miércoles, 3 de abril de 2013

David "Kiko" Cameron y su Demagogia Xenóboba

A pesar de tener cachetes de Kiko (el personaje de El Chavo del Ocho), David Cameron despertó cierto interés al principio de su mandato porque pese a ser un político conservador (tory) asumía posiciones aparentemente liberales, exhibía un apertura poco convencional (para un tory) en asuntos sociales y de libertad personal y para formar gobierno estableció una esperanzadora alianza con el Partido Liberal. Hoy todo eso se ha ido al caño. Incapaz de enfrentar con eficacia los retos de la crisis económica, Cameron ha optado por refugiarse en la demagogia y el discurso antieuropeo para complacer al ala más derechista de su paryido y tratar de contrarrestar a los ultranacionalistas del UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido) el cual avanza de forma espeluznante en las urnas. Algo parecido pasó en Francia con el petizo Sarkozy, que pasó de un discurso liberal y reformista a la retórica antiinmigracionista y al más rancios conservadurismo. ¡Es una vergüenza que la vieja Europa padezca a personajes como estos en momentos tan críticos!

Recurso deleznable de los partidos conservadores (pero de ninguna manera privativo de ellos) es que tiendan a enarbolar posiciones xenófobas, cuando no abiertamente racistas, cuando su ineptitud no les permite enfrentar situaciones económicas o sociales adversas, como la que existe actualmente en Europa. Los malos gobiernos explotan electoralmente el miedo de la gente a perder el empleo y lo aderezan con mensajes como "los extranjeros nos roban el trabajo" y "se benefician de mis impuestos".

La demagogia populista, tanto la de izquierda como la de derecha, es una perversión política. Hoy por toda la quebrada Europa la hostilidad hacia los inmigrantes resurge en mítines y actos de campaña. Los demagogos no se cansan de vincular a los inmigrantes con la inseguridad, la delincuencia y la suciedad que padecen sus centros urbanos, olvidando las muchas veces las sustanciales aportaciones que los inmigrantes hacen a las economías donde laboran. Por ejemplo, en el caso concreto del Reino Unido se calcula que los flujos migratorios representaron aproximadamente el 1.2% del PIB total entre los años de 2004 y 2009, esto por no hablar de la importancia objetiva que posee la migración en la urgente renovación generacional, tan importante en las envejecidas poblaciones europeas. Los migrantes son, y en el futuro lo serán con mayor fuerza, quienes hagan posible el pago de las pensiones de los ciudadanos mayores que hoy tanto se quejan de su presencia.

Obviamente, el uso político de la inmigración para obtener réditos electorales no es nuevo. En el Reino Unido ya el legendario diputado tory Enoch Powell hablaba en los años sesenta de “los ríos de sangre” que podría representar, eventualmente, la inmigración extranjera. Pero es con las crisis que se agudiza el discurso de culpar a los inmigrantes de todos los males y los señala como origen de todas las desgracias, entre otras razones, porque el aumento del desempleo y las dificultades para acceder a prestaciones sociales hacen que los fondos públicos se repartan entre más personas y, por lo tanto, sean más escasos.

Los políticos exacerban las diferencias ente los nacionales y los trabajadores migrantes y escarban en prejuicios y estereotipos raciales con una finalidad electoral. Y lo cierto es que una parte de la población es bastante receptiva a esos mensajes. Pero, ¡cuidado europeos! que para cómo andan las cosas el tiro les puede salir de la culata. Naciones como España, Italia, Grecia, Portugal y varias más donde el discurso anti inmigracionista ha calado hondo empiezan a expulsar a su propia población, la cual busca mejores horizontes en las potencias emergentes. De hecho, hay cifras que hablan ya de una emigración británica. Las ironías de la historia suelen ser muy crueles, Mr. Cameron.

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