Argentina vivió la semana pasada una jornada histórica cuando el vicepresidente del país, el ex radical Julio de los Cobos, en su carácter de presidente del Senado desempató en contra de los intereses del gobierno una votación sobre los exhorbitantes impuestos que los populistas K pretendían imponer al sector agrario argentino.
El clamoroso "No" del vicepresidente Julio Cobos (digno capítulo para los "Perfiles del Coraje" kennedianos) no sólo rompió el equilibrio de votos en el Senado. La decisión también marcó un antes y un después en la gestión kirchnerista iniciada hace más de cinco años. El revés parlamentario es una señal contundente de que la presidenta Cristina Fernández deberá gobernar hasta diciembre de 2011 en un contexto muy diferente del que gozó su marido y antecesor, Néstor Kirchner. La estrategia de concentrar al máximo el poder y las decisiones, y de privilegiar la búsqueda de enemigos reales o imaginarios por sobre el consenso (la "oligarquía nacional", "los intereses foráneos"), parece agotada. Ese estilo, elogiado o tolerado durante los primeros años de la recuperación económica tras la crisis de 2001, ahora provoca un rechazo creciente en buena parte de la sociedad.
Eso se reflejó en lo que va del largo conflicto desatado con el sector agrario por el aumento y la movilidad de las retenciones a las exportaciones. Según Poliarquía Consultores, de enero a junio la imagen positiva de la presidenta se derrumbó 36 puntos; hoy está en el 20%.
La licuación de gran parte de su aprobación social no fue la única pérdida de la Presidenta en sus primeros siete meses de gestión. También sufrió la sangría de vastos sectores del Partido Justicialista (peronismo, en el poder). El recuento de daños incluye también el divorcio con el "Radicalismo K", un sector de la Unión Cívica Radical que se escindió del riñón partidario para apoyar el gobierno y cuyo exponente máximo es el vicepresidente Cobos.
A diferencia de lo que sucedía hasta hace meses, acompañar a los Kirchner ya no asegura el éxito electoral y eso estimula el éxodo. "El problema es que la mejor etapa económica del gobierno de los Kirchner parece ya haber pasado y ahora deberán enfrentar grandes desafíos con un capital político mucho menor", dice Eduardo Fidanza, titular de Poliarquía Consultores. Para peor, el abordaje de las asignaturas pendientes en la economía deberá afrontarse en medio de un cambio de tendencia de los indicadores sociales. El alza de los precios de la canasta básica de los últimos 12 meses volvió a empujar hacia arriba los índices de pobreza, que consultoras privadas ubican en torno al 30%.
El modelo económico que fue exitoso para hacer emerger al país de una crisis terminal está mostrando límites cada vez más concretos. Con un tipo de cambio alto como punto de partida de un círculo virtuoso conformado por superávits fiscal y comercial, compra de dólares y acumulación de reservas por parte del Banco Central, expansión monetaria, tasas de interés negativas y crecimiento del consumo, la economía argentina sorprendió con un crecimiento promedio anual del 8.4% en los últimos cinco años.
Pero las distorsiones acumuladas, el alza de la inflación -en torno al 25% anual- y el cambio de expectativas acentuado por el conflicto agrario están socavando las bases de ese modelo. En los últimos tres meses, la salida de depósitos obligó a los bancos a duplicar las tasas de interés de los plazos fijos, incremento que no tardó en trasladarse a los créditos al consumo. Eso, más la inflación, está retrayendo el consumo, uno de los motores del crecimiento económico. Además, la inflación está evaporando la competitividad ante la decisión del gobierno de dejar clavada la paridad cambiaria para no alimentar aún más las expectativas inflacionarias.
La derivación obvia de la desaceleración del consumo y la pérdida de competitividad es un enfriamiento de la economía, término maldito para Cristina y Néstor. Mientras en el segundo semestre del año pasado el PIB creció a un ritmo de 10.1%, en el primer trimestre de 2008 lo hizo a un ritmo trimestral anualizado del 2,6%. Para este año, las proyecciones de crecimiento rondan el 6%.
