Los líderes populistas,
sean de izquierda o derecha, tienen como características comunes adular al
votante con simplificaciones intelectualmente primarias, ofrecer promesas
imposibles de cumplir, recurrir a un discurso confrontacionista y hacer de los
mitos del victimismo histórico recursos instrumentales en su ejercicio político.
La memoria selectiva y la
manipulación del pasado bajo esquemas maniqueos son esenciales en la narrativa
populista porque refuerza la división pueril de la sociedad en “nosotros, los
buenos” frente a “ellos, los malos”.
Dentro de la lógica
victimista latinoamericana la reivindicación indigenista es parte primordial. Por
eso Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y otros dirigentes más de la región
la han utilizado de forma habitual. Ven en los indígenas, tradicionalmente los
grupos más marginados de nuestras sociedades, parte medular de su clientela político-electoral.
El mejor ejemplo reciente
de la demagogia victimista lo ha ofrecido el presidente boliviano Evo Morales,
quien desde el principio de su carrera política ha explotado una visión
conspirativa de la historia, la cual atribuye todas las desgracias de los
indígenas bolivianos a los “quinientos años de postración colonial”.
Evo ganó las elecciones con
un altisonante nacionalismo indigenista. Todo el tiempo habló de descolonización,
desagravio, reparación, defensa de la Pachamama (madre tierra), etc. Palabras y
conceptos huecos de contenido y banalizados a fin de evitar una reflexión a
fondo de cómo emprender un auténtico proceso de descolonización mental,
económico y cultural.
Ah, pero ya en el poder,
la estrategia económica de Evo ha seguido, en lo sustancial, las pautas características
del desarrollismo capitalista y de la denominada “línea
industrialista-extractivista”, con un protagonismo central en él del capital
transnacional. Por ejemplo, empresas chinas desarrollan proyectos por 7 mil
millones de dólares.
La “nacionalización de
los hidrocarburos”, decretada por Evo hace algunos años, fue en realidad una
simple renegociación con las transnacionales petroleras.
Evo ha impulsado
gigantescas obras de infraestructuras, siempre en el marco la economía de libre
mercado y también en atención a sus necesidades clientelares.
Mediante varios decretos eliminó
la protección de parques nacionales para permitir allí tareas de exploración y
explotación de petróleo y recursos minerales.
Significativo en todo
esto es el caso de la construcción de una carretera a través del territorio indígena
conocido como Tipnis, donde reside un tercio de todas las especies de flora y
fauna bolivianas.
En 2011, cientos de indígenas fueron reprimidos por
oponerse a dicha obra, la cual quedó suspendida. Pero hoy Evo, quien pretende
reelegirse por cuarta ocasión en 2020, insiste en el tema.
Por cierto, la
construcción de la carretera permitiría a los campesinos cocaleros, aliados
históricos del presidente, expandirse e iniciar la explotación de madera.
Total, no le costaría mucho
al hombre fuerte de Bolivia incumplirle promesas a la Pachamama: ella no tiene
carnet electoral.
Pedro
Arturo Aguirre