El ex canciller alemán Helmut Schmidt cumple 90 años con una lucidez mental y una salud física envidiabes y como el político vivo más influyente de Alemania, un genuino icono nacional, aún más que su sucesor y tocayo Helmut Kohl, el canciller de la reunificación pero también el de varios oprobiosos escándalos políticos y personales , por no hablar de su nulo carisma como el "refrigerador de Ludwigschafen" que es. Su aniversario está dando lugar a una verdadera apoteosis. Los libros de Schmidt inundan, literalmente, las librerías de este país. Su presencia es obsesiva. En Alemania se encuentran en los lugares más prominentes de las librerías. Recuerdo la forma en que su estupendo libro El Poder y los Hombres (macht und menchen) cambió muchas de las ideas preconcebidas de muchachito "progre" que tenía yo entonces. Y no sólo en librerías. La tele, la prensa, son tantas las entrevistas publicadas estos días que hay que preguntarse qué es lo que falta por saber de este personaje -"como hombre", "como político"- qué detalle de su biografía y sus recuerdos aun queda por develar. Uno tras otro, políticos, periodistas, escritores, le tributan homenajes en artículos y declaraciones, que mantienen una curiosa unanimidad en el elogio. "No estuve de acuerdo con él en esto y aquello, pero....", dicen críticos como esa vaca sagrada de Günter Grass.
Helmut Scmidt fue el segundo canciller socialdemócrata de Alemania en la posguerra (1974-82). El primero fue el más famoso Willy Brandt, que ocupó el puesto de 1969 a 1974. Fallecido en 1992, Willy Brandt habría cumplido 95 años el jueves pasado, pero su aniversario ha pasado sin pena ni gloria. Claro, uno está muerto y el otro vivo, pero la comparación es inevitable y en la diferencia de trato hay algo más.Brandt fue uno de los raros cien mil alemanes activos contra Hitler, un antifascista de pura cepa. Era militante del ala izquierda de las juventudes socialistas, expulsada del SPD, partido al que regresó más tarde evolucionando hacia el centrismo. Como canciller, Brandt abrió una brecha en la guerra fría llamada "Ostpolitik", reconoció la línea Oder-Neisse como frontera occidental de Polonia, fue el primero en visitar la RDA, la apestada Alemania del Este, fue pionero en la causa de la unión política europea, fue líder de la Internacional Socialista y premio Nobel de la Paz. Y fue un personaje simpático, bebedor, depresivo y mujeriego, es decir lo que un escritor vitalista como Nikos Kazantzakis definiría como "un tipo fiable y humano".
A su lado está Helmut Schmidt, que combatió en el ejército de Hitler, llegando a teniente y mereciendo una cruz de hierro, ingresó en el SPD en 1946, fue ministro (de defensa), bendijo el despliegue de misiles nucleares americanos en suelo alemán aún contra el sentir mayoritario de la población (al cual demstró ser ,a la latga, una estupenda jugada estratégica del final de la Guerra Fría), gestionó las crisis terroristas y económicas de los setenta, y no reveló hasta los setenta años de edad, que tenía antecedentes judíos. Periodistas que lo han tratado lo describen abiertamente como, "frío, arrogante y autoritario", lo que en Alemania no es defecto, sino pura virtud. En los ochenta se refirió irónica y cruelmente a las virtudes de Schmidt (diligencia, orden, disciplina) con la advertencia de que con ellas se podía administrar un campo de concentración. Pero Schmidt tiene otras cualidades; es un tipo sencillo, que siempre ha vivido en la misma casa de clase media con la misma mujer, que toca estupendamente el piano (la Deutsche Grammaphon tiene grabaciones suyas), parece haber sido bastante feliz en su matrimonio con una maestra y que fuma como chacuaco: uno de los anuncios de homenaje publicados en la prensa es de la DZV, la asociación de la industria tabaquera alemana.
Schmidt, pese a su biografía gris de tecnócrata, es, sobre todo, un genuino hombre de Estado. Fue un sagaz y visionario gobernante y ahora es un analista experimentado y culto de 90 años, en un momento en el que en Europa no hay hombres de Estado, sino padrotillos como Sarko, calabacillas como Zapatético, señoras despistadas como Merkel y tetazos a la Gordon Brown. Comparado con lo que hay hoy, Schmidt es un Disraeli o un Gladstone. Basta citar dos aspectos. Es uno de los pocos políticos europeos que trata a China con seriedad y que comprende lo absurdo de aleccionarla. Su discurso en el forum Siglo XXI del año 2005 en Pekín fue una lección de sentido común hacia China, muy rara entre europeos. En segundo lugar, Schmidt es un señor que llama a los cosas por su nombre y que está muy presente en los medios alemanes. No solo habla y escribe mucho, sino que es muy leído y escuchado. Ha sido, junto con su entrañable a,migo Giscard d' Estaing, uno de los intelectuales-jefes de Estado más connotados de todos los tiempos. El año pasado dijo, por ejemplo, que "la banca de inversión es un delito legalizado", y ahora está diciendo que el gobierno alemán "no sabe menearse con la crisis". Muchos alemanes sintonizan con su buen sentido y espíritu libre que no se muerde la lengua. A cambio, permiten que Schmidt se toree la prohibición de fumar: él fuma donde le da la gana y los disciplinados ciudadanos, tan dogmáticos en materia de normas, le llevan el cenicero con respeto. Sï, este blog es un apasionado defesor de las prohibiciones a los fumadores, pero reconoce que no es lo mismo Helmut Schmidt que Tere Vale, Beto Begne o cualquiera de los liderillos de nuestro PSD.
Los políticos jubilados, obviamente hablo de aquellos que han sido hombres de Estado, son un recurso muy valioso. Los Fox, Zedillos, De la Madrides y demás miasmas que padecemos en México no sirven para nada. De Salinas tengo una opinión más ponderada. Los hombres de Estado del pasado no tienen nada que perder, ni nada que demostrar. Pueden permitirse el lujo de decir lo que piensan. En Asia a los viejos se les respeta y escucha. Han vivido mucho, tienen experiencia y se equivocan menos. Aunque, claro, hay viejos que son muy pendejos....