domingo, 28 de julio de 2019

Tiempos Oscuros


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“El odio es el sentimiento más fácil de promover.

 Las masas pueden movilizarse sin creer en Dios,

pero jamás sin creer en el diablo”

Alberto Moravia



La democracia norteamericana alcanzó uno de los niveles más bajos de su historia la semana pasada con los viles ataques del atrabiliario Donald Trump contra cuatro legisladoras demócratas de distintos orígenes étnicos, primero en su ya infame cuenta de Twitter y luego en un lamentable mitin ante una muchedumbre exaltada.

Como el buen populista que es, Trump es hábil cuando necesita presentar una narrativa de héroes y villanos. Por eso el discurso de odio será el eje de su campaña rumbo a la reelección en 2020.

La idea es reforzar su popularidad entre la clase trabajadora blanca, atraer el mayor número posible de votantes temerosos de los cambios culturales y explotar al máximo los prejuicios de la xenofobia.

Trump escogió como objetivos de sus ataques a cuatro nuevas congresistas demócratas, todas parte del ala más progresista del Partido Demócrata, de hecho, algo ingenuas, para tratar de instigar en la campaña no solo el odio racial, sino el miedo al “socialismo”.

Estrategia ruda, falaz y cínica, inadmisible desde el punto de vista de cualquier buen estadista con vocación democrática.

Evidentemente, no es este el caso de Donald Trump, a quien no le importa legitimar cualquier forma de rechazo y discriminación con tal de ganar en las urnas.

El odio se hace presente cada vez con mayor fuerza en las calles, colegios, lugares de trabajo y las redes sociales. Estados Unidos ha registrado en los últimos tres años un crecimiento constante de los denominados “crímenes de odio”, aquellos motivados por razones de raza, color de la piel, religión, orientación sexual, discapacidad e identidad de género.

El informe más reciente del FBI reporta un incremento en los crímenes de odio de casi 17 por ciento en 2017 respecto del año previo.

El radicalismo político siempre se ha nutrido de las retóricas intransigentes y el simplismo conceptual. Desgraciadamente, en demasiadas ocasiones estas falacias encuentran eco en las urnas.

Pero la estrategia del odio puede resultar contraproducente. O por lo menos eso uno quisiera pensar.

En el caso de Estados Unidos, Trump corre el riesgo de al movilizar a sus bases más radicales haga los mismo con las de los demócratas, además de provocar a un número creciente de electores independientes de educación alta y media, poco proclives al discurso de odio, en particular las mujeres, segmentos los cuales, en buena medida, votaron contra los republicanos en las legislativas de 2018.

Combatir a la irracionalidad con inteligencia, el odio con empatía hacia el otro, la intransigencia con diálogo y el simplismo conceptual con información real y verificable. Todo eso suena bien.

Pero estos son tiempos oscuros

 Pedro Arturo Aguirre

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