¿Ya ven como era sólo cosa de tenerle un poco de paciencia a Berlusconi? Recién acaba de tomar posesión su nuevo gobierno y ya encontró la infalible, originalísima y extraordinariamente inteligente fórmula para superar los innumerables e ingentes problemas económicos y políticos de Italia: echarle la culpa a los inmigrantes ilegales. Sí, como en aquella famosa caricatura de Los Simpsons (recordarán los fans de la serie) en que el alcalde Diamante acusa de la subida de impuestos en Springfield a los inmigrantes ilegales, desatando con ello un fobia persecutoria contra Apu, el jardinero Willy, el abejorro mexicano y hasta el gordito alemán que está en la escuela elemental de intercambio, la derecha italiana ha decidido actuar con mucha decisión y mano dura contra los inmigrantes ilegales, en especial contra los gitanos y los rumanos. ¡Lindo!
Las más conspicuas víctimas de la fiereza xenófoba de atizada por Berlusconi y anexos son, hasta ahora, los gitanos, uno de los chivos expiatorios favoritos de la historia, cuyo pueblo sufrió de la atroz persecución y genocidio nazi sin que este drama haya cobrado la relevancia histórica que merece. De hecho, el pueblo Roma (como se conoce a los gitanos) apenas recibió un reconocimiento oficial de la tragedia que significó la persecución nazi ¡en 1982! De boca del entonces canciller federal Helmut Schmidt. El del pueblo gitano sigue siendo el gran genocidio olvidado.
El drama actual de los gitanos en Italia comenzó con la elección del derechista Gianni Alemanno como alcalde de Roma, militante de Alianza Nacional, heredera directa del Movimiento Social Italiano que, a su vez, fue la reencarnación del Partido Fascista en Italia durante la llamada Primera República. Este señor lo primero que hizo fue ofrecer que desmantelaría todos los campos gitanos de la ciudad y expulsaría a 20,000 inmigrantes ilegales. El flamante ejecutivo de Silvio Berlusconi -en el cual la xenófoba Liga Norte tiene un gran peso- aprobó la idea con entusiasmo y anunció que pronto presentará una iniciativa de medidas durísimas contra los inmigrantes clandestinos, en especial contra los rumanos, cuyo país es desde 2007 miembro de la Unión Europea. Azuzados por el discurso de odio que han adoptado las nuevas autoridades italianas, vándalos atacaron campamentos gitanos con el pretexto de que una gitana de 16 años intentó, presuntamente, secuestrar a un bebé. La gitana debió ser protegida por la policía para no ser linchada por la gente del lugar, que luego tomó represalias, primero con golpizas y pedradas y después lanzando bombas molotov que incendiaron cinco campos gitanos ubicados en la zona. Al día siguiente los bomberos tuvieron que apagar tres incendios y evacuar distintos asentamientos, mientras grupos de italianos celebraban las llamas cantando y bailando. La violencia obligó a trasladar a todos los gitanos a un mismo campamento bajo protección policial, con paradero desconocido. La señalización de una minoría como “enemigo identificado” al cual echar culpas de todos los males de un país es una fórmula tan vieja como la humanidad misma y muy fácil de vender a la gente. Tan es así que 68 por ciento de los italianos aprobaría la sumaria expulsión de los aproximadamente 150,000 gitanos que hay en el país, pese a que muchos de ellos ya tienen la ciudadanía, según una encuesta publicada en La Stampa, el emblemático diario turinés. De hecho aproximadamente 70,000 gitanos ya cuentan con pasaporte italiano, incluidos unos treinta mil con antecedentes en la península desde el siglo XV. El resto llegó huyendo de la guerra de los Balcanes en los años noventa y una nueva oleada ha arribado desde Rumania en los últimos años.
El Parlamento Europeo acaba de responsabilizar al inflamatorio discurso de Berlusconi y Alemanno como responsables indirectos de estos sucesos. Otro que nunca se ha quedado atrás a la hora de imputar a los inmigrantes es el inefable Umberto Bossi, líder de la Liga Norte, que declaro sobre los ataques racistas: “La gente tiene derecho a hacer lo que los políticos se niegan a hacer” y el secretario de defensa, Ignazio La Russa, ofreció considerar el despliegue del ejército en las calles para ayudar a combatir a los “criminales extranjeros” Inclusive llama la atención el rechazo que recibe en las tribunas (que los abuchean constantemente) el jugadoir del Milan AC Andrea Pirlo, de reconocida ascendencia gitana.
Bossi acumula todos los días odiosas posiciones racistas. Sus partidarios han "marcado" en varias ciudades con orina de cerdo los terrenos donde la comunidad musulmana quería construir mezquitas. Existe un personaje singular y tremendo de la Liga Norte que es el alcalde de Treviso, la ciudad de la riquísima familia Benetton. Se llama Giancarlo Gentilini. Al señor se le ocurrió quitar los bancos públicos donde se sentaban los inmigrantes y poner puntas de metal en las paredes de las calles donde negros, árabes y asiáticos que se reúnen a charlar.
