El grotesco personaje ese que se llama Efraín Ríos Montt, efímero pero -eso sí- sanguinario dictador de Guatemala se convirtió la semana pasada en el primer gorila latinoamericano en ser condenado por genocidio. Otros sátrapas de la región, como los milicos argentinos, lo han sido por el delito de lesa humanidad, entre otros, pero no por el delito específico de “genocidio”. Hay que celebrarlo, sin duda, pero no deja de ser significativo que este remedo de mico haya sido el hombre fuerte de su desafortunado país por décadas. El 23 de marzo de 1982, un golpe de Estado encabezado por este señor puso fin al bestial gobierno de Romeo Lucas García (1978- 1982). Desde el principio el nuevo dictadorzuelo sorprendió a todos con un discurso cargado de misticismo, donde las alusiones a “Dios, mi Señor y mi Rey”, fueron las más recurrentes. Ríos Montt, un cristiano renacido (como Bush Jr.) predicador de la Iglesia protestante fundamentalista del Verbo, encabezó un gobierno genocida. Ex alcohólico (como Bush Jr.) Ríos Montt no duró ni dos años como presidente, pero durante ese tiempo él y quien fuera su jefe de inteligencia militar, Mauricio Rodríguez, ordenaron –entre otras atrocidades innombrables- la matanza de 1,771 indígenas de la etnia Ixil en diferentes operativos realizados por el Ejército en el norteño departamento de Quiché. En su dictadura se aplicó la política que él mismo denomino como de "fusiles y frijoles": los primeros para la represión y los segundos para los colaboradores. Juan Pablo II le pidió clemencia en 1983 con seis condenados a muerte antes de visitar Guatemala. El tirano se negó y fueron fusilados poco antes de que el Papa llegara al país.
Por cierto que Ríos Montt ha sido el tercer jefe del Estado guatemalteco llevado a juicio. El primer antecedente se remonta a Manuel Estrada Cabrera, el dictador que inspiró la novela El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, y quien murió en la cárcel en septiembre de 1924 tras ser defenestrado por el Congreso que lo declaró “demente”. Otro ex presidente enjuiciado es Alfonso Portillo, protegido de Ríos Montt, acusado de malversar del erario guatemalteco ochenta millones de dólares. Otros muy cuestionables militares que ejercieron el poder durante los años de hierro de la guerra civil como Carlos Arana Osorio (1970-1974), Kjell Eugenio Laugerud (1974-1978) o Fernando Romeo Lucas García (1978-1982), han muerto. Sobrevive Humberto Mejía Víctores, quien tras derrocar a Ríos Montt en agosto de 1983 abrió el proceso democratizador, y cuyo enjuiciamiento fue cancelado tras sufrir el militar un ataque cerebral que lo dejó incapacitado para declarar. Guatemala, país mártir, no cabe duda.
Pero a mí lo que no deja de intrigarme es que pese a que a ojos vista este fulano es completamente chocante y a todas las acusaciones de vilezas perpetradas durante su breve mandato, Ríos Montt fue, después de dejar la presidencia, el actor central de la política guatemalteca. Fue presidente del Congreso y “poder tras el trono” durante el mandato de Alfonso Portillo (2000-2004) y dirigente del influyente partido Frente Revolucionario Guatemalteco. Y es que mientras las organizaciones de derechos humanos lo aborrecían y lo denunciaban ante cuanta organización internacional podían, y con sobradas razones, muchos (demasiados) de sus compatriotas lo veneraban. Los comicios presidenciales de 1996 y de 2000 en buena medida contribuyeron a solidificar su influencia y a reivindicar a de este mesiánico demente. "El fin último de la política es el ser humano. Usted es quien elige, quien paga, quien manda", decía el general mientras su dedo índice acompañaba la cadencia de las frases. Su mirada penetrante recorría miles de rostros extasiados mientras hacía campaña por su protegido Portillo. Hablaba de justicia social, de reconciliación y, sobre todo, de la ley de Dios. Las gravísimas acusaciones en su contra jamás hicieron mella en los votantes. Es más, la gran paradoja se dio en que buena parte del caudal de votos que recibió el partido de Ríos Montt procedió de las regiones mayas del norte y del occidente de Guatemala, las más castigadas por la guerra y la represión.
¿Por qué tantos indígenas fueron capaces de simpatizar con quien habría masacrado a sus familias? ¿Es falta de memoria histórica? ¿Insolidaridad con sus hermanos? ¿Acaso no fueron ellos los mejores testigos de lo que sucedió?". El sátrapa Ríos Montt se dio el lujo de declarar a la sazón que "Un análisis de los resultados quizá sea ilustrativo para mis detractores, quienes, por no aceptar la opinión de los guatemaltecos, tendrán que inventar nuevos sofismas".
Ríos Montt no siempre tuvo la imagen de gorila esperpéntico. Su prestigio dentro del Ejército y su imagen progresista lo convirtieron en el candidato presidencial de la coalición de la Democracia Cristiana y la izquierda en el muy lejano 1974. De hecho el general ganó aquellas elecciones, pero el a derecha organizó un fraude e instaló en el poder a su propio candidato. Más tarde la agregaduría militar en España sirvió para alejar a Ríos Montt del país, hasta que un grupo de oficiales le sacó del ostracismo en 1982. La guerrilla se había fortalecido considerablemente y los extremos de barbarie del Gobierno del general Romeo Lucas García empezaban a desmoralizar a algunos sectores del Ejército, que planearon un golpe de Estado y ofrecieron a Ríos Montt la presidencia del país.
Ríos Montt llegó al poder con una inopinada imagen de progresista con preocupaciones sociales. Esa había sido su trayectoria durante 25 años, pero durante su mandato las fuerzas armadas desarrollaron una atroz estrategia antiguerrillera. ¿Tiene de ello responsabilidad este milico?" ¡Por supuesto! Pero ni de lejos fue el único. Hoy se le condena, y con razón, pero no deja de haber en todo esto una manipulación burda de la historia, y por eso mucha gente no comprende que un personaje así haya conservado tanta influencia por tanto tiempo.
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