Seis años de la muerte de Hugo Chávez. Seis años de endiosamiento
de este dictador mediante un cada vez
más intenso culto a la personalidad. Las obvias deficiencias del liderazgo de
Maduro han provocado esta necesidad. Mientras más grave es la crisis, más
presente está el comandante fallecido.
Se alimenta la leyenda de Chávez con los excesos más
absurdos. Ya en vida, el culto al presidente era vigoroso, pero se convirtió en
adoración cuasi religiosa durante su enfermedad terminal y se incrementó aún
más tras su muerte.
“Chávez nuestro que estás en el cielo… venga a
nosotros tu legado para llevarlo a los pueblos… danos hoy tu luz para que nos
guíe todos los días y no nos dejes caer en la tentación del capitalismo, más
líbranos de la maldad, oligarquía y el delito del contrabando, por los siglos
de los siglos”, así reza el irrisorio padrenuestro de los miembros del partido
oficial venezolano (el PSUV).
El natalicio y su muerte del adalid bolivariano ya
están incluidos en las efemérides escolares. El famoso “Libro Azul”, compendio
de los más profundos pensamientos del líder, es oficialmente descrito como ““un
legado hecho Patria” y difundido entre
los venezolanos como un “crisol de un pensamiento propio, surgido de una
disyuntiva existencial auténtica en su venezolanidad, donde irrumpieron las
ideas que llevaron adelante el Proyecto Bolivariano, ahora plasmadas en el
eterno presente sobre las páginas de un texto vital para el futuro del proceso
revolucionario”.
Hace un año, en ocasión del quinto aniversario de su
muerte, la televisión oficial estrenó el documental Chávez Infinito descrito
como “Una mirada retrospectiva y profunda sobre la Revolución Bolivariana,
respuesta a la creciente oleada liberal que busca desacreditar los esfuerzos del
proceso de consolidación de la Patria Grande”
Pero el legado de Chávez no es solo culto a la
personalidad, sino una pavorosa crisis social, económica y humanitaria.
Hoy, seis años más tarde, la dictadura ha demostrado
tener una insólita capacidad de supervivencia. Con el fracaso de la entrada de
la ayuda humanitaria quedó clara la actitud de la cúpula militar como, todavía,
la principal valedora de la presidencia Maduro.
Las opciones de Juan Guaidó se estrechan. Reconocido
como presidente interino por más de cincuenta países, ha decidido apostar al
factor internacional y con Maduro convertido en un paria pide al mundo “considerar
todas las cartas", incluso una intervención militar, mal vista por la Unión
Europea, Canadá y varios países de América Latina.
Queda la trágica opción del desgaste: multiplicar las
sanciones internacionales, acelerar la lenta e incierta asfixia económica, confiar en la paciencia y sabiduría de la
oposición venezolana (tan dada a dividirse y desanimarse) y, quizá, esperar una
eventual fractura del chavismo para dar lugar a un voto revocatorio o un
adelanto electoral.
Pero todo esto significa tiempo, demasiado tiempo.
Pedro
Arturo Aguirre
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