jueves, 18 de abril de 2013

Los Políticos y sus Gaffes

 
Los gaffes cometidos por Nicolás Maduro durante su breve y desastrosa campaña electoral nos remiten un tema que hemos tratado en otras oportunidades: la importancia de los errores, pifias, lapsus y otros tipos de daño autoinflingido por una boca demasiado lenguaraz o por la franca incultura, estulticia o soberbia de un candidato. En realidad, si repasamos someramente la historia nos podemos dar cuenta que la mayor parte de las veces los gaffes no han sido determinantes como para terminar con las posibilidades electorales de un candidato por sí mismos. ¿Cuántos gaffes no le han perdonado los electores italianos al bellaco de Silvio Berlusconi, por ejemplo? Acá en México, para no ir más lejos, el gaffe de peña Nieto respecto a aquellos famosos títulos de tres libros que el actual presidente mexicano no pudo nombrar poca mella le hizo, aunque quizá no pueda decirse lo mismo de quien fue su adversaria, la panista Josefina Vázquez Mota, que a fuerza de dilates se ganó el mote de “Gaffefina”. Ha habido también políticos que como Fox, Reagan o Chávez que parecen completamente inmunes al daño que puedan producir comentarios estúpidos o fuera de lugar, y hay casos en los que hasta leves deslices han aniquilado las aspiraciones de torpes aspirantes a estadista.
¿Cuándo un gaffe puede ser letal? Este asunto ha sido seguido con particular interés en Estados Unidos. Tenemos como ejemplo implacable de esto el célebre comentario de Mitt Romney en la pasada contienda electoral en la que describió al 47% de los electores (¡nada más!) como auténticos parásitos, lo mismo que el chocante comentario de candidato republicano al senado Todd Akin, que declaró su creencia de que hay "violaciones legítimas”.

Muchos analistas gringos coinciden en decir que los gaffes llegan a ser tóxicos cuando son tan graves o significativos que dominan el ciclo de las noticias por un período prolongado, o cuando reafirman o aún inician una valoración negativa del candidato por parte de los electores. En 2000, por ejemplo, los estadounidenses empezaron a ver a Al Gore como menos honesto gracias a su comentario sobre la supuesta invención del internet. En 2004, los republicanos tuvieron éxito en retratar a John Kerry como una "veleta" (Flip-Flopper) en gran parte a su gaffe en el que dijo que "He votado por esta iniciativa a favor y después en contra. Todo parece indicar que el 47 por ciento de Romney trascendió  porque reafirmó el estigma de elitista y de tener escaso contacto con las masas que los demócratas le endilgaron al aspirante republicano.
 
En realidad casi en cada ciclo electoral norteamericano un candidato hace un comentario estúpido, pero de la larga lista de gafes podríamos decir que los genuinamente letales han sido los siguientes:
·       En la campaña electoral de 1972, un estallido emocional en una mañana fría y nevada puso fin a la campaña presidencial de Edwin Muskie, aspirante demócrata, senador por Maine y una de las figuras más destacadas de la política norteamericana. Era el favorito cuando un periódico de New Hampshire publicó unos editoriales injuriosos acusando a la mujer de Muskie de consumo excesivo alcohol. Muskie celebró una conferencia de prensa improvisada en las escaleras frente a las oficinas del periódico y ofreció una refutación emocional a los ataques. Demasiado emocional. Al parecer lloró. Los ayudantes de Muskie dijeron que no habían sido lágrimas sino "nieve derretida". Fuera lo que fuese, Muskie perdió y el senador George McGovern ganó el derecho a enfrentar el presidente Richard Nixon en las elecciones de ese año.
 
·       John McCain cometió el error de decir, en medio del colapso financiero, que "los fundamentos de nuestra economía son fuertes." Pero la verdadera debacle sobrevino cuando nombró a Sarah Palin compañera de fórmula. La señora es una fábrica de gaffes.
 
·       Howard Dean era el favorito para ganar en las primarias demócratas de 1984, pero tras un decepcionante tercer lugar en los caucus de Iowa, este ex gobernador de Vermont dejó salir un bonito grito guajiro (Jiiiiiaajajaiiii) que fue la delicia de los cómicos nocturnos durante semanas. Su ventaja en las encuestas se esfumó y Kerry fue el candidato demócrata.
 
·       En la campaña para elegir al senador del estado de Virginia en 2006, el candidato republicano George Allen se aventó la puntada de llamar "macaca" a un joven afroamericano en un acto proselitista. "Este hombre de aquí con la camiseta amarilla" dijo Allen, "Macaca, o como se llame". "Está con mi oponente. Vamos a darle la bienvenida a Macaca". Ese otoño, Allen perdió ante el demócrata Jim Webb por menos de 10,000 votos.
·       Gene McCarthy describió en las primarias demócratas de 1968 a los partidarios de Robert Kennedy como "menos inteligentes y menos educadas den Estados Unidos." Cuando RFK fue asesinado, semanas después, tras su victoria en las primarias de California, sus "menos inteligentes" y "menos educados" los votantes dieron su apoyo al eventual candidato demócrata Hubert Humphrey.
·       Gerald Ford y Mike Dukakis, bien ilustran la regla de que en una confrontación de este tipo la segunda regla es no dejar que tu oponente te propine un golpe de knock-out, y la primera es que no te des ese golpe a ti mismo. Ford declaró aquello de "no hay dominación soviética en Polonia ni la habrá en una administración Ford"; Dukakis respondió tibiamente a una pregunta sobre el castigo que el exigiría para alguien que perpetrara una hipotética violación y asesinato de su esposa.
Así que si alguno de ustedes anda en campaña electoral o pretende estarlo pronto, ¡Mucho cuidado con la lengua!

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