domingo, 28 de julio de 2019

Autoritarismo y “Renacer Religioso”




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Elemento fundamental en el ascenso y consolidación de los actuales caudillos iliberales es su capacidad de conectar con los sentimientos de la llamada “nación profunda” al explotar factores romántico-irracionales como el nacionalismo, la historia mítica y las identidades comunes.

Obviamente, dentro de esta lógica no se excluye a la manipulación  de las creencias religiosas.

Los demagogos son  expertos en apelar a la irracionalidad para explicar de forma simplista realidades excesivamente  complejas, señalar la “insolidaridad” de las soluciones técnicas, acusar la “insensibilidad” de las políticas modernizadoras y desacreditar una creación esencialmente racionalista como es la democracia contemporánea.

Lo más importante en esta estrategia es extirpar en la mayor medida posible a los procedimientos racional-deliberativos del sistema de gobierno.

La permanente alusión a valores religiosos como fuente de inspiración política pretende fortalecer la legitimidad del líder al identificarlo con las creencias tradicionales y construir una  “ilusión de la cercanía” entre el caudillo y el pueblo.

Congraciarse con los electores recurriendo a los sentimientos, prejuicios, odios y temores es una añeja fórmula para los políticos evasores del análisis objetivo de gestión, infructuosos en cuanto a resultados concretos de gobierno y alérgicos a la molesta rendición de cuentas.

Por eso los hombres fuertes de hoy son hombres de religión.

Intensa y poco sorpresiva es la devoción del primer ministro de la India, Narendra Modi, y el presidente turco Recep Erdogan, cuyos partidos son abiertamente religiosos.

Muy cercano a la Iglesia católica lo ha sido siempre el anodino mandamás polaco, Jaroslaw Kaczynski, quien hace pocos días hizo nombrar a Jesucristo “Rey Eterno de Polonia”.

Bien conocida fue la influencia del voto evangélico en el triunfo electoral en Brasil de Jair Bolsonaro.

Más sorprendente fue la conversión del líder húngaro Viktor Orban, quien empezó su vida política como liberal y ahora  se describe a sí mismo como un baluarte del cristianismo.

Inverosímil adalid cristiano es el gran pecador Donald Trump, quien ha promovido como nadie la influencia en el gobierno de la derecha evangélica.

Vladimir Putin pasó de ateo agente de la comunista KGB a, como presidente, piadoso aliado y sostén de la iglesia ortodoxa rusa. 

Pero lo más sorprendente de este resurgir místico en la política mundial es oír a los populistas latinoamericanos pretendidamente “de izquierda” constantemente exaltar y hacer suyos valores religiosos.

Ha sido el caso de Chávez, Maduro, Correa, Morales, Ortega y un creciente y abrumador etcétera.

O, quizá, no debería sorprendernos tanto. En el populismo están presentes ingredientes religiosos como la intolerancia, el dogmatismo y la elevación mística de un líder providencial.

Eso sí, ausentes por completo están en estos caudillos ideas características de la izquierda como fomentar la formación de conciencias individuales autónomas con tendencia crítica, y adoptar enfoques racionales, pluralistas y tolerantes ante los retos sociales.
Pedro Arturo Aguirre

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