martes, 23 de septiembre de 2008

¿Es Obama otro Dukakis?


...es la pergunta que hace Christopher Hitchens en Slate . Y es que para como están las cosas, con una crisis financiera mundial de espanto, es para que Obama llevara una ventaja de por lo menos 10 puntos sobre el viejo Mac. Las respuestas que da Hitchens son variadas. Al primer candidato afroamericano con posibilidades reales de ser presidente le faltan agallas, fuerza, decisión y contenido de mensaje. "Seamos honestos, no hay una sola frase del dicurso en Denver de Obama que sea citable", dice el editorial de Slate. La buena oratoria no sustituye a los buenos contenidos. Además, sigue Hitchens, Obama da la impresión de ser "demasiado simple" (bobo, dicho en buen español). La comparación con Dukakis es pertinente. Se trata de aquél infortunadísmo candidato demócrata a la presidencia que tenía al comenzar la campaña una ventaja de más de 20 puntos porcentuales sobre el entonces vicepresidente Bush Sr. en una siuación de parón económico y con las secuelas del escándalo Irán-Contras aún haciendo sombra la partido republicano. Poor Dukakis perdió de calle a la hora de la verdad por culpa, sobre todo, de su tibia personalidad. La verdad que se reitera una y otra vez es que los demócratas, salvo alguna que otra rara excepción (Clinton) no saben ganar elecciones presidenciales. Como dice The Economist, si pierden esta, mejor que se dedique a "otra línea de actividades".

domingo, 21 de septiembre de 2008

Importante relevo en la socialdemocracia...


…hablo, por supuesto, de socialdemocracia alemana, donde tras un par de años de una desastrosa dirigencia han dado un golpe de timón reformista moderado con vistas a las elecciones federales, previstas para septiembre de 2009. Todo ello con un doble objetivo: frenar el derrumbe con respecto a los cristianodemócratas (actualmente, la ventaja a favor de la CDU de la canciller Angela Merkel es de 15 puntos) y controlar la sangría de votantes desilusionados del SPD que se han ido a la izquierda, la heterogénea plataforma que lidera el ex socialdemócrata Oskar Lafontaine con los antiguos comunistas de la Alemania del Este.

Se trata de un cambio trascendental. Obviamente, no está claro que satisfaga a los militantes más de izquierdas ni cierre la división existente en el partido, aunque quizá atraiga voto de la clase media. Franz-Walter Steinmeier, ministro de Exteriores y representante destacado del ala moderada del partido, será el candidato en 2009 y el presidente del SPD, Kurt Beck (un gris político que era equiparado con el Oso Figaredo de los Muppets) , será relevado por su antecesor, Franz Müntefering, el ex ministro de Trabajo, que decidió en 2007 abandonar temporalmente la política. Beck es un hombre sin carisma, que se ha caracterizado por los vaivenes de su coqueteo con la izquierda radical y que al final ha desorientado a todos. Beck es un gordito que parece oso, pero nada que ver con Bruno -paradigma de la rebeldía y el sarcasmo- sino quie más bien es un oso bastante soso y medio baboso, así como el Figaredo, precisamente.

En la operación se observa la influencia de Gerhard Schröder, que empieza a ver reivindicada su figura histórica. Tanto Steinmeier, que no tiene acta de diputado, como Müntefering son muy leales al ex canciller, que se retiró tras la derrota en las elecciones de 2005. Fueron ellos quienes perfilaron la Agenda 2010, el conjunto de medidas de recorte social que en 2003 los socialdemócratas impulsaron desde el poder para reactivar la economía y frenar el desempleo. Esas iniciativas comenzaron a dar frutos en la revitalización económica, pero provocaron chispas en el SPD. El protagonismo que a partir de ahora desempeñará Steinmeier quizás cause fricciones en el Gobierno de coalición con el CDU. Merkel ha reaccionado con preocupación. En cualquier caso, la canciller no tiene intención de reeditar la fórmula si gana las elecciones de 2009, aunque eso deberán decidirlo los electores el año que viene. La formación de una nueva coalición de gobierno promete ser muy interesante.

jueves, 18 de septiembre de 2008

I'm Voting Republican

The good ol' reasons for voting republican!

miércoles, 17 de septiembre de 2008

¡Se voló la barda el Página 12!


