Para los líderes autoritarios de hoy, como para los de
siempre, la abolición de la libertad de prensa es objetivo prioritario. Ahora,
la idea es reducir a su mínima expresión a los medios de comunicación
tradicionales y sustituirlos por mecanismos de fácil creación y manipulación en
internet, útiles para difundir propaganda, fantasías y mentiras.
Este epíteto de “enemiga del pueblo” para referirse a
la prensa crítica fue acuñado por Donald Trump en sus tiempos de campaña electoral.
Le ha llamado también “asquerosa”, “escoria”, “la forma más baja de vida”,
“basura” y “divulgadora de noticias falsas”.
Donald sería feliz si pudiera facilitarle a los
políticos las formas de poder demandar legalmente a los periodistas y opinadores.
Las descalificaciones de los demagogos contra la
prensa son potencialmente peligrosas. Como lo expreso en una editorial el New
York Times, llamar a los periodistas “enemigos del pueblo” es amenazador para
la vitalidad de la democracia y envía una señal a los déspotas de todo el mundo
para tratar a los periodistas como “un enemigo interior”.
En estos momentos ello se comprueba constantemente. Las
acciones de los hombres fuertes contra la libertad de expresión se multiplican
por doquier.
El Código Penal turco incluye una disposición para
castigar el delito de “difamación al Presidente de la República”, y con el
pretexto del intento de golpe militar de 2016 contra Erdogan se cerraron, por
decreto, 16 canales de televisión, 26 emisoras de radio, 40 periódicos, 15
revistas y 28 editoriales.
En Rusia, Putin hizo promulgar leyes sobre la “difusión
premeditada de noticias falsas y las ofensas a los símbolos patrios” las cuales
propician amplias limitaciones a la libertad de expresión y opinión.
Asimismo, la lista de periodistas rusos muertos en
extrañas circunstancias es larga y creciente.
En América Latina es evidente el incremento de todo
tipo de agresiones, de las verbales a las físicas, perpetradas contra la prensa
libre por los gobiernos de corte autoritario y populista.
En Cuba, donde una severa censura prevalece desde hace
décadas, la nueva Constitución mantiene el ejercicio de la libertad de
expresión como una conducta delictiva.
El acoso a la prensa libre en Venezuela es
generalizado y va dirigido contra los periodistas y los medios donde trabajan,
blanco constante de medidas judiciales, policiales, financieras y fiscales.
En Brasil, la agresividad contra el ejercicio del
periodismo por parte de Bolsonaro ha estimulado una creciente ola de ofensas en
las redes sociales contra la prensa crítica por parte de bots y militantes favorables a su gobierno.
Líderes incapaces de responder con argumentos y datos
duros a las críticas optan por injuriar públicamente a los periodistas y medios
de comunicación. Este tipo de irresponsables excesos verbales envalentona a los
extremistas y amenaza la seguridad personal de los informadores.
Pedro
Arturo Aguirre