Caprichosa que es
la historia: gracias a que seis bombas no estallaron el Reino Unido ganó la guerra de las Malvinas,
triunfo que permitió la arrolladora reelección de Thatcher en las elecciones
generales de 1983 y la consolidación del “Thatcherismo” como el término
político que describió el espíritu de una época (Zeitgeist) marcada por la desregulación,
las privatizaciones de la redefinición (que no desmantelamiento) de las funciones
del Estado en la economía. Incluso sus propios críticos no discuten que
Thatcher fue una de las figuras políticas más dominantes del siglo XX. La
historia británica reciente está dividida en el tiempo antes y el después de su
mandato. Pero de haber salido derrotadas la fuerzas británicas en la contienda
del Atlántico Sur, la Dama de Hierro se hubiese visto obligada a dimitir y
nadie hablaría de “Thatcerismo” en ningún lado.
La derrota inglesa estuvo
muy cerca de concretarse. El año pasado, en ocasión de cumplirse el 30
aniversario de la guerra de Malvinas, un documental elaborado con documentos
desclasificados aseguró que Argentina casi gana y si no lo hizo fue por una
combinación de malas decisiones estratégicas, una artillería deficiente y sobre
todo, una pavorosa mala suerte.En efecto, según esta investigación seis buques británicos fueron blanco de bombas argentinas que no detonaron y que de haber estallado habrían sentenciado la derrota del Reino Unido. Pero no estallaron y sabemos el resto de la historia. Thatcher quien para Reagan fue "el mejor hombre de Inglaterra." y para Mitterrand una mujer que tenía "los ojos de Calígula y la boca de Marilyn Monroe" sobrevivió en el poder para cumplir un largo mandato de once años en que cambió a su país y al mundo. Las reformas thacheristas se acreditan con el establecimiento de la moderna Gran Bretaña. Cuando fue elegido primera ministra en mayo de 1979, el país estaba sufriendo sin esperanza de dudas y una economía anémica. A la sazón los siempre ácidos británicos contaban aquel chiste de que su país era “la primera nación en vías de subdesarrollo”. Las épicas luchas de la primera ministra contra los sindicatos y la privatización del sector de servicios sellaron la caída del obsoleto andamiaje industrial británico y originó un impulso de modernización. El Reino Unido se convirtió en una economía de servicios, y el desarrollo económico ochentero sentó las bases para la recuperación de Londres como el mayor centro financiero de Europa.
Hoy, pese a que le sobran detractores, Thatcher se ha ganado un indudable y creciente respeto por el político. Todos sus sucesores - ya sean conservadores como Major y Cameron, o laboristas Trabajo como Blair y Brown – siguieron la senda “neoliberal” marcada por la señora. El periodista Andrew Marr lo resumió en 2007 en su History of Modern Britain cuando dijo: "Todos somos hijos de Thatcher".
En lo personal nunca he sido fan de Thatcher, pero si admiro en ella su resolución y capacidad de liderazgo, tan notablemente ausentes en los ratoniles líderes europeos actuales del tipo de Merkel, Cameron, Berlusconi o Rajoy. Tampoco entendí como fue que esta supuesta enemiga del Estado omnímodo perdió el poder por su demencial insistencia en cobrar el famoso “Poll Tax”. ¡Una presunta admiradora de Hayek, Friedman y Von Mieses pierde el poder por querer establecer a rajatabla un impuesto injusto y desmedido! Y es que son muchos los mitos en torno a la Dama de Hierro. Ni desmanteló el Estado Bienestar, ni era genuinamente antiestatista (en el auténtico aspecto “libertario” de la palabra), ni fue una antieuropeísta radical, ni fue una conservadora extrema en los temas de las libertades individuales. Poco se ha dicho, por ejemplo, que la terrible Thatcher defendió la causa de los homosexuales como nadie, fue pro choice en temas del aborto y defendía la necesidad de imponer límites al derecho de adquirir armas. Por eso, amigos progres, por mi detesten a Thatcher todo lo que quieran, pero que sea con conocimiento de causa y no propalando los mitos y clichés que se dicen de ella.
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