"El Camarada Bush", publica hoy, irónico, el populistoide e izquierdoso diario argentino Página 12 en sus ocho columnas y continúa: "En otro arranque de populismo estatista, el gobierno norteamericano puso 85,000 millones de dólares para evitar la caída de AIG, una de las mayores compañías de seguros del mundo." ¡Buenísimo el sarcásmo! Falta ver si esto ayuda a Obama (¡Its the economy, stupid! ¡And now nore than ever!) a ganar las elecciones. Cómo están las cosas, una derrota demócrata sería inexcusable. Ya no acapararán la atención del electorado trivialidades como la Lipstick Issue y otras tonterías por el estilo. También será interesante ver si la crisis financiera ayuda a las alicaídas opciones socialdemócratas europeas. Yo por eso soy liberal popperiano: nada de fundamentalismos. El Estado debe intervenir en economía con toda decisión sí ocasiones extraordinarias así lo demandan (pero de manera temporal, únicamente, conste).

martes, 16 de septiembre de 2008

Calderón, ten agallas: corre a tus "cuatitos".


Los atentados criminales perpetrados ayer en Morelia en un día tan significativo para México, y la flagrante provocación del narco al arrojar en la Marquesa los cadáveres de 24 ejecutados, son pruebas fehaciente de que este país vive en guerra y que ha llegado la hora de tomar medidas extremas. Sr Calderón, mucho dice preocuparse por la situación de violencia que padecemos, pero entonces, ¿Por que diablos sostiene contra viento y marea a tres comprobados ineptos como principales responsables del combate contra el crimen organizado? Me refiero, desde luego, a la tercia de chiflados que ocupan las secretarias de Gobernación (el Morniño de sus ojos) al señor ese en la luna que ocupa -por decir algo, la Secretaría de Seguridad Pública y al procurador general de justicia. El único mérito palpabloe de estos señores es que son sus "cuatitos" y usted no los remueve porque está demostrando ser un mandatario medroso e inseguro incapaz de tener visión de Estado.

No sea mediocre, señor Calderón, cese de inmediato a sus amiguitos y coloque a tres personas de mayor envergadura política y administrativa en las posiciones que son clave para la seguridad nacional, aunque no militen en su partidito de blanquiazules mochilenques, corruptos e ineficaces . Desde luego, elcambio de nombres por sí mismo no es una recetita mágica que vaya a solucionar tan complejo problema de la noche a la mañana, pero al menos usted mandara la señal a la sociedad de ue la escucha y de que no teme tomar decisiones trascendentales en el ejercicio de su mandato.

¡Haga algo, Sr. Calderón!

¿Es Godzila o las Bolsas que se Derrumban?


Vean nada más esta foto que puso ayer el diario británico The Independent en su portada. La expresión apanicada de un broker con los ojos desorbitados y la boca tan abieta que podría devorar a un hipopótamo. El hombre parece haber visto a Godzila o a un demonio, pero en realidad sólo está comprobando la estrepitosa caída de todos los índices bursátiles. ¡Se me hace que ahora si nos va a llevar la tiznada!

lunes, 15 de septiembre de 2008

¡Qué Mal Me Cae Elena Poniatowska!


