“El evo tiene
principio, pero no fin”.
Hace unos días el incombustible presidente de Bolivia,
Evo Morales, dio inició a su campaña electoral rumbo a una nueva reelección
como presidente de Bolivia.
Una candidatura a todas luces ilegal por incumplir el
límite constitucional e ignorar el resultado del referéndum celebrado en 2016,
el cual rechazó la reelección.
Para eludir la legalidad, Evo denunció un supuesto “engaño”
del cual había sido víctima “La voluntad popular” y apeló a los “movimientos
sociales”, los cuales “reclamaban” su permanencia en el cargo.
Se puso en juego una especie de “realidad paralela”
para avasallar a los andamiajes legales e institucionales, argucia cada vez más
común en Latinoamérica.
De esta forma, el Tribunal Constitucional boliviano avaló
la reelección indefinida bajo el argumento de defender el “derecho humano” del
presidente a presentarse a un cargo de elección popular.
Será la cuarta elección presidencial para Evo, quien,
cabe recordar, también se impuso en un referéndum revocatorio en 2008. En
aquella ocasión, Morales declaró “No tengo miedo al pueblo, que el pueblo diga
su verdad, que el pueblo nos juzgue”. Y remató:
“Seguimos haciendo historia”
No es casual la larga permanencia de Evo en el poder,
durante su largo gobierno se ha dado lugar a un crecimiento económico sin
precedentes y a la reducción de los índices de pobreza. El PIB per cápita se
triplicó, las reservas crecieron sostenidamente y la inflación quedó bajo
control.
Sin embargo, la economía boliviana depende, en un
porcentaje demasiado elevado, en la
exportación de gas a Brasil y Argentina. La economía no se ha diversificado, no
se logró la industrialización y no hay otras fuentes de generación de ingreso
más allá de las tradicionales actividades extractivas.
No se verificó ninguna transformación económica, pero
por un largo período Bolivia se vio beneficiada
por el incremento en los precios de sus materias primas.
A Evo también lo ha favorecido la mala calidad de sus
opositores: desunidos y desprovistos de programas de gobierno realmente
alternativos.
Pero la esencia, el verdadero secreto de la perdurabilidad
de Evo y otros hombres fuertes de corte populista en el poder es la capacidad
de generar clientelas fuertes. Y para ello se necesitan cuantiosos recursos
económicos.
Morales, Correa, Chávez, Putin, Erdogan, Ortega, todos
en algún momento han declarado ser “renuentes” a la reelección, pero acaban cediendo
por considerar a la alternancia como algo "peligroso" para sus “muchos
logros y transformaciones sociales”.
Se sienten “indispensables”, de hecho, “providenciales”.
Nadie mejor para completar la tarea de “hacer historia”, nadie más competente
en la noble tarea de “emancipar a los pobres”.
Ya no se pertenecen, por eso, al final, ceden a la
exigencia reeleccionista del Pueblo y se
sacrifican por una eternidad si es necesario.
Y el Pueblo manda, ¿O no?
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes del diario ContraRéplica, 31/07/19
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