Es tan grave lo
que sucede en Michoacán, que en lugar de decir que la cosa en ese estado
"se está poniendo muy seria", es más exacto decir que "se está
poniendo muy Siria".
viernes, 17 de enero de 2014
miércoles, 18 de diciembre de 2013
Los Washington Redskins vs. La Tiranía de la Corrección Política.
Aficionado al fútbol americano soy, y por alguna extraña razón siempre le he sido leal a este equipo y lo sigo siendo a pesar de que estos chicos llevan un buen rato sin dar “pie con bola”, sobre todo desde que los compró un sujeto deleznable de apellido Snyder, especie de Jorge Vergara gringo que siempre anda metiendo su cuchara en todas las decisiones estrictamente deportivas de los Redskins y que incluso es más perjudicial para su causa de lo que es Jerry Jones para los infames Lecheros de Dallas lo cual, créanme, ya es decir mucho, ¡Muchísimo!
Pues bien,
mis Redskins hoy, además de estar terminando con una temporada execrable, son acusados
de utilizar como mote un término “racista por algunas asociaciones de nativos
americanos, además de por personajillos y politicastros que no tienen nada
mejor que hacer. El colmo llegó cuando
el presidente Obama irresponsablemente se unió a las voces críticas que exigen
a los pieles rojas que cambien de apodo. ¡Qué pena que este presidente tan
medianito se dedique a quedar bien con la progresía más afecta a la los excesos
de la corrección política en lugar de
dedicarse a tratar de enderezar su tan malhadado gobierno!
Es fácil,
muy fácil, que la corrección política se
deslice con naturalidad hacia los extremos. Es cierto que una dosis saludable
de moderación en el discurso debe
contemplarse para no caer en actitudes racista u ofensivas y de maltrato a las
minorías, pero el problema empieza cuando en el afán de no
herir con las palabras se llega, de plano, a restringir el derecho de libertad
de expresión, al ridículo o a pretender anular, como en el caso de los Redskins,
una tradición bastante añeja y completamente inofensiva que jamás a tenido la
pretensión de ofender a nadie. Porque si bien es cierto que el apelativo de “pieles
rojas” fue un peyorativo utilizado por ciertos sectores de la población blanca
hace mucho tiempo, lo cierto es que el término
tuvo su origen en una expresión nativa, una forma en la que los
indígenas norteamericanos se autodenominaban y con orgullo, por cierto. Hasta
el diario digital Slate, de
orientación liberal y que fue uno de los precursores de la campaña anti redskins,
acaba de reconocer que este apelativo fue, efectivamente, auto asignado Ror los
indígenas norteamericanos y que las comparaciones con insultos como “nigger”,
wetback” o “chink” no tienen razón de ser.
El debate
público en Estados Unidos y muchos países más (incluido México) se ha llenado
de fáciles acusaciones de homofobia, racismo, xenofobia, sexismo, maltrato
animal y desprecio por la discapacidad o por la religión ante ya casi cualquier
alusión, broma o comentario. Muchos nos preguntamos, sin por ello apoyar
ninguna actitud racista o excluyente, si tanta exageración se ha vaciado de
sentido común. Lo peor es que los abusos de la corrección política provocan cansancio
del ciudadano, cada vez más harto de escaladas que rozan el absurdo, y
lamentablemente dan lugar a que comentaristas y políticos demagogos extremistas
utilicen la lucha contra la corrección política como arma para hacerse
populares. Así, mientras unos se afanan para ser políticamente correctos y en
elaborar discursos nada ofensivos y "democráticamente inclusivos",
otros explotan con mucho éxito exactamente lo contrario. Es el poder de la
incorrección que en Estados Unidos exhiben tipos como Glenn Beck, Rush Limbaugh y el Tea Party y en Europa gente como
Aznar, el checo Václav
Klaus y el incorregible Silvio Berlusconi.
El fenómeno
ha contagiado a todo el debate público. Mientras se multiplican las denuncias de
los pudibundos contra la publicidad, la televisión, Internet o la ficción
políticamente incorrectos crece el éxito de los Simpsons, Peter Griffin (Family Guy), el doctor House o Dexter.
Quien se desmarca claramente de la corrección política tiene garantizada la
atención pública. El discurso políticamente correcto, de tan exagerado, se
percibe como hipócrita por una creciente parte de la sociedad. Los excesos
alimentan los excesos. Las salidas de tono de algunos políticos posiblemente no
serían tan efectistas de no existir el extremo contrario, cuando la corrección
pierde su función de defensa de las minorías y se adentra en el eufemismo trivial.