A instancias de mi cuate don Antonio Mondragón inauguré en Faceook un grupo que se llama ¡Qué ml me cae Elena Poniatowska! y es que seamos sinceros: la Poniatowska es una mujer profundamente antipática. Respeto a las personas que aprecian su literatura (no es mi caso), pero más allá de los presuntos méritos de su obra la figura pública que ha creado es aborrecible. La señora es la exaltación viva de la "pose", la pedantería y el esnobismo izquierdista. Se ha convertido en la quintaescencia de la intelectual "progre" latinoamericana: maniqueísta, reduccionista e hipócrita. Como dice don Jorge Hernández Tinajero: esta foto lo dice todo.


Es hora de derrumbar los templos de nuestras vacas sagradas.

Las Taras de Taro.


A partir del próximo día 22, Japón tendrá su cuarto primer ministro en tres años, el tercero que llega al cargo sin ser elegido en las urnas. Lo más probable es que ocupe el cargo Taro Aso, un ex titular de Asuntos Exteriores de 67 años nieto del primer ministro Shigeru Yoshida, quien negoció la rendición del imperio del Sol Naciente durante la Segunda Guerra Mundial.

En una votación interna, la formación política en el poder, el Partido Liberal Democrático (PLD), escogerá a su presidente y, dos días después, éste será investido primer ministro por la Cámara Baja del Parlamento nipón gracias a la mayoría que conforman dicho grupo y sus socios de coalición, los budistas del Nuevo Komeito.

En esta especie de primarias competirán también el ministro de Economía, Kaoru Yosano, una presentadora de televisión y antigua titular de Defensa, Yuriko Koike, quien es sido abiertamente apoyada por el dinámico ex primer ministro Koizumi; otro ex ministro de Defensa, Shigeru Ishiba; el viceministro de Exteriores, Ichita Yamamoto; y Nobuteru Ishihar, hijo del ultraconservador y controvertido gobernador de Tokio.

El elegido sucederá a Yasuo Fukuda, un gris e ineficaz político de 71 años que dimitió cuando llevaba menos de un año como jefe del Gobierno. A su vez, Fukuda había revelado como primer ministro a Shinzo Abe, quien subió al poder en septiembre de 2006 y dejó el cargo al cabo de un año tras haber sido uno de los fiascos políticos más grandes en la historia contemporánea del país. Pocas veces se ha visto a un gobernante tan inepto en Asia entera su balance: cuatro ministro dimitidos y uno suicidado por escándalos de corrupción, desaparición de los registros informáticos de las cotizaciones de 50 millones de contribuyentes y pérdida de la mayoría absoluta en la Cámara Alta de la Dieta (Parlamento) en una humillante derrota en las elecciones legislativas.

Este burro dejo al dimitir un panorama muy distinto al que había heredado de su antecesor, Junichiro Koizumi, quien arrasó en los comicios celebrados en septiembre de 2005 tras adelantarlos en un arriesgado órdago a la oposición para sacar adelante su polémica privatización del servicio de Correos, que incluía a la mayor caja de ahorros del país. A pesar de su arrolladora victoria, Koizumi abandonó la jefatura del PLD al cumplir los cinco años de rigor al frente del mismo y, por extensión, dimitió de su cargo como primer ministro. Desde entonces, su partido no da pie con bola y ha estallado en mil pedazos la estabilidad que aportara Koizumi .

Tras su marcha, han vuelto al archipiélago nipón los peores tiempos de la incertidumbre política, aquellos días en que, tras la crisis financiera de 1997, los gabinetes apenas duraban un par de meses en el poder. Este escenariode sempiterna crisis ministerial, que ya se prolonga durante dos años, es resultado directo del anquilosamiento del PLD, el partido dominante que ha venido dirigiendo Japón casi ininterrumpidamente desde 1955, salvo los once meses en que una coalición de fuerzas de izquierdas gobernó a mediados de los 90.
Qué sucede en el PLD? Desde luego es una pregunta muy compleja de responder. Tiene que ver con el agudo faccionalismo que domina en su interior y que es la cacterística fundamental de la política japonesa. Por otra parte, faltan ideas y líderes carismáticos. Prevalece una aguda endogamia de un partido donde figuras como Aso, Fukuda y Abe son parientes de antiguos políticos. También hay que citar al empeoramiento de la economía, que volvió a arrojar datos negativos en el segundo trimestre.

