sábado, 25 de octubre de 2008

China trata muy mal a sus animales....¡pero mucho peor trata a su gente!



LaClau, -que, entre otras cosas, es escritora, fotografa, despreciadora de la violencia, amiga de los gatos y del Oso Bruno, y autora del estupendo blog Conversaciones de Café - nos dejó de un link con graves noticias que llegan de China sobre el inicuo maltrato a los osos y, en general, a los animales. En efecto, China no cuenta con absolutamente ninguna disposición para proteger a sus animales. El tema da para muchísimo, pero debo de confesar que (todavía) conservo un escrúpulo en eso de hablar del maltrato a los animales en China, y es que sí, en China tratan mal a los animales, pero resulta mucho peor como tratan a la gente. China, una dictadura cruel e implacable. Hace un par de semanas terminé de leer el estupendo libro del fil´sosofo y periodista franés Guy Sorman El Imperio de las mentuiras, que fue editado en 2007 donde trata de de este régimen despreciable. Sorman dedicó todo 2005, el año del Gallo, a recorrer China y entrevistarse con funcionarios y activistas chinos: intelectuales, religiosos, periodistas, universitarios. El resultado es un retrato muy distinto a la China oficial, el país del milagro económico.

Sorman da cuenta de muchas cosas que se conocen, pero nadie recuerda. En China las organizaciones sociales, religiosas, culturales, están prohibidas. Eso incluye a los grupos ecologistas, los que luchan contra el sida y las asambleas de copropietarios de edificios de Pekín y Shangai. Quienes promueven estas organizaciones son encarcelados. El único partido político autorizado es el Partido Comunista.Las religiones son toleradas siempre y cuando no se organicen por sí mismas y estén controladas por el Partido. Hay instructivos respecto a qué se debe creer. Los miembros del culto Falungong son encarcelados sin cargos ni juicios.La pena de muerte se aplica sin que se sepa a cuánta gente: se estima que entre 3,500 y 15,000 personas son ajusticiadas al año, muchas veces sin haber tenido acceso a un abogado. Muchos tibetanos y uigures, dos pueblos sojuzgados por los chinos, son acusados de complotar contra la unidad del país, crimen que se paga con la pena de muerte.Gracias a la tan manida “apertura” del régimen, los chinos tienen derecho a criticar al gobierno, a expresarse, siempre que lo hagan a título individual, que no se organicen, que sus opiniones no circulen.

La dictadura no se ha hecho más blanda, sino más inteligente, explica a Sorman Feng Lanrui, una ex dirigente comunista hoy devenida solitaria disidente.Hay dos prensas en China: una para los cuadros del Partido Comunista, otra para el pueblo. Sorman entrevistó a un redactor de la prensa que leen los dirigentes del gobierno: ellos acceden a información de lo que ocurre en el país y en el mundo. En cambio, el público sólo lee lo que el gobierno autoriza. “Las redacciones de los diarios de China reciben cada diez días una nota precisa que indica los temas para tratar, cómo tratarlos y aquellos que está prohibido siquiera evocar”. Los periodistas deben respetarla para no ser despedidos.

Shi Tao, cuenta Sorman, es un periodista de Hunan, fue condenado a diez años de cárcel por haber divulgado “secretos de Estado”: envió por correo electrónico una de las directivas del Departamento de Propaganda. El caso es revelador de la complicidad de las grandes empresas de Occidente con la dictadura china: Tao fue denunciado ni más ni menos que por Yahoo. Sorman entrevistó a Pu Zhiqiang, un abogado que defiende a los medios de prensa cuando se pasan de la raya y son llevados a juicio. Pu dice que pierde “casi siempre” y que cuando gana es porque el Partido Comunista le dio a los jueces la orden de que lo dejen ganar, para fingir ante Occidente que se respetan las leyes.La censura está instalada en todos lados. Google, otro gran ejemplo mundial, aceptó abrir una versión china de su buscador que tiene censurada la palabra “democracia”. Hay mil palabras prohibidas en los mensajes de texto de los celulares: Taiwan, Tíbet, Tiananmen, corrupción, presos políticos, son algunas de ellas. “Verdad” e “idea” son otras dos.En las universidades el debate ideológico y político está prohibido.