El adjetivo “Piel
Roja” no tiene un origen peyorativo y según varias encuestas los nativos
americanos de hoy no se sienten en su mayoría ofendidos por el mote. De hecho,
un sondeo efectuado por el prestigiado Annenberg Public Policy Center arrojó
que el 90% de los nativos no tienen problema con el apodo. Asimismo, las
encuestas demuestran que, de forma abrumadora, los aficionados al Fútbol
Americano se niegan a que los Pieles Rojas cambien de nombre. Se trata de un
juego de políticos oportunistas ociosos que pretenden medrar con este indigno debate
y que solo provocan reacciones con la misma intensidad, pero en sentido
contrario. Como lo dijo muy oportunamente el mariscal de campo piel roja Robert
Griffin III, en el único momento de lucidez que ha tenido este año catastrófico
el pobre muchacho: “En el país de la libertad se nos quiere tener como rehenes de la tiranía
de la corrección política.”
Para ser efectiva, la corrección política debe
servirse en dosis inteligentes oportunas y moderadas.
Así que, amigos, Heil to the Redsins! Forever!
lunes, 9 de diciembre de 2013
La Otra Muerte que Conmovió a Sudáfrica: El Asesinato del “Anti Mandela”
Ocurrió hace
casi cincuenta años una muerte que también conmovió a Sudáfrica, pero a
diferencia de ahora entonces quien falleció fue un hombre infame. Hendrik
Verwoerd, fue el arquitecto del apartheid y artífice de los “bantustanes”, los
territorios creados para no blancos que se diseñaron para segregar a la
población de color. Este hombre, que fue psicólogo, sociólogo , periodista y
político, nació en Ámsterdam en 1901 y fue toda su vida, como él siempre lo
admitió sin rodeos, un “Afrikaner de extrema derecha”. Obtuvo un doctorado en
la Universidad de Stellenbosch y luego se fue a Estados Unidos y Europa, donde
realizó estudios de postgrado en varias universidades, incluyendo Hamburgo y
Berlín. En 1928 regresó a Sudáfrica (donde había arribado con su familia cuando
tenía dos años) y fue nombrado profesor de Psicología Aplicada y Sociología en
la Universidad de Stellenbosch. Desde muy joven desarrollo inclinaciones filo
nazistas y de supremacismo racial. En 1936 se unió a un grupo de seis
profesores radicales que protestaron vehementemente contra la admisión en
Sudáfrica de refugiados judíos de la Alemania nazi. Con este hecho Verwoerd
demostró que estaba destinado a ser rodeado por la polémica. Al año siguiente
se convirtió en el primer editor de Die
Transvaler, el periódico del Partido Nacional en Johannesburgo, que bajo su
dirección editorial se convirtió en un instrumento propagandístico de los nazis
en Sudáfrica. Con la derrota de Hitler, Verwoerd se vio obligado a moderar sus
inclinaciones nacionalsocialistas, pero su racismo y odio por todo lo que no
fuera como él se mantuvo intacto. En 1948, el Partido Nacional llegó al poder
en las elecciones generales y Verwoerd fue electo senador. Dos años más tarde
entró en el Consejo de Ministros como encargado de Asuntos Nativos , donde mucho
contribuyo a la instauración del apartheid, definido eufemísticamente por Verwoerd
como “el sistema que proporciona igualdad de oportunidades a todas las personas…pero
estrictamente dentro de su propio grupo racial”.
En 1958 Verwoerd se
convirtió en primer ministro. Como gobernante consolidó el sistema de
discriminación racial y reprimió brutalmente las protestas de la mayoría negra
(como en la célebre masacre de Sharpeville en 1960), encarcelando a sus
principales dirigentes, siendo uno de ellos un tal Nelson Mandela. El 6 de
septiembre de 1966, en plena sesión parlamentaria, justo cuando tomaba asiento
en su escaño un ujier de la cámara de nombre Dimitri Tsafendas se le acercó de
repente, sacó de entre sus ropas una daga, levantó con ella la mano derecha y
apuñaló a Verwoerd cuatro veces en el pecho . Cuatro miembros del Parlamento
que eran los médicos se apresuraron a la ayuda del Primer Ministro, quien de
inmediato fue trasladado a un hospital cercano donde murió a los pocos minutos
de su llegada. Que yo sepa, Verwoerd ha sido uno de los dos únicos mandatarios
que han sido asesinados durante una sesión parlamentaria, siendo el otro
Spencer Perceval, asesinado a la entrada de la Cámara de los comunes en 1812 y
convirtiéndose, así, en el único primer ministro británico en ser asesinado. La
historia de este magnicidio es magistralmente narrada por el escritor Henk Van
Woerden en la novela El asesino (piublicada en español por Mondadori en
2001). No hubo ninguna interpretación ni
intencionalidad política sobre este asesinato. Muy pronto, y sin las
dudas que suelen acompañar a los eventos de este tipo, quedó claro que fue obra
de un asesino solitario, quedando descartada cualquier posibilidad de complot.