Aunque algunos magníficos, pero obcecados, niponófilos se nieguen a reconocerlo, Japón en una grave crisis de difícil solución. Hoy el principal problema de la economía nipona es que todavía sufre el impacto del estallido de la burbuja bursátil de principios de los 90. Además, por razones políticas se mantiene el statu quo económico y social en lugar de adaptarse a los nuevos tiempos y circunstancias, lo que conlleva una pérdida de competitividad y, a la postre, poder adquisitivo porque, por ejemplo, no se potencian aspectos básicos como el ahorro de energía mediante fuentes renovables y se desperdicia un gran capital humano por la falta de incorporación de la mujer o de los inmigrantes al panorama laboral en un momento crítico en el que la población está descendiendo.

El PLD está dividido entre los defensores de la política tradicional, que mantiene pequeños negocios que no son competitivos ni aportan nada a la economía nacional, y aquellos que, como Koizumi, quieren reformas liberales dando primacía al mercado y reduciendo impuestos y regulaciones, pero sin una visión constructiva del Estado.
Yo sigo pensando que Koizumi debe volver al poder. Desde luego, el señor no es dueño de una “varita mágica” con la que, de repente, se superen los problemas económicos y se domen los intereses de las facciones, pero su visión de Estado y su innegable popularidad le dan l fuerza y legitimidad necesarias para emprender reformas de envergadura. El hombre juega, hasta la fecha, a no interesarse por regresar al poder, pero quizá sólo sea estrategia. Ya verá a las facciones y a rogarle a sus puertas

La muerte del modelo sueco.


En Suecia hay de modelos a modelos. Unas son como la preciosidad que está en el post anterior y que no morirán nunca porque las suecas serán hermosas para siempre. Pero el otro modelo, el de la socialdemocracia sueca, es del que debemos despedirnos, porque ya está muerto. En efecto, todo “progre” que se vanaglorie de serlo, que no deje de conmoverse cuando oye mencionar la palabra “utopía”. De inmediato sus neuronas le traen a la memoria el ejemplo inefable del paraíso edificado por la socialdemocracia sueca.

Sin embargo, la realidad es obstinada e irreductible. La “utopía” siempre es un proyecto irrealizable. En ese sentido Suecia es un ejemplo que debemos tomar en cuenta. La utopía casi destruye a ese gran país escandinavo, pero finalmente la sensatez consiguió abrirse paso.
Desde 1932 a 1946, con el liderazgo de Per Albin Hansson, la socialdemocracia se propuso implantar el proyecto socialista del Estado benefactor. Quisieron actuar como una divina providencia aquí, en la tierra, cuidando de todos los ciudadanos en todas sus necesidades. El paraíso comenzó con lo que los suecos llamaban folkhemmet, es decir “el Estado es el hogar del pueblo”, pero terminó convirtiéndose en una pesadilla insostenible y se derrumbó completamente. La razón fue muy simple. Para poder vivir del Estado, los suecos tenían que pagar más dinero de lo que ganaban y el presupuesto estalló por todos lados. Era un queso gruyere, con enormes agujeros de subsidios, planes asistenciales, gasto social, ayudas regionales y empresas estatales, que no pudieron sostenerse con una producción declinante. Hacia 1990 los bebés suecos pertenecían a una guardería estatal, los niños pertenecían a una escuela pública impuesta; los jóvenes pertenecían a un determinado instituto deportivo; los adultos pertenecían a un hospital público compulsivo y los ancianos pertenecían a geriátricos obligatorios. Desde la cuna a la sepultura, incluyendo las emisoras, los canales de TV, las oficinas de empleo, las agencias inmobiliarias, los ferrocarriles, la línea aérea SAS y el correo, todo sin excepciones era del Estado. Nadie tenía derecho a elegir, porque el Estado socialista de bienestar proveía por todos y no permitía ninguna diversidad en la oferta de servicios. Era imposible optar por algo distinto.