A esa desaceleración se le suman ahora las consecuencias fiscales del rechazo al aumento de las retenciones móviles. "El gobierno pretendía recaudar 2,200 millones de dólares con esta medida cuando fue lanzada y ahora se da cuenta de que no los tiene. El impacto fiscal es alto y eso obliga al gobierno a reducir el ritmo de crecimiento del gasto público, que se situó en el orden del 40% en la primera mitad del año", dice Ramiro Castiñeira, economista de la consultora Econométrica.
Para eso, el gobierno de Fernández deberá disminuir la cuenta de los subsidios, una bola de nieve que crece año a año. Según la consultora Ecolatina, los subsidios alcanzarán este año unos 11,500 millones, casi el doble que el total registrado en 2007. Además de los subsidios a empresas alimenticias y de transporte para que no trasladen a precios sus mayores costos, la mayor parte de esas transferencias se dirige al sector energético. Mantener atrasadas las tarifas domiciliarias de luz y gas, además de los combustibles, no parece una manera exitosa de redistribuir ingresos hacia los más débiles. Un ejemplo: mientras los consumos domiciliarios de las clases media y alta gozan de la tarifa congelada desde 2001, cerca de 15 millones de personas que no acceden a red de gas sufrieron el alza de la garrafa en un 250% en ese período.
¿El cachetazo recibido en el Senado provocará algún cambio en el estilo de gestión de los Kirchner? Es una pregunta que todavía no tiene respuesta. Por lo pronto, las primeras reacciones no dejan demasiado margen al optimismo. Un día después de la derrota en el Senado la presidenta sólo hizo una alusión elíptica del tema. Habló de traidores y descargó las culpas en otros que no identificó. Horas después las retenciones fueron derogadas por decreto.
El problema es que sin cambios en el estilo político y sin la oxigenación de un gabinete desgastado, recuperar el espacio perdido en la aceptación social será difícil. Para peor, a la economía le es cada vez más difícil ejercer el poder de seducción de los últimos años. De hecho, se especula con que el gobierno estaría elaborando una serie de medidas destinadas a mejorar el poder adquisitivo de la clase media, con un aumento a las jubilaciones y la suba del mínimo no imponible en el impuesto a las ganancias. El plan todavía está en discusión, pero los economistas advierten sobre su impacto fiscal ( 3,000 millones de dólares), cuando ya no se pueden contar los ingresos extra esperados a inicios del año por el incremento a las retenciones, heridas de muerte el jueves y derogadas el viernes.
El ¿ex presidente? Néstor Kirchner fue quien ideó y protagonizó la estrategia del gobierno durante el conflicto frente al sector agrario. Fue tal su omnipresencia en los últimos meses que llegó, incluso, a eclipsar la figura de la presidenta. El rotundo fracaso de la estrategia deja muy herido al ex presidente. Para algunos analistas políticos, si Kirchner sabe leer esa debilidad y tiene de aquí en adelante un rol menos protagónico, sería una muy buena noticia para el gobierno de su esposa. La ciudadanía ya dio su veredicto sobre su omnipresencia.
En la Argentina actual no todas son malas noticias. Los precios internacionales de las materias primas que este país exporta continúan por las nubes. Este es el mismo motivo por el que observadores internacionales no pueden creer que Argentina esté en crisis.
De los 46.5 millones de toneladas de soja cosechadas este año, todavía restan liquidar 28 millones, frenadas durante la crisis. Si esta liquidación finalmente se concretara, eso representaría un ingreso adicional de divisas de 2,800 millones por mes hasta fin de año, lo que podría ayudar a reducir las tasas de interés. Además, pese a los temblores, la estabilidad institucional no parece en riesgo. La gente quiere que se vuelva a la normalidad. ¿Lo entenderán esto los K?