lunes, 29 de octubre de 2007

Los "Progres": ¿Plaga del Siglo XXI?



Hay una manera de ser y actuar que está de moda desde hace tiempo en ciertos círculos intelectuales, políticos y/o de “opinadores Esta “pose” o fachada, que no filosofía, es la denominada “actitud progre”.

¿Qué es un "progre"? Principalmente, un “fundamentalista del maniqueísmo”. Todo lo que ellos dicen y piensan es lo bueno, moral y correcto, todo el resto es lo malo e inmoral.Se trata de un individuo movido por supuestos nobles ideales políticos. El progre está especialmente interesado en conceptos tan loables como la solidaridad, la libertad y la igualdad (¿y quién no?) pero, en su compromiso con tales conceptos es sólo una hipocresía, un frontis. Esta incoherencia entre formas y fondos se traduce en una degradación de la conducta.

El "progre" parte de una absoluta arrogancia intelectual y moral. Se cree dueño de la verdad y del "monopolio del buen corazón", como decía Giscard. Postulando tolerancia arriba a la más completa intolerancia. Defendiendo la inclusión llega al sectarismo más cerrado. Pregonando la solidaridad se establece en un individualismo egoísta. Haciéndose pasar por demócrata y de criterio abierto, simula un fundamentalismo maniqueo, en donde todo lo que el piensa y dice es lo bueno, y todo lo que se le opone es lo malo.

Al “progre” le encanta desafiar al mundo diciendo que es de “ideas avanzadas, con la actitud que esto entraña". Pero ente ellos se ha puesto de moda ser de “izquierda light”: socialdemócrata, ecologista, altermundista, etc. Todo esto con base en una notoria superficialidad intelectual. Desde luego, Para el "progre", la forma, la pose, es lo definitivo. El fondo, no importa.

Sí, el "progre" es, en esencia, un impostor. Un hipócrita que se escuda en santos valores para descalificar y anular a todo aquel que no piensa como él. Un individuo superficial y frívolo que pretende ser dueño de un alma profunda y generosa. Vicent Verdú señaló hace poco que “Si el izquierdismo fue la enfermedad infantil del comunismo, el progresismo encarna la enfermedad senil del izquierdismo”. El "progre" es, en esencia, un eterno adolescente, y como tal es un sujeto lleno de contradicciones. Piensa que es el único coherente en toda la tierra cuando es contradictorio de principio a fin. Además, hay que destacar su instinto de rebaño porque un "progre" sólo no es nada: necesita rodearse de los suyos, necesita un consenso antes de pronunciarse. Pudiéramos afirmar que el progre va a la contra, que ante todo es disidente y crítico, pero en realidad no es nada sin su cohorte. El "progre", muchas veces, no puede decir lo que piensa por miedo al "qué dirán los míos, o los otros, o los de de más allá".

A pesar de amar las ventajas del capitalismo y de ser un acérrimo defensor de causas contemporáneas de la libertad (mantrimonio gay, feminismo, eutanasia, aborto, drogas, etc.) el “progre” se impone como deber odiar al “neoliberalismo”.Como el "progre" es superficial en esencia, para él es mucho más cómodo definirse por oposición, es decir, por lo que no es y rechaza; si se ve obligado a expresarse en positivo, quedará reducido a una retahíla inconexa de proposiciones deslavazadas.
Si un “progre” tiene la aspiración de ocupar un puesto público, es bueno, por que él es bueno y lo ve como un” sacrificio”. Pero si el aspirante no es de la “secta”, entonces es un vulgar ambicioso oportunista y chambista. Desde luego, siempre cuidadndo la pose, leerá exclusivamente los libros, verás las películas y citarás a los autores que estén de moda o que sean aprobados por las reglas de “Corrección Política” de su secta.