¿Y el milagro económico? Las cifras de crecimiento de la economía y todas las estadísticas que difunde el gobierno son inverificables. Varios entrevistados las cuestionan con argumentos sólidos.Sorman dedica buena parte de su libro a explicar cuál es el combustible que impulsa el motor chino.Millones de campesinos, acosados por la pobreza extrema y el hambre, deben abandonar sus provincias para buscar trabajo en las pujantes fábricas de las ciudades, las que llenan el mundo con sus productos.Una vez allí, los campesinos son atrapados en el mecanismo que hace posible el “milagro económico chino”: salarios bajísimos, jornadas de trabajo agotadoras y ningún derecho. Los obreros que construyen las autopistas que tanto celebran los occidentales que visitan China, dice Sorman, trabajan 80 horas a la semana y deben vivir en el mismo obraje.Los campesinos carecen de todos los derechos en las ciudades. Es un verdadero apartheid que nadie denuncia. “Los inmigrantes agrícolas no tienen acceso a la mayoría de los servicios públicos reservados a los habitantes de la ciudad”, explica Sorman. “La vivienda social, la enseñanza primaria, los cuidados médicos, subvencionados por las ciudades o las empresas, están prohibidos para los rurales con el pretexto de que no son contribuyentes o no aportan para esos servicios”.

Imposibilitados de educar a sus hijos, de encontrar una vivienda decente, algunos vuelven al campo, otros vagan de ciudad en ciudad. Algunos quieren irse pero no pueden, porque muchas empresas atrasan deliberadamente el pago de los salarios para retenerlos: el que se va, nunca cobrará lo que le deben. Algunas compañías estatales adeudaban en 2005... ¡dos años de sueldos!“Los inmigrantes pagan muy caro el desarrollo de China”, dice la socióloga Han Qiui. Sorman concluye que “el desarrollo económico de China se basa así esencialmente en la explotación de los chinos rurales por los chinos urbanos”. El 20% explota al 80%. La ley lo permite. El Partido lo garantiza. El mundo lo acepta.Por supuesto: toda organización sindical está prohibida. La “santa alianza” entre las multinacionales y el Partido Comunista chino no lo permite. Por eso, dice Sorman, los inversores extranjeros prefieren China a India en relación de 12 a 1. En India los pobres existen, votan, tienen derechos y sindicatos que los defiendan.

El libro tiene un momento memorable. Sorman visita una escuela universitaria para cuadros del Partido Comunista y allí le presentan al maestro Yang, abogado, experto en derechos humanos y vocero de China en todos los foros internacionales sobre sida.Yang le aclara a Sorman que los derechos humanos figuran en la Constitución china desde 2004. Sorman le pregunta si un ciudadano chino puede invocar esos derechos constitucionales si es llevado a juicio. Yang le responde que la Constitución en China es “la madre del derecho”, pero su texto “es demasiado sagrado como para invocarlo”. ¿Para qué sirve entonces?, pregunta Sorman. “Esclarece el camino de los legisladores”, responde Yang. ¿Los derechos humanos figuran en alguna ley que los ciudadanos chinos sí puedan invocar?, pregunta Sorman. No, responde el maestro, “es demasiado pronto para eso”.
El autor recuerda, por supuesto, la masacre de Tiananmen, el 4 de junio de 1989 cuando el ejército chino aplastó a los estudiantes que reclamaban democracia. La cifra de muertos no se conoce, aunque se supone que fueron miles. Muchos cuerpos no fueron devueltos a sus deudos. Son desaparecidos de lo que nadie habla.Al principio, la matanza provocó indignación en el mundo pero eso duró poco. Sorman recuerda que poco después de la masacre, Simon Leys vaticinó que “la cohorte de los jefes de Estado y de los hombres de negocios pronto reencontraría el camino de Pekín para sentarse nuevamente en el banquete de los asesinos”. Huelga decir que la profecía resultó cierta.

1 comentario:

LaClau dijo...

Pedro, la situación es, efectivamente, deplorable. El maltrato no es único y exclusivo hacia los animales -y China no es el único país en donde se les trata de esa manera, los mexicanos, con todo y leyes, tenemos MUCHO de qué avergonzarnos al respecto. La situación de la población me parece lamentable en muchos sentidos, siendo la incapacidad de ejercer un derecho fundamental una muestra de esto; el derecho a expresarse libremente y a asociarse para hacerlo.
No deja de llamar mi atención el consenso que las Olimpiadas generaron en torno al "milagro chino". Grandes avances tecnológicos, sorpresas deportivas, inclusive milagros financieros (en un país cuyos recursos están invertidos en deuda estadounidense, pero ese es otro tema) en el mundo. Como era de esperar en nuestro mundo "desmemoriado" e inmediato, a nadie le importa más lo que sucede allá.... ni lo que ha sucedido con los monjes tibetanos y mucho menos (MUCHO MENOS) con los animales.
Supongo que cuando el destino nos alcance y la hegemonía china se imponga en el Planeta esto será parte de lo cotidiano. Tendremos que aceptar que nos convertiremos en Soilent Verde a la menor provocación. Pensar en voz alta será razón suficiente, supongo.
Saludos.