Sólo un puñado de idealistas podían pensar en salir de ese modelo progresista que condenaba a la gente a vivir sin iniciativa, a no poder elegir y a esperar años para utilizar los maravillosos beneficios sociales, pero pagando impuestos desmedidos. Por eso huían de Suecia sus escritoras más prestigiosas como Astrid Lindgren e Ingrid van Nyman, científicos como Bertil Lindblad, cineastas como Ingmar Bergman o actrices como Greta Garbo, Ingrid Bergman, Anita Ekberg, Liv Ulman e Ingrid Thulin quienes emigraban para escapar del despotismo impositivo donde el Estado se apropiaba de más del 85 % de sus ingresos.

Meses de cola para ser atendidos por un médico, meses de cola para inscribirse en una escuela, meses de cola para internarse en el hospital y años de cola para alquilar vivienda. El modelo siempre ajustaba por la espera y la resignación. La cima del Estado de bienestar se inició a partir de 1969 cuando llegó al poder Olof Palme, una gran egoéntrico, quien comenzó a incentivar el consumo. La carga tributaria rompió la barrera del 25 % del PBI, pasó al 35 % y siguió subiendo. Fue la epopeya del frenesí del gasto público, mientras las inversiones se evaporaban. La explotación de los bosques, la producción de muebles, las instalaciones eléctricas, los rodamientos y la industria mecánica se derrumbaron. El crecimiento terminó igualándose al ritmo del aumento vegetativo de la población, con lo cual ningún sueco pudo albergar ilusiones de mejora en sus condiciones de vida.

Suecia perdió su pujanza económica. La vida se redujo al reclamo pedigüeño para que el gobierno subsidie a cada grupo. Los obreros carecían de creatividad, los ingenieros y emprendedores -que habían convertido a Suecia en una potencial industrial y marítima- se encontraron aplastados por abrumadoras regulaciones, prohibiciones para ejercer toda actividad privada útil, obstaculizados por normas aduaneras y con restricciones que dificultaban viajar al exterior. Sólo prosperaban los empresarios amigos del poder socialdemócrata. Esto sucedía porque el Estado sueco engullía tajadas cada vez más grandes de la economía productiva y despilfarraba el dinero en un insostenible sistema de ayudas, privilegios y subsidios. Sin embargo, la idea de la utopía progresista había captado la admiración del mundo entero. En su tiempo, Franklin Del ano Roosevelt, manifestaba que “en Suecia tenemos el paraíso: una familia real perfecta, un gobierno socialista pródigo y un sistema capitalista que no lucra y trabaja para que el pueblo viva de la manera más feliz imaginable”.
Pero por cada persona y media que producía bienes reales, había otro individuo que vivía a su costa con un cargo dentro del Estado realizando tareas inútiles. Entre 1982 y 1986 es nuevamente reelegido Olof Palme, quien este último año fue misteriosamente asesinado cuando salía de un cine con su mujer. En su segundo mandato, dispuso la radicalización total del intervencionismo estatal comenzando por coartar la libertad empresarial. El poder del Estado se convirtió en cómplice de los grandes sindicatos, se dispusieron reivindicaciones salariales desvinculadas de la productividad y la industria sueca quedó fuera de la competencia mundial, porque producía a precios tan altos que se hizo necesario prohibir las importaciones. El intervencionismo logró sancionar una ley de “fondos fiduciarios sociales” para la industria y la banca sueca, en los cuales debían depositarse las ganancias de las empresas donde quedaban bajo control de los sindicatos. Los dirigentes sindicales decidían luego, qué hacer con las ganancias acumuladas.

