En su último número, el semanario alemán Der Spiegel publicó un interesante reportaje de como algunos de los principales puestos en organismos multi o supra nacionales están siendo ocupados por personajes demasiado grises o mediocres (se puede leer en inglés aquí). El semanario alemán cita los casos de Ban Ki Moon, el pendejazo secretario general de la ONU, y de José Manuel Durao Barroso, el inocuo presidente de la Comisión Europea, entre otros. El Spiegel culpa de esta situación, sobre todo, a los gobiernos nacionales de los grandes países del muindo que prefieren ver al frente de estas organizaciones a auténticas nulidades antes que tolerar a personajes con dimensiones e iniciativa propias, como fue el caso de Jaques Delors en la UE o de Kofi Annan en la ONU. Esta situación a redundado en el aletargamiento de las organizaciones internacionales, sobre todo las que requieren de reformas urgentes para adaptarlas a las nuevas circunstancias de nuestro mundo cambiante.
El caso de Barroso al frente de la Comisión es de los más sintomáticos. Los dirigentes europeos han acordado que este señor ocupe por un periodo adicional este elevado cargpo a pesar de que existe un consenso casi unánime de que su gestión ha sido débil y mediocre, por decir lo menos. Barroso es un político conservador que fungió como un primer ministro de Portugal sin pena ni gloria hasta que fue designado como nuevo presidente de la Comisión hace cinco años como "candidato de compromiso". Entonces causó mucha molestia en Portugal su súbita renuncia a la cabeza del gobierno de un país que mostraba claros síntomas de inicar una seria recesión económica. Ya en la Comisión, el estilo de Barroso ha sido demasiado discreto. Su notable falta de iniciativa se ha vuelto legendaria. Al estallar la crisis financiera se guardó silencio y se observó total apatía en Comisión mientras las finanzas mundiales reventaban. Como jefe del órgano ejecutivo de la Unión Europea, Barroso debería ser el principal timón a la hora de elaborar nuevas leyes para los 500 millones de ciudadanos de la UE, además de que debería servir como acicate para que los gobiernos nacionales lanzaran efectivas políticas supranacionales para detener la crisis. Pero Barroso es un "convidado de piedra" ante las turbulencias actuales.
Por añadidura, Barroso llegó de carambola al alto cargo. Ni siquiera presentó su candidatura en el 2004 para la presidencia de la Comisión Europea. Apareció en escena solamente gracias al veto británico que impidió el acceso del candidato con más posibilidades, el primer ministro belga Guy Verhofstadt, uno de los dirigentes del ala liberal más destacados del mundo que se desempeño de forma muy competente como primer ministro de Bélgica, pero quien fue vetado por el miserable de Blair por su oposición a la guerra de Iraq y sus ideas pro-federalistas.
Asi es como, pese a todas sus pifias, Barroso se prepara para volver a mal dirigir la Comisión por un nuevo mandato de cinco años. Ahora bien, si de políticos mediocres, deslucidos, pusilánimes y sin iniciativa se trata, los gobiernos nacionales deberían voltear a ver el panorama político mexicano, donde abundan ejemplares de esa especie de "connotadas nulidades". ¿Cuántos políticos de la "talla" de Calderón, Creel, César Nava o pendejazos por el estilo se les ofrecen, señores?