El hombre que lo mató era hijo ilegítimo de un padre griego y de una madre
africana. Su pecado fue vivir en el lugar equivocado, la Sudáfrica del racismo
y el apartheid, donde solo era uno más entre tantos parias, en un hombre sin
patria ni identidad. Deambuló por toda África embarcado en cargueros, hasta que
en Ciudad del Cabo buscó asentarse e iniciar una nueva vida. Pero Tsafendas “era
demasiado negro para los blancos y demasiado blanco para los negros”. Consiguió
un trabajo como ujier en el Parlamento y poco después decidió cometer su
hazaña.
Van Woerden
estremece con su relato. Presenta a Tsafendas como un hombre roto, siembre
maltratado, ninguneado, escarnecido en la infame Sudáfrica del apartheid que un
buen día decide matar al racista por antonomasia, al filonazi irredimible, al
irreductible supremacista racial. Muy pocos fuera de Sudáfrica lamentaron la
muerte de tan siniestro personaje, pero a su funeral asistieron más de un
cuarto de millón de afrikáners. Un pedazo de alfombra con la sangre derramada
de Verworerd se exhibió como recuerdo en el vestíbulo de la sala de sesiones
del Parlamento hasta que en 2004 el gobierno decidió retirarla. Hoy ya nadie quiere
acordarse de Verwoerd, símbolo de un oscuro pasado.
viernes, 6 de diciembre de 2013
¡No se rían, lo de Okinawa es muy, muy grave!
Todo el mundo riéndose (otra vez)
de las burradas de Peña Nieto, pero la realidad es que en la prefectura de
Okinawa, allá en Japón, se encuentra un aparentemente insignificante archipiélago
de cinco islas deshabitadas y tres arrecifes que podría convertirse en el
“Sarajevo” del siglo XXI. La
semana pasada, China anunció que reconocía como zona de identificación de
defensa aérea (ADIZ, en inglés) la región donde se ubican estas mugrosas
islitas, las cuales disputa con Japón y que son conocidas como “Senkaku” (en
Japón) o ““Diaoyu” (en China). Centenario es el odio y los rencores que se
profesan mutuamente chinos y japoneses. Por eso un periódico británico tituló
una editorial que dedicó al tema como “Islas Vacías, Heridas abiertas”. Todavía
los chinos resienten a fondo las inconmensurables e incontables atrocidades
perpetradas por los hijos del Sol Naciente durante la
invasión y ocupación japonesa del territorio chino durante la Segunda Guerra
Mundial, tales como la masacre y violación de Nanking, en 1937. Hoy que China
se ha convertido en una de las principales potencias militares y económicas del
mundo, no está dispuesta a seguir tolerando lo que ellos sienten nuevos agravios
de sus viejos rivales. ¿Exageración? ¿Nacionalismo trasnochado? Puede ser, pero
la realidad es que la responsabilidad de estas tensiones recae, desde mi punto
de vista, más en el gobierno japonés que en el chino, y eso que la propiedad de las islas Senkaku fue reafirmada bajo el
Tratado de Paz de San Francisco en 1951, que demarcó el territorio japonés
después de la Segunda Guerra Mundial, y en el Tratado de Restitución de Okinawa
en 1971, que regresó los derechos de administración de Okinawa, incluyendo las
islas Senkaku, de Estados Unidos a Japón.
La razón
fundamental del deterioro de las relaciones entre Japón y sus dos vecinos más
importantes, China y Corea del Sur, se debe a que los gobiernos japoneses desde
el fin de la segunda guerra mundial se niegan a reconocer las atrocidades de la
guerra perpetradas por el ejército de su país, las cuales no tienen nada que
envidiar a las cometidas por los nazis en Europa. Aún más, lejos de hacer algún
acto de contrición, el actual primer ministro, Shinzo Abe, y muchos políticos
japoneses explotan un discurso nacionalista agresivo en el que demandan que su
país vuelva a tener el derecho a convertirse en una potencia militar, cosa hoy
prohibida por la Constitución del país. En contraste con lo que sucedió con
Alemania, nación que si ha sabido hacer un examen de conciencia sobre el
nazismo y sus fatales consecuencias, Japón no considera tener la culpa de nada.
Al contrario, se consideran más bien víctimas del conflicto por los episodios
atómicos sufridos en Hiroshima y Nagasaki.
Las tensiones en
los mares de oriente han resurgido periódicamente desde que al comenzar el
actual siglo China se convirtió en un poder marítimo más proactivo, pero en
2012 la disputa cobró un carácter decisivamente más preocupante con la decisión
unilateral de Tokio de “nacionalizar” las islas". Además, Japón ha negado sistemáticamente la mera
existencia de una disputa. La política de Shinzo Abe desde que llegó al poder se
ha basado en la noción de una “resurgencia japonesa”, y en ese sentido refleja
una mayor reticencia de Japón a tolerar lo que se percibe como intrusiones de China
en territorio japonés. Ahora China pretende con el anuncio de la ADIZ
incrementar la presión sobre Japón para que reconozca que existe un conflicto
territorial.
