México lleva siglos atorado en el subdesarrollo económico y mental porque vive en la simulación y las mentiras. Se rehúsa a ver la realidad de frente, a entender las cosas tal cual son y no como quisiere que fueran. Interpreta al mundo como un escenario de “buenos” contra “malos” donde él es eterna víctima. Prefiere renunciar a la razón y al sentido común y refugiarse en sus mitos y complejos inveterados. ¡Qué pena que no sepamos crecer como sociedad!
Vamos a decir algunas realidades sobre el famoso TLCAN dejando a un lado la martirización y victimismo. Hoy el país es estructuralmente muy distinto al de la década de los ochenta. En aquellos ayeres, de nuestras exportaciones totales aproximadamente el 60% eran petroleras y apenas un 30% manufactureras. Hoy, nuestras exportaciones son un 10% petroleras y 85% manufactureras. Es decir, el petróleo no es ya el renglón más importante de nuestras exportaciones, aunque lo sigue siendo en materia de finanzas públicas. Nos hemos alejado de la sobredependencia petrolera. El petróleo, ese objeto de toda una absurda mitología nacional y el cual, dicho sea de pasada, está por terminarse.
En materia agropecuaria, ahora tan debatida, las ventajas son palmarias. Cada vez más productos agropecuarios mexicanos ocupan el primer lugar en proveer al consumidor estadounidense. Algunos ejemplos son semillas de girasol, alcachofas, jícamas, calabaza, guayaba, berenjenas, pepinos, limones, mangos, espinacas, sandías, etc. Pese a las mentiras de nuestra vernácula izquierda y de nuestros demagogos protopriístas, la realidad es que a México le va bien en su balanza exportadora agropecuaria como líder en frutas y hortalizas. La agroindustria se ha convertido en un gran negocio.
Claro, el TLCAN no ha sido la panacea, pero más que revisarlo habría que añadirle capítulos sobre nuestros trabajadores inmigrantes, cada vez más importantes en la economía de Estados Unidos, sobre el establecimiento de mecanismos de apoyo al desarrollo de las zonas más pobres de nuestro país (al estilo de la Unión Europea) y al tema salarial, entre otros y temas que quedaron injustamente rezagados de la primera negociación.
Muchos de los críticos del TLCAN señalan que México no ha alcanzado los niveles de crecimiento que se supone registraría como consecuencia de su firma, pero lo cierto es que lo que nos ha faltado es la concreción de reformas estructurales como las muy mentadas energética, hacendaria, laboral, etc., todas ellas estancados, claro está, por la demagogia y las mentiras de un sector de politiquetes.
A principios de año entro en vigor el arancel cero en maíz y frijol, lo que ha motivado el inicio de toda una movilización de grupos que lo rechazan. En este terreno, como en tantos otros, urge superar el mito y afrontar la realidad. Es timpo de que se acepte que no podemos competir con Estados Unidos en la producción de maíz y de fríjol. México no tiene ventajas competitivas en maíz y fríjol, como si las tiene en hortalizas y otros productos agropecuarios. Sembrar maíz y frijol es caro. Requiere de grandes cantidades a de agua, terreno y mecanización. Si nos guiáramos por la lógica y no por los atavismos, en lugar de gastar tantos esfuerzos y recursos en estos dos onerosos cultivos se debería reasignar los recursos a los cultivos en los que México es fuerte en el mercado americano. Esto es sentido común, tan escaso en México, donde lo que nos gusta es inmolarnos y rasgaros las vestiduras.
Por otra parte, la realidad, esa que se niegan a ver nuestros políticos patrioteros y payasos, es que el arancel del maíz ha ido bajando en una imparable constante. De hecho, gracias a ello los pobres (esos, los que deben ir primero), han podido pagar tortillas más baratas ya que de lo contrario, es decir, si mantuviéramos protegidos a los productores nacionales, costarían mucho, pero mucho más caro.
Todo ésta pendejada del Sin Maíz no hay País es una grotesca pantomima armada por corruptos dirigentes campesinos que buscan ampliar el número de sus canonjías y una conveniente banderita política con la que nuestra izquierda cavernícola y su "Duce de Macuspana" buscan rehabilitar sus declinantes posiciones políticas.
Todo ésta pendejada del Sin Maíz no hay País es una grotesca pantomima armada por corruptos dirigentes campesinos que buscan ampliar el número de sus canonjías y una conveniente banderita política con la que nuestra izquierda cavernícola y su "Duce de Macuspana" buscan rehabilitar sus declinantes posiciones políticas.