En las naciones con
regímenes crecientemente autoritarios, cuyo número se incrementa constantemente
en este atribulado planeta, los Organismos No Gubernamentales (ONGs) y la
sociedad civil representan, en buena medida, las últimas voces libres e
independientes. Por eso, los hombres fuertes les han declarado la guerra.
El control de estas
entidades es el último escalón en la instauración de gobiernos sólidamente personalizados,
después de debilitar los controles y equilibrios de la democracia y la división
de poderes mediante cambios constitucionales, minar a los medios de
comunicación críticos y alterar el sistema electoral para beneficio del partido
en el poder.
En Rusia, Vladímir Putin firmó
hace unos años una ley para poder declarar como “indeseables” a organizaciones
no gubernamentales extranjeras y a sus representantes. También castiga incluso
con penas de prisión a quienes colaboren con ellas. Según estas disposiciones,
el fiscal general tiene la facultad de tomar
las decisiones en este tema bajo vagos preceptos de “la seguridad del Estado, la
defensa nacional, el orden público o la salud general”.
En Polonia, el año pasado
fue promulgada una ley de ONGs gracias a la cual el gobierno nacional
centralizará y tendrá el control directo de su financiamiento, a la vez de limitar la posibilidad de obtener
recursos de fundaciones extranjeras e instituciones privadas.
En Hungría, el primer
ministro Viktor Orbán, quien se ha declarado abiertamente como “Iliberal”, impulsó
la promulgación de una nueva Constitución hiperconservadora y a contrapelo de los
preceptos básicos de la Unión Europea para desmontar instituciones y borrar los
frenos y contrapesos al Poder Ejecutivo.
Obviamente, su fórmula
para erigir una dictadura incluye legislaciones para limitar sustantivamente
las actividades de las ONGs y de la sociedad civil, pero con la variante de
señalar claramente un “gran villano” al
cual responsabiliza de tratar de desestabilizar a su gobierno mediante la
financiación de éstas: el magnate húngaro de origen judío George Soros.
Las ONGs apoyadas por la
fundación de Soros, Open Society han expuesto y cuestionado la corrupción y
disfuncionalidad del régimen. Orbán apela a las teorías conspirativas para
perseguirlas. De Soros dice cosas como: “Pretende meter en Hungría a millones
de africanos, “es el hombre más peligroso del mundo”, “es satán”, “es nazi y se
hizo rico delatando a otros judíos durante la guerra”, “es anticristiano”,
“quiere que comamos insectos”.
El año pasado, el partido
de Orbán organizó una campaña para “desenmascarar”
un supuesto complot Soros/UE para introducir en Hungría a miles de refugiados. Durante
semanas las calles se llenaron de posters con el slogan “No dejes a Soros reír
el último”.
Para los aspirantes a
dictador cualquier recurso es bueno en sus esfuerzos por socavar a las ONGs.
Prefieren tratar con clientelas, no con ciudadanos, y hablar de “Pueblo”, no de
sociedad civil.
Pedro
Arturo Aguirre Ramírez