jueves, 4 de julio de 2013

Mandela y Mugabe: Vidas Paralelas


 
Ahora que Nelson Mandela convalece en estado crítico el mundo entero halaga, con toda justicia, las grandes cualidades humanas y políticas de este paladín. Particularmente interesante me resultó el elogio que le dedicó Mario Vargas Llosa, quien destaca el estoicismo, el pundonor y  la tenacidad que demostró tener este líder incansable en su lucha por la libertad antes y durante los largos 27 años que estuvo prisionero en Robben Island y subraya la forma en que Mandela gobernó a su país alejado de rencores, apegado de forma irrestricta al régimen democrático, siempre con la idea de reconciliar a las razas y de evitar la asunción de una dictadura. Mandela asumió la presidencia sudafricana dueño de una abrumadora popularidad interna y de un gran prestigio internacional,  Ese tipo de devoción popular mitológica suele marear a sus beneficiarios y volverlos —Hitler, Stalin, Mao, Fidel Castro— demagogos y tiranos.” Como bien nos recuerda Vargas, pero Mandela rehuyó a la tentación de convertirse en un sátrapa entregado a la corrupción, al despotismo y al culto a la personalidad. Gobernó para todos y desistió de relegirse una vez terminado su mandato.

Los contrastes no pueden ser más abismales respecto a otro quien fue gran luchador por la independencia y en contra del racismo colonial: Robert Mugabe, héroe de la liberación de Zimbabwe (Antes Rhodesia) quien, como Mandela, pasó un largo período preso, pero a diferencia del gran sudafricano Mugabe jamás perdonó a los blancos. Al llegar al poder, en el muy lejano año de 1980, se dedicó a perseguirlos, a arrebatarles tierras y empresas y a expulsarlos del país en la mayor medida posible. Hace algunos meses Mugabe reprochó públicamente a Mandela haber sido “demasiado blando” con los blancos durante su gobierno. Pero no solo los blancos padecieron de las arbitrariedades de este dictador despiadado, frío y calculador que poco después de lograda la independencia  ordenó la masacre de 20,000 civiles en la ciudad de Matabeleland que apoyaban a su principal rival político, Joshua Nkomo. Durante todas las décadas en las que ha durado Mugabe en el poder han muerto bajo extrañas circunstancias decenas de opositores al régimen. En el año 2000 comenzó a fraguarse un movimiento opositor de gran calado dirigido por Morgan Tsvangirai que no tardó en amenazar la hegemonía de Mugabe. Como respuesta, el gobierno desató una oprobiosa “operación limpieza” que supuso la destrucción de los hogares y el sustento de aproximadamente 700,000 habitantes. Tanta represión, aunada a una corrupción generalizada, un vergonzoso desgobierno y un culto a la personalidad al “Padre de la Patria” provocó que la economía se derrumbara y la popularidad del presidente cayese en picada. Actualmente Mugabe sobrevive en el poder solamente gracias al aumento de la violencia, la represión y los fraudes electorales. Eso sí, como todo buen demagogo populista Mugabe culpa de las desgracias del país a Gran Bretaña, los Estados Unidos, los agricultores blancos y las sanciones occidentales.

Mugabe subió desde los inicios humildes para llevar a su país a la independencia. Fue aclamado, por un tiempo, como uno de los líderes más progresistas de África poscolonial. Es cierto que al principio de su gobierno  promovió educación, salud y agricultura. Muchos opinan que si hubiera dimitido después de una década en el poder podría haber ganado un puesto de honor en la historia, incluso a pesar de las masacres Matabeleland. Pero lejos de eso se aferró al poder y se cree dueño del país entero (Zimbabwe es mío, ha declarado en diversas ocasiones). Hoy tiene cada vez menos amigos y aliados está cada vez más paranoico y ha perdido el contacto con la realidad.

Mandela trabajo por la reconstrucción de la economía nacional y la reconciliación del país. Despreció como pocos personajes en la historia lo han hecho (rara avis) los seductores, fatales y arteros artificios del poder. Mugabe  pasará a engrosar la larga lista de la familia de los tiranos que cayeron en la tentación de endiosarse. El legado de Mandela será inmortal, el de Mugabe se hundirá en el fango.




 

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