El propósito progresista era llegar al control total de las empresas por parte del gobierno, a través de sindicatos adictos y designar empresarios como si fueran funcionarios públicos. La consecuencia de este proceso fue que todos se convirtieron en empleados del Estado. La economía dejó de producir y Suecia se transformó en una inmensa factoría de servicios de bienestar que sólo brindaba promesas, pero que nunca se cumplían. Empezando por las clases bajas y siguiendo por las clases más altas, el incentivo a trabajar desapareció rápidamente. Como todos querían vivir del Estado, la carga tributaria en 1989 llegó al record mundial del 56.2 % del PIB.

Después de un corto período conservador dirigido por Carl Bildt, en el año 2002 se hizo cargo del gobierno el nuevo premier socialdemócrata Gören Persson, otro egocéntrico, quien tuvo que asumir el proceso de ajuste. Sus antecesores habían alcanzado el ideal igualitario, pero de la precariedad. La crisis irrumpió a través de una explosiva debacle laboral. Como los desempleados estaban camuflados dentro de programas públicos, cuando se produjo una brusca caída de la recaudación impositiva, no pudieron financiarse más. De un día para otro Persson se vio obligado a echar centenares de miles de empleados públicos, lo que agudizó la situación. Fue el colapso del keynesianismo producido por la crisis del Estado de bienestar.
Anteriormente, entre 1990-1996 la solución que los socialistas habían encontrado a mano consistió en duplicar la deuda pública, pero el tiro de gracia llegó en 1993 cuando el Banco de Suecia para conseguir prestado tuvo que subir la tasa de interés al 500 % anual. La socialdemocracia tuvo que asumir las consecuencias del naufragio económico. Lo primero fue un duro proceso de reducción del gasto público a través de la eliminación de los subsidios y beneficios sociales. El recorte de empleados públicos fue muy drástico. En sólo 5 años tuvieron que despedir 157 mil empleados. Las medidas incluyeron el cambio de la contabilidad pública para conocer el costo de todos los servicios y su comparación con países capitalistas. Simultáneamente se estableció un tipo de cambio libre y se eliminaron las restricciones al comercio exterior, derogando regulaciones e impuestos aduaneros. El gasto público se recortó 70 mil millones de coronas entre 2002-2005. La población se enfureció cuando comprobó que el Estado había quebrado y que todas las promesas del bienestar social no eran más que un bluff electoral. En 2006 terminó el dominio político de la socialdemocracia, ejercido durante 70 años. En las elecciones triunfó el nuevo Moderata samlingspartiet (Partido de los Moderados) una concertación de centro-derecha integrada por conservadores, liberales, democristianos y centristas. Su líder Fredrik Reinfeldt inició una nueva etapa denominada “Revolución de la libertad de elección”.
El propio partido socialdemócrata se vio obligado a cambiar de objetivos y lanzó programas que abjuraban del intervencionismo estatal impulsando las nuevas ideas del “Poder directo de la gente sobre su vida diaria”. Así se fue desarmando intelectualmente el Estado socialista de bienestar para iniciar una nueva era de sensatez económica, moderación política, respeto al derecho de propiedad y a la iniciativa privada. El Estado siguió siendo poderoso pero pequeño. Sus funciones en lugar de ser dirigidas y ejecutadas por funcionarios y empleados públicos fueron delegadas a la sociedad cuidando siempre de respetar las condiciones de equidad y justicia pero bajo gestión privada y no de políticos. El Estado de bienestar, basado en la utopía, fue enterrado para siempre. Se lo reemplazó por el Estado facilitador cuya función consiste en fomentar y traspasar las funciones sociales a una Sociedad de Bienestar, que se administra a sí misma, que ofrece diversidad de ofertas, que garantiza la libertad de elección tanto en servicios escolares, deportivos, salud, convenios laborales, cultura, protección de la infancia y sistemas jubilatorios para la vejez. Pero esto será cuestión de otro post.