miércoles, 7 de mayo de 2008

Brasil y su Triunfo sobre los Prejuicios


Mucho vale la pena leer la editorial del hoy del priódico argentino La Nación:


Brasil ha recibido el investment grade por parte de una de las principales agencias evaluadoras de riesgos crediticios, Standard and Poor s. Eso supone el reconocimiento de país de alta confiabilidad para las inversiones extranjeras. Desde su asunción, en enero de 2003, el gobierno del presidente Lula da Silva hizo lo necesario para ganarse la confianza de los mercados internacionales. Ha triplicado las reservas del país, que se acercan a los 200.000 millones de dólares. El real se ha revalorizado en relación con el dólar alrededor del 28 por ciento entre 2007 y lo que ha transcurrido de 2008. Las inversiones provenientes del exterior, que superaron los 34.000 millones de dólares el año último, van camino de sumar otro tanto en el período en curso y el monto de las exportaciones ha saltado de 57.000 millones de dólares en 2002 a 161.000 millones en 2007. En términos conceptuales, Brasil se ha convertido, según los parámetros que se utilicen, en la novena o décima economía mundial. Ocupa el lugar que tenía la Argentina en las primeras décadas del siglo último. Celebramos el éxito del gran país hermano, pero no podemos ocultar la desolación que las comparaciones suscitan en nuestro ánimo. El de Brasil es el triunfo de la continuidad de políticas de Estado a través de sucesivos gobiernos. La contrapartida de ese caso es el de la Argentina, que se refleja en retrocesos relativos y en la severidad crítica con la cual se la juzga en el escenario mundial. Mientras el país de Lula adquirió el tan apreciado grado de inversión, la calificación de nuestra deuda soberana sufrió un nuevo revés: calificadoras internacionales de riesgo dieron cuenta de una tendencia negativa, y si el Estado argentino decidiera buscar hoy financiamiento, debería convalidar tasas de interés harto elevadas. La calificación internacional de la deuda de un país no sólo guarda relación con la solvencia de su Estado. También influye en la posibilidad de empresarios y ciudadanos de obtener créditos a tasas razonables. En otras palabras, cuanto más baja sea nuestra calificación, menores serán las inversiones en el país. Brasil brinda la manifestación más elocuente de que la línea divisoria entre izquierdas y derechas es una cuestión del pasado y que hoy los países deben resolver entre estar a favor del progreso, racional y solidario, o quedar atrapados en las redes de la sinrazón populista.
Lula exhibe la virtud de los estadistas capaces de superar viejos prejuicios y puede decir, con razón, que Brasil "pasó a ser considerado un país serio". Es verdad que Brasil ha sido beneficiario en estos años del aumento de los valores en los precios de las materias primas. Es el mayor productor mundial de café, azúcar y hierro, y el mayor exportador de soja, porcinos, carne vacuna y otros productos. Pero se ha visto también en estos meses de qué manera distinta de la Argentina aprovecha esta situación excepcional.
Nuestro país parece seguir el camino propuesto por ideólogos tan modernos como los dinosaurios. Son los mismos que por más de medio siglo denunciaron que el deterioro de los términos del intercambio era el causante del estancamiento de las economías de la región y hoy, cuando las materias primas han recuperado parte del terreno perdido a lo largo de muchos años, experimentan la novedad como frustración. No están solos: voces empinadas del oficialismo han expresado estupor por el ansia natural de los agricultores de aprovechar la coyuntura a fin de acrecentar las exportaciones. La tasa de inflación que pesa sobre las espaldas y los bolsillos de los argentinos tiene muchas causas. Entre otras, la ligereza con la cual se ha dispuesto por años del gasto público, pero no se comprendería la magnitud de su eventual proyección sin el desdén existente, además, por la significación de las inversiones y la necesidad de consolidar el comercio exterior. La preocupación que comienza a exteriorizar la opinión pública por el rumbo político y las controversias que resuenan en el propio ámbito gubernamental dan la esperanza de que la gravedad de aquellos datos invite a la rectificación del rumbo. Algunos no entienden por ignorancia; otros, porque no quieren entender: son beneficiarios de un capitalismo atado a los vínculos políticos con el Estado y, por lo tanto, de pies de barro. Entre ellos figuran los que aplauden el desvío de las energías bolivianas en la nacionalización de empresas, en lugar de haberlas puesto en la atracción de renovadas corrientes de capital para movilizar la producción del país. O los que celebran las expropiaciones que consuma el régimen de socialismo autoritario y violento de Venezuela, incluso contra intereses de argentinos. Entretanto, a raíz del nuevo reconocimiento, que lo ubica en el club de países más respetados, Brasil podrá ser tenido en cuenta como genuina alternativa de inversión en los mercados internacionales. Para que eso sea posible, los países deben demostrar la madurez de sus instituciones y del ambiente político que les sirve de contexto. Es lo que ha hecho Brasil.
Está escrito para Argentina, ¡Ahhh pero como le pega también México!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Que paso Oso Bruno sigo esperando a las Adelitas brasileñas?

Pedro Aguirre dijo...

Hay mi querido Fabrizio, ¡Vieras que no vale la pena! Ni con los milagros del Foto Shop. Mejor te invito unas chelas

Saludos

Pedro

Anónimo dijo...

Tú prometiste unos traseros de brasileñas cuando lo de las Adelitas, pero ya se te olvido. Ahora que si te refieres a lo de la chica demócrata del partido ese revolucionario de vividores iluminados que ni con foto shop se compone entonces sí que prefiero las chelas. He consolidado mi panza de chelero en este último puente.

Pedro Aguirre dijo...

Es cierto Fabrizio, perdón por el descuido. El sabado sin falta tienes el homenaje a las brasileñas.