Hace algunos días comentábamos en El Oso Bruno (y en el Diario Digital www.30dias.net) editorial de 30
Días sobre innumerables e ignominiosos insultos machistas que debió tolerar la
ex primera ministra australiana Julia Gillard durante su gestión como jefa de
gobierno. Pues bien, esos denuestos tan abominables se quedan cortos comparados
con lo que la ministra de Integración italiana, Cecile Kyenge, debe enfrentar
en Italia, un país otrora grande por sus aportaciones a la cultura universal
pero que hoy es (des) gobernada por una caterva de bandoleros y patanes de la
peor ralea personificados en la repugnante personita del “Cavalier” Silvio
Berlusconi.
Desde que Cecile Kyenge fue nombrada la primera ministra
de raza negra el pasado abril, esta política de origen congoleño ha tenido que soportar
denigrantes apodos xenófobos y sexistas como “orangután congoleño” o “integrante
de la república de bonga bonga”. Ambos comentarios provienen de miembros de la
Liga del Norte, una organización populista de lo más pedestre surgida a finales
de los años ochenta en las regiones norteñas italianas que desde su fundación se
ha caracterizado por su racismo y por incitar el odio a todo lo que no “piensa”
como sus impresentables militantes y líderes. Más grave fue la declaración del
senador Roberto Calderoli, también de la infame Liga Norte y (por añadidura) vicepresidente
del Senado, quien afirmó que afirmaba que Kyenge “estaría mejor trabajando como
ministra en el Congo, ya que pretende imponer en Italia sus tradiciones
tribales”. Para redondear la diatriba, este remedo de legislador hizo una
comparación entre los rasgos de Kyenge y los de un orangután: “Cuando veo
fotografías de la susodicha ministra no puedo evitar pensar en los rasgos de un
orangután”. Sobre el particular, no resisto decir que después de ver la cara
anodina y algo idiotizada de Calderoli no pude pensar sino que el senador no
está para criticar las apariencias de nadie. Y aquí no acaba la cosa una
¡mujer! dirigente regional de la Liga Norte, una tal Dolores Valandro, escribió
un mensaje en Facebook expresamente se preguntaba: “¿Por qué no viola alguien a
Kyenge para que pueda entender cómo se sienten las víctimas de estos horribles
crímenes?”. Con ello, Valandro hacía alusión a que la mayoría de los asaltos a
mujeres en Italia provienen de inmigrantes. Y el linchamiento verbal no acaba
en los políticos, las redes sociales italianas han sido una plataforma de duros ataques
contra la ministra italiana de Integración escritos por una buena cantidad de
ciudadanos italianos “de a pie”.
Kyenge, ha reaccionado con inteligencia y clase. No pidió
la renuncia de Calderoli, sino que pidió a todos los políticos que “reflexionen
sobre el uso de la comunicación”, puesto que sus palabras “pesan”,
especialmente aquellas dichas por los políticos de más alto rango. “deberían
darse cuenta de que hablan representando a los ciudadanos y a Italia y que dan
al país mala fama con este tipo de incidentes”. A la pregunta que le hizo en
una entrevista la Deutsche Welle de si consideraba a Italia un país racista, la
ministra, cautelosa, respondió: “Es una pregunta difícil, pero yo siempre he
dicho que, pese a todo, Italia no es un país racista sino una sociedad que
necesita saber más sobre inmigración y el valor de la diversidad. Quizás lo que
más nos falta es una cultura de la inmigración. Solo después de que el país
haya progresado en estos ámbitos podremos juzgar si es racista o no. Además, en
todo caso hay que comprender que el fenómeno de la inmigración en Italia es
relativamente nuevo, en comparación con otros países europeos. Recuérdese que en
1990, el porcentaje de extranjeros en la población italiana era de
aproximadamente un 2 por ciento. A día de hoy ha aumentado a un 7.5 por ciento.”
La estatura moral y política exhibida por Kyenge
demuestra que por lo menos uno de los estúpidos comentarios hechos con el
propósito de denigrarla tiene algo de razón: ella debería ser ministra en el Congo
y no en Italia, pero porque Italia sobradamente en los útimos años ha demostrado ser una democracia en franca
decadencia que no merece tener en su gobierno a una persona de tan alta
categoría. Italia lo que merece es a Silvio Berlusconi, ese su espejo, un
individuo chabacano que
no tiene miedo ni vergüenza en exhibirse como un vulgar machista e ignorante,
un cínico que disfruta sin pudores de la corrupción y que es un fanfarrón de
antología.
Berlusconi
encarna una especie de versión caricaturizada del ideal de vida italiano. Y,
justamente porque es una caricatura se le permiten ciertas exageraciones. Los
italianos lo escuchan, lo observan en la plenitud de su vulgaridad y
quedan encantados. Se ven en él. No merecen más.