Esta es la realidad del populismo, sea de izquierda o de derecha. Es una herramienta peligrosa empleada por los líderes totalitarios para alcanzar o sostenerse el poder apelando a los sentimientos y a los impulsos irracionales de la población, en este caso es al odio racial.
¿Habrán olvidado los Italianos que ellos mismos han sido, por siglos, un pueblo de emigrantes?
Las más conspicuas víctimas de la fiereza xenófoba de atizada por Berlusconi y anexos son, hasta ahora, los gitanos, uno de los chivos expiatorios favoritos de la historia, cuyo pueblo sufrió de la atroz persecución y genocidio nazi sin que este drama haya cobrado la relevancia histórica que merece. De hecho, el pueblo Roma (como se conoce a los gitanos) apenas recibió un reconocimiento oficial de la tragedia que significó la persecución nazi ¡en 1982! De boca del entonces canciller federal Helmut Schmidt. El del pueblo gitano sigue siendo el gran genocidio olvidado.
El drama actual de los gitanos en Italia comenzó con la elección del derechista Gianni Alemanno como alcalde de Roma, militante de Alianza Nacional, heredera directa del Movimiento Social Italiano que, a su vez, fue la reencarnación del Partido Fascista en Italia durante la llamada Primera República. Este señor lo primero que hizo fue ofrecer que desmantelaría todos los campos gitanos de la ciudad y expulsaría a 20,000 inmigrantes ilegales. El flamante ejecutivo de Silvio Berlusconi -en el cual la xenófoba Liga Norte tiene un gran peso- aprobó la idea con entusiasmo y anunció que pronto presentará una iniciativa de medidas durísimas contra los inmigrantes clandestinos, en especial contra los rumanos, cuyo país es desde 2007 miembro de la Unión Europea. Azuzados por el discurso de odio que han adoptado las nuevas autoridades italianas, vándalos atacaron campamentos gitanos con el pretexto de que una gitana de 16 años intentó, presuntamente, secuestrar a un bebé. La gitana debió ser protegida por la policía para no ser linchada por la gente del lugar, que luego tomó represalias, primero con golpizas y pedradas y después lanzando bombas molotov que incendiaron cinco campos gitanos ubicados en la zona. Al día siguiente los bomberos tuvieron que apagar tres incendios y evacuar distintos asentamientos, mientras grupos de italianos celebraban las llamas cantando y bailando. La violencia obligó a trasladar a todos los gitanos a un mismo campamento bajo protección policial, con paradero desconocido. La señalización de una minoría como “enemigo identificado” al cual echar culpas de todos los males de un país es una fórmula tan vieja como la humanidad misma y muy fácil de vender a la gente. Tan es así que 68 por ciento de los italianos aprobaría la sumaria expulsión de los aproximadamente 150,000 gitanos que hay en el país, pese a que muchos de ellos ya tienen la ciudadanía, según una encuesta publicada en La Stampa, el emblemático diario turinés. De hecho aproximadamente 70,000 gitanos ya cuentan con pasaporte italiano, incluidos unos treinta mil con antecedentes en la península desde el siglo XV. El resto llegó huyendo de la guerra de los Balcanes en los años noventa y una nueva oleada ha arribado desde Rumania en los últimos años.
El Parlamento Europeo acaba de responsabilizar al inflamatorio discurso de Berlusconi y Alemanno como responsables indirectos de estos sucesos. Otro que nunca se ha quedado atrás a la hora de imputar a los inmigrantes es el inefable Umberto Bossi, líder de la Liga Norte, que declaro sobre los ataques racistas: “La gente tiene derecho a hacer lo que los políticos se niegan a hacer” y el secretario de defensa, Ignazio La Russa, ofreció considerar el despliegue del ejército en las calles para ayudar a combatir a los “criminales extranjeros” Inclusive llama la atención el rechazo que recibe en las tribunas (que los abuchean constantemente) el jugadoir del Milan AC Andrea Pirlo, de reconocida ascendencia gitana.
Bossi acumula todos los días odiosas posiciones racistas. Sus partidarios han "marcado" en varias ciudades con orina de cerdo los terrenos donde la comunidad musulmana quería construir mezquitas. Existe un personaje singular y tremendo de la Liga Norte que es el alcalde de Treviso, la ciudad de la riquísima familia Benetton. Se llama Giancarlo Gentilini. Al señor se le ocurrió quitar los bancos públicos donde se sentaban los inmigrantes y poner puntas de metal en las paredes de las calles donde negros, árabes y asiáticos que se reúnen a charlar.
Esta es la realidad del populismo, sea de izquierda o de derecha. Es una herramienta peligrosa empleada por los líderes totalitarios para alcanzar o sostenerse el poder apelando a los sentimientos y a los impulsos irracionales de la población, en este caso es al odio racial.
¿Habrán olvidado los Italianos que ellos mismos han sido, por siglos, un pueblo de emigrantes?
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