El "progre" dice luchar por la tolerancia y la inclusión, pero sólo es tolerante e incluyente con los que piensen como él o ella. Para la “derecha”, utiliza una serie de bonitos adjetivos: facha, machista, oportunista, violador, derechista, neoliberal, pro israelí, etc. etc. etc.Los “progres” estigmatizan al “neoliberalismo” y a todo lo que entra en su lógica como “derecha” como parte del “pensamiento único”, sin darse cuenta de que el único pensamiento que aspira a ser verdaderamente único es precisamente el de su secta. Esto es porque el "progre" es dogmático, quizá mucho más que el conservador. Por eso está constantemente peleado con la realidad. Lo que cuenta son las cosas como ellos las ven o como ellos quisieran que fuesen, no como son en realidad. En todo "progre" perfecto hay un candidato a seminarista frustrado que acompaña todo lo que dice y escribe con un molesto tufillo de moralina.

El “progre” considera que en la política solamente hay un camino para conseguir las cosas: el que dictan sus bellos ideales. Cualquier negociación es mala, a menos que la hagan ellos, por supuesto. Pero nunca acaban de asimilar la lección fundamental de la vida: no todo es línea recta, también hay marchas atrás, aperturas, curvas, cierres. Pero un progre, por lo general, es un obcecado. Reitero: se ha quedado, intelectualmente hablando, en la adolescencia. Tiene fórmulas mágicas. Todo será suave y pacífico, encarrilado en línea recta hacia un futuro sin sombras.

El “progre” jamás escucha los argumentos del contrario. Por lo general, recurre a la estridencia al defender sus posturas: grita, manotea y siempre busca monopolizar la palabra en las discusiones. Descalifica a priori cualquier opinión distinta a la suya. Es incapaz de ver la complejidad del mundo. No saben ver que no todo es igual a todo, que no existe una tendencia única en la vía de la historia. Los buenos historiadores ya lo sabían. Los intentos de mejora provocan, a veces, catástrofes. Hay avances y retrocesos, ciclos. La vida es complicada e incierta.

Esto ya lo sabía Platón, que vivió tantos movimientos infernales, acciones y reacciones, miserias dentro de una democracia degenerada. Que inventó teorías para traer el gobierno del Bien. Pero queriendo curar al hombre abrió una serie de reacciones y enfrentamientos. El hombre encierra fuerza y grandeza, pero de aquí salen cosas muy opuestas, desastrosas a veces.

El verdadero gobierno, la verdadera libertad, el verdadero progreso no han sido descubiertos todavía. Solo unos cuantos hilos que se combinan variamente. La democracia no es la panacea. Ha curado cosas, sí, salvado problemas inveterados, pero producido monstruos, también, cuando se ha corrompido. Ya lo sabía Platón, insisto. ¿Y cuál es la verdadera democracia? Difícil problema. No es la racionalidad lo que triunfa siempre, como proponía Protágoras.

Hay constantes, claro, pero ¡Tan inciertas en el detalle! ¡Cuántos excesos y cuánta reacción, cuánto conflicto, cuánta incertidumbre! Todo demasiado complejo y laberíntico para el político y el hombre común, que busca logros inmediatos. Todo lleno de problemas, a veces con sangre; a veces se curan, a veces no. Siempre hay que estar listos para volver a empezar.

Ahora en México estamos llenos de esas almas “buenas y caritativas” que se proclaman adalides de la solidaridad, el diálogo y la tolerancia, teniendo como argumentos, ¡Oh paradoja!, su testarudez dogmática y su sectarismo. Buenos contra malos, Negro contra blanco. Adolescencia pura. Fundamentalistas del maniqueísmo, es lo que son. Hay bastantitos por ahí: en el grupo Nexos y en los medios de comunicación. En la prensa pululan los opinadores progres. Pero donde más hacen notar sus prácticas es, desde luego, en la política. El PRD es la principal madriguera progre, pero también todo el mundillo de Ong's y, obviamente, Alternativa, sobre todo en la secta que comanda Patricia Mercado -una progre prototípica, casi de museo- y su grupo de feministas intolerantes y rabiosas. El junior Lajous es uno de los más lamentables ejemplos de joven progre. Y así un largo y deprimente etcétera.

1 comentario:

Luis F. González dijo...

Siempre es confortante saber que un servidor no es el único que conoce el verdadero rostro de los hippies abraza-árboles, juniors altermundistas, feminazis y demás variedades de postmodernos.

Felicitaciones, excelente post.