El hecho Japón mantenga su orgullosa postura
es una desgracia para Asia. Recuérdese que, en buena medida, gracias a que
Alemania enfrentó su pasado fue posible la construcción de la Unión Europea bajo
las bases de la paz, la democracia y la cooperación supranacional. Si Japón
adoptara una conducta similar, las relaciones de la región Asía-Pacífico, la
más pujante en la actualidad de todo el orbe, mejoraría sustancialmente. Pero
no existe ni el más mínimo inicio de que eso pudiera suceder en el futuro
cercano. Tenemos entonces un escenario donde que una potencia declinante pero jactanciosa
encara el rencor de una potencia al alza y que no olvida. La combinación es
peligrosa.
jueves, 21 de noviembre de 2013
Insisto: ¡Qué Mal me cae Elena Poniatowska!
Sin dejar reconocer, antes que nada, que la Noche de
Tlatelolco y Fuerte es el Silencio son dos documentos extraordinarios que mucho
me ensañaron y emocionaron en pasadas
etapas de mi vida (aunque dudo muchísimo que por sí mismos den para un Premio
Cervantes de Literatura), quiero reiterar aquí lo que ya he dicho en otras
redes sociales: ¡Qué mal me cae Elena Poniatowska! Respeto a quienes aprecian
su obra (muchísimos muy queridos amigos míos, entre ellos) pero más allá de los
presuntos y muy, muy cuestionables méritos literarios la figura pública que ha
creado Poni es aborrecible. La señora es la exaltación viva de la
"pose", la pedantería y el esnobismo izquierdista. Se ha convertido
en la quintaescencia del intelectual "progre" latinoamericano que
esencialmente maniqueísta, manipulador, reduccionista e hipócrita, contaminada
de esa actitud política de
presunta superioridad moral de quien divide al mundo entre "yo y quienes
piensan como yo, los buenos, y el resto del mundo, los malos", indigna de
quien se asume como una intelectual crítica. Pero sobre todo
hipócrita. La princesita siempre
ha vivido bajo la sombra del poder jugando a la disidente
¡Ay, y esa
antipática pose de progre a ultranza!
De su literatura no
quiero hablar mucho porque allá cada quien sus gustos, pero en lo que a mí
respecta más allá de ciertos rescatables pasajes de algunas de sus novelas lo
demás es completamente prescindible. En todo caso, algo anda mal en el mundo
cuando se prefiere premiar con el máximo galardón de la lengua española a una
“escritora comprometida” sobre la obra de un escritor extraordinario y portentoso
como lo es Fernando del Paso.
Hace algunos años
surgió una polémica enorme cuando el Cervantes se le otorgó al refunfuñón
conservador, pero magnífico escritor y, ese sí, mago de la lengua española,
Francisco Umbral. Toda la progresía española y los
campeones de la corrección política se incendiaron en hogueras de indignación.
Hubo protestas de todo tipoy hasta se habló de un presunto “empobrecimiento cultural del
Partido Popular que intenta manejar y desmantelar el mundo de la cultura con
mayúscula”. Se acusó al premio de estar “politizándose”. Por eso al llegar el
PSOE al poder se tomó la decisión de dizque “despolitizar” el Premio Cervantes.
Se corrigió el hecho de que el Jurado estuviera integrado al caso 80% por
miembros elegidos por el Gobierno. Hoy que se premia a una “escritora
comprometida” (pero, eso sí, muy de izquierda) sobre una gloria de nuestras
letras cabe preguntarse qué tan exitosa fue esta supuesta labor de
“despolitización”.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
La disfuncional política gringa
El cierre del
gobierno provocado por la intransigencia de la mayoría republicana en la Cámara
de Representantes de Estados Unidos demuestra que el sistema político de la potencia
todavía más importante del orbe es tan disfuncional como el de la más atrasada
república bananera. Durante mucho tiempo el presidencialismo puro
norteamericano se desempeñó muy bien gracias a que los dos grandes partidos
protagonistas, el Demócrata y el Republicano, trabajaban como organizaciones
descentralizadas, desideologizadas y horizontales, lo que facilitaba el arribo
a grandes acuerdos que permitían la gobernabilidad independientemente de cual
organización ocupaba la Casa Blanca y cual tenía la mayoría en el congreso. Sin
embargo desde los años ochenta hemos sido testigos de una creciente
ideologización de los partidos gringos que ha conocido su auge con la aparición
del movimiento Tea Party al interior del Partido Republicano. El Tea Party ha
hecho evidentes varias de las taras no solo de la absoluta división de poderes
que priva en el presidencialismo puro americano, que pueden desembocar en
graves escenarios de ingobernabilidad en caso de que los Poderes estatales no
lleguen a acuerdos, son que también destaca los peligros de tener un sistema
electoral híper descentralizado en el que toda reglamentación en la materia
depende exclusivamente de las legislaciones locales.
