martes, 30 de abril de 2013

Denisse Dresser, la "Juana de Arco Mexicana".

 
No me gusta Denisse Dresser. Esta mujer padece lo que algunos llaman síndrome “del iluminado” o “del cruzado”. Incluso tiene la mirada extraviada y resplandeciente tan característica de estos individuos (ver foto). Denisse y los individuos que son como ella sienten tener una misión única en la vida y por eso se la pasa moralizando de aquí para allá. Esta mujer en sus artículos y conferencias no se cansa de pontificar sobre “todo lo malo y perverso” que son lo políticos y de “todo lo bueno que es ella y los ciudadanos que piensan como ella”. Por eso no extraña que, en su momento, se haya erigido en la campeona del voto nulo, para después pasar a decir que “cualquier voto es bueno, menos si es por el PRI”. Las contradicciones, evidentemente, pasan a un segundo plano cuando de lo que se trata es de pontificar desde posiciones de supuesta superioridad moral.

Evidentemente, la gente así es sencillamente insoportable. Imbuidos en la lucha entre el bien y el mal, los iluminados empiezan en algún momento de su vida a obsesionarse con algún tema en el que pueden proyectar esta presunta superioridad moral y satisfacer su insufrible necesidad de cumplir con su “elevada misión” de guiarnos por el buen camino pese a nosotros mismos, despejar nuestra ignorancia, aliviar nuestras penas y perdonar nuestros pecados. Su tema puede ser religioso, político, ecologista y lo de que sea. El punto es siempre
sobredimensionar las situaciones que uno vive, lo que los lleva a tomarse las cosas demasiado en serio e, irremediablemente,  caer de forma en el ridículo.
 
La "Juana de Arco mexicana" podría ser el apodo de esta fanática misionera. Jamás abandonará su actitud moralizante por otra más racional o más tolerante hacia la defectuosa condición humana. Los iluminados son paladines del todo o nada y, por supuesto, están atados a un maniqueísmo rampante. Para este nueva profeta nuestro deber es hacer frente a lo que ella considera que es “el mal” sin considerar más variables que las que le dicta su moralina y sin pensar en las consecuencias, sin cuestionar ni un minuto en la idoneidad de sus propuestas o de si existen aspectos mejorables a los que se puede hacer frente de manera más exitosa en algo tan impreciso y humano como es la política.
 
El objetivo de la gente como Dresser es, ante todo, potenciar sus neurosis hasta convertirlas en las de todos. La conversión a la fe verdadera que ella, infatigable, propaga por doquier. ¡Cuídense, amigos de los iluminados! ¡Huyan de aquellos que creen estar siempre del lado del bien (o más bien, que creen que ellos son el bien) y de los que suponen que todo lo saben y todo lo pueden, y en el ejercicio perverso de ese delirio no tienen reparos en deformar la realidad objetiva que los rodea y a los seres humanos que la habitan! Tal vez el humor sea la forma más certera, el antídoto infalible para vencer a los iluminados al detectar el error de la grandilocuencia.
 
¡Qué hueva me das, Denisse!

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