Este blog es escrito por un diletante (y delirante) comparativista de la política que tiene como una de sus principales hobbies conocer (y divulgar) la forma en que funcionan todos los sistemas políticos del mundo. De ellos, el italiano es uno de los más interesantes. Mucho vale la pena escudriñarlo en virtud al MAL EJEMPLO que representa para aquellas naciones que, como las latinoamericanas, procuran consolidar sus democracias. La política italiana es singularmente caótica e ineficaz. Durante toda la denominada primera república (1946-92) la democracia italiana se vio sumamente entorpecida por la partitocrazia –el poder excesivo de las burocracias partidistas-, la tangentópolis (de tangente, que en buen mexicano es sinónimo de “mordida”) el clientelismo y el patronazgo de mafias y grupos de poder. Desde que comenzó la que informalmente se conoce como “segunda república”, las cosas lejos de mejorar, han empeorado. Italia ha sido alternamente gobernada por débiles gabinetes de centro izquierda, como los que ha encabezado Romano Prodi, o por ese gran hampón y farsante que es Silvio Berlusconi. Hoy, la encrucijada italiana sigue en el mismo lugar de siempre Urge un gobierno estable y con autoridad que afronte los graves retos de una nación en la que todos los indicadores importantes están en rojo. La italiana no es sólo la economía que menos crece en la Europa desarrollada. Es también la más regulada y la más necesitada de cambios drásticos, sobre todo en su fosilizado sector público. El propio país está dividido entre un norte desarrollado y un esclerotizado sur.
Italia padece a una de las perores clases políticas del mundo, ayuna de verdaderos dirigentes reformistas y dueños de visión de Estado. Los politiquillos italianos, como sucede en México (donde, desde luego, no nos quedamos atrás a la hora de presumir políticos mediocres) y en buena parte del mundo, acaban anteponiendo sus mezquinos intereses a los de la sociedad que mal dirigen.
Nuevamente, Italia se dirige hacia la celebración de elecciones generales. Será, seguramente, una campaña electoral corta pero no por ello menos brusca. Por tercera vez en la historia, la figura clave de esta nueva contienda electoral será Silvio Berlusconi, Todos los sondeos indican que ilCavaliere, famoso por sus problemas con la justicia, su imperio económico y los escándalos de corrupción en los que se ha visto involucrado, es el gran favorito. El corto gobierno de centroizquierda de Romano Prodi, que cayó el 24 de enero después de un desastroso desempeño causado por las crónicas discusiones al interior de su alianza, allanó el camino a Berlusconi, que ahora podría arrasar en las urnas.
Su rival será el polifacético alcalde de Roma, Walter Veltroni, líder del flamante Partido Democrático (PD), agrupación nacida hace unos meses de la unión de los Demócratas de Izquierda y La Margarita, esta última una heterogénea coalición de grupos progresistas. De 52 años, con buena imagen, excelente oratoria y una gran carrera política en sus espaldas, Veltroni corre un carrera contra el tiempo. No sólo se encuentra en medio de la dificultosa construcción de un nuevo partido, sino que en tan sólo 70 días deberá intentar despegarse de la más que desgastada imagen de fracaso que ha dejado la centroizquierda después de dos años en el poder. Es sabido que los electores de centroizquierda, que en las elecciones de abril de 2006 votaron con una gran esperanza de cambio por la coalición de La Unión -una variopinta alianza de 14 partidos que iban desde la extrema izquierda hasta los demócratas cristianos- están totalmente decepcionados.
En los escasos dos años que la centroizquierda estuvo en el poder, no hizo más que manifestarse dividida en casi todos los temas y paralizada a la hora de gobernar. Tanto es así que ahora Veltroni, escritor, amante del cine, gran conocedor de los Estados Unidos y admirador de John F. Kennedy, que ya comenzó su campaña, asegura que en las inminentes elecciones el flamante PD correrá solo. ¿Por qué? Porque no quiere quedar expuesto al tradicional poder de chantaje que suelen tener los partidos más pequeños en una coalición, como sucedió en el ejecutivo de Prodi. Después de una larga agonía, el gobierno del Professore finalmente cayó, al retirarse de la coalición oficialista el Udeur, un pequeño partido de centro. Hace exactamente un año, la coalición de Prodi había vivido otra crisis política, debido a la traición de un senador de la izquierda radical. No extraña entonces que ahora los pequeños partidos que se quedaron "sin techo" al colapsar La Unión ya estén negociando para reposicionarse en el fragmentado y complejo universo político de la península. Veltroni, igual de hábil que Berlusconi a la hora de comunicar, corre además con la desventaja de que Prodi -premier saliente y el gran perdedor de esta crisis- se quedará al frente del gobierno hasta el día de las elecciones, para tratar los asuntos administrativos. Pese a esto, el líder del PD intentará jugar la carta de "una nueva forma de hacer política", en un escenario en el que la política está totalmente desprestigiada. Los italianos detestan a sus deleznables políticos. Tiene muy poco tiempo y todo en contra. Pero, en política-parafraseando a Harold Wilson-, 70 días pueden ser una eternidad.
Por su parte, la derecha ha decidido imitar la estrategia de la izquierda. Para reforzar sus posibilidades de lograr un triunfo electoral, el ex premier Silvio Berlusconi, líder de Forza Italia (FI), anunció con bombos y platillos un acuerdo "histórico" para ir a las urnas con una lista única junto con Gianfranco Fini, líder de la ex fascista Alianza Nacional (AN). Berlusconi y Fini, que hace unos meses se habían enemistado, pero que ya se reconciliaron se, se presentarán juntos, por lo que renunciarán a sus respectivos símbolos políticos (FI y AN), en una nueva lista llamada pomposamente Pueblo de la Libertad. Se trata del mismo nombre del partido creado por el Cavaliere hace unos meses en respuesta al Partido Democrático (PD) de Walter Veltroni, una idea que había quedado en vía muerta.
La noticia de la resurrección de la agrupación del Pueblo de la Libertad, al que se unirá la xenófoba Liga Norte de Umberto Bossi, tradicional aliada del magnate de la TV, dejó descolocada a la centrista UDC de Pier Ferdinando Casini. Si bien Casini, que fue socio de la coalición de la Casa de las Libertades, con la que Berlusconi estuvo al frente del ejecutivo más duradero de la historia moderna de Italia (2001-2006), fue invitado a sumarse al proyecto, no ocultó su disgusto ante la alianza. Si la UDC no se une al bloque del Pueblo de la Libertad, no podrá formar parte de la coalición. ¿Servirán estas recomposiciones oportunista, efectuadas al calor de una inminente campaña electoral, para por lo menos acabar con la excesiva fragmentación partidista? Ojalá así sea. El problema es que a Italia le esperaran más años de estancamiento sí, como señalan las encuestas, vuelven a elegir al truhán y cinicazo ese de Berlusconi, un hombre que sólo sabe gobernar en exclusiva función de sus propios intereses.
Como exclamó The Economist en su último número ¡Poor Italy!
Como exclamó The Economist en su último número ¡Poor Italy!