En México mucho
nos quejamos del IFE, pero la realidad es que ya quisieran en Estados Unidos
contar para la organización, supervisión y sanción de sus comicios a nivel
federal con un instrumento único competente. Ya en las polémicas elecciones del
año 2000, cuando un vergonzoso berenjenal causado por las disipaciones
electorales locales del estado de Florida abrió la duda de si al candidato demócrata,
AL Gore, se le habían robado las elecciones. Hoy, ante el drama del cierre del
gobierno, no son pocos los analistas que responsabilizan en buena medida al
defectuoso sistema electoral de la radicalización ideológica que han
experimentado los partidos gringos. Efectivamente, en Estados Unidos los
distritos electorales donde se elige a los representantes (todos uninominales) se
reestructuran cada 10 años y son las legislaturas locales quienes tienen plena
libertad de redistribuirlas a su antojo. Obviamente, el partido que tiene la
mayoría en el congreso local traza los distritos de acuerdo a su conveniencia,
es decir, procura dibujar las fronteras electorales de tal forma que en se
aglutine lo más posible a condados que le son afines para tratar de garantizar
el mayor número de escaños a su favor. De esta forma, los partidos son juez y
parte en lo concerniente a la distribución de los distritos electorales. Este
fenómeno ha dado como consecuencia una radicalización de posiciones de los candidatos,
lo cuales deben procurar ganar las elecciones primarias en distritos muy
sesgados a favor de su partido y en el que militan las bases más
intransigentes. Son estos núcleos duros los que suelen definir a los vencedores
en las primarias que definen a quienes serán los candidatos del partido rumbo a
las elecciones generales. En el caso de los activistas del Tea Party, sus militantes exigen de quienes
aspiran a ser los candidatos republicanos la máxima fidelidad ideológica a sus
principios conservadores, por lo que los representantes que finalmente resultan
electos, y que deben enfrentar la reelección cada dos años, están más atentos
en mantener contentos a los activistas radicales de su distrito y lo importante
es ganar la elección primaria, la cual se ha convertido en un concurso de pureza ideológica. De ahí
que se haya suscitado una
polarización creciente de la geografía electoral estadounidense: los
republicanos en las zonas rurales, los demócratas sobre las costas y en las
ciudades. Cada vez más, la elección crucial es la primaria.
Elecciones primarias, reelección de legisladores, personalización de la política, estricta división de poderes, todas estas características del sistema político norteamericano están demostrando su inviabilidad. Lo increíble es que en México tengamos a tantos opinólogos que alaban incansablemente a estos mecanismos y exigen adoptarlos en México. Tengamos cuidado con ellos.lunes, 7 de octubre de 2013
Il Policcinela di Milano
Parece que, ahora sí, será el fin de la carrera política
de Silvio Berlusconi, la cual arribó para el magnate de Milán de la más ominosa
forma: con la traición de sus correligionarios y entre abucheos y silbidos de
sus adversarios tras la histórica sesión parlamentaria que rechazó una moción
de censura que él había promovido días antes al ordenar la renuncia al gobierno
de sus ministros afines. El viejo caimán perdió su olfato político, enredado
como está en una serie de procesos judiciales. Como todo megalómano, terminó
por perder el sentido de realidad por completo. El motín protagonizado por 26
parlamentarios de su propio partido le demostraron a Berlusconi que no es
momento de maniobras políticas, que al
país le urgen respuestas concretas a sus problemas -múltiples y crecientes en
estos tiempos- y de que no ya es admisible generar una crisis política por
atender los problemas personales de un bufón. Nadie lo respaldaba en su irresponsable
pedido de ir nuevamente a las urnas, ni siquiera sus antiguos aliados de empresariado y del episcopado, conscientes
todos de que con la actual ley electoral, (por cierto promovida por Berlusconi
y que ahora su autor califica de cómo “una
cerdada”), sólo pueden dar un resultado de ingobernabilidad en el escenario
político fracturado que hoy domina a Italia.
Ahora sigue para Il
Cavaliere su ignominiosa expulsión del parlamento para
que enfrente los procesos
judiciales que tiene pendientes, entre ellos, el juicio por el caso Ruby por
prostitución de menores y abuso de poder, por el cual ya fue condenado en
primer grado a siete años de prisión y prohibición de ejercer cargos públicos.
