No me gusta Denisse Dresser. Esta mujer padece lo que algunos llaman síndrome “del iluminado” o “del cruzado”. Incluso tiene la mirada extraviada y resplandeciente tan característica de estos individuos (ver foto). Denisse siente tener una misión única en la vida y por eso se la pasan moralizando de aquí para allá. Esta mujer en sus artículos y conferencias no se cansa de pontificar sobre “todo lo malo y perverso” que son lo políticos y de “todo lo bueno que es ella y los ciudadanos que piensan como ella”. Por eso no extraña que se haya erigido en la campeona del voto nulo.
Evidentemente, la gente así es sencillamente insoportable. Obsesionados por el tema del bien y el mal, los iluminados empiezan en algún momento de su vida a obsesionarse con un tema en el que pueden proyectar su presunta superioridad moral y satisfacer su insufrible necesidad de cumplir con su elevada misión de guiarnos por el buen camino pese a nosotros mismos, calmar nuestras ignorancia, aliviar nuestras penas y perdonar nuestros pecados. Su tema puede ser religioso, político, ecologista y lo que sea.
Evidentemente, la gente así es sencillamente insoportable. Obsesionados por el tema del bien y el mal, los iluminados empiezan en algún momento de su vida a obsesionarse con un tema en el que pueden proyectar su presunta superioridad moral y satisfacer su insufrible necesidad de cumplir con su elevada misión de guiarnos por el buen camino pese a nosotros mismos, calmar nuestras ignorancia, aliviar nuestras penas y perdonar nuestros pecados. Su tema puede ser religioso, político, ecologista y lo que sea.
La "Juana de Arco mexicana" podría ser esta fanática de misionera. Jamás abandonará su actitud moralizante por otra más racional o más tolerante hacia la defectuosa condición humana. Los iluminados son paladines del todo o nada y, por supuesto, están atados a un maniqueísmo rampante. Para este nueva profeta nuestro deber es hacer frente a lo que ella considera que es “el mal” sin considerar más variables que las que le dicta su moralina y sin pensar en las consecuencias, sin cuestionar ni un minuto en la idoneidad de sus propuestas o de si existen aspectos mejorables a los que se puede hacer frente de manera más exitosa en algo tan impreciso y humano como es la política.
El objetivo de la gente como Dresser es, ante todo, potenciar sus neurosis hasta convertirlas en las de todos. La conversión a la fe verdadera que ella, infatigable, propaga por doquier.
¡Qué hueva me das, Denisse!