Malos días para algunos hombres fuertes. Donald Trump
fue vapuleado con la dura comparecencia de su ex abogado Michael Cohen ante el
Congreso, la polémica en torno a su declaratoria de emergencia nacional como estrategia
para construir su anhelado muro y el incremento de las denuncias contra sus
numerosos abusos de poder.
Los demócratas hicieron aprobar una resolución contra
la declaratoria de emergencia en la Cámara de Representantes y ahora obligarán
a los republicanos del Senado a definirse en un tema para ellos sumamente
divisor.
Además, la oposición ha iniciado investigaciones
parlamentarias sobre las flagrantes violaciones e ilegalidades del presidente infringidas
en sus constantes embates contra los tribunales, el Departamento de Justicia,
el FBI y los medios de comunicación críticos.
Trump encarnó en su campaña electoral a un personaje
cuya a riqueza y audacia lo eximían de los rigores y códigos de conducta
normales, y ello incluía los mecanismos institucionales característicos de la
democracia norteamericana.
Tanta transgresión nos hizo preguntarnos: ¿de verdad
la democracia norteamericana está firmemente arraigada? ¿su vigorosa vida institucional,
con sus jueces, sus partidos su Congreso y su opinión pública evitará la
entronización de un autócrata? Al parecer, la respuesta es sí.
Por su parte, en Israel, a punto de cumplir diez años ininterrumpidos
en el poder aliado a la derecha más xenófoba, Benjamín Netanyahu ha sido
indiciado por la fiscalía general por tres casos de corrupción. Ello, aunado a
un informe de ONU el cual señala al ejército israelí como responsable de crímenes
de guerra en Gaza, debilita considerablemente la posición de este gobernante intransigente
y racista de cara las elecciones legislativas a celebrarse el próximo 9 de
abril.
En la India también habrá pronto elecciones, y el
primer ministro Narendra Modi, quien gobierna desde 2014 con una portentosa
mayoría absoluta parlamentaria obtenida con un discurso vigorosamente
nacionalista y una campaña muy personalizada, salió mal parado de su reciente encontronazo
con Pakistán.
Asimismo, su partido fue derrotado en diciembre en las
elecciones locales celebradas en varios de los estados más importantes del país.
La opinión pública castigó, así, en las urnas varias malas decisiones
económicas y políticas tomadas recientemente por su gobierno. Podrán servir
para ganar elecciones, pero no basta con la demagogia nacionalista y el carisma
para gobernar bien a India.
Trump, Netanyahu, Modi. Tres políticos capaces de
triunfar en las urnas como “hombres providenciales” en naciones de fuerte
tradición democrática y vigorosa vida institucional. Líderes sagaces, diestros en
canalizar la rabia y los miedos de sus compatriotas. Personajes dueños de una
clara vocación autoritaria.
Afortunadamente, aunque no sin algunos trompicones,
los contrapesos de las tres democracias donde gobiernan sí están funcionando
para acotar a gobernantes quebrantadores del Estado de derecho y para servir de
referencia mundial en el establecimiento de límites efectivos al ejercicio
arbitrario del poder.
Pedro
Arturo Aguirre
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