¡Ah, pero vaya que ha dsido una muerte lenta la de este gran
payaso! Una y otra vez Berlusconi se levantó de sus escándalos como Ave Fénix
desde que comenzó -a fines de 1994- su azarosa carrera política como cabeza de
una presunta “rebelión ciudadana” contra la corrupta clase política de la
llamada Primera República. Berlusconi dominó, para mal, el escenario político
italiano con ascensos y caídas. Especialmente se habló de su derrumbe definitivo
cuando, en noviembre de 2011, en plena crisis financiera, se vio obligado a
renunciar bajo presión de los mercados y de Angela Merkel para ser reemplazado
por austero tecnócrata y el ex comisario europeo y profesor universitario Mario
Monti. Pero Berlusconi, pese a estar mal herido políticamente, hizo caer a
Monti y se mostró como un aguerrido tigre en la campaña política subsiguiente cuando,
pese a que fue denunciado por sus mentiras, logró una remontada impresionante
ante sus adversarios del Partido Democrático, de centroizquierda. Muchos fuimos
los que pensamos entonces que los italianos no tienen remedio. Pero fue su
“último lance de Aquiles”. La rebelión protagonizada por varios de sus más
fieles alfiles, encabezada por su delfín, Angelino Alfano, representa una
vuelta de página para Italia. O por lo menos eso se espera.
Berlusconi perdió su gran apuesta. Jugó fuerte, intentó
hacer caer a Enrico Letta para que hubiera luego elecciones anticipadas y ser
candidato, pero los más responsables (y, también hay que decirlo, ambiciosos)
vieron el momento de deshacerse el polichinela y de forma clamorosa dieron
marcha atrás. Podría esta ser una novedad absoluta en el panorama enredado y
fársico panorama político italiano. Ojalá.
lunes, 23 de septiembre de 2013
Alemania y su "Mutti"
Confieso que
nunca he sido fan de Angela Merkel. Sí, ayer esta mujer que ganó de forma
apabullante un tercer mandato casi con
mayoría absoluta y gobernará al país más rico de la pobre Europa tiene
argumentos para sostener que es la dirigente política más talentosa de su
generación y probablemente de Occidente, comparada, por ejemplo- con esa dos
grandes desilusiones que han sido Obama o Cameron, con esa nulidad que es
Hollande y ya por no hablar de gente como Rajoy o Berlusconi. Se habla del
“enigma” Merkel, pero en realidad su éxito es el triunfo de la pazguatería y la
mediocridad pequeño burguesa en un país que es hiper conformista y corto de
alcances. El sueño alemán es mantener empleo y estabilidad económica, nada más.
Y no es que esto esté mal, pero solo si estuviésemos hablando de algún país
periférico compo tantos que hay por ahí. Alemania es la cuarta economía
mundial, la locomotora de Europa y la ausencia de una visión global terminará
por perjudicarle gravemente. Al tiempo.
Cierto que
con su sencillez campesina y su look tan espantosamente convencional "Mutti" (mamá, como la apodan los
germanos) protege y tranquiliza a sus compatriotas, pero su falta de enfoque global
y su incapacidad de asumir riesgos -como lo hiciera su predecesor Schroeder con
las históricas reformas de la Agenda 2010- van a revertírsele a los alemanes. El
paisaje político alemán está peligrosamente adormecido. Eso no es bueno para la
democracia, y el peor síntoma de esto es, quizá, la ausencia de una voluntad de
parte de Alemania por asumir un el
liderazgo internacional y europeo en momentos en los que el viejo continente
tanto necesita de un rumbo. En todos los foros internacionales donde participa
(OTAN, G8, G20, ONU) Alemania se conforma casi siempre un convidado de piedra,
y en cuanto a la integración europea, este país que fuera por mucho tiempo uno
de sus principales promotores opta hoy por una Europa políticamente menos integrada. Siguiendo
la posición de la esa mayoría de alemanes, que piensan que el costado económico
de la integración europea es genial, pero que el costado político es cada vez
más siniestro, Merkel recula en Europa. Y ese es otro de los defectos de Mutti,
tan común a tantos políticos: gobernar a golpe de encuesta. Pero esta postura
hacia Europa es arriesgada porque descansa sobre el inexacto presupuesto de que
la integración económica y la integración política pueden separarse, cuando la
lección más elemental que deja la crisis del euro es que una no es posible sin
la otra.
En resumen,
el legado de la muy popular Merkel hasta ahora es un vergonzante e insostenible
abstencionismo estratégico, gobierno para complacer a las encuestas, recetas para
enfrentar la crisis del Euro que han provocado graves daños colaterales y un giro hacia un
insano bilateralismo dentro de la Unión Europea que pone en peligro la
supervivencia misma de la UE. Pero Alemania no puede ni debe pretender ser una "Suizota", es decir, un país con mucha lana pero con pocos o nulos alcances internacionales e incapaz de adquirir los compromisos internacionales de una verdadera potencia mundial.
