que terminé en la casa de Fernando González (“Fer”), el famoso yerno de la hoy lideresa en desgracia, quien me invitó a cenar y a “echar una platicadita de política”. Presentes estaban algunos distinguidos dirigentes (en el papel) de Nueva Alianza, todos ex alumnos del ITAM, como se sabe, alma mater de lo más granado de nuestra tecnocracia. Todos ellos manifestaron en esa oportunidad muy arraigadas convicciones liberales. De hecho, la plática rondó sobre la necesidad que en México se tiene de contar con un partido genuinamente liberal. Según el famoso Fer, Nueva Alianza tenía toda la intención de levantar en México la bandera del liberalismo. Fue entonces cuando le pregunté al “yernísimo” si de verdad Elba y la dirigencia del SNTE conocen, han leído o, por le menos oído mentar en el transcurso de sus encomiables vidas las opiniones que tienen sobre el sindicalismo centralizado y autoritario y, en general, sobre el corporativismo pensadores como Hayek, Von Mieses, Friedman y Nozick. Mi interlocutor me aseguró categóricamente que sí, que la maestra “era una gran admiradora del pensamiento liberal” y que le encantaban los libros Rand “especialmente el que habla del Atlas (sic)”. “Ni hablar”, dije yo, “sorpresas te da la vida”. Total que al terminar el encuentro Fer me invitó a ser presidente de Nueva Alianza en el Distrito Federal, cosa que yo acepté (alego, para mi defensa, que para entonces ya me había zampado tres botellas de Ribera del Duero). “Muy bien, Pedro, para nosotros será un honor. Sólo preséntate mañana a las 10 am en el Holliday Inn de Calzada de Tlalpan para que seas electo y tomes posesión”, me instruyó Fer al despedirse de mí.

Fue así que una mañana perdida de invierno llegué al auditorio del citado hotel donde ya estaban sentaditos y en orden más de 700 “delegados” a la convención que habría de elegir a la nueva comisión ejecutiva del partido a nivel DF. Jamás había visto a ni una sola de las personas que estaban presentes, ni ninguna de ellas me había visto a mí la cara, pero eso no fue óbice para que, al momento de elegir al presidente, una persona propusiera con voz mecánica pero sonora: “propongo al compañero Pedro Aguirre”. “¿Alguien secunda esta propuesta?”, preguntó entonces  quien dirigía la farsa desde el presidium, a lo que varios “compañeros” de partido alzaron la mano para favorecer tan brillante idea. Salí electo de manera unánime.

Detesto a Elba Esther Gordillo. Es precisamente por esa razón que no duré en esta cosa ni dos meses.  De las espeluznantes escenas de auto denigración humana fui testigo en Nueva Alianza, como cuando durante una reunión entre la maestra y la dirigencia del “partido” todos los líderes  estatales fueron obligados a esperar durante ¡más de diez horas! En un salón contiguo a que la señora terminara una junta que tenía con el entonces secretario de Educación, un tal “Limón”. Lo sé porque a mí, en mi calidad de presidente de la cochinada esa en el DF, uno de los “profes” del sindicato me habló de improviso un viernes en la mañana para pedirme que asistiera de inmediato a “una importante junta”. “¿Cómo es posible que no nos avisen con tiempo?”, reclamé al tal profe Zepeda. “Es que urge tomar decisiones. Nuestra reunión se celebrará inmediatamente después de que termine una reunión del SNTE con funcionarios de la Secretaría de Educación. Por favor, no dejes de ir”, me explicó. En fin, tuve que ir. Cuando llegué vi a la inefable de la “maira” en plena reunión con los altos funcionarios de la SEP y paraditos en un salón contiguo, muy calladitos y dóciles, a los lidercillos neoaliancistas en espera de su turno. Era la 1 PM, más o menos. Cómo me di cuenta que la cosa iba para largo, me fui a comer con un amigo mío (el  “Bubus”). Estuvimos vacilando toda la tarde en Santa Fe y de regreso se me ocurre decirle a Bubus “Vamos a ver si de casualidad sigue la junta del partido”. Eran ya las 9:30 PM cuando regresamos al salón. Para nuestra sorpresa, seguía la junta de Elba con las autoridades de la SEP, mientras los sufridos jefes del partidillo seguían ahí, disciplinados y trajeaditos, esperando a ver a qué hora tendrían el alto honor de que la señora los atendiera.
La reunión para la que habíamos sido convocados empezó, por fin, alrededor de las 10:30 pm. No me quedé ni 20 minutos. Me revolvía el estómago ver como una mujer ostensiblemente vulgar, prepotente e ignorante humillaba a una caterva de ratones.

Pocos días después salí de Nueva Alianza, no sin antes aventarme un chiste en una reunión de no-se-que comité del partido en el que comparaba a la hoy defenestrada con una tarántula. Pero mi legado para  Nueva Alianza fue su estatus de observador en la Internacional Liberal, que aún conserva y que incluso ese nobilísimo personaje que es Quadri presumió durante su campaña. Fui yo quien les informé a los elba-itamitas de la existencia de una cosa que se llama Internacional Liberal, que reúne a todos los partidos y organizaciones de este signo ideológico que hay en el mundo, y que muy pronto celebraría su Congreso en la ciudad de Sofía, Bulgaria. Raudos los mentados dirigentes hicieron los trámites necesarios para asistir a tan magno evento allá por los Balcanes (no me llevaron los muy…) y presentar al partido más vertical y corporativizado de México (entre otras muchas “virtudes”, desde luego) como el único adalid del liberalismo en México. ¡Vaya país éste, donde los socialdemócratas son liberales, los liberales corporativistas, los ecologistas abogan a favor de la pena de muerte, los revolucionarios son institucionales, la izquierda es profundamente reaccionaria y la derecha hizo elegir como presidentes a personajes de la talla de Fox y Calderón!