Hace unos días se cumplieron dos años del inicio del
movimiento llamado “15-M” o de los “indignados”, protesta multitudinaria protagonizada
por miles de jóvenes convocados mediante las redes sociales que salieron a la
calle para mostrar su enfado contra la crítica situación económica que
prevalece en España. Al surgir dicho movimiento no faltaron los optimistas que esperaban
una gran revolución. La desilusión no tardó en llegar. Hoy el movimiento se
diluye a pasos agigantados, a pesar de que la situación económica no ha
mejorado un ápice desde entonces.
En realidad estos muchachos indignados
(como sucede con los progres de otras latitudes, entre ellas México) en
el fondo son unos reaccionarios. Baste revisar algunas de las
propuestas concretas que medio han llegado a prefigurar los indignados en
España para lograr el tan ansiado “cambio” global ¿Cuál es el eje de estas propuestas
dizque "ciudadanas"?: más Estado, más Estado y más Estado. Los
indignados que miran al pasado: nacionalizaciones, Estado interventor, déficit fiscales, etc.
¿Dónde están las "novedades revolucionarias"? ¿En pedir el fin del
sistema D'Hont? ¿En solicitar, sin más, el cierre inmediato de las centrales
nucleares sin sopesar las consecuencias económicas que esto acarrearía, sobre
todo para los pobres, al subir el precio de los combustibles de manera
escandalosa, y eso por no hablar del calentamiento global? ¿En vaga
declaraciones pacifistas y anticorrupción? ¿Cuál es la novedad, cuál la
diferencia de estos chicos con las propuestas de la española Izquierda Unida,
por ejemplo?
Claro, podemos considerar
"revolucionarios" a estos chavos, pero desde una perspectiva más
filosófica. Pensemos que la historia se repite a si misma constantemente,
que el progreso humano es una quimera, que los hombres están condenados a
tropezar con las mismas piedras por siempre pese a todos los ilusorios
"avances" de la tecnología y si por revolución entendemos un giro
entero de la absurda rueca de la historia, pues entonces sí, los de la
Plaza del Sol son revolucionarios, y también Chávez, faltaba más. Una vuelta
más de Sísifo. El eterno retorno de lo idéntico que nos enseñó Nietzsche.
No es que se menosprecie la importancia de que un sector del insatisfecho e indignado electorado se manifieste por las plazas de España, de Portugal o de Grecia. ni que deje de ser interesante el fenómeno mediático de "unidos por el internet", ni que todas las propuestas del movimiento sean deleznables (por ejemplo, España ciertamente necesita una reforma electoral que deje de sobre representar a los grandes partidos nacionales y a los nacionalistas y le dé entrada a nuevas expresiones políticas de tamaño medio), pero lo que es irrisorio es que se pretenda decirnos que la democracia empieza justo ahora y gracias a este presuntamente impoluto despertar ciudadano. Estatizar no es revolucionario, sino precisamente lo contrario. El socialismo del Siglo XXI chavista, el “proyecto de Nación” del Peje y las expresiones populistas latinoamericanas de novedosas no tienen nada. Apelan a la muy vieja y muy fracasada fórmula de articular un Estado obeso, controlador, despilfarrador, corrupto e irresponsable.
Se vale estar indignados, y se vale exigir que España y otros países mejoren su sistema de representación, que sin duda tienen deficiencias. Pero este país, como el resto de Europa, tiene altas tasas de desempleo y bajos índices de crecimiento económico porque han padecido Estados bienestar demasiado onerosos. Que ahora se propongan nacionalizaciones y gastos públicos exorbitantes no harían sino precisamente exacerbar los problemas que tienen en el paro y en la indignación a estos jóvenes. Por eso afirmo que, en el fondo, los indignados son unos reaccionarios.
No es que se menosprecie la importancia de que un sector del insatisfecho e indignado electorado se manifieste por las plazas de España, de Portugal o de Grecia. ni que deje de ser interesante el fenómeno mediático de "unidos por el internet", ni que todas las propuestas del movimiento sean deleznables (por ejemplo, España ciertamente necesita una reforma electoral que deje de sobre representar a los grandes partidos nacionales y a los nacionalistas y le dé entrada a nuevas expresiones políticas de tamaño medio), pero lo que es irrisorio es que se pretenda decirnos que la democracia empieza justo ahora y gracias a este presuntamente impoluto despertar ciudadano. Estatizar no es revolucionario, sino precisamente lo contrario. El socialismo del Siglo XXI chavista, el “proyecto de Nación” del Peje y las expresiones populistas latinoamericanas de novedosas no tienen nada. Apelan a la muy vieja y muy fracasada fórmula de articular un Estado obeso, controlador, despilfarrador, corrupto e irresponsable.
Se vale estar indignados, y se vale exigir que España y otros países mejoren su sistema de representación, que sin duda tienen deficiencias. Pero este país, como el resto de Europa, tiene altas tasas de desempleo y bajos índices de crecimiento económico porque han padecido Estados bienestar demasiado onerosos. Que ahora se propongan nacionalizaciones y gastos públicos exorbitantes no harían sino precisamente exacerbar los problemas que tienen en el paro y en la indignación a estos jóvenes. Por eso afirmo que, en el fondo, los indignados son unos reaccionarios.