En algunos documentos de la dinastía Tang, en la China imperial (siglo VII después de Cristo), puede observarse que la ideografía del cangrejo representaba el concepto de "ladino", algo muy cercano al ruin y falso "pícaro" en su matiz más peyorativo, a quien nosotros llamaríamos en méxico, generosamente, "vivillo". Algunos atribuyen tal interpretación al hecho de que este crustáceo jamás puede caminar derecho, para adelante; en efecto, sólo lo hace de costado, lo que también pone en tela de juicio su genuina capacidad de avanzar. Por otra parte, la innata agresividad del cangrejo fue captada hace siglos por la medicina, para denominar una terrible enfermedad: "carcinoma" deriva de "cáncer", que significa "cangrejo" en latín, con raíz en el griego kárkinos , que indica también tenazas e instrumentos de tortura. Dícese que todo ello representa la ferocidad de los tumores malignos, que suelen tener un núcleo central y extensiones a manera de patas y que se enganchan firmemente en los tejidos que los circundan.
Desde muchos puntos de vista, los cangrejos fueron considerados animales adelantadosrespecto de los vecinos artrópodos, pues poseen sistemas nerviosos bastante complicados y son capaces de tolerar cambios extremos en su medio ambiente, lo que les permite sobrevivir en hábitats muy hostiles. Pero no armonizan en conjunto, pues tienden a ser muy belicosos entre sí y tienen patrones de conducta tan complejos y enredados que han inspirado hasta el arte de tejer, en el que uno de los puntos más difíciles de realizar es el denominado "punto cangrejo".
A pesar de su polémica reputación, el cangrejo es apreciado tanto como alimento humano como para carnada. Es por ello que los pescadores han desarrollado, a lo largo de toda la historia, una habilidad específica para capturarlo. Enseña el conocedor más avezado que un curioso fenómeno se produce al atrapar cangrejos: a medida que se los va colocando en el cesto correspondiente, ellos mismos impiden que alguno del grupo pueda escapar. Efectivamente -por torpeza, desorden o incontenible furia- lanzan por doquier fuertes picotazos con sus tenazas, haciendo descender a aquellos que están más cerca de lograr salir de la canasta. De este modo, desarrollan un dispositivo de autocerrojo, que facilita la tarea del pescador, quien no tiene siquiera necesidad de colocar una tapa a la cestilla. Finalmente, quedan los pobres cangrejos extenuados en el fondo del recipiente, sin otro destino que el de sucumbir.
Este extraño proceso no ha pasado de ningún modo inadvertido en diferentes culturas. Por ejemplo, en Francia existe la vieja expresión un panier de crabes ("una cesta de cangrejos"), para describir ciertos escenarios que en nuestra versión "un nido de víboras" no alcanza a sintetizar con real exactitud. El peculiar desatino de los peculiares cangrejos es observado por otros con asombro y, admitámoslo, con cierto temor. Dicen los que más saben que especies de otras latitudes permanecen desconcertadas y prefieren no acercarse demasiado ni mezclar tampoco sus granitos de arena, por precaución.
La sociedad méxicana tiene mucho de trampa cangrejera. La envidia, los complejos, la vocación de retraso campean entre nosotros, admitámoslo. Todo lo que represente desarrollo, mejoras o progreso es visto en el país con desconfianza infinita. Envidiamos a los triunfadores y deseamos, subconscientemente, su caída. ¡Qué pena de sociedad cangrejera, la nuestra!