La Alemania
de Merkel rechaza cualquier ambición
geopolítica. Cierto que en esta decisión mucho pesan las sombras de la historia,
pero ha llegado el momento de que el gigante económico germano renuncie a ser
un enano político. Para asumir esa responsabilidad histórica se necesita mucho
más que la figura sosa y maternal de Angelita.
jueves, 12 de septiembre de 2013
La Encrucijada de la India
Pedro Arturo Aguirre
Las
potencias emergentes tienen problemas. Brasil desacelera su economía y enfrenta
graves protestas ciudadanas en las calles, Rusia enfrenta poderosos cuellos de
botella y su economía es demasiado dependiente de los hidrocarburos, China
entra en una etapa de menor crecimiento y posibles turbulencias. Situaciones
similares se encuentran en Turquía, Sudáfrica y los países de la ASEAN. Pero el
caso más preocupante de problemas económicos lo presenta la India, el segundo
país más poblado del mundo el cual parecía hasta todavía hace poco estar en una
espiral de crecimiento imparable de desarrollo y ahora padece serios problemas y
las perspectivas para los próximos meses son bastante malas. La paridad de la
rupia ha sido sumamente inestable durante las últimas semanas, las ventas de
las emergentes empresas del país han caído estrepitosamente y las perspectivas
en el índice del crecimiento del PIB son cada vez más reducidas. El evidente deterioro
de la economía ha dejado al descubierto profundos y crónicos dilemas, los
cuales han sido soslayados durante los años recientes de bonanza. La India
padece de una infraestructura obsoleta, una legislación laboral anquilosada y
un mercado inmobiliario peligrosamente sobrevalorado. Por su parte, las mastodónticas empresas del Estado siguen
siendo demasiado ineficientes, poco productivas y muy mal preparadas para la
competencia internacional.
El gobierno acaba
de subir el precio de los combustibles y de otros productos importados que
cotizan en dólares. Las congestionadas y ruinosas rutas del país y el desastroso
suministro del servicio eléctrico son dos renglones que son buena muestra del lamentable estado
de las infraestructuras. Los transportes tardan demasiado tiempo en llegar a los
puertos debido a que las tan prometidas autopistas nunca se construyeron.
Y el pésimo estado de caminos y puentes
para conectarse con el interior del país no son el único problema de
infraestructura. El precio del fluido eléctrico es verdaderamente exorbitante en
virtud a que no existen en este enorme país suficientes plantas generadoras. La
situación de los puertos también es desastrosa. El costo de los alquileres para
las empresas está sobrevaluado y los servicios de agua, alcantarillado,
seguridad y transporte aéreo también dejan mucho que desear.
El alto
precio de la propiedad y el costo de la energía eléctrica les deja a las
empresas muy poco margen para pagar sueldos decorosos a los trabajadores y
seguir siendo competitivas. También es cierto que la burocracia sigue siendo
enorme y, en muchos casos, obstructiva. La corrupción gubernamental es
rampante. Hay grandes desafíos en torno a los temas de integración religiosa y
regional, fin del sistema de castas y superación de la discriminación de la
mujer, asuntos que ponen en peligro la continuación del desarrollo económico de
este gigante. Más grave es la pobreza. El desarrollo económico ha logrado hacer
crecer a la clase media de este país en una escala impresionante. Se calcula
que unas 300 millones de personas pertenecen a los estratos medios. Sin
embargo, el 28% de la población vive bajo la línea de pobreza (otras mediciones
aseguran que esta cifra supera el 35%). Hay muchos programas sociales
destinados a cambiar esta situación, pero más importante es que el gobierno
está consciente de que no lo puede hacer todo y que es menester abrir nuevas
oportunidades a las empresas para que éstas produzcan más riqueza y más empleo.
Con un ritmo
de crecimiento demográfico que triplica al de China, India para el 2025 se convertirá
en el país más poblado del mundo. Si pretende lograr que todo este potencial
humano se desarrolle de forma equilibrada clave será enfatizar la necesidad de
que las nuevas generaciones acentúen el arraigo de una mentalidad emprendedora
que supere de forma definitiva ideas fatalistas y mentalidades conformistas que
esperen a que el gobierno todo les resuelva. Y esto es bueno tanto para la
India como para el resto del mundo, sea desarrollado o no.
No está de
más recordar que India surgió como potencia emergente gracias a que en los años
90 cambio de forma radical su mentalidad económica. Abandonó un paradigma
estatista donde el gobierno concentraba todo el poder económico y adoptó una
estrategia en la que se dieron nuevos impulsos al sector privado y se abrieron
nuevas y numerosas oportunidades para las empresas y las inversiones
extranjeras, proceso que corrió en paralelo con la apertura comercial y la
globalización. Fundamental en esta transformación histórica fue un cambio de
mentalidad en muchos indios. Una nueva cultura empresarial ha logrado
arraigarse en los sectores más modernos de la población y hoy es una nueva
generación de emprendedores la que lidera el crecimiento de la India. Los
jóvenes progresaron, en buena medida, a partir de Internet y la industria del
software. Pero si este enorme país pretende seguir en la vanguardia mundial
necesita cobrar un nuevo y definitivo ímpetu renovador.
