jueves, 14 de marzo de 2013

 

“No entiendo de que se sorprenden, Che”, me dice Alberto, un simpático amigo argentino que tengo en Facebook, “Si Dios es argentino, Maradona es argentino, Messi es argentino, “¿Qué de raro hay en que el papa también sea argentino”. Pues papa argentino habemus, un jesuita que eligió llamarse Francisco I, cosa que no deja de llamar la atención habida cuenta de la acérrima rivalidad que han protagonizado jesuitas y franciscanos por siglos.

Nombramiento polémico no solo por las opiniones ultra conservadoras del nuevo pontífice sobre los temas del celibato sacerdotal, el aborto y el matrimonio gay (que, después de todo, eran de esperarse) sino también por el muy cuestionable papel de Bergoglio durante los años de plomo de la dictadura. Pero lo cierto es que ninguno de los “papables” hubiese estado exento de polémica. La iglesia Católica está inmersa en una profunda crisis, y ninguno de sus altos jerarcas está libre de culpa.

Queda descartado que Bergoglio vaya a ser un papa reformador. Lo más seguro es que siga la línea de sus dos inmediatos antecesores, los cuales detuvieron cuando no revirtieron un proceso de modernización que irrumpió en la Iglesia desde los años 60 y que iba en camino de tratar de reconciliar al catolicismo con la modernidad iluminista, la ciencia, las libertades civiles y la democracia. La sociedad moderna, con sus libertades, ciencia y técnica se convirtió en el paradigma para el mundo entero, mientras que la Iglesia Católica se vio transformada en un bastión de conservadurismo religioso y de autoritarismo político. A la luz de visiones y actitudes más modernas otras iglesias cristianas han crecido y se afirmaron en todos los continentes, en particular en América Latina. Para colmo, a la iglesia hoy la atosigan los escándalos de corrupción y pederastia, por no hablar de la lamentable y retrógrada actitud que esta institución insiste en mantener frente a las mujeres.

En fin, poco cabe esperar del nuevo papa en materia de modernización. Le perseguirán, como a Ratzinger, sombras de su pasado político. Al menos se puede decir de él que es Hincha de San Lorenzo de Almagro. Eso sí, habrá que advertirle al nuevo pontífice que se cuide de los albureros mexicanos con eso de que es “Bergoglio, el papa pancho”.

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