viernes, 22 de marzo de 2013

¡Ese Loco Partido Republicano!


 

La dirigencia del loco Partido Republicano de Estados Unidos acaba de sorprender a todo el mundo con un interesante documento autocrítico en el que reconoce la grave crisis por la que atraviesa y que “será extremadamente difícil ganar próximas elecciones presidenciales” si no se acometen “reformas internas” profundas, se suavizan las posiciones ideológicas actuales y se abre el programa político para incorporar las preocupaciones de la mayoría de la población. ¡Bien hecho!

Sigue el informe “La percepción del partido por parte del público ha alcanzado su punto más bajo. Los jóvenes cada día se alejan más de lo que el partido representa, y muchas minorías creen que al partido no le gustan o que no queremos que estén en el país”, y llama al giro a la extrema derecha experimentado en los últimos años a causa de la aparición del Tea Party como  “un callejón ideológico sin salida” provocado por posiciones extremistas que satisfacen a los sectores más radicales del partido,  pero que “crean desconfianza entre la mayoría de la población…El Partido Republicano tiene que dejar de hablarse a sí mismo. Nos hemos convertido en expertos de cómo reforzar ideológicamente a los que ya piensan como nosotros, pero hemos perdido de forma devastadora nuestra capacidad para persuadir o aproximarnos a los que no están de acuerdo en todo con nosotros”.

¡Bravo! Un señor análisis,  hay que reconocerlo, que muy bien dibuja las causas profundas del atolladero en el que los republicanos se han metido por culpa de sus más locos seguidores. Recuérdese, simplemente, la estrambótica colección de candidatos fundamentalistas que compitieron por la nominación hacia la elección presidencial de 2012 como el santurrón Santorum, fustigador del Estado laico; Bachman, quien afirmaba que el gobierno estaba infiltrado por islamistas radicales; Perry, que proponía eliminar más programas  del gobierno federal de lo que él mismo podía nombrar con éxito en un debate; Trump, cuya pieza ideológica central fue exigir ver el acta de nacimiento de Obama, y así un largo y grotesco  desfile de candidatos e ideas extremistas, tales como imponer draconianas políticas antinmigración, negar el calentamiento global, postular iniciativas demenciales en política exterior,  y mantener en el centro del debate la defensa a ultranza de pretendidos “valores” que afectaban directamente los derechos individuales de las mujeres y de las minorías al mismo tiempo que se usaba un discurso pretendidamente favorable a la iniciativa individual frente al Estado.  Esta es, justamente, la principal discordancia que afecta al Partido Republicano: pretendidamente pugnar a favor del individualismo y contra el Estado en el renglón económico y al mismo tiempo pretender reforzar los poderes de coerción estatales en lo que se refiere a los derechos y libertades individuales. En sus últimas elecciones primarias el Republicano se mostró como uno de esos partidos extremistas y exóticos (fringe party, les dicen en inglés) que no son capaces de asumir la responsabilidad de gobierno  porque se dedican a reforzarse constantemente en la radicalidad de sus posturas. 

El problema para los republicanos es que la dura autocrítica de esta semana  no garantiza que el partido sea capaz de cambiar su rumbo. De hecho, No existe unanimidad en su seno de que realmente haya que hacerlo. A fin de cuentas, el Partido Republicano es aún muy exitoso a nivel local. Cuenta con 30 de los 50 gobernadores del país, y lo hace -en muchos casos- con candidatos bastante radicales que se presentaron agendas extremistas. Lo mismo puede decirse de una buena cantidad de miembros del Congreso.  No falta en el partido quienes creen que hay que persistir en esa línea de firmeza ideológica hasta que los votantes reconozcan su acierto y que el problema ha sido no el mensaje extremista, sino “la forma en que dicho mensaje ha sido expresado”

Ojalá los republicanos sigan con la tendencia reformista, ya que si con incapaces de asumir plenamente que las tendencias sociales y los cambios demográficos están determinando con cada vez más fuerza los resultados electorales estarán condenados a enfrentar serias dificultades para volver al poder. Lo mismo pasará si no aprende a equiparar su pretendida lucha a favor del individualismo y el antiestatismo en lo económico a los renglones de los derechos sociales y personales. El partido tiene que presentar un rostro más conciliador y razonable para venderse a votantes indecisos. Para ello, debe recuperar a sus exponentes más moderados (los republicanos “Eisenhower”, o RINO´s, como les dicen), controlar a sus “teócratas” de la derecha cristiana y librarse a sí mismo del dominio en el que lo tiene atosigado el zafio Tea Party.

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