domingo, 1 de septiembre de 2013
La Derrota Histórica de Tony Blair
La semana
pasada se verificó un voto excepcional en la Cámara de los Comunes: una mayoría
parlamentaria veto, por primera vez desde el siglo XVIII, una acción militar de
envergadura solicitada por el primer ministro del Reino Unido. Sin duda, este
ingente desaguisado debilitará, aún más, al inefectivo e impopular gobierno de
David Cameron, cuyo error de cálculo y falta de liderazgo fueron artífices de
tan bochornoso fracaso, pero debe decirse que, sobre todo, este histórico momento
representa un incuestionable acto de admonición política y moral contra el ex
primer ministro del Reino Unido, el controvertido Tony Blair.
Como le pasa
a mucha gente tengo sentimientos encontrados con este Tony Blair. Admiro al
líder capaz que hizo renacer al Partido Laboristas de las cenizas en la que lo
dejo la loony left en los años ochenta, de llevar a buen puerto la
compleja negociación de paz en Irlanda del Norte, de haber entendido que las
reformas de Thatcher eran irreversibles (sólo dizque trató de dales un rostro,
digamos, más “humano”) y de manejar de forma tan magistral su figura mediática.
Pero de este mismo señor me repugna el tufillo de su moralina, su ridículo
espíritu de cruzado, la “seguridad sacerdotal de la que hace gala
constantemente, sobre todo cuando se equivoca” (Norman Birbaum Dixit). Es un
hombre sin sentido el sentido del humor, inteligencia profunda y abismal
cultura de otros verdaderos estadistas británicos como Disraeli, Churchill,
Pitt, Palmerston o Salisbury. Es heredero de la estricta moralidad del aburrido
Gladstone. Esta gente tan gazmoña es muy peligrosa. Para acabarla, hace algunos
años se convirtió al catolicismo en medio de gran parafernalia. ¡Quién carajo,
a estas alturas, se convierte al catolicismo, con un demonio!
Tras el voto
en contra de la acción punitiva en Siria de los Comunes, se abrirá un debate
nacional sobre el papel que va a desempeñar el Reino Unido en el mundo durante
las próximas décadas y sobre la naturaleza de la pretendida “relación especial”
que ha protagonizado este país con Estados Unidos. Lo que es indiscutible es el
ridículo mundial de Cameron. Fue precisamente él quien más se empeñó en
convencer a Obama sobre una acción contundente en Siria. Cameron cometió el
garrafal error de convocar al Parlamento cinco días antes de la apertura formal
de la legislatura para tratar el tema de Siria sin calibrar la oposición que ese paso podía suscitar no solo entre la
oposición laborista, sino principalmente entre sus correligionarios
conservadores y sus socios de gobierno liberales. La votación de los Comunes se
tradujo en 285 votos en contra de la moción del Gobierno y 272 a favor.
Integraron el bando de los hostiles 30 diputados tories (a los que hay que
sumar la abstención de otros tantos) y nueve liberales. El gobierno desestimo
el pésimo recuerdo que dejó tanto en Westminster como en la opinión pública
británica la pésima experiencia de la guerra contra Irak.
En efecto, el
principal argumento esgrimido por los parlamentarios que votaron en contra de
la idea de bombardear Siria fue la ausencia de pruebas “convincentes” sobre la
implicación real del régimen de asir Al Asad en el ataque con armas químicas. El
propio Cameron tuvo que admitir que aún no existía un “cien por cien de
certeza”. De ahí que sus críticos
hicieron perturbadores paralelismos con la guerra de Irak de 2003 y evocaron las
manipulaciones perpetrados a los informes del espionaje en las que incurrió Tony
Blair para justificar la participación del Reino Unido en la cruzada contra
Saddam Hussein.
El político
que mejor expresó su consternación ante la posibilidad de cometer un nuevo
error internacional fue, paradójicamente, Jack Straw, quien fuera ministro de Exteriores
en la Administración de Blair y al que le tocase ser uno de los principales
defensores de tan insensata guerra: “¿Qué pretende exactamente el presidente
Obama, y cuál es la misión a la que pide que Reino Unido se sume? Es muy fácil
implicarse en una acción militar, pero muy difícil salirse de ella. Yo todavía
tengo las cicatrices de Irak”, declaró de forma contundente. Una declaración
que queda como un estigma decisivo en el legado político de Blair. Por supuesto,
el arrogante ex primer ministro seguirá, como lleva años haciéndolo, sin
reconocer que la estúpida invasión de Irak fue un aberración de dimensiones
colosales, pero allá él. A fin de cuentas será como escribió el escritor danés Johannes
Jensen: “Sobre el soberbio siempre se abate el glacial soplo
del olvido.”
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