martes, 30 de octubre de 2007
El Ingreso Básico Garantizado es una Falacia
Lo siento amigos, pero de la manera más respetuosa hacia todos ustedes debo decirles que por más que le pienso y por más que leo papers de sus defensores, no alcanzo a entender los beneficios de la propuesta de establecer a escala constitucional una ingreso básico garantizado, idea aún muy en boga en los círculos “progres”, pero que en Europa no ha podido avanzar a pesar de los esfuerzos de algunos (ni de lejos, todos) partidos de izquierda, y pese a que en Brasil se haya aprobado(en 2005) la llamada "Ley Suplicy". Por cierto, es falso que se haya aprobado una reforma al respecto a nivel constitucional.
La realidad es que con un ingreso básico tendremos en un país pobre como México a 40 millones de personas viviendo subsidiadas. ¿Y de que cantidad estaríamos hablando como subvención? En España, la peregrina idea del PSOE (enterrada, por cierto, ante la inminencia de las generales) consistió en entregar a cada individuo 421 euros mensuales per capita, que es el cálculo que se hace como límite del umbral de pobreza. Si alguien cree que un mexicano seguirá trabajando y creando la misma riqueza que ahora cuando se le quiere proporcionar una subvención equivalente o mayor al sueldo mínimo en México solamente "por existir", es que no ha entendido nada.
El ingreso implica riqueza permanente y asegurada, para cuyo disfrute hace falta tiempo libre al que no se estará dispuesto a renunciar a menos que se incrementen sustancialmente los salarios. Pero un incremento de salarios en países con una productividad tan reducida, sólo permitirá crear empleo en los sectores que generen un mayor valor agregado. El resto de actividades simplemente desaparecerán, pues la gente no querrá trabajar a cambio de unos salarios tan reducidos.
¿Pero acaso supondrá el desempleo un serio problema para ellos? No, pues cuentan con un ingreso básico permanente que les permite, incluso, recurrir al mercado crediticio para consumir con cargo a su renta futura. En otras palabras, habrá sectores inmensos de la población que consumirán pero no producirán. Habremos creado una casta de rentistas cuyos ingresos no procederán de la creación de nueva riqueza, sino del expolio de la que otros han generado, cada vez menos, por cierto.
Sencillamente, México dejará de producir o, mejor dicho, dejará de dedicarse en su mayoría a la producción de riqueza. La inversión extranjera se desplomará ante unos salarios no remunerativos que, para más señas, tendrán a los países asiáticos y euro orientales como certera competencia, lo que acarreará una descapitalización al por mayor del país, con la consecuente ruina económica.
El efecto más grave, con todo, sería, como lo comenté en una pasada comunicación, el desmedido crecimiento del Estado y de sus burocracias, así como el atrofiamiento de la iniciativa individual.
La renta básica es un expolio. Un sector consumirá los que otro haya producido sin que aquel entregue nada a cambio. Alguna brillante mente política tendrá que cuadrar este maravilloso círculo: algunos mexicanos seguirán trabajando igual, ahorrando igual y consumiendo menos, mientras que el otro no trabajará, pero consumirá más. En otras palabras, se espera una parte trabaje lo mismo que ahora para ser menos ricos y que la renta diferencial se le regale a un sector no productivo.
Otra reacción será el aumento en el consumo y la reducción del ahorro. ¡Cuidado con las trampas del dizque “fortalecimiento del mercado interno”!. Son conocidos los efectos devastadores que han tenido en América Latina estas políticas de fortalecimiento del mercado interno: inflación galopante, depreciación de la moneda y crisis generalizada.
Y las causas de esto resultan sencillas de entender: la cantidad de bienes producidos en México habrá disminuido, pero aquellos que han dejado de producir podrán seguir consumiendo; de modo que habrá menos bienes y más gente que los quiera.
En definitiva, tanto vía reducción de la oferta de trabajo cuanto vía reducción de los ahorros, México verá disminuir notablemente su acumulación de capital. La estructura productiva transitará hacia un esquema mucho menos intensivo y mucho menos productivo.
Evidentemente, dejo al margen varios factores que todavía empeoran más el escenario.
Primero, las posibles consecuencias políticas y sociológicas de la medida. ¿Aceptarían los mexicanos productivos mantener a los no productivos nada más porque sí? ¿Les seguiría resultando rentable seguir trabajando, o creando empleos, o invertir en México?
Segundo, si metemos toda esta bomba en medio de un escenario de expansión del crédito como el que vivimos y hemos vivido las consecuencias pueden ser trágicas. El ingreso Básico generará unos enormes incentivos al endeudamiento en todo el mundo. Con un endeudamiento creciente, unas transferencias gubernamentales infames y unos salarios mantenidos artificialmente altos a través de los subsidios, cualquier crisis llegaría para quedarse durante mucho tiempo.
Las ideas que Parijs y Vandervourgh expusieron hace más de veinte años son muy atractivas y provocadoras, pero nos llevaría a todos a la ruina. El Ingreso Básico